La abundancia de señales de televisión por cable (o satelital) y la superpoblación de espacios pagos en las madrugadas de algunos canales abiertos nos han acostumbrado a un aluvión de publicidad low-cost, con los tristemente célebres infomerciales como género travestido insignia y un puñado de marcas que logran âcon plausible esfuerzoâ arañar algunos segundos en la tanda con piezas publicitarias dignas de un olvido justo o de una bizarra idolatrÃa de parte de los televidentes.
Se instala entonces una máxima que indica que hacer buena publicidad (léase de cierta pretensión creativa) es propiedad exclusiva de las primeras marcas. Y, por añadidura, se desprende otra: hacer buena publicidad es caro, sólo es para los que manejan altos presupuestos. Hace algunos años, en una entrevista, Maximiliano Anselmo y Sebastián Wilhelm (de Santo Buenos Aires) me decÃan que ellos creÃan fervorosamente en que no hace falta ser una gran marca para hacer buena publicidad.
Prueba brutal de ello es la última campaña de CCAA, un importante centro de estudio de idiomas de Brasil que acaba de lanzar una campaña protagonizada por Megan Fox y Mike Tyson. SÃ, un instituto de enseñanza de Inglés y Español. Seguir leyendo