Por Nelsa Valenzuela (*)
Corro para superarme a mí misma; porque corriendo es donde encuentro eso que me completa y me conecta con mis emociones. Todos los días agradezco tener salud y fuerzas para entrenar y poder disfrutar de algo tan simple pero que a la vez significa tanto para mí.
Esto que empezó como un pasatiempo, paso a paso me llevó a buscar un poco más y hoy con mi medalla en mano, puedo decir que lo logré, mi primer ultra trail de 80k : The North Face Ultra Challenge, una distancia que jamás pensé que sería capaz de afrontar y una carrera inimaginable y que superó en todo sentido lo que esperaba.
Correr un ultra trail de 80k, miedo a lo desconocido.
Correr 80k es algo que quería experimentar hacía tiempo pero fueron sucediendo cosas que me alejaron de cumplir con este deseo. Recién después de mitad de año pude empezar a entrenar mejor. Me inscribí en los 50k, pero mi corazón quería ir más allá, necesitaba un desafío para terminar este año, y muy adentro mío quería vivir esa experiencia. Pensé que si seguía entrenando bien, y no aparecía el fantasma de la lesión que me había dejado sin los 50k en la carrera el año pasado y me había obligado a hacer otro parate después del Raid de los Andes, podría pasarme a los 80k… Claro que antes de correr esta distancia, experimenté varios maratones de calle y de montaña, un Cruce de Los Andes, un Raid de Los Andes y carreras más cortas de trail, también 50k y 63k como distancia máxima. Pero animarme a dar ese paso era todo un desafío, no me conocía más allá y no sabia cómo podía reaccionar mi cuerpo en tantas horas de esfuerzo. La seducción de superarme y explorar hasta dónde llegar fue más fuerte y a mediados de octubre decidí que iba a ir por esos ansiados 80k.
El trabajo previo fue duro, detrás de una carrera siempre hay cientos de kilómetros de entrenamiento y sacrificios que los que corremos asumimos y sabemos que van a ser claves a la hora de afrontar nuestro desafío. No hice grandes volúmenes de entrenamiento, traté de priorizar calidad y hacer más entrenamientos específicos, los entrenamiento de pasadas, fondos de no más de 3 horas y media, y algo de cuestas, lo que puedo encontrar en Capital, que sabemos que no es mucho y es todo cemento.
Gracias a la paciencia de mi entrenador Daniel Simbrón, con esa capacidad innata para moderarme en mis locuras y calmar mi ansiedad llegué, en buenas condiciones físicas, sin dolores, sin lesiones y con ganas de correr.
Esperando el día ….
La previa en Villa Catedral fue de lo mejor, nos organizamos muy bien y el tiempo nos acompañó. El viernes después de un trotecito corto vino el retiro del kit, luego descanso y cena grupal: carne asada más carbohidratos (papas/batatas/zapallo/cebolla). Sábado fue día de Teleférico, almuerzo en el Refugio Lynch, lugar paradisíaco con una vista privilegiada, donde disfruté con mis compañeros de grupo de un almuerzo, muchas fotos y llené mi vista de paisajes hermosos. El tiempo nos acompañó siempre. En la tarde del sábado, la ansiedad ya se apoderaba de nosotros, estábamos inquietos, haciéndonos miles de preguntas, sacando y poniendo cosas en la mochila y preparándonos para el gran día. Todo estaba listo, y el corazón latía con más fuerza, y sentía que por mis venas corría un” mundo de sensaciones”.
A las 19:30 hs la charla técnica que terminó de aclarar un poco el panorama, los 80k seguían su recorrido original, extremadamente duro y con mucho desnivel. Uno de los organizadores dijo: “Querían una carrera dura, bueno, estos 3 puntos para Mont Blanc, no se los van a llevar de arriba”. Nos recomendaron ropa técnica y abrigo porque el clima no iba a ser el ideal y en los filos y cumbres íbamos a estar muy expuestos al viento y al frio. Estaban anunciadas lluvias, frío, viento y nieve. Había que prepararse. Ajusté mi mochila: sumé una remera primera piel de recambio y un par de guantes: geles, barras deportiva de carbohidratos, 750 cc de bebida deportiva y 300 cc de agua, linterna frontal, campera gore-tex. Ajusté mi chip a la zapatilla , después me daría cuenta de que no lo había hecho muy bien. En fin, todo estaba listo, sólo había que tratar de conciliar el sueño. Empezó a llover fuerte y con ese sonido de fondo logré dormir unas horitas.
A las 4m sonó el despertador, como resorte salí de la cama, preparé mi desayuno, mientras protegía mis uñas con cinta y me hice un estribo en el tobillo izquierdo, que me había esguinzado en una carrera en mayo. Me vestí, desayuné, seguía lloviendo. Se despertaron mis compañeras de cabaña, Sol y Sabrina, y me acompañaron en los últimos preparativos. Me puse la campera impermeable y salí de la cabaña rumbo a la largada, 6 am era el horario para los 80k.
Llegué, me encontré con conocidos, saludé, percibí la ansiedad de todos, que era la mía también, llegaron Matías y Nicolás, mis compañeros de equipo que corrían 80k. De repente entró alguien de la organización anunciando que en cuatro minutos largábamos. Me puse la campera, ajusté la mochila y me dispuse en la largada, bastante atrás. Mi gran miedo era “quemarme” y que eso me impidiera llegar, no quería arriesgarme, no me conocía en esta distancia y debía regular mucho porque si salía a un ritmo muy rápido no iba a aguantar tantos kilómetros.
La largada …
Antes de salir, nos recomendaron no pisar troncos porque estaba todo muy resbaloso y peligroso para caídas, y sí, había llovido casi toda la noche previa. Largué desde atrás, a ritmo muy tranquilo, Matías me iba marcando el ritmo, y como era su tercera carrera de 80k y conoce más que yo, traté de seguir sus consejos y me controlé.
Los primeros kilómetros transcurrieron sin dificultad, entramos por un sendero, comenzamos pequeños ascensos y descensos. En un momento cerca del km 7 escuché la voz de un corredor que venía unos metros detrás mío gritando: “Encontré un chip, ¿alguien lo perdió?”.Automáticamente bajé mi vista, miré mis zapatillas y ¡mi chip no estaba!. Pegué un grito: “Síiii, yo lo perdí” y corrí hacia atrás en su búsqueda. El corredor me lo dio en la mano, lo apreté y lo guardé en el bolsillo con cierre de la calza. Me volvió el alma al cuerpo, dí las gracias y seguí corriendo mientras reflexionaba y agradecía haber tenido la suerte de recuperarlo.
Me concentré de nuevo, en cada pisada, mirando las cintas rojas, para no equivocarme de camino, poco a poco vamos empezando a subir. El primer ascenso fue el Cerro Bella Vista. Ya empezaba a sentir el esfuerzo en mis piernas, cada vez más empinado, seguía subiendo….parecía interminable, hasta que después de un buen rato de ascenso, alguien anunció: “Cumbre del Co. Bella Vista”. En ese momento levanté mi vista y quedé deslumbrada. Me olvidé de todo por un instante, y pensé que el cerro tenía muy bien puesto su nombre. No puedo describir la belleza de esa vista de 360 grados, el Nahuel Huapi, increíble y única.
Ahora debíamos correr por el filo, un viento muy fuerte y frío empezaban a sacudirse con furia. Traté de seguir por el filo, esquivando piedras, tratando de no caerme en la nieve y pisar firme. Vino un descenso, llegué a Colonia Suiza (km19), donde encontré el primer puesto de abastecimiento. Allí me dijeron que era la segunda mujer. Eso me dio un estímulo para seguir. Llené con bebida mi bolsa de hidratación y seguimos corriendo por un camino amplio levemente ondulado, aclerando un poco más. Por un sendero empezamos a bordear el lago Moreno. En el km32 aproximadamente encontré el tercer puesto de abastecimiento, antes de emprender lo que se convertiría en la parte más extrema y dura de la carrera. Venía bien, entera, con ganas de seguir. Un ascenso muy fuerte me esperaba y arriba de todo,el Refugio Lynch.
Empecé a subir, de repente apareció una pared casi vertical con mucho barro, seguía lloviznando y subí como podía, haciendo mucho esfuerzo, en cuatro patas, sin mirar hacia atrás por el vértigo. No avanzaba nada, miré mi reloj y me desanimé 25m/km, traté de no pensar en eso y concentrarme en dar pasos firmes y seguir. El frío se hacía notar, seguí trepando, empezaron a caer gotas de agua nieve. Primero, despacio, luego con más fuerza y frecuencia. Llegué a un descanso y me dijeron que en pocos metros salíamos del reparo y había viento y frío. Tenía las manos muy hinchadas, casi sin movilidad y le pedí a alguien que me ayudara a ponerme la campera. Seguí camino, filo, piedras sueltas mucho viento, frio, de repente las gotas de agua nieve comenzaron a caer con mucha intensidad y empezó a nevar de verdad; en pocos minutos, el paisaje se tiñó de blanco, tenía mucho, mucho frío, hasta los huesos. Traté de seguir como podía, mis manos hinchadas ahora estaban violetas y ya no tenía movilidad en los dedos. Las piernas rojas, en carne viva, como si me hubiera quemado, viento helado, frio, nieve, siento la mitad del rostro inmóvil. No era momento de caer, no podía parar ahora, tenía que seguir caminando, como podía, pero seguir, detenerme no era una opción. De repente encontré a una persona que anunciaba que a 800m estaba el Refugio Lynch. Eso me tranquilizó- Traté de seguir, me encontré con un corredor y tratamos de emprender juntos esos 800mts, los más duros, sufridos e interminables que jamás corrí. Me resbalé en la nieveee, mis ojos lloraban del frio, no podía mover las manos, esaba helada y sentía la rigidez en mis músculos. Seguí tratando de concentrarme en cada paso. Perdí la noción del tiempo, kilómetros, nada de nada me importaba, sólo llegar a un reparo, tomar algo caliente y recuperarme.
El trayecto se hizo muy difícil, con la nevada, se me enterraban las piernas hasta las rodillas y no podía avanzar. Levanté la vista y ví el refugio, lo reconocí, el mismo en el que habia estado el día anterior, ese paraíso donde almorcé y me saqué fotos. Entré, y lo que vi me dejó más helada aún. Parecía un campo de batalla, corredores tirados por todos lados, envueltos en frazadas, mantas, temblando con contracciones involuntarias en sus rostros, una postal desoladora. Traté de no mimetizarme y que mi cabeza no se afectara con todo eso. Entré, busqué algo calentito, sólo bananas, te y gatorade me dicen. Tomé un té, comí una banana y un pedazo de barra que aún conservaba en mi mochila. Mientras tanto, saqué mi primera piel de la mochila, saqué la ropa mojada y me cambié. Me recuperé un poco, pero me empezaron a doler los músculos.
Miré mi reloj e iba en mitad de carrera, 40k. Tenía que seguir, me decía a mí misma, era el momento. Salí y el viento y el frío me azotaban, la cruda realidad. Nos dijeron que teníamos dos opciones: empezar a bajar o abandonar e ir por el teleférico. Cortaron el ascenso a la parte alta del Catedral. Decidí continuar y cuando quise comenzar a trotarm me dolían muchísimo las rodillas. Bajé a gatas, con mucha dificultad ya que es un descenso muy empinado. Abajo de la organización nos preguntaron, nos anotaron en una planilla y seguimos camino. A cada paso el dolor de rodillas se acentuaba, traté de olvidarme, pero me limitaba mucho. A partir de ese momento, empecé a disminuir mucho el ritmo, sólo quería llegar.
“Sigan las cintas amarillas”, nos dijeron, me concentré y continué. Recorrimos unos kilómetros y tomamos la senda Refugio Frey, seguían subidas y bajadas, no tan pronunciadas, pero mis rodillas sufrían los descensos. Traté de no parar, trotar muy despacio pero seguir. Empezamos a bordear el Lago Gutiérrez y ya iban casi 60k de carrera. El próximo puesto es Baqueanos. En este camino veía a los corredores que volvían de los 50 y 80k. Me crucé a todos mis compañeros de team, cada uno me dio una palabra de aliento, y traté de seguir. El camino hasta llegar al Camping Los Baqueanos se hacía eterno. Cuando llegué, pasé por la alfombra de control, estaba aturdida. Entré, comí pan con membrillo, me hidraté y recargué con bebida. No me quise enfriar mucho y emprendí el regreso, muy despacio.
Me quedaban alrededor de 15k, pero ya rezongaba con todo, y decía “no quiero correr más” pero seguí por inercia, quería llegar. Como podía, trotaba en los planos y hacía las subidas sin dificultad, pero las bajadas seguían siendo un gran problema. Empezó a llover, ya me faltaba poco. Fuera del dolor de rodillas, estaba bastante bien. En el km73 encontré una subida terrible, la miré, por mis adentros renegaba contra todos. “La última”, me dije, y la subí. Seguí corriendo como podía, acelerando en los llanos, mi corazón se aceleraba. Ya estaba, faltaban 2k, me decían. Me emocioné, salí a la ruta, hice unos metros y ví a un compañero del team que me estaba esperando bajo la lluvia y el frío para acompañarme en los últimos 500mts. Verlo me emocionó y me dio una inyección de energía y aliento, aceleré todo lo que pude, vi el arco de llegada y detrás vi a otros compañeros que me esperaba para darme un abrazo, No saben qué importante para mí verlos ahí. No me pude emocionar, no pude llorar. Estaba shockeada, anestesiada, no lo pude creer, lo logré, lo superé, tenía un torbellino de sensaciones.
Me encontré con los demás. Me contaron que Sol había ganado los 50k y me puse muy feliz. Estaban todos bien, cada uno con sus vivencias.
El lunes por la mañana, salí a caminar para aflojar y me enteré que fui la segunda mujer de 80k. No me importó tanto. Creo que en esta carrera, el podio es algo más.
Lo único que me hace realmente feliz es haber podido lograrlo, superarme, conocerme y reconocer mi fortaleza y vivir esta experiencia que no olvidaré jamás. Y si, aunque dije que no, me encantó esta distancia, y mi corazón quiere más.
(*) Nelsa M. Valenzuela es Lic. en Nutrición U.N.C. (MN 5737), especialista en Nutrición Deportiva, Antropometrista I.S.A.K., Asesora Nutricional en Área de Nutrición Deportiva, sobrepeso y obesidad. Corredora amateur con participación activa en carreras de calle y aventura, maratón y ultramaratón de montaña. Contacto: 11-15-3488-0002/4831-4242. Página web: http://nutrinel.com.ar – Mail: lic.nel.valenzuela@hotmail.com – Twitter: @Nel_run
Seguinos en twitter en @LNCorre y en @DamianCaceres.
También podés acompañarnos en Facebook