Por Fernado Vilardebó
Introducción
Fondos -de todo menos- gratis. Los fondos comenzaron un día de granizo y terminaron durante un tórrido mediodía de domingo. Mientras tanto, durante estos meses de fondos sucesivos e incrementales, requisito indispensable para la maratón, tuve como siempre cierto malhumor del sábado por la noche cuando sabía que al día siguiente debería correr una distancia mayor que la del domingo anterior, me cansaría por demás y el próximo domingo el esfuerzo debería ser aún mayor. That’s it! Pero al día siguiente, al terminarlo, ni rastros de malhumor y el alma pletórica.
Entre un fondo y otro conseguimos una preciosa cosecha de tulipanes, rojos y naranjas, que maravillaron nuestra vida durante su floración. Otro día, correspondiente al fin de semana de descarga, donde sólo debía salir a correr una horita (para los legos aclaro que descarga es descanso y una horita son 60 minutos corriendo de una persona que cree, sabe, confía que puede correr más, mucho más) me anoté en la media maratón de Buenos Aires, donde con enorme esfuerzo y gran concentración reduje en cuatro segundos mi mejor tiempo de este año para esa distancia; cosa que me puso feliz,
inmensamente feliz.
Listo!
Maratón de Estambul, próxima parada.
Estambul, Estambul, Estambul, correr se convierte en una obsesión, lo saben.
Estambul es el nexo, la ciudad donde coinciden oriente y occidente, donde la integración siempre fue posible.
Estambul no siempre fue Estambul, primero fue Bizancio, mil años después fue Constantinopla y recién hace un siglo es Estambul.
Estambul suena amigable, lejana, mágica, dulce y sabrosa. Otras culturas, atardeceres ocres sobre un perfil arquitectónico misterioso.
Historia, cine y literatura me llevaron allí antes de ahora.
Llegó el momento; correré la maratón de Estambul y no soy un debutante en la distancia, no. No obstante lo cual estoy (como siempre) ansioso, dubitativo (¿a qué ritmo salgo?), algo nervioso y confiado, con enormes ganas de estar ya, allí, aprontado en la línea de largada frente al puente sobre el Mar Bósforo que divide Asia de Europa y el Mar Negro del Mar de Mármara.
Es la única maratón que integra dos continentes y varias culturas. (También está la fantástica maratón Binacional, Salto-Concordia, pero esa es otra historia).
Este año hice todos los fondos necesarios en forma muy prolija, no me enfermé ni me lesioné durante estos tres largos meses. Los comencé una mañana de granizo sobre la ciudad de Buenos Aires y los terminé corriendo por Dique Luján en un tórrido domingo peor que en el verano más cruento.
Reviso la temperatura pronosticada para la carrera y dicen que estará entre 13 y 18 grados. Ideal.
Será una carrera familiar. Salimos el próximo miércoles, con mi mujer e hija, ellas correrán los 10k, cruzando el puente y terminando cerca de mi línea de llegada (siempre fue Cris mi línea de llegada).
Y mis hermanos de montaña -compañeros de los más altos destinos- Jaime Barros y José Luis Carrera vendrán desde Madrid para compartir el fin de semana y correr juntos los últimos kilómetros.
El premio Nobel de literatura Orham Pamuk no ha corrido la maratón, ni falta que le hace, para hablar sobre el espíritu de la ciudad que habré de recorrer:
“El placer de pasear por el Bósforo se debe a que uno siente que se halla en un mar en movimiento, poderoso y profundo dentro de una ciudad enorme, histórica y descuidada… Las mañanas brumosas y cubiertas de humo, las noches de lluvia y viento, las bandadas de gaviotas instaladas en las cúpulas de las mezquitas, la contaminación del aire, las chimeneas de las estufas, que se alargan de las casas a las calles como si fueran cañones de artillería que despiden un humo sucio, los contenedores de basura oxidados, los descuidados parques que en los días de invierno se quedan vacíos, y la prisa de la gente que regresa a sus casas, las noches invernales entre el barro y la nieve, llaman a ese sentimiento interior del blanco y negro que se agita en mi alma entre la alegría y la tristeza: las fuentes antiguas rotas aquí y allá que llevan siglos sin funcionar, las tienduchas destartaladas que aparecen de repente alrededor de las viejas mezquitas de los suburbios o, sin que nadie lo perciba ya, alrededor de las grandes mezquitas aljamas, la multitud de alumnos de escuela primaria con sus babis negros y sus cuellos blancos…”.
Nudo
“Carreras son carreras”, dice mi entrenador Marcelo Perotti, y ¡vaya si ésta lo ha sido!
Esta vez programé bien el viaje, hice el mejor entrenamiento de los últimos años. Obtuve resultados parciales halagüeños que me daban para soñar…
Soñé no sólo con un lugar de un encanto y misterio superlativo, sino también con que mi propio –humilde- rendimiento iba a ser bueno también.
Nunca es triste la verdad, es una carrera.
Comenzó a las 9hs, puntualmente, desde el lado asiático de Istanbul, tras un comienzo bastante caótico.
Algunas notas de color; vendedores ambulantes entre los corredores de maratón. Acompañantes en bicicleta en la mismísima línea de largada. Familias de paseo, cada uno con su dorsal, de la mano, paseando x el circuito de la carrera. Miles y miles de corredores para las 4 distancias posibles, maratón, 15km, 10 y 8km. Atletas de toda laya y color.
Y por delante, el monumental puente sobre el Bósforo lleno de un ejército pacifista de atletas como representación de la integración de todas las culturas.
De pronto correr no sólo fue correr, una actividad atlética. Fue casi un recorrido histórico de siglos que, con paciencia y observación, pudimos recorrer en buena parte.
Como siempre la largada, el puente, el mar, Asia de un lado, Europa del otro, las llamadas a orar que provenían de las mezquitas por las que pasamos, sus imponentes edificios, palacios, castillos, universidades productos de una cultura dominante mucho antes de ahora.
La gente: los argentinos tenemos mucho de turcos, miraba a los ojos aquí a gente de mi barrio, conocida de algún lado que hablaba idioma extraño (el suyo) y no eran argentinos del norte, ni de un barrio de Buenos Aires, sino locales, idénticos a los tantos que conocemos desde siempre. Cuando hablan, viven, y organizan, para bien y para mal, son muy parecidos a nosotros. O al menos eso me pareció.
Estambul, como Buenos Aires, gusta de circuitos costeros, con algún intento en las zonas históricas (¿cuál no lo es?)
Desenlace
La maratón para mí terminó en el km 26 cuando apareció -inmovilizante en grado extremo- una contractura como no he tenido jamás.
Inútil fue el cambio de estrategia ensayada, ralentizar el ritmo. Tenía que cuidarme pues sabía que pendía de un hilo. Distenderme (mentalmente), disfrutar y hacerme el sota para completar mi distancia favorita en un tiempo digno de tanto esfuerzo.
“Carreras son carreras”, repetía Marcelo en mi mente, mientras evaluaba la posibilidad de lastimarme seriamente terminando una carrera que ya estaba terminada cuando la contractura del gemelo se pasó a toda la cadena muscular de la pierna derecha.
Pasaron 210 metros tras el km 26 para abandonar, no sin antes intentar 3 veces seguir. Pasan estas cosas, por más planificación voluntarista que uno haga.
Son carreras, pienso razonablemente mientras una lágrima cae de mi ojo izquierdo.
Esta vez comprendí que pese al lugar ideal, la buena planificación, un buen entrenamiento podés fallar justo antes por una equivocación de último momento, en la que no reconozco error voluntario.
Correr no es sólo correr, obtener buenos tiempos, subir al podio (jamás lo hice ni creo que lo haga). Es resistencia vital, es deseo de seguir, de mejorar aún cuando no se puede. Es la felicidad de salir, calzarte las zapas y ¡al aire! ahora, con la pierna vendada (amortajada) estoy pendiente de cuándo he de volver a salir…
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