Por Sebastián A. Ríos (*)
Algunos llegan al running buscando huir de las garras del estrés, otros lo hacen por indicación médica y no son pocos los que se calzan las zapatillas convencidos de que correr los ayudará a dejar de fumar, bajar de peso o dormir mejor. También están los que sienten curiosidad cuando ven pasar esas mareas humanas que en distintos días y horarios atraviesan al trote la ciudad, y se preguntan: ¿qué tiene de divertido correr?
Pero sea cual fuere el motivo que hace que cada vez más argentinos abracen el running –mañana, los 21K de Buenos Aires batirán su récord con ¡17.500 inscriptos!–, lo cierto es que muchos encuentran en este deporte algo más de lo que buscaban: allí hay diversión y amigos, pero también un espacio para el crecimiento y la superación personal.
Así, muchos corredores van dejando de pensar que tienen que salir a correr para cumplir con una rutina y comienzan a sentir que quieren hacerlo. Ese proceso no siempre es gradual. También puede tomar la forma de una epifanía o una revelación: un día en el cine, en una comida con amigos o en el trabajo, la persona siente la imperiosa necesidad de… salir a correr. No hay otro mejor lugar en el mundo para él (o ella), de eso está seguro/a; entonces, ya no hay vuelta atrás.
“Empecé a correr hace 5 años. Tenía 32 y quería hacer alguna actividad física, para moverme un poco, pero con el tiempo me fui enganchando. Empecé a anotarme en carreras y descubriendo que podía ir superando mis límites”, cuenta Marcos Fernández, abogado, que mañana correrá los 21K, pero que ya tiene en su haber los 42K e incluso carreras más exigentes, como el Cruce de los Andes, en el que en 3 días se corren unos 100 kilómetros.
“Correr implica ser metódico y te enseña a conocer tus propios límites, te muestra que podés hacer cosas que creías que no ibas a poder hacer nunca –afirma Marcos–. Y eso es algo que luego se traslada a otros ámbitos, como el laboral, donde uno se enfrenta a veces con metas que no cree que pueda cumplir; hoy, ante esas situaciones, me pregunto: ¿cómo no voy a poder hacerlo si pude correr 42 kilómetros cuando creía que no podía? Correr te abre la cabeza, te amplía tus horizontes y te ayuda a conocerte a vos mismo.”
Sin manuales de autoayuda ni gurúes, sólo con la voz del entrenador o el aliento de los compañeros de equipo o, incluso, sencillamente motivado por el complejo entramado biológico que se pone en juego al desplazarse con locomoción propia, el running puede convertirse en un eficaz método de autosuperación.
“Correr es una manera de sentirse vivo, de estar en contacto con la naturaleza y de combatir la vida sedentaria y el estrés de las grandes ciudades. Pero, también, muchos de los que se entrenan para correr son personas que tenían un vacío en su vida y a las que este deporte las ayuda a hacer algo por sí mismas y a buscar superarse”, sostiene Marcelo Roffé, presidente de la Asociación de Psicología del Deporte Argentina, que acaba de publicar el libro El partido mental (Lugar Editorial).
“El running brinda la posibilidad de realizar una actividad física placentera y saludable al aire libre, pero también nos permite superarnos –coincide Daniel Tognella, profesor de educación física y entrenador de equipos de corredores–. Siempre digo que lo mágico de este deporte es que nos hace sentir a todos ganadores, algo que no se da en todas las disciplinas. Cruzar la meta, sea en el puesto que sea, es comparable a hacer un gol o ganar un partido. Nos convierte a todos en triunfadores.”
Para Karina Peters, médica oncóloga de 42 años, el haber corrido por primera vez unos 21K fue el momento más importante del año. “Cuando llegué a la meta pensé: «Si yo puedo hacer esto, cualquier cosa es posible». Siento que empecé a ver todo con una mirada más positiva, que me animó más a hacer cosas y que siento que la vida pasa por otro lado, no sólo por la rutina del trabajo, y que hay un montón de opciones para disfrutar”, cuenta.
Correr, claro, es una de ellas. “No salir el sábado a la noche antes de la carrera, quedarte en casa y comer fideos y al día siguiente levantarte a las 6 de la mañana no es para mí un sacrificio, es un placer porque sé que voy a correr”, asegura Karina.
El placer de correr –todo lo contrario a la obligación que podría suponer una rutina de entrenamiento– es algo que atraviesa el discurso de los adeptos al running. “Corro los martes y los jueves, y el resto de la semana espero esos días”, asegura Gabriel López, de 39 años, que entrena habitualmente en Puerto Madero. Fernando Margules, de 41 años, compañero de equipo de Gabriel, coincide: “Correr me da mucha alegría, me cambia el humor, me permite descansar mucho mejor a la noche y al día siguiente ir a trabajar de otra manera. Si fuera una obligación, claramente no vendría”.
El vínculo entre correr-sentirse bien-querer volver a correr tiene incluso una explicación biológica. “Los científicos comprobaron hace relativamente poco algo que se sospechaba: la actividad física intensa genera en el cerebro los neurotransmisores del placer (opioides y cannabinoides). Lo cual empieza a explicar algo que sienten quienes están acostumbrados a correr mucho y que por alguna razón (una lesión, trabajo) deben dejar de hacerlo: sufren síndrome de abstinencia”, explica Martín De Ambrosio, periodista científico, autor del libro Por qué corremos (Debate) y runner.
Martín aclara que esta “adicción” tiene beneficios claros para quien la experimenta. “Químicamente, el estado en que te deja correr sirve para encarar las cosas quizá con optimismo y seguro desde otro punto de vista –agrega–. Pero además de lo hedónico es interesante el hecho de que el órgano más beneficiado por el running es el cerebro; y no sólo por reducir chances de sufrir un accidente cerebrovascular, sino incluso desde lo cognitivo: un cerebro de un cuerpo entrenado rinde más y piensa mejor.”
Desde una mirada ya no biológica, sino psi, la actividad física de tipo aeróbico como el running presenta múltiples beneficios. “La actividad física aeróbica ha demostrado por sí misma tener una acción antidepresiva”, asegura Roberto Sivak, docente de Salud Mental de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Y no sólo eso: “Permite distraerse de las actividades rutinarias, lo que es útil en cuadros obsesivos y en trastornos de ansiedad; promueve la llamada resiliencia, que posibilita afrontar dificultades con optimismo y creatividad aprendiendo de las dificultades; estimula la creación de “mapas mentales asimilables a la búsqueda de logros en la vida familiar laboral o académica”.
Y, luego, está la ya mencionada satisfacción de cumplir con las metas –correr 10K, 21K y 42K–. Y cómo eso incide sobre otros ámbitos de la vida de la persona.
Metas y valores
“Las metas son la base de la superación personal y de la motivación –opina Marcelo Roffé–. No hay nada más placentero que ponerse una meta a mediano plazo y alcanzarla, y luego ponerse otra y lo mismo. Las metas deben ser difíciles pero alcanzables, acordes con las posibilidades de cada uno. Fáciles no, porque no tienen gracia (la base de la superación es el esfuerzo y el sortear obstáculos); muy difíciles tampoco, porque uno se frustra.”
Para Fernando Capparelli, de 30 años, el buscar superarse es una parte inseparable del running: “Corriste una carrera de 10 kilómetros y la próxima vez vas a querer bajar tiempo, y si se te cruza una carrera de 15 kilómetros vas a querer hacerla para ver si el cuerpo rinde”.
“Mi meta es seguir corriendo, mi meta es la constancia”, dice por su parte Cintia Callejas, de 34 años, que destaca que cuando corre es el único momento del día en que apaga su teléfono celular. “Mi meta es que no haya otras cosas que interfieran con esta parte mía que encontré hace poco, que es correr, y que hoy es mi cable a tierra. Correr de acá a fin de año una carrera al mes es también otra meta, una meta posible.”
“El ejercicio de correr te ayuda para la vida: te da más energía positiva, te oxigena la mente y el cuerpo, que son un matrimonio –retoma Marcelo–. Y es en este sentido que el ejercicio de correr te permite aprender claves para enfrentar el día a día, ya sea en el trabajo como en la pareja.”
El running, coinciden los entrevistados, aporta incluso valores. “Muchos de los que se acercan a este deporte están en una búsqueda de valores: compañerismo, la seguridad de que el sacrificio y el esfuerzo permiten lograr los objetivos, la inclusión y no la discriminación… estar en un grupo de running que te apoya y que te incluye te hace sentir acompañado, y por eso no es extraño que la gente que corre en grupo termine siendo amiga”, afirma Germán de Gregori, entrenador del Puma Running Team.
“Muchos llegan a los grupos descargados de valores, acostumbrados a vivir en una sociedad muy competitiva, con una autoexigencia que no es la deportiva: duermen poco, trabajan fuera de hora –agrega Germán–. En los grupos [de running] lo primero es reeducarlos y enseñarles que una buena nutrición y un buen descanso son tan importantes como entrenar. Hay que sacarlos del capitalismo a todo costa.”
Un cambio de hábitos y de valores, no sólo de rutinas. Eso es lo que genera en los corredores el entrenamiento grupal, asegura Germán. “La gente está pidiendo un cambio de hábitos. Ya probó con salir a la noche, fumar, tomar otras cosas, agrandar los combos… Lo que nunca probaron es sentir tengo ganas de correr 5 kilómetros”.
En todo caso, advierte Roberto Sivak, “el riesgo que plantea el entrenamiento en torno al running es una actitud compulsiva, rígida y hasta tiránica, que puede observarse en personalidades con marcadas características obsesivas y narcisistas, donde los ideales de superación llevan al sufrimiento”. Pero practicado con un espíritu más sano, completa, “el running puede fomentar mayor solidaridad (considerando dificultades de otros corredores) y en algunos casos, humildad.”
En definitiva, concluye Marcelo, lo que enseña el running es que “el rival a vencer siempre es uno mismo”. Y ese, parece, es el partido mental que hay que ganar.
(*) Esta nota Sebastián Ríos la escribió para el Suplemento Sábado de La Nación del 07/09/13
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