
Por Pablo Di Corrado
Diseñador Gráfico y Runner
Y finalmente llegó el día… Como los días previos, la noche anterior cené fideos, comí una banana y a las 21:15 estaba en la cama “durmiendo”. Lo cierto es que no pegué un ojo en toda la noche. Di vueltas, busqué la posición más cómoda pero no había caso… Cada vez que lograba dormirme, la ansiedad y los nervios se ocupaban de despertarme. A las 4:15 sonó el reloj.
Salimos con mi mujer y fotógrafa personal rumbo a Núñez y creo que en el viaje no hablé. Mi cabeza estaba ocupada sólo en dos cosas: la lluvia y el muro, la lluvia y el muro. La lluvia porque es de las pocas cosas que me molestan al correr y el muro porque tanto me habían hablado esa semana de él que no podía sacármelo de la cabeza.
Por suerte, cuando a las 6:30 llegamos a la zona de la largada, mi entrenador y amigo, Diego Santoro (Accyona) ya tenía su carpa preparada y ahí estaban su mujer y dos amigos de fierro como Ezequiel y Cristian para distenderme y darme confianza. Enseguida llegaron César y Lucho, dos amigos con experiencia en maratones que tenían pensado correr a mi ritmo (5min por km) y eso me daba seguridad, serenidad. Como así también saber que Cristian iba a acompañarme en bici durante todo el recorrido, algo que sólo puede hacer un amigo, un hermano y un loco por el running como yo.
La idea correr en un ritmo parejo y terminarla en 3h33m aproximadamente, aunque el objetivo principal era llegar y en el mejor estado posible.
Pasaron los minutos y ahí estábamos, en la línea de largada, con César y Lucho. Nos abrazamos, nos deseamos una buena carrera y largamos bajo una llovizna que nos acompañaría durante toda el recorrido.
Los dos primeros kilómetros se hicieron lentos por la cantidad de corredores que había con lo cual fueron casi como una entrada en calor. Llegando al km 3 se nos acopló Carlos, un runner del team de César y más adelante nos esperaba Cristian con su bici. Enseguida Lucho (que buscaba otro tiempo final) se nos fue yendo y así quedamos César, Carlos y yo corriendo al mismo tranco. Ah… y Cristian firme en la bici a nuestro lado.
Casi sin darnos cuenta llegamos al km 10 y tomé mi primer gel. Así seguimos muy distendidos, hablando por momentos de cómo veníamos y disfrutando la carrera lo más posible.
La lluvia golpeaba parejo, pero ya era algo incorporado y, diría, hasta refrescante. Los kms pasaron sin sobresaltos y en mi cabeza el primer gran objetivo era llegar al 30… al temido muro y ver cómo estaba. En el kilómetro 23 empecé a sentir el cansancio, pero sin dolor, sin molestias. Me tomé el segundo gel y seguí corriendo sabiendo que ya tenía media carrera adentro.
Y de repente estábamos ahí… en el kilómetro 30 esperando el impacto, buscando con la mirada a Diego, que había prometido que ahí me esperaría para acompañarme hasta el final. Verlo me dio tranquilidad, confianza, fuerza. Me preguntó cómo estaba, me ofreció agua y sin darme cuenta estábamos en el km 32. El grupo de César (a ellos también los esperaban en el 30 y ahora eran 6) se nos fue unos pasos más adelante, pero con Diego y Cristian seguimos tranquilos a nuestro ritmo. El cansancio se sentía pero ya estábamos en el km 35 y empecé a sentir que ya estaba, ya no había manera de que nada ni nadie me arrebatara esta carrera. La llegada estaba cerca. La sentía al alcance de mis manos. Entonces no se de dónde, después del túnel de Sarmiento creo, llegando al Planetario me sentí con más fuerza y empecé a apretar un poco el paso, cambiando el ritmo… Empecé a pasar gente y eso fue dándome más confianza, más fuerza, más motivación. Pasamos al pacer de 5 minutos el km que durante toda la carrera lo habíamos tenido unos 500mts por delante y de repente estaba dentro de los bosques de Palermo. Apareció otro amigo que nos esperaba: Hernán, dándome más fuerzas y sin darme cuenta estábamos de nuevo en Figueroa Alcorta, a menos de 2 kms de conseguir el objetivo con el que tantas noches había soñado.
En ese momento, Diego me dijo que ya estaba, que había hecho un carrerón y que el resto lo tenía que hacer solo, que era mi carrera, que me lo merecía por todo el esfuerzo que había hecho durante casi un año de entrenamiento. Antes de dejarme solo me palmeó y me contó su sueño, su meta en la vida al borde de las lágrimas. Y así quedé yo, emocionado, conteniendo el llanto y recorrí esos 1500 mts en los cuales fueron apareciendo imágenes, recuerdos de este largo año de entrenamiento, de los sacrificios hechos, los momentos disfrutados, la gente que conocí, las cosas que aprendí. ¡Todo! Hasta que de repente apareció el dolor a menos de 500 mts. Un fuerte dolor abdominal me hizo bajar el ritmo y justo en ese momento apareció Dani (otro de los amigos que me dio el running) para darme su aliento y acompañarme trotando unos metros, haciéndome volver a la carrera y dándome el impulso final que necesitaba hasta que apareció el arco de llegada… el reloj que me decía que el objetivo, el frio, el de los numeros, estaba cumplido (3:32:27) y unos pasos más adelante estaba ella… Mi amor, mi compañera incondicional. La que se había bancado mis ausencias por entrenar, mis domingos de fondos, mis noches de fideos, mis charlas sobre pasadas, fondos, pacers, fartlek y zapatillas. La abracé y en ese momento sentí que ya estaba, que había llegado y todo ese llanto que estaba contenido desde hacía casi 2kms encontró el mejor lugar para brotar. Lloramos, nos abrazamos y nos besamos.

Sólo restaba recibir la medalla. Esa que como dicen se gana en los entrenamientos y vamos a buscar el día de la carrera, y luego reencontrarse con todos los que me habían acompañado en esta aventura para volver a abrazarnos y llorar otro tanto con cada uno (Mariano, Pablo, Cecy, Gise, Diana, Nancy S). Todos estaban allí para felicitarme. Todos compartían mi alegría. Al rato llegaron todos los que oficiaron de “liebres” (Dani, Hernán Diego y Cristian) para darme más abrazos, compartir unos mates y hacerme sentir maratonista.
Quiero dedicarle un párrafo aparte a Cristian Maldonado, un hermano que me dio el running. La idea era hacer esta carrera juntos y una lesión se lo impidió. Así y todo él decidió acompañarme en bici y asistirme durante toda la carrera, bancándose la lluvia y estando pendiente de mí durante 42 kilómetros. Te debo una hermano, esta carrera es para vos…
Buen fin de semana para todos y a seguir sumando km…