A medio kilómetro de altura

Bajo la sombra de un techo inclinado varios espectadores disfrutan de la vista de São Conrado y la Floresta da Tijuca. Playa, océano y bosque tropical desde 517 metros de altura.

Sobre ese mismo techo un instructor grita go, go, go, go y salta de la rampa con un turista en la espalda, en aladelta. Seguir leyendo

banana não tem carozo

En la feria de mi barrio hay un señor que tiene un puesto de bananas. El segundo puesto de la hilera. Vende banana da agua, banana oro -que es una chiquitita y dulce-, banana prata, la más común. Sólo bananas. El viernes pasado, como casi todos los viernes, fui a comprar. Era tarde, le quedaba poca cosa, unos “lotes” o sea unas montañas de bananas en racimo y sueltas. Tuvimos este diálogo: Seguir leyendo

Corazones isleños

Mirella Guidorizzi es diseñadora de indumentaria y como la mayoría de las personas que viven en Ilhabela, cambió la vista infinita de edificios paulistas por otra infinita, pero de mar y selva. La conocí en Baía dos Castelhanos, que integra el top ten de las playas más lindas de Brasil. Desde lo alto del mirador se puede ver su forma de corazón. Seguir leyendo

El colectivo

Ahora mismo voy en uno, por eso escribo en el celular. A mano imposible, porque salta y porque hay que usarlas para agarrarse de donde se pueda. Una botellita de jugo de naranja rueda por el piso, como probablemente lo haríamos los pasajeros si no tuviéramos manos. Con los pozos, el colectivo salta sin amortiguación, los únicos amortiguadores los tiene el chofer abajo del asiento. La carcasa entera vibra, se sacude y suena tan fuerte que parece que se va a desarmar. En Río de Janeiro no hay montañas rusas, o mejor dicho, hay miles, pero acá se llaman colectivos.

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Calles con historia

Si se le presta atención a la letra chica, se puede aprender mucho sobre personalidades y lugares importantes de Brasil. Basta leer la frase que está debajo del nombre de la calle en los carteles de Río de Janeiro. Así uno se entera de que Constante Ramos (1831-1895) era el propietario de esa parte de Copacabana, o que Santa Clara fue la mujer que fundó el ramo femenino de la orden franciscana. Seguramente es una casualidad, pero en esa calle hay una gran concentración de tiendas de bikinis y ropa de mujer. Allí está Santa Clara 33, un gigantesco edificio comercial repleto de tiendas que venden moda de playa por mayor y menor.

Además, en la parte blanca de los señalizadores de calle hay un número, es el CEP, o sea, el código postal de la región, y al lado el nombre del barrio. Pequeños detalles útiles para una caminata por la capital carioca.

Que gane el mejor

É o melhor! não sou eu quem fala, é o povo de Ipanema que diz. Así vende sus potecitos de mousse el paulista Seu Mario desde hace casi ocho años en la playa de Ipanema. El mejor mousse, el mejor açaí, el mejor restaurante, la mejor tienda de vinos, el mejor buffet, el mejor barman, el mejor postre, todos los años la revista Veja, igual que el pueblo de Ipanema, elige los mejores de Río de Janeiro para comer y beber. Los premios enmarcados adornan las paredes de los establecimientos, y algunos acumulan uno cada año.  Seguir leyendo

El Uruguayo

-Estás en Ipanema? veníte al Uruguayo, barraca 80, me dice el tano. Había llegado obligada por mí misma. Los domingos me da entre pereza y pánico encarar la playa. Mucha gente, la ciclovía explota, Ipanema es un infiernito, periferia en la Zona Sul. Muvuca, que es el nombre de una barraca del Posto 9 y quiere decir amontonamiento, tumulto. Estar en la muvuca es estar en el medio del quilombo. Y el uruguayo era un quilombo de gente, sombrilla pegada con sombrilla, piernas con hombros, bunda con cabeza. Pero menos mal que salí de casa y del barrio y encaré lo que siempre soñaba en Buenos Aires, ir a la playa un domingo, lo soñaba literalmente. La capital tenía una playa descomunal y era la ciudad más perfecta del mundo. ¿Buenos Aires con playa? Dios, la gloria. Pero no tiene.

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El fin del monopolio

Para probar el verdadero açaí de Pará, no hay que viajar hasta Belém ni al barrio de Flamengo, donde está Tacacá do Norte. Se puede comer en Arataca, a una cuadra de la playa de Copacabana. Seguir leyendo

Encuentro cercano

El mar parecía un lago, la arena estaba limpia y la playa, desierta. Atardecía detrás de los edificios de Flamengo y al otro lado de la Bahia de Guanabara, Niterói se veía hermosa, dorada y rosa.

Cuando lo vi tuve que parar de correr. Estaba parado frente al mar, solo y tieso. Me acerqué despacio hasta ver sus ojos, color miel, como su piel. Quedamos tiesos los dos, mirándonos. Cuando di un paso más levantó las pinzas y supe que estaba vivo. Era la primera vez que veía un cangrejo de ese tamaño en una playa de Río.

No sabía si agarrarlo para devolverlo al agua, en realidad no sabría ni cómo agarrarlo y si tiene que ir al agua. Se parecía a WALL-E, tal vez por los ojitos despegados del cuerpo. ¿Estaría herido? ¿perdido? Abría y cerraba su boca alienígena. Empecé a hablar, a decirle que no sabía si necesitaba ayuda o no. A pedirle perdón por todas las atrocidades cometidas por los de mi especie, que no éramos todos malos. Empecé a llorar. Él bajó las pinzas y quedamos ahí, examinándonos. Lo más loco fue que hablar con el cangrejo de Flamengo me pareció lo más cuerdo que hice en el día.

Los infinitos adjetivos de Copacabana

Juliana Rocha es una de esas chicas a quien el fotógrafo de Rioetc, el primer site de cool hunting de Brasil, pararía en la calle para preguntarle si puede sacarle unas fotos. Pero resulta que Juliana, de 26 años, original de Ceará, es la Editora de Imagen de Rioetc y cuando la conocí, unos cinco años atrás, era ella quien paraba personas para fotografiar.

Los Rolling Stones, el Papa Francisco, los Argentinos, todos han pasado por Copacabana y cada uno dejó su huella. La princesinha do mar, como se apoda al barrio más famoso de Brasil es amada y odiada, magnífica y horrible, áspera y excitante, pero no voy a ser yo quien la adjetive, de eso se encargó la fotógrafa Rocha, que un buen día, por acaso, o porque Tiago Petrik, su jefe, le pidió si podía llegar más temprano a la oficina, comenzó a correr por la orla de Copa acompañada de su celular a la hora del amanecer. Sensible a la luz de la aurora, como buena observadora, la comenzó a registrar. Cada día una foto adjetivada que pasó a publicar por Instragam (@rochajuliana). Así surgió la serie Copacabana Sentimental.

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