Hay que quererse más decía el finado Roberto Galán, y tenía razón. Estas semanas espantosamente grises del otoño porteño invitan al cuchareo y, en todo caso, a hacer planes menos caros y sentimentalmente más rendidores. El sábado fui por segunda, qué digo, tercera vez en los últimos años, a ver el show de Los Amados, en la Sala Siranush de la calle Armenia.
Me habían dicho que estaba sucediendo un fenómeno inesperado tratándose de un espectáculo musical con argumento: la gente se pone a bailar apenas suena la música, especialmente los boleros. Recuerdo que hasta hace unos años no había en esta ciudad de Buenos Aires a dónde ir a bailar esta música melosa, ideal para apretar y otras cosas. Yo en una época solía ir al Club Bohemios en La Boca, un reducto tradicional de jubilados en el que cada tanto los sábados a la noche el DJ apagaba las luces, y la bola de boliche empezaba a girar con la voz de Luis Miguel, Los 5 latinos, Lágrima Rios y otros tantos próceres del género.
¡Todo rojo y bien kitsch! foto gentileza Los Amados
Entre fideos con albóndigas, señoras con tapadito de falso visón y peinado al spray se nos iba el frío de la noche y, habiendo bailado lo suficientemente apretados, volvíamos a casa con una felicidad modesta, pero real.
Cuestión es que fuí a ver el Danzón de Los Amados y fue como estar como en un casamiento. Los compañeros de la mesa muy simpáticos, y el fenómeno del baile era verdad: la gente se baila todo, y cuando llega el momento romántico, hay que ver como la sala entera, que es grande y hermosa, se abraza aprovechando esos minutos de media luz. Habría que hacer una campaña oficial para que vuelvan los lentos!…
(abajo, va foto del salón)