[VIDEO] Agua mineral Contrex, filial francesa de Nestlé

Un spot creativo de la marca de Agua mineral francesa Contrex, filial de Nestlé, que aconseja una dieta sana, ejercicio y beber mucho agua para perder peso, en contra de las recetas mágicas para adelgazar. Este nuevo y original spot viral está  triunfando en las redes sociales. Se trata de un anuncio publicitario diferente, llamativo y original, con una magnífica puesta en escena de street marketing que no deja indiferente a nadie.

En una concurrida plaza pública se exponen una fila de bicicletas fijas pintadas de un llamativo color rosa para despertar la curiosidad de los transeúntes.

Un grupo de mujeres se suben, comienzan a pedalear y con ello generan energía suficiente para poner en marcha un equipo de música y animar el ejercicio al ritmo del “Comment te dire adieu”, de Francoise Hardy, donde se va proyectando sobre el edificio que está en frente la imagen de un atractivo y musculoso caballero haciendo streptease.

Una vez más y aunque parezca que todo está inventado, la publicidad todavía es capaz de sorprendernos.

La hidratación, clave al momento de entrenar y correr

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¿El arte del buen correr?

Esta es la crónica en primera persona (completa y sin edición) que escribí para la Revista Noticias del fin de semana del 27/10/12.

(Santiago de Chile).- Nunca pensé que podía correr un ultramaratón. De hecho, tras el abandono en el km 37 en el maratón de Buenos Aires 2011, creí que había llegado a mi techo deportivo. Es más, hasta el placer por correr se había disipado. Como en un abrir y cerrar de ojos dejé de disfrutar. La estadía en el hospital Rivadavia golpeó mi autoestima de corredor. Tardé casi dos meses en volver a hacerlo. Había días en que intentaba salir a trotar y no superaba las cuatro o cinco cuadras cuando, sin dudarlo, decidía regresar. No había dolores. No existían lesiones. Sólo bronca y mucha resignación. Nada me motivaba. Las sesiones con Alejandro, mi psicólogo, redundaban en aquel traspié. No encontraba una explicación suficiente para entender por qué me había deshidratado. ¿Era sólo eso o había una causa más profunda? Escarbé durante días en la planificación. No encontraba siquiera un gris. Hasta había recurrido a una nutricionista para no dejar ese ítem librado al azar. Metódicamente consultaba con Karen Cámera (MN 2623) qué y cómo comer. Había entrenado como nunca y había corrido como casi siempre: bastante mal. Aunque en mi cuarta experiencia maratoniana, mucho peor. Porque, en realidad, no soy un buen corredor. Tampoco, el peor. A favor, cumplo con la mayoría de las indicaciones de mi entrenador Daniel Simbrón. No con todas dadas las licencias que me tomo, propias de un amateur: correr más kilómetros de los recomendados en una semana y muchos menos a la siguiente. Salvo los fondos largos (de 20km en adelante) que suelo cumplir a rajatabla, me permito omitir días de pasadas o de trotes suaves. La profesión y los horarios que conllevan el periodismo sirven de excusa. En contra, no poseo la altura ideal, no soy veloz y tengo una rodilla con tres clavos. Más allá de todo, el solo hecho de salir a correr me proporciona una sensación de absoluta libertad. Por más que el día haya sido agotador, hacer unos cuantos km me despeja. Porque, en sí, el correr es una actividad muy sencilla. Pero hacerlo con cierta regularidad requiere disciplina y aceptar que en una carrera, sorbe todo en las largas, se va a sufrir. Por más que haya dedicado varios meses en prepararla, indefectiblemente, voy a sufrir. Hay bastante de masoquistas entre quienes corremos. Sobre todo entre los corredores populares. Es decir, el 90% o más de los inscriptos a cualquier prueba.

¿Por qué un ultramaratón? Comencé el año con la idea de tener una rápida revancha en los 42.195 metros. Primero iba a correr la emblemática maratón A Pampa Traviesa en abril. Pero, a mediados de marzo, jugando con mi hijo de dos años me quebré un hueso de la mano. Un yeso por casi cincuenta días echó por tierra ese plan. Seguí entrenando, aunque con menos intensidad. Hasta ahí estaba en un promedio semanal de 90 km o más. Fue ahí donde puse la atención en Rosario. El maratón de la Bandera en junio me daba tiempo. Pero tampoco pudo ser. El hecho de correr con un yeso de más de dos kilos en mi brazo derecho descompensó más de lo frecuente mi andar oscilante y generó contracturas permanentes en ambos gemelos. En suma, no podía correr por dos meses. Apenas, ir al gimnasio a rodar en una bicicleta fija o a nadar.

Sin pensarlo y a riesgo de quedarme en el camino, o mejo dicho en medio de la montaña, en septiembre, acepté la invitación de The North Face para participar en Chile del último ultramaratón de su circuito. El Endurance Challenge que se realizó el sábado 20 de octubre. Pero, ¿estaba listo para vivir mi primera experiencia en carreras de montaña? Mi último año como corredor no me brindaba ninguna garantía. Aunque, mentalmente, ya estaba jugando ese partido.

Santiago, Cerro La Dehesa. El día comenzó a las 5. Había arribado a Chile la mañana anterior. Ni tiempo de ir a la charla técnica. Ni tiempo de leer el reglamento. Apenas, mirar el circuito en un folleto. Cuando todavía era de noche, me reuní en el lobby del hotel con Marcelo Larraquy, un ex periodista de Noticias, a quien conocí hace más de un año en Salta para la edición argentina (este año no se realizó) de este circuito de carreras de montaña.

El frío de la mañana no atenuaba. Unos 8 o 9 grados como mucho. Eran poco más de las 7 y la hacienda Santa Martina, a 1400 metrosde altura y a 20km de Santiago, nos recibió con fogones y mucha ansiedad. Los 80km habían comenzado a las 4. Era nuestro turno. Sin apuro, con Marcelo nos ubicamos entre los últimos en la manga de salida. Nos sacamos una foto, nos dimos un fuerte abrazo, nos deseamos suerte, pero cada uno iba a continuar por su lado. Apenas, un poco de elongación y a correr. Ideaba, como máximo, que tendría unas diez horas por delante. La mochila estaba cargada con dos linternas, un impermeable, geles en cantidad industrial, dos bananas, un litro y medio de agua y dos sándwiches. Suelo ser bastante exagerado en mis previsiones. Esta vez, no iba a ser la excepción. El trote inicial se interrumpió pronto porque las subidas aparecieron a los pocos metros. Estaba eufórico, pero me contenía. El plan era hacer una carrera conservadora y, acaso, sorprenderme al final. Me equivoqué. Cavilaba que un ultramaratón tendría dificultades y que no sería como una carrera de calle donde sólo hay que correr. Ahí, hay que bancarse otros factores a los que un corredor urbano no está acostumbrado. Arribé al Puesto de Control (PC) Las Hualtatas en 43 minutos. Un poco de agua y bebida isotónica al paso, unas frutas secas para seguir adelante. Nada parecía perturbarme. Iba atento a las cintas azules para no perder el sendero. Las subidas eran más o menos leves, pero se incrementaban hasta llegar a los 1600 metros. Hasta el 14km todo transcurría dentro de lo esperable. En un mallín humedecido me caí y rodé unos metros. Golpeé ambas rodillas contra una serie de piedras. En este tipo de carreras la concentración debe ser total. No se puede ir libremente sin observar el suelo. Al levantarme, en vez de girar a la izquierda continué unos 800 metroshasta que encontré a tres runners que regresaban. “Hay que volver. No hay más señalización para ese lado”, comentó uno sin mirar. Agradecí y volví lo más rápido que pude. Estaba regalando tiempo y distancia (en total 1,6km, según mi GPS). Pasadas las dos horas y media de carrera, en el km 15, estaba en el PC El Durazno. El descenso había sido de 600 metros. Salvo la caída, no recuerdo nada sustancial. Dos horas después y con 25km en el lomo arribé al PC Santuario I. Era tiempo de comer algo sólido. Un sándwich con gaseosa. Luego, recargar la mochila con agua, algunas frutas secas para continuar. El malestar en los cuadriceps apareció y no me abandonó más. La fatiga era evidente. Y con ello, los cuestionamientos que me atacan cada vez que corro por mucho tiempo: “¿Qué estoy haciendo si nadie me obligó a ir allí?”. Traté de no entrar en ese espiral negativo y volví a enfocarme en el objetivo. Al bajar una ladera me topé con una camioneta que sacaba a Sofía Cantilo, corredora argentina en los 80km. Había abandonado. Tapada con una frazada, su rostro era la síntesis del dolor. No es agradable en medio de la montaña ver a un competidor desertar. Al contrario, te provoca incertidumbre. En el PC Santuario II decidí hacer una parada más larga. Estaba a 2500 metros de altura. Me sentía cansado y mareado. Pedí asistencia médica. “De presión estás perfecto. Solo tienes espasmos musculares. Estás en condiciones de continuar, pero tranquilo. Vienen un descenso largo y después un ascenso complicado antes de llegar al último PC”, me indicó el médico. ¿Qué hacer? ¿Continuar o huir en una cómoda 4×4? Las siete horas de carrera resonaban fuerte en mi cabeza. Me dolían las rodillas y los dedos de los pies por la presión en las zapatillas. Estaba agotado. Pensé en mi hijo y arranqué despacio tratando de trotar en las pocas partes llanas y de caminar a buen ritmo en las permanentes subidas y bajadas. Como pude y a un ritmo que en una carrera de calle definiría como de tortuga llegué al PC Vertiente. Los GPS de varios corredores marcaban entre 45 y 47 km y sabía que no restaban 3km. Faltaba bastante más. Descansé unos minutos. Pregunté si sabían algo de los de atrás y me dijeron que me apurara porque se venía la noche. Eran las 18.30 y todavía estaba ahí, con frío y ganas de volver al confort de la ciudad. Los 8 o 9 km finales, creo, los hice a buen ritmo. Estaba solo. Apenas sobrepasé a cuatro corredores. Y, otra vez, solo. Ya sin GPS porque se había consumido la batería. Tenía temor de volver a perderme. Y a esa altura y con el sol escondiéndose detrás de la ladera del Cerro no era recomendable equivocarse. Divisar la hacienda Santa Martina fue como encontrar un tesoro. Estaba angustiado. Sólo quería llegar. Pasé la meta en 11h48m44s (el ganador, Naval Freitas en 6h17m23s). Con la medalla colgada dije que nunca más haría algo así. Pero al otro día, con Macelo, pensábamos dónde haríamos la próxima locura. “¿Te animás a una de 80km?”, me preguntó.

Reviví la carrera en fotos…

 MIRÁ EN EL SIGUIENTE VIDEO CÓMO ES UNA ULTRAMARATÓN…

 

Lluvia, sudor… y ¡lágrimas!

Por Pablo Di Corrado

Diseñador Gráfico y Runner

Y finalmente llegó el día… Como los días previos, la noche anterior cené fideos, comí una banana y a las 21:15 estaba en la cama “durmiendo”. Lo cierto es que no pegué un ojo en toda la noche. Di vueltas, busqué la posición más cómoda pero no había caso… Cada vez que lograba dormirme, la ansiedad y los nervios se ocupaban de despertarme. A las 4:15 sonó el reloj.

Salimos con mi mujer y fotógrafa personal rumbo a Núñez y creo que en el viaje no hablé. Mi cabeza estaba ocupada sólo en dos cosas: la lluvia y el muro, la lluvia y el muro. La lluvia porque es de las pocas cosas que me molestan al correr y el muro porque tanto me habían hablado esa semana de él que no podía sacármelo de la cabeza.

Por suerte, cuando a las 6:30 llegamos a la zona de la largada, mi entrenador y amigo, Diego Santoro (Accyona) ya tenía su carpa preparada y ahí estaban su mujer y dos amigos de fierro como Ezequiel y Cristian para distenderme y darme confianza. Enseguida llegaron César y Lucho, dos amigos con experiencia en maratones que tenían pensado correr a mi ritmo (5min por km) y eso me daba seguridad, serenidad. Como así también saber que Cristian iba a acompañarme en bici durante todo el recorrido, algo que sólo puede hacer un amigo, un hermano y un loco por el running como yo.

La idea correr en un ritmo parejo y terminarla en 3h33m aproximadamente, aunque el objetivo principal era llegar y en el mejor estado posible.

Pasaron los minutos y ahí estábamos, en la línea de largada, con César y Lucho. Nos abrazamos, nos deseamos una buena carrera y largamos bajo una llovizna que nos acompañaría durante toda el recorrido.

Los dos primeros kilómetros se hicieron lentos por la cantidad de corredores que había con lo cual fueron casi como una entrada en calor. Llegando al km 3 se nos acopló Carlos, un runner del team de César y más adelante nos esperaba Cristian con su bici. Enseguida Lucho (que buscaba otro tiempo final) se nos fue yendo y así quedamos César, Carlos y yo corriendo al mismo tranco. Ah… y Cristian firme en la bici a nuestro lado.

Casi sin darnos cuenta llegamos al km 10 y tomé mi primer gel. Así seguimos muy distendidos, hablando por momentos de cómo veníamos y disfrutando la carrera lo más posible.

La lluvia golpeaba parejo, pero ya era algo incorporado y, diría, hasta refrescante. Los kms pasaron sin sobresaltos y en mi cabeza el primer gran objetivo era llegar al 30… al temido muro y ver cómo estaba. En el kilómetro 23 empecé a sentir el cansancio, pero sin dolor, sin molestias. Me tomé el segundo gel y seguí corriendo sabiendo que ya tenía media carrera adentro.

Y de repente estábamos ahí… en el kilómetro 30 esperando el impacto, buscando con la mirada a Diego, que había prometido que ahí me esperaría para acompañarme hasta el final. Verlo me dio tranquilidad, confianza, fuerza. Me preguntó cómo estaba, me ofreció agua y sin darme cuenta estábamos en el km 32. El grupo de César (a ellos también los esperaban en el 30 y ahora eran 6) se nos fue unos pasos más adelante, pero con Diego y Cristian seguimos tranquilos  a nuestro ritmo. El cansancio se sentía pero ya estábamos en el km 35 y empecé a sentir que ya estaba, ya no había manera de que nada ni nadie me arrebatara esta carrera. La llegada estaba cerca. La sentía al alcance de mis manos. Entonces no se de dónde, después del túnel de Sarmiento creo, llegando al Planetario me sentí con más fuerza y empecé a apretar un poco el paso, cambiando el ritmo… Empecé a pasar gente y eso fue dándome más confianza, más fuerza, más motivación. Pasamos al pacer de 5 minutos el km que durante toda la carrera lo habíamos tenido unos 500mts por delante y de repente estaba dentro de los bosques de Palermo. Apareció otro amigo que nos esperaba: Hernán, dándome más fuerzas y sin darme cuenta estábamos de nuevo en Figueroa Alcorta, a menos de 2 kms de conseguir el objetivo con el que tantas noches había soñado.

En ese momento, Diego me dijo que ya estaba, que había hecho un carrerón y que el resto lo tenía que hacer solo, que era mi carrera, que me lo merecía por todo el esfuerzo que había hecho durante casi un año de entrenamiento. Antes de dejarme solo me palmeó y me contó su sueño, su meta en la vida al borde de las lágrimas. Y así quedé yo, emocionado, conteniendo el llanto y recorrí esos 1500 mts en los cuales fueron apareciendo imágenes, recuerdos de este largo año de entrenamiento, de los sacrificios hechos, los momentos disfrutados, la gente que conocí, las cosas que aprendí. ¡Todo! Hasta que de repente apareció el dolor a menos de 500 mts. Un fuerte dolor abdominal me hizo bajar el ritmo y justo en ese momento apareció Dani (otro de los amigos que me dio el running) para darme su aliento y acompañarme trotando unos metros, haciéndome volver a la carrera y dándome el impulso final que necesitaba hasta que apareció el arco de llegada… el reloj que me decía que el objetivo, el frio, el de los numeros, estaba cumplido (3:32:27) y unos pasos más adelante estaba ella… Mi amor, mi compañera incondicional. La que se había bancado mis ausencias por entrenar, mis domingos de fondos, mis noches de fideos, mis charlas sobre pasadas, fondos, pacers, fartlek y zapatillas. La abracé y en ese momento sentí que ya estaba, que había llegado y todo ese llanto que estaba contenido desde hacía casi 2kms encontró el mejor lugar para brotar. Lloramos, nos abrazamos y nos besamos.

Sólo restaba recibir la medalla. Esa que como dicen se gana en los entrenamientos y vamos a buscar el día de la carrera, y luego reencontrarse con todos los que me habían acompañado en esta aventura para volver a abrazarnos y llorar otro tanto con cada uno (Mariano, Pablo, Cecy, Gise, Diana, Nancy S). Todos estaban allí para felicitarme. Todos compartían mi alegría. Al rato llegaron todos los que oficiaron de “liebres” (Dani, Hernán Diego y Cristian) para darme más abrazos, compartir unos mates y hacerme sentir maratonista.

Quiero dedicarle un párrafo aparte a Cristian Maldonado, un hermano que me dio el running. La idea era hacer esta carrera juntos y una lesión se lo impidió. Así y todo él decidió acompañarme en bici y asistirme durante toda la carrera, bancándose la lluvia y estando pendiente de mí durante 42 kilómetros. Te debo una hermano, esta carrera es para vos…

Buen fin de semana para todos y a seguir sumando km…

Berlín de fiesta, los 42k de Mei Brea

Por Mei Bre

Comunicadora Social y Maratonista

El 30 de septiembre del 2012 más de 35 mil corredores de todo el mundo tuvimos una cita en la colorida ciudad de Berlín. Un recorrido de 42.195 metros con retazos de historia en cada esquina. El punto de encuentro fue la monumental Puerta de Brandeburgo, hoy emblema dela Alemania unificada.

El día previo a la maratón fui a retirar el kit de corredor Expo Maratón en el antiguo aeropuerto Flughafen Tempelhofm. La organización fue asombrosa. El predio estaba lleno de stands que vendían  desde ropa deportiva y relojes hasta bebidas energizantes. En el patio de comidas muchos deportistas disfrutaban de una rica cerveza, típico ritual del país.

Esa tarde preparé la ropa que iba a usar en la carrera, coloqué el chip en la zapatilla con el que iba a cronometrar mi tiempo, el número de corredor y la bandera argentina con la inscripción “María” en la remera. Siempre llevo mi nombre escrito en la espalda para recibir el aliento extra de los espectadores a lo largo del recorrido. Abundantes pastas y ocho horas de sueño fueron suficientes para estar lista para encarar mi segundo 42k. Corría con la desventaja del cambio horario, pero por suerte eso no pesó.

El despertador sonó a las 7 de la mañana. Abrí los ojos sabiendo que iba a ser un gran día. Un día en el que iba a dejar todo para lograr mi objetivo: disfrutar de cada kilómetro para mejorar mis tiempos. Un día en el que iba a recorrer la ciudad de punta a punta sobre mis zapatillas. Un día que iba a quedar impreso para siempre en mi memoria.

Empecé a palpitar la fiebre corredora en la calle rumbo al subte. Algunos atletas estábamos abrigados  y llevábamos una bolsa para dejar la ropa extra en el guardarropas. Otros llevaban directamente la remera o musculosa.

De a poco la ola de deportistas fue copando el Boulevard Strabe des 17 Juni. La línea de salida estaba dividida en bloques acorde al tiempo estimado que cada uno pensaba hacer en la maratón. Me metí en el corral F.

Ya estaba todo dicho. ¡A correr! Después de cinco meses intensos de entrenamiento había llegado la hora de poner las piernas y el corazón. A mí alrededor podía ver rostros de personas entusiasmadas. El conductor del evento dio la bienvenida a la 39 edición de la Maratón de Berlín saludando a los corredores de todo el mundo. Empezó la cuenta regresiva. Vuelvo a recordar esos diez últimos segundos y se me eriza la piel. Más de 35 mil personas cantando en voz alta eufóricamente “10,9,8…” para terminar con la frase “Vamos corredores que ustedes pueden!”.

Numerosos espectadores fueron encontrando sus posiciones en las calles para alentar a los atletas, algunos con carteles otros con cámaras de fotos. Más de ochenta bandas a lo largo del recorrido fueron el atractivo adicional que nos dio ese vuelto que se necesita para llegar a la recta final.

Corrí libre, disfrutando cada paso, observando los diferentes barrios y monumentos que iban apareciendo. Por suerte no sentí dolores. Mantuve el ritmo a lo largo de toda la carrera.

En los metros finales apareció la Puerta de Bradenburgo a lo lejos, no quedaba nada, sólo un último esfuerzo. Como hizo Napoleón hace tiempo crucé triunfante por debajo del monumento con las manos levantadas y una gran sonrisa en la cara. El reloj marcaba 3h32min. Es decir, 21 minutos menos que mi primera maratón. Segundos más tarde me entregaron la medalla. Satisfacción, felicidad, superación, plenitud son algunas de las miles sensaciones que tengo en este momento por haberme puesto una meta y haber llegado a ella. Creo que la felicidad se construye con momentos y este fue uno de ellos.

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[CINE] Running, con Michael Douglas

Previo a viajar a Chile donde el sábado corrí los 50km de The North Face Endurance Challenge, Diego Santoro en su cuenta de twitter recomendó esta película. La ví desde mi celular. Hoy la comparto con uds. Espero que les guste.

Guión y cirección: Steven Hilliard Stern Guión: Steven Hilliard Stern Música: André Gagnon Reparto: Michael Douglas, Susan Anspach, Lawrence Dane, Eugene Levy, Chuck Shamata Año: 1979 Duración: 99 min. Sinopsis: Michael es un ser acabado, fracasado en su profesión, en su vida familiar, en la sociedad, se encuentra con el rechazo de todos, sus hijos no lo consideran, su mujer le pide el divorcio, no logra establecerse en un trabajo… Michael reacciona, quiere demostrar a todos su fuerza interior que está adormecida, escondida, y opta por el sacrificio, por el esfuerzo, por la lucha. Su hazaña le devolverá la confianza y el respeto de todos.

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¿Por qué corremos? Algo más que un libro sobre running

Por DIEGO CITTERIO

HISTORIADOR, RUNNER Y AUTOR DEL BLOG LIEBRES

Correr una maratón es la sensación más parecida a estar en un viaje de ácido sin haber tomado cuentan los autores de este fenomenal libro que dijo el bajista de la banda Red Hot Chili Peppers después de haber corrido la Maratón de los Ángeles en 3 horas 34 minutos 49 segundos.

Quizá esa es una de las respuestas que alguien puede dar a  la pregunta que Martín De Ambrosio y Alfredo Ves Losada intentan descifrar en su libro ¿Por qué corremos? Las causas científicas del furor de las maratones. Ambos maratonistas amateurs, como la mayoría de nosotros que salimos a correr tres o cuatro veces por semana.

El libro viene a preguntarse, a preguntarnos pero también a inundarnos de historias, conocidas y no por el universo running. En el encontraremos las diversas maneras en  las que se relato la hazaña de Filípides  que con justicia, lo han denominado, el primer hombre. También encontraremos  en el análisis  biológicos y científicos de por qué el hombre corre.  Las causas más elementales como la subsistencia donde la “caza por persistencia”  se realiza a través de largas horas de perseguir a una presa.

En este libro, encontraremos explicaciones  a por qué la superioridad africana  en los últimos eventos de magnitud como los Juegos Olímpicos o las grandes maratones desarrolladas en Europa, EEUU y por qué no Bs As, la capital de running de Latinoamérica.

También los autores se encargan de señalarnos los beneficios de la práctica de correr,  de lo adictivo de la misma como también del peligro de vivir el sedentarismo, quizá muchos de nosotros alertados por ese peligro es que hoy estamos corriendo.

Encontrará el runner amateur relatos que lo conmoverán y motivarán, las historias de los más destacados maratonistas desde Emil Zatopek, (La Locomotara Humana) pasando por Delfo Cabrera, Paula Radcliffe, Abebe Bikila y Haile Gebselassie (El Jefe).

No se privan los autores de ser críticos con algunos personajes del mundo running, pero no lo diremos aquí dejaremos que usted lo lea y descubra por su cuenta.  Encontrará un análisis sobre los entrenamientos más disparatados y sobre las nuevas tendencias como el barefoot y la aplicación de la tecnología al servicio de la práctica de correr.

Además el libro cuenta con un  importante y destacado apoyo de información científica extraído de las principales publicaciones científicas del mundo como también de la consulta de bibliografía específica de running.

Ahora bien, como dicen De Ambrosio y Ves Losada: “En Argentina la primera edición  del maratón Adidas de Buenos Aires, en 1984, hubo 18 inscriptos; en 1985 149 corredores cruzaron la meta y en 2011 participaron  más de 7200 personas. Por las calles de la ciudad hubo 125 carreras solo en ese año y corrieron un total de 150 000 personas”. Este dato es la respuesta de por qué hay que leer ¿Por qué Corremos?  Algo más que un libro sobre running.

Precio: $85.

¿Qué otros libros sobre running leíste o pasaron por tus manos?

Eduardo Ortiz, el uruguayo que corrió con el corazón

No fue un domingo más en la vida de Eduardo Ortiz. En su hoja de ruta, el domingo 7 de octubre de 2012 quedará marcado a fuego en su corazón. El mismo corazón que recibió a los 30 años, cuando su vida “pendía de un hilo”, tal como dice a LA NACION el ahora maratonista.

El uruguayo padecía una enfermedad cardíaca desde los 12 años. Pasó buena parte de su adolescencia entre internaciones, tratamientos ambulatorios y distintas operaciones que no terminaban por darle una vida como la que soñaba. “Llegué a estar seis meses en un hospital. Esa estadía en Montevideo fue la más dura y larga que viví”, cuenta este natural de Durazno, que ayer completó los 42 kilómetros en 4h41m.

Tras una operación realizada cuando él tenía 18 años, la situación no mejoró. Por el contrario, y a pesar de los pronósticos médicos, empeoró. Sintió que la vida se le escurría entre las manos. Pasaron los años y el estado de su corazón se agravó. Llegó un momento en el cual, en reposo, latía a 180 pulsaciones por minuto. “La idea de un trasplante se convertía en la única chance de sobrevivir. Al final, se dio en 2000 y ahí empezó mi tercera vida porque la arritmia que tenía no me dejaba hacer absolutamente nada. Ésos son momentos donde uno intenta aferrarse a algo y Dios me dio una nueva oportunidad. Les debo mucho a él y a la persona que me dio su corazón“, dice, sin ocultar su apego por la religión. Y agrega: “Hoy [por ayer] siento que llegué al final de la carrera con él. El trasplante de corazón es el que más está ligado a la línea de la vida, a los sentimientos, al amor, es el órgano que más sensibiliza”, explica.

Como un hallazgo, un día advirtió que tenía una gran resistencia. Sin prisa, pero sin pausa, Ortiz, junto a su entrenador Hernán Penazo, pasó extensas jornadas de entrenamiento de más de tres horas diarias. Haga frío o calor, él siempre sale a entrenar. “Por increíble que parezca puedo entrenar muchas horas sin parar. Primero hice atletismo y después ciclismo, unos 70 km por día. No puedo dejar de hacerlo. Debo cuidarme y evitar que envejezca ese músculo tan importante”, indica. Así fue como empezó a competir y a ganar. Suma 48 medallas (varias de oro) en eventos para trasplantados a nivel sudamericano y latinoamericano.

Pero cuando la vida parecía darle una nueva oportunidad, en 2006 el destino le quitó a su esposa, la misma que conoció en medio del quirófano. “Primero fuimos amigos, luego convivimos y después nos casamos. Fue un golpe durísimo de asumir porque ella se murió esperando un trasplante”, resume. Sin ánimo ni fuerzas para continuar se alejó por completo de todo, incluido el deporte. Pero varios meses después volvió a sonreír. Un encuentro casual con su primera novia le dio un motivo para seguir adelante. Recompuesto emocionalmente, volvió al ruedo y, en 2007, hizo 100 km de mountain bike en Piriápolis, donde recibió la medalla al mérito deportivo.

“Mi objetivo, lógicamente, no era ganar. Eso lo dejo para los keniatas. Mi objetivo es concientizar a la gente de la importancia de donar los órganos. Es fundamental que se entienda que hacerlo es dar vida. Uno, tal vez, sólo se da cuenta cuando le toca en carne propia o a un ser cercano”, apunta con la medalla entre sus manos mientras deja escapar una sonrisa enorme y confía su próximo desafío: competir en un “Ironman”.

Podés ayudar a Eduardo a cumplir su sueño. Escribile a eduortiz68@hotmail.com  

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[FOTOS y RESULTADOS] Maratón Claro de Buenos Aires

Una multitud vivió desde adentro los 42k de Buenos Aires. El extranjero que llegó con su familia. El debutante vertiginoso, que con entusiasmo hacía el calentamiento previo. El atleta que acumulaba alguna experiencia en competencias largas. Y, claro, el profesional que buscaba su lugar en el podio. Allí estaban todos, bajo una llovizna que tiñó de gris la primavera porteña, pero que muy lejos estuvo de arruinar lo que fue una gran fiesta para el atletismo: más de 8000 corredores cruzaron ida y vuelta la Capital entre Belgrano y La Boca en la Maratón 42 k Claro de la ciudad de Buenos Aires. Fue una convocatoria récord para esta competencia, que casi duplicó la cantidad de participantes de la carrera de San Pablo.

Así, desafiando el agua, una marea multicolor emprendió ayer muy temprano a la mañana, desde Figueroa Alcorta y Monroe, una carrera contra el tiempo y el estado físico para desafiar un trazado porteño que hiló los barrios de Belgrano, Palermo, Recoleta, Retiro, San Nicolás, San Telmo, La Boca y Puerto Madero.

Resultados… hacé click en este link.

Más fotos en….

¿Cómo viviste los 42k de Buenos Aires?

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Mi primer maratón

HOY EN RUNNER BLOG ESCRIBE: Pablo di corrado

diseñador gráfico Y RUNNER

Todo empezó allá lejos y hace tiempo. Corría el año 1998 y con unos amigos se nos ocurrió anotarnos en una carrera de 10k que organizaba Nike yla UBA. Sin entrenamiento alguno fuimos a correrla. La hice en 1h02m y la experiencia me encantó. Me propuse volver a hacerla el año siguiente pero “entrenado”.

Ese año corrí dos o tres veces por semana un promedio de 7kms en cada salida y en octubre de 1999 volví a correr los mismos 10k en 52m. Al disfrute propio que ya me generaba correr, se sumó la felicidad de haber cumplido el objetivo y de haberme superado.

Los nueve años que siguieron estuvieron llenos de trabajo, estudio, amor, desamor… La vida en general me alejó del running hasta que en 2008 y, motivado nuevamente por (otros) amigos, volví a anotarme en una carrera de 10k.

Fue en agosto de 2008. Los 10k de Reebok y no recuerdo exactamente cincuenticuantos minutos tardé en hacerla pero si recuerdo la sensación de estar vivo de nuevo… Ese mismo año corrí los 10k de Adidas y los de Nike.

Por suerte la vuelta fue con más constancia y empecé a salir a correr más seguido y anotarme en tres o cuatro carreras de 10k al año.

En 2011 empecé el año runner. En abril, y sin mucho entrenamiento, hice los 10k de Fila en alrededor de 48 minutos. Hasta ese momento era mi mejor marca. Eso me motivó a entrenar más fuerte. Consultar amigos, webs especializadas, etc. hasta que llegando a julio decidí que necesitaba un desafío más grande: iba a hacer mi primer media maratón, los 21k Ciudad de Buenos Aires. Así fue qué bajé un plan de internet y comencé a cumplir con la pauta que podía.

En septiembre de ese mismo año crucé la línea de llegada 1h48m después de largar con la felicidad dibujada en mi cara y la convicción de que nada era imposible. Creo que no me habían colgado la medalla cuando internamente me dije: “El año que viene corro un maratón”.

Consciente de que no era lo mismo preparar 42k que 21 salí a buscar entrenador, alguien que me guiara para llegar de la mejor manera al gran desafío. En diciembre conocí a Diego Santoro (@accyona) y luego de algunos estudios, tests y una pretemporada intensa estábamos listos para afrontar el primer objetivo juntos: la media maratón de La Pampa. ¡Si hacía unos meses era feliz con mis primeros 21 kilómetros, imagínense la sensación al hacerlo nuevamente y mucho más rápido, en tan sólo 1h37m! Algo impensado un año atrás

Los entrenamientos continuaron, visité a una nutricionista para que me ordenara la alimentación y conocí gente espectacular. Hice amigos de fierro y siempre con el gran objetivo de llegar bien a mi primer maratón fuimos estableciendo un calendario de carreras y el 2012 se convirtió en un año de superación plena. En cada carrera que hice fui superando mi marca anterior. Así fue como en los 10k de Lanús hice una marca de 40m30s y en las dos medias maratones superé mis anteriores marcas logrando en la de Buenos Aires llegar a la meta en 1h32m.

Así qué ahí estaba, un año después, terminando mi cuarta media maratón, mejorando lo anterior y a sólo cuatro semanas del gran objetivo que me había fijado doce meses atrás: La Maratón Ciudad de Buenos Aires.

Desde ese día las horas pasan más lento, los kilómetros van más despacio, la comida nunca es suficiente, pero las ganas de superarme una vez más están intactas. La ansiedad crece, el nerviosismo también, pero estoy tan motivado que sé que pase lo que pase y tarde lo que tarde en recorrer esos 42.195 metros el objetivo está cumplido.

Todo lo que aprendí (y no hablo de Running) en este tiempo forjó no sólo mi físico sino por sobré todas las cosas: mi mente, mi cabeza, mi interior. En definitiva, mi espíritu.

Hoy miro hacia atrás y siento que cada kilómetro de entrenamiento, cada minuto de carrera, cada charla con el profe, cada palabra intercambiada con otro corredor (sea del nivel que sea) me enseñaron, me formaron, me cambiaron tanto que valió la pena tanto sacrificio, tanto esfuerzo y que realmente la inversión ya está más que saldada.

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Los 21k de Cecilia Fernández

HOY EN RUNNER BLOG ESCRIBE: Cecy Fernández

Operadora de turismo y runner

Pasaron más de 21 días y se me siguen llenando los ojos de lágrimas cada vez que recuerdo ese momento de la llegada de mi primer media maratón.

Pero ese instante lo empecé a soñar varios meses antes, en noviembre del año pasado… Fue al terminar de correr mis primeros10 km. Ahí supe que esto era más que un deporte, que no solo le hacía bien a mi cuerpo sino que cada entrenamiento y cada carrera iban a ser un desafío en el que pondría mucho más que las piernas.

Y así, acompañada en todo momento por los consejos de mi hermano (maratonista y culpable en gran parte de esta locura), yo que unos meses antes no podía sostener un trote de 5 minutos empecé  a preparar esos 21.097 metros.

Fueron muchos días de entrenar bajo distintas condiciones y estados de ánimo, pero siempre con unas ganas impresionantes de estar parada en la línea de largada.

Y ahí nos encontramos el 9 de septiembre en Palermo: mis miedos, ansiedad, incertidumbre, alegría, entusiasmo y yo.

El recorrido fue increíble para cualquier amante de la ciudad, y para mí tuvo varios extras, como pasar por la plaza de Bellas Artes, mi lugar de entrenamiento en estos meses, la subida del kilómetro 6 en la Av.9 de Julio donde agradecí haberla sufrido día tras día al volver a casa y ver mi barrio convertido en una fiesta.

Todo estaba bajo control y disfrutándose hasta el 17,5 km., donde de repente el cansancio se hizo sentir, pero sabía que estaba a muy poco de lograrlo. Continué. Saqué fuerzas y seguí. Empezaron a pasar por mi cabeza imágenes de esos entrenamientos que se me habían hecho difíciles de terminar, de los rostros de las personas que me veían trotar bajo la lluvia y a la que yo les sonreía afirmando que estaba tan loca como ellos pensaban, y también en esos domingos que pudiendo elegir, saltaba de la cama y salía a trotar.

En el 18 km. me estaba esperando mi novio para acompañarme una vez más hasta el final ayudando a que fuera más fácil de pasar el momento más duro de la carrera. Y eso, sumado a encontrar 2 kilómetros más adelante a mi hermano alentando y el escuchar la voz de un amigo que había sido testigo del inicio de este sueño gritándome: “¡AHORA LLORA”, me llevó a que explote toda la emoción contenida desde antes que el reloj se ponga en marcha, y me dio el empuje que me faltaba para dejar todo en esos últimos metros.

Lo logré, a las 2h21m34s de carrera crucé la alfombra y grité, lloré, reí, busqué a mi hijo para recibir el abrazo más lindo y necesario del mundo y exploté de orgullo al ver sus ojos que me decían que en ese momento yo era su heroína.

Carreras habrá muchas mas y seguramente con mejores tiempos, pero esta, mi primer Media Maratón de Buenos Aires siempre será especial por haberme enseñado que sumando esfuerzo y pasión puedo ganarme a mí misma cada vez que me lo proponga…

Gracias a todos los que de alguna forma recorrieron conmigo estos 21k.

Cecy.

¡¡¡Felicitaciones a Cecy por su debut en los 21k!!!