Otra mirada sobre las muertes por accidentes de tránsito

 

Post anterior sobre accidentes de tránsito

Luego de la publicación de Mariana Trigo Viera sobre las muertes por accidentes de tránsito en la Argentina, Marcelo Rinesi, lector de LA NACION DATA aportó otra mirada a sobre el tema y nos hizo llegar el post que a continuación publicamos.

Por Marcelo Rinesi

Uno de los aspectos más interesantes de analizar datos es que siempre está la posibilidad de agregar más ingredientes, en forma tanto de nueva información como de nuevas preguntas. Cuando el análisis original es interesante y el tema es importante, como en el caso del post anterior de LA NACION DATA referido a las muertes por accidentes de tránsito, pegar una segunda mirada es casi inevitable.

 Cambiando el denominador: no hay accidente sin auto

Como menciona el post anterior, decir que hay más accidentes de tránsito en la provincia de Buenos Aires que en Tierra de Fuego es remarcar lo esperable; después de todo, las poblaciones de ambas provincias son muy diferentes, y las personas son un ingredientes necesario (al menos hasta que los automóviles autónomos empiecen a comercializarse) para que haya un accidente de tránsito. Pero el otro ingrediente necesario son los autos: una provincia con millones de habitantes y ni un solo auto, no tendría accidentes por definición.

Así que otra forma entonces de comparar los niveles de seguridad vial es el observar la cantidad de muertos por año por auto en circulación. Este número no es fácil de conseguir con precisión, pero una primera aproximación puede obtenerse del portal de datos de la Dirección Nacional de los Registros Nacionales de la Propiedad Automotor y de Créditos Prendarios [Nota: usamos los datos de diciembre; una mejor aproximación sería considerar la media del año, o incluso cotejar mes a mes con los accidentes.].

Concentrándonos en el 2014, vemos que por cada 10.000 autos hubo casi 27 muertos en Santiago del Estero, y menos de 1 en la Ciudad de Buenos Aires, los mismos extremos que se ven cuando se utiliza la población de personas en vez del parque automotor. En general las provincias más seguras e inseguras en términos de muertos en relación a la población, y en relación al parque automotor, tienden a ser las mismas… con la notoria excepción de Formosa. Con una tasa de 23,20 muertos por cada 100.000 habitantes, se ubica en el puesto 13 en este ranking, mientras que su tasa de 15.5 muertos por cada 10.000 automóviles la pone entre las 5 provincias más inseguras en este sentido.

Esta es la clase de anomalías que tienden a desencadenar más investigación. Muchas veces la respuesta es trivial (por ejemplo, un error en los datos, en cómo fueron cargados o procesados), y otras veces apuntan a fenómenos interesantes. Es posible postular muchísimas hipótesis; desde asumir que las relaciones que uno encontró son ciertas, y decir que los números tienen que estar mal (por ejemplo, si hubiese un 25% menos de autos en Formosa que los registrados, esto pondría su tasa de muertos por vehículo a la altura de la de Tucumán, que tiene la misma tasa de muertos por cada 100,000 habitantes), hasta tomar los datos como vienen, aceptar la heterogeneidad, y preguntarse si hay cuestiones de geografía, ingeniería, o legislación responsables por esta anomalía (sin obviar la que tiene que ser la primera hipótesis a descartar — el ruido estadístico).

 Explorando una hipótesis: viejos al volante

Además de buscar una mirada “más justa” (o al menos mejor calibrada), cruzar datos nos permite testear hipótesis, incluso de manera informal. Por ejemplo, es posible que desde la existencia de los primeros autos los conductores jóvenes se hayan quejado de la lentitud de reflejos de los mayores, mientras que estos últimos achacan los accidentes a la imprudencia de los primeros (seguramente los mismos argumentos eran esgrimidos anteriormente por los jinetes). Un análisis formal del impacto de una variable específica en un evento de esta clase es siempre más delicado de lo que parece (por ejemplo, hay muchos más accidentes de autos de personas de 35 que de 95 años, incluso ajustando por la población relativa, por la simple razón de que pocos de estos manejan), pero siempre es posible empezar por un gráfico básico, que como mínimo puede servir de base a un análisis posterior. En este caso, tomamos las edades medias de cada provincia en el Censo 2010, y las graficamos contra la tasa de muertos por cada 10,000 autos en 2014.

No hay nada más engañoso que una línea recta en un gráfico estadístico, pero esto por los menos sugiere que las provincias más jóvenes no son precisamente las más seguras… Nótese que el modelo predice muy bien la tasa de muertes por 10,000 autos en Formosa (cuyo problema de seguridad vial podría ser uno de edades), aunque sobrestima la de Misiones.

La “moraleja”, como siempre, es que es posible extraer diferentes visiones del mismo fenómeno, y que el agregar datos nuevos aumenta las posibilidades de hacer un análisis más rico. En última instancia, por supuesto, el análisis de datos, especialmente uno superficial e informal como este, es el comienzo, no el final, del entendimiento de un fenómeno. Es sólo cuando los modelos estadísticos son contrastados, refinados y puestos en contexto con el resto de lo que se sabe de un tema (en este caso, expertos en seguridad vial, ingenieros, sociólogos, etc) es donde alcanzan su verdadero poder.