No olvidaré jamás esa caminata en ese atardecer junto al Lago Titicaca en las playas de Copacabana, Bolivia. Apenas quedaba luz y con suerte podría sacar alguna foto más de ese maravilloso lugar. Y ahí estaba ella, mirando al horizonte, parada firme, cruzada de brazos en la punta de ese pequeño muelle. Lo dudé. Avancé, me alejé. Volví sobre mis pasos y me animé.
– Señora, ¿me permitiría hacerle una fotografía?
– Como no.
– Muchas gracias.
Todavía le doy las gracias, a ella, que nunca sabré su nombre, y a ella, mi camara, por comportarse tan bien con tan poca luz.
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