Por Juan Martínez (*)
– No me gusta hacer lo que hace todo el mundo.
Quizá ese sea el motivo inicial por el que a alguien se le puede cruzar por la cabeza correr alrededor de 19 mil kilómetros descalzo, desde una punta del continente americano hasta la otra. En realidad, que a alguien se le cruce por la cabeza no es lo sorprendente, sino que se decida a encarar el asunto.
Eso fue lo que hizo Joseph Michael Kai-tsu Liu Roqueñi a principios de julio de 2013. Este canadiense, hijo de un chino y una mexicana, empezó a correr en Montreal, la ciudad donde tuvo domicilio fijo por última vez, y no va a parar hasta llegar a Ushuaia.
La travesía lleva ya más de un año y casi 4700 kilómetros. De Canadá fue a Estados Unidos, cruzó este enorme país completito, y acaba de finalizar su paso por México (al menos corriendo, porque aún le queda un tiempo allí entre turismo y trámites).
Para que esta aventura personal tenga un significado mayor, Joseph se comprometió a ayudar a distintas instituciones que propongan métodos novedosos de educación y, en cada país por el que avanza, recauda dinero a través de su página: www.run2theend.com
El camino, obviamente, no fue sencillo. No sólo la enorme proeza física y el hecho de ser un desclasado, alguien sin hogar ni rutina ni seres queridos cerca con quienes contactarse, fueron complicaciones. Incluso a alguien que decide vivir al margen de la sociedad, recorriéndola por el costado, le modifica la vida un mismo factor que a todos nosotros: el dinero.
Se quedó sin un dólar en el bolsillo innumerables veces en este tiempo, pero siempre apareció una persona que lo invitar a su casa, un hotel que le ofreciera un canje, un restaurante que le regalar comida, o un sponsor fugaz que ayudara a tirar un poco más.
Una de las primeras complicaciones que enfrentó fue una mala decisión propia. Salió de Montreal cargando una mochila con sus pocas pertenencias, pero el peso fue demasiado para los hombros y tuvo que reemplazarla por un carrito similar al que se usa para trasladar bebés, aunque con una onda más deportiva. Esa “carriola”, como él la llama, lo acompañó durante todo el trayecto por Estados Unidos, de una punta a la otra.
En este tiempo, Joseph vivió una semana en una granja en Great Barrington, donde ordeñó vacas y realizó otras tareas de campo, a cambio de alojamiento; se tiró en paracaídas en Myrtle Beach; visitó un set de filmación de The walking dead en Grantville; dio rienda suelta a su curiosidad de ingeniero industrial en distintas fábricas; dio charlas en escuelas y eventos; acampó al costado de muchísimas rutas; y, sobre todo, conoció un montón de gente.
En México el apoyo fue mucho mayor, y la carriola descansó, porque los Ángeles Verdes, una patrulla oficial de las carreteras, lo escoltaron en cada jornada. Allí también volvió a ver amigos de la infancia y la adolescencia (Joseph vivió veinte años en Guadalajara), y recibió un auspicio de la Secretaría de Turismo nacional, con el que podrá correr tranquilo hasta que llegue a Ushuaia, dentro de aproximadamente tres años.
Hoy en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, dio por finalizada su etapa mexicana de corridas, pero se quedará en ese país a la espera de que la burocracia libere el pago acordado, y recién entonces encarará hacia Belice para seguir viajando hacia Argentina.
El viaje de Liu, en fotos:
(*) @jmartinezsalta es periodista, locutor y maratonista amateur. Nació en Salta y vive desde 2007 en Buenos Aires.
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