De Santo a Santa, con Rita Lee

Fue hace seis años, era enero en Río de Janeiro y llovía como este año, casi todos los días. No es una regla que llueva en enero, pero cuando pasa, puede caer agua todo el mes.

Acabo de ver el Climatempo, el pronóstico más pesimista que conozco, y los próximos días parece que mejora. En general, cuando ponen sol con nubes y algunas gotas, no llueve. A veces pienso que lo hacen para que uno tenga expectativas de lluvia y se sorprenda con un solazo. Una táctica para animar el espíritu de los cariocas -y turistas- que, como canta Adriana Calcanhotto, “não gostam de dias nublados“.

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Lapa sin Selarón

La primera noticia del día (de ayer, porque escribo esto de madrugada) la vi en lo primero que abro en Internet desde hace algún tiempo, el Facebook. “Morreu Selaron, autor de um dos monumentos mais importantes da cidade do Rio de Janeiro” decía el post de Movimento Cidades Invisíveis, que siempre publica cosas interesantes. Y esta foto abajo.

El post original detallaba que el cuerpo del artista había sido encontrado carbonizado, acostado sobre su obra, la escalera que lo hizo famoso.

Lapa sin Selaron sería como La Boca sin Quinquela Martín. El día empezó tenso, y llovía. Llovió todo el día, y sigue lloviendo.

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La Palmera del Amor

Foto: dolfo Díaz

Dicen que para aprender un idioma nada mejor que namorar con alguien que hable la lengua que se quiere aprender y que no hable la de uno. En mi caso, no solo aprendí a hablar “carioquesh”, también descubrí el mundo vegetal tupiniquim, o sea, de Brasil. El muchacho que iba al Circo Voador y que tanto me gustaba es ingeniero forestal.

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Cuestión de distinción

Rio de Janeiro – New Year’s 2013 from MOOV on Vimeo.

Me dicen –são fogos… cada vez que pregunto por ese sonido que para un oído desacostumbrado, bien pueden ser fuegos artificiales o tiros. Al principio, suenan igual. Y yo creía que eran fuegos, los cariocas festejan mucho, y les gusta festejar así, con fuegos estruendosos. Seguir leyendo

El último show del año

Mi historia con el Circo Voador es simple, empecé a ir porque el chico que me gustaba frecuentaba el lugar. Nunca fui una persona de recitales, de hecho tenía muy pocos en mi haber. El primer recital grande que vi, para el que viajé especialmente a Buenos Aires, fue cuando A-Ha se presentó en el Luna Park. Tenía 16 años y fui con mi hermano y un amigo: Andy Kusnetzoff. Debe ser por eso que ni me acuerdo del show, aunque me sabía las letras de memoria.

El Circo Voador es para Río lo que el Luna Park para Buenos Aires. O más. Esa esfera blanca, medio especial, rodeada de palmeras imperiales, es lo primero que se ve al pasar los Arcos da Lapa. La historia de este lugar la conté acá. Es uno de los escenarios más codiciados por los músicos brasileños y eso no tiene nada que ver con la retribución monetaria, que es casi simbólica. Es algo que ahí pasa, que no pasa en otro lugar.

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ESTRANGEIROS

La sensación térmica debe ser de 50 grados, sin exagerar. Acabo de volver del Galeão. No viajé a ningún lado, ni fui a buscar a ningún ser querido. Tuve que ir a la Policía Federal a buscar mi cédula de identidad de extranjera, la visa permanente. Por suerte existe el Real, un bus con aire acondicionado, que pasa cerca de casa y me deja en el aeropuerto. Con esta temperatura y un libro, el plan era hasta un alivio.

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Regalos navideños

Con ese apellido mío, la relación que tengo con Navidad es la misma que tiene el atuendo de Papá Noel con la temperatura de diciembre en Río de Janeiro. Por suerte, mi mamá cumple años en noche buena y pude festejar esa fecha como la mayoría de los occidentales. Sólo que los regalos los recibía ella.

En Río, capital mundial de los fuegos artificiales, en Navidad no hay. La noche de Natal -como se le dice a esta fiesta- es de lo más tranquila. La mitad de la población se va de viaje y la otra la festeja en familia. No hay fiestas, como en Argentina, y tampoco se consiguen taxis -como en Argentina-, no porque estén ocupados sino porque los taxistas no trabajan.

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Solsticio de verano

Solstício de Verão em Ipanema 21.12.11 from Ana Schlimovich on Vimeo.

Hoy comienza, oficialmente, la temporada del aire acondicionado. Al caminar por las calles, parece que llueve, de tantas gotas que caen de los aparatos que alivian el calor de adentro y aumentan el de afuera. De noche se escucha un ronroneo permanente, es el sonido del verano. Y el que no tiene, se aguanta el calor y el ruido. Yo no tengo.

En Río la gente se la pasa en la calle, en las veredas de los botecos, en la playa, en las plazas, en las rodas de samba, en la Lapa, el barrio nocturno donde se encuentran personajes de los más diversos estilos. Y en el verano, este fenómeno se potencia. Siempre pienso que los que están en la calle tarde, muy tarde, están ahí porque no tienen aire acondicionado. Salen a encontrarse y tomar aire.

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Vivir en la playa

trópico carioca from Ana Schlimovich on Vimeo.

Siempre supe que quería vivir en una ciudad con playa. No es un deseo muy original, la mitad de los argentinos debe querer lo mismo. En mi caso el deseo era casi una necesidad. Nací en Buenos Aires pero crecí en Paraná, nombre de un río, en Entre Ríos, mi signo zodiacal es de agua y la ciudades en las que me quise quedar a vivir -San Francisco, Melbourne, Barcelona y Río de Janeiro- son como un tobogán al mar.

Cuando me mudé a Buenos Aires, con 19 años, después de haber vivido once meses en el exterior, subí a la terraza de la casa de mi mamá, un edificio de 16 pisos en una zona linda y verde de Belgrano. En un recorrido visual de 360º lo único que vi fueron más edificios y casas, salpicadas a veces de verde, pero nada de agua. Esta ciudad no es para mí, pensé, y me quedé 13 años. Estudié, trabajé, hice grandes amigos, me fui a vivir sola, me enamoré, conviví, patiné por los bosques de Palermo y viajé todo lo que pude para compensar la falta de agua. Pero cuando el avión aterrizaba de vuelta, no sentía cosas en la panza.

Por eso me mudé a Río. Aunque no me espere nadie ni nada en particular -contrariando a Fito Páez-, cuando llego a Río se me retuerce el cuerpo de felicidad. En los casi seis años que llevo de residencia carioca, esa sensación lo único que hizo fue aumentar. Y eso que es una ciudad brava.

Siempre digo que Río de Janeiro es como una mujer hermosa, es tan pero tan linda que le perdonás cualquier cosa. Tiene un lado encantador como la foto que encabeza este blog, sobre la que me explayo en la nota El mes de la alegría, y otro sombrío, como la “cracolândia” sobre la que cuento en el Hip hop del Jacarezinho.

Por ahora, intento andar por el camino del medio, terminar de trabajar -o parar-, agarrar la bici e irme a la playa, un jueves, con sombrilla, una buena revista, mucho protector solar y una pequeña cámara que estoy descubriendo cómo filma. ¿Final inesperado? Me encantan.

Hip hop del Jacarezinho

REP es el nombre del evento. “Ritmo e poesia”, creado por la Agência de Notícias das Favelas, con la idea de llevar un poco de luz a ese lugar allá lejos, una de las favelas más grandes de Río, en la zona norte de la ciudad. Donde nació Romário y el funkeiro MC Serginho. Área del crack, de pobreza, de muchas motos y mucho ruido. Entre los organizadores del REP figura Alice Souto, una compañera de mi grupo de poesía, que fue la que nos invitó.

Era la segunda vez que iba, la primera había sido el Día de la Mujer, me acuerdo que había una luna brillante y llena, y estrené improvisar en el micrófono con una base de hip-hop.

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