Muchachos de póster contra el colesterol

 

Los hombres están cayendo en su propia trampa, lentamente, pero al fin, dirán las feministas. Si las mujeres terrenales, es decir las normalitas que no salimos en las revistas, vivimos padeciendo el yugo de los estereotipos de belleza que difunden los medios (me incluyo, soy la primera victimaria) los hombres también tiene su propio verdugo.

Aquel gordito con panza de cerveza que tiene el tupé de elegir una mujer por su peso (en carnes), hoy tiene un espejo donde medirse: los tremendos muchachos de las publicidades de calzoncillos que decoran las alturas de esta linda Buenos Aires.

He pasado en los últimos días varias veces por la Av Independencia y no me acuerdo bien cuál esquina, y he quedado hipnotizada por una gigantografia suspendida en el techo de un edificio relativamente bajo, donde un bombón de vientre plano y a cuadritos sonríe a puro diente calzando un “eslip” bien chiquito. ¡Qué brazos, señores! Suerte que no manejo, porque ya me hubiera estrellado de tanto mirar al chongo ése…

Yo sufría mirando los avisos de una inalcanzable marca de ropa interior femenina que no hace bombachas para rellenitas (los elásticos del talle más grande te sacan michelines) y me he bancado heroicamente el comentario filoso de algunos amigos, excedidos de peso, que ahora ven agredido su ego con estos afiches callejeros que  promueven un modelo masculino irreal. Si: parece que ellos también tienen que ser flacos y tener el vientre planchado para ser un hombre deseable del siglo XXI.

Este post está dedicado a un amigo al que quiero mucho (aunque le falte un hervor) y que sigue buscando a la mujer de su espejismo (90-60-90). Lo mandé a ver ese aviso callejero y está amargado. Lo bueno es que ha decidido volver al gimnasio, es decir, ese afiche es la mejor campaña contra el colesterol.