Ultimamente algunos amigos me preguntaron si tengo el contacto de algún psicólogo en Río. Les paso dos, el de una terapeuta argentina a la que fui durante varios meses en el 2009, y el de un psicoanalista también argentino que no conozco pero al que va un amigo, y desde que va, lo veo mucho mejor.
Psicología y Rio de Janeiro son como el chocolate con sal, pareciera que no combinan, pero resulta la más fina conjunción.
No voy a ningún psicólogo en este momento, para pagarles tendría que cambiar de trabajo. Estos que nombré arriba cobran R$ 380 la hora, se puede negociar algo, pero igual son caros, 1.369 pesos argentinos según el convertidor de moneda. Después de leer este dato, muchos psicólogos se van a querer mudar a Río, para desanimarlos les digo que primero aprendan muy bien el portugués, porque son pocos los latinos que viven en Río y tienen plata.
El texto que sigue lo escribí en el 2008. Todavía existía el obelisco que separaba Ataúlfo de Paiva y Visconde de Pirajá, la misma avenida con diferente nombre. El final de Leblon y el inicio de Ipanema. Todavía no dominaba bien el portugués ni las relaciones tóxicas. Todavía vivía en Santa Teresa y circulaba el bondinho, ese tranvía amarillo que costaba 60 centavos y que cuando vuelva, dicen los moradores del barrio, costará R$25.
Es largo, como la terapia.
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