De haber sabido yo que existía un “espacio cultural” donde donar las “sobras” materiales del divorcio, me habría ahorrado el depósito de muebles. Cuando me separé, aquella triste vez, la única “propiedad” que me dolió ceder fue mi gato Sandro, mi precioso y negro minino cuya tenencia hoy comparto buenamente con el santo de mi ex, que lo quiere y lo cuida tanto, o más que yo. Entonces cumplimos con la agobiante diligencia de repartir las pertenencias que habían adornado nuestra vida en común en menos de una hora, y sin pelear ni por un almohadón.
“¿Vos querés la mesita que compramos en las pulgas? ¡¡¡llevátela, cómo no!! Yo quiero ésta repisa, ah y la heladera”.
Así de fácil fue el trámite. Para los dos, esos trastos eran sólo “cosas”, daba igual tenerlas o no. Es más, en los últimos tiempos fui despojándome de lo que me había quedado, dejando mi mundo exterior reducido a un sofá, una mesa, un cactus (Manolito) cama, libros y compu…ah y 15 pares de zapatitos de tango.
al banquito te lo dejo para que recuerdes “cuánto” te quise… via sft via bigfun
Pero si vas a forcejear con tu ex por un florero o el juego de porcelana china que les regaló la abuela, y al final resuelven que para qué lo quieren, si no les trae más que malos recuerdos, pueden donarlo al Museo de las Relaciones Rotas que, aunque queda en Zagreb, Croacia, es un espacio “cultural” creado para exhumar el “legado emocional” de miles de separados de todo el mundo.
Sipi: hay de todo en este planeta nuestro de cada día…
mi cactus Manolito
Cualquier persona, por muy alejada que esté del punto, puede donar por correo tradicional o mail los souvenires de un vínculo roto. “El proyecto tuvo un enorme éxito.Vamos recibiendo todo tipo de aportes del mundo entero. Gran Bretaña, Francia, Italia, India, Vietnam, Malasia, Japón, Corea, EEUU y otros países”, aseguró la creadora del museo, Olinka Vistica, una croata muy despierta que cuando se divorció no supo dónde meter la cantidad de porquerías que ni ella ni su ex querían quedarse.
del divorcio no me quedó nada, ni ropa
A este extraño Museo la gente le ha donado, desde 2006, cuando se creó, cuánta basura necesitaba tirar, así es que la ‘obra’ expuesta es de lo más absurda y kitsch. La más antigua pieza de la colección, que hace muestras itinerantes, es una caja con recuerdos de una abuela cuyo esposo, Karlo, se ahogó en un río, en 1920. Olinka y su ex, Drazen Grubisic, creen que le han hecho un gran aporte a la humanidad doliente.
“El primer impulso es destruir o tirar todo lo que os recuerde una experiencia a veces dolorosa y traumática. Pocas veces somos conscientes de que, en realidad, estamos destruyendo testimonios de unos hermosos momentos” explicó la mujer, que empezó juntado objetos de sus amigos y mostrándolos en un contenedor.
pieza exhibida en Turquía
Como la colección crecía y se volvía popular, incluso hizo varias giras internacionales, los inventores buscaron un local en la parte antigua de la capital croata. Esto me recuerda un poco a Fernández, un indigente de mi barrio que solía rescatar objetos de la basura para venderlos luego en la calle. La santa de mi veterinaria le había cedido como depósito un rincón del patio trasero de su local.
el teléfono con el que te pesqué mandando mensajitos a otra
En su sitio Web el museo se ven algunas de las piezas que lucen un cartelito con una breve reseña de su historia. Por ejemplo, una persona de Eslovenia donó una tarjeta de identidad francesa, una tarjeta personal, quedó con una esquela donde explica cuánto valor tuvo la relación que rompió: “Lo único que quedó de un gran amor fue la ciudadanía”.
En fin.