Hace un año atrás un canal de televisión me propuso ser una suerte de gurú de las relaciones sentimentales, algo así como la Rampolla, pero del amor. Como no soy psicóloga y mi vida personal es un desastre, además tengo respeto por la audiencia ( y si digo todo lo que pienso les aseguro que me odiarían) no tuve otra opción que rechazar la oferta. Menos podría yo hablar de sexualidad con autoridad académica, pese a que muchos lectores insisten en que dé consejos amatorios en este humilde espacio…
probando poses para espacios reducidos…
Y muy lejos estoy, obviamente, de convertirme en “coach sexual”, un negocito alternativo (y medio raro) que prospera en países como los Estados Unidos, donde además de ir al terapeuta los pacientes recurren a los servicios de un “asistente” para practicar los consejos del experto. No se trata de prostitución, dicen, sino de un gentil “complemento” de la terapia. Filántropos del erotismo, samaritanos del placer o perfectos avivados…no sé como llamar a estas personas supuestamente entrenadas para ayudar a otros a superar trabas y problemas íntimos….