Enamorados del vino

Era una calle nada. O peor, era una calle que daba miedo. Queda atrás de la salida del Metrô y al lado de la favela. Casi no circulan autos por ahí. Un edificio de miles de departamentos ocupa toda la cuadra. En Ipanema, eso sí. Abajo del edificio hay un pé sujo, esos botecos tradicionales que infelizmente están en vías de extinción, y una casa de materiales de construcción. Enfrente una escuela y nada más. A la noche la Rua Jangadeiros era un desierto oscuro. Hasta que llegaron ellos.

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Gosto de agosto

Trabalho, trabalho, trabajo. En un minuto, tres veces la palabra trabajo. Hablan fuerte los cariocas que están en la playa sin trabajar. El sol raja la piel como si fuera enero, o noviembre, o cualquier mes del año. Voy a parar para ponerme protector solar. La mayor inversión desde que vivo en Río de Janeiro, donde no hay invierno.

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Un tranvía llamado Deseo

Cuatro años de espera, de obras sobre obras sobre obras sobre obras, como la repetición de una maldición de magia negra. El barrio más portugués de Río de Janeiro es también el más castigado. Y el más aislado. Seguir leyendo

Fuerza natural

“Vai, Brasil” espera sobre la mesa de luz. Tiene tapas duras, como todos los libros de Ediciones Tinta da China, verde manzana. La mesa de luz está en un cuarto donde el sol del invierno carioca entra de doce a cinco. El sol del invierno carioca es tan asesino como el del verano. En tres días las tapas del libro se curvaron hacia arriba. Seguir leyendo

Un minuto de viento

Estoy escribiendo un post sobre el lanzamiento del libro “Vai, Brasil”, de Alexandra Lucas Coelho, la periodista y escritora portuguesa que últimamente cito bastante en este blog. Desde las siete de la mañana y desde hace algunos días, edito el video de la entrevista en un programa que no conocía, coloco subtítulos, corto partes con todo el dolor del alma y la escucho. Al principio habla de la fuerza aplastante que tiene la naturaleza sobre Río de Janeiro, de lo pequeños que somos ante ella. Seguir leyendo

Alto Astral

Hacía cuatro días que no salía de casa. El clima era perfecto para hibernar, un frío raro en Río de Janeiro y lluvia, mucha lluvia. El Aterro do Flamengo más verde que nunca. Después de cuarenta días de viaje, de transitar por espacios ajenos, mi casa era el mejor lugar para estar. Seguir leyendo

Lapa a la moda

Las lámparas de cobre traídas de Bali y el piso; las sillas que eran del showroom de Gianfranco Ferré y las mesas hechas con pedacitos de madera de demolición por los diseñadores de Controprogetto; los cacharritos de loza con la marca de la casa impresa que usan para servir el tiramisú y la gigantesca lámpara medusa de acrílico que construyó el artista Jacopo Foggini. Todo es hermoso en Casa Momus. E italiano. Incluso los propietarios. Seguir leyendo

Las canchas que nunca duermen

Quien pase por el Aterro do Flamengo, exactamente a la altura del Hotel Novo Mundo, detrás de los jardines del Palacio do Catete, a las siete de la mañana, a las tres de la tarde o a las dos de la madrugada, podrá ver seis canchas de fútbol en plena actividad, incluso cuando llueve. Son cuatro chicas, para siete jugadores, y dos grandes, para once, que permanecen abiertas las 24 horas, todos los días del año.

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Uruguaiana style

El cliché de querer volver el tiempo atrás. Ni pido mucho, casi nada. Simplemente haber sacado el celular del bolsillo del jean antes de bajarme el pantalón. Podría haber sido peor. Siempre puede ser peor. Podría haber sido en un baño público, o después en vez de antes de hacer nada.

Lo saco lo más rápido que puedo, lo seco y voy directo al Google. Lo bueno del Google es que uno cree que está sólo en la desgracia hasta que escribe el problema en el buscador y la frase se completa sola, porque son millones los desgraciados que ya dejaron caer el celular al agua. Seguir leyendo

Paisajes con bossa


Veinte grados en Río de Janeiro. Los vendedores callejeros ofrecen gorros de lana acrílica por diez reales y chalinas por veinte. Las mujeres aprovechan a sacar las camperas de cuero del armario antes de que la humedad las termine de desintegrar. La despiadada humedad carioca avanza sin freno, sin el sol abrasante que reina el resto del año, y deja sus marcas de hongos por todas partes, los zapatos, los trajes, las carteras, las chaquetas de cuero compradas en el último viaje al extranjero. Billetera mata galán. Río mata cuero y prendas caras. Ni vale la pena invertir. Seguir leyendo