Unos días antes del aniversario del mítico discurso de Martin Luther King tuvimos la idea de poder mostrar las esquirlas que dejó el racismo en los Estados Unidos. En la actualidad, los afrodescendientes siguen siendo el grupo étnico con la situación social más precaria en la mayor economía del mundo.
Con la visualización “Desigualdad y población afroamericana en los EE.UU.” nos propusimos demostrar que esta última afirmación aún cobra sentido. En el Census Bureau y Bureau of Labor Statistics hay todo tipo de datasets accesibles que relevan todo tipo de indicadores discriminados por origen étnico.
Vale la pena hacer una aclaración: desde el año 1995 la Oficina de Administración y Presupuesto de la Casa Blanca ha reformulado sus estándares sobre estadísticas por etnicidad. Es decir, según el origen.
Esta clase de producción de datos le sirven al Gobierno para tomar decisiones en materia de políticas sociales y, al mismo tiempo, como un mecanismo para no invisibilizar problemáticas que afectan específicamente a minorías étnicas, según explica el organismo censal.
Veamos algunos datos que aparecen: las tasas de desempleo (13%) y pobreza (28%) de los afroamericanos son las más altas. En los ingresos medios mensuales mantienen los menores promedios (junto a los hispanos).
El disparador fue una de las primeras frases que pronuncia Luther King en Yo tengo un sueño: “Cien años después las personas negras viven en una isla solitaria de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material”. La situación no ha cambiado tanto al día de hoy.
El tema que subyace es el racismo todavía imperante en los Estados Unidos. La producción de datos que (muy responsablemente) realizan las oficinas de estadística muestra con números la herencia del segregacionismo.
La esclavitud, la más desigualdad de todas las relaciones humanas, jurídicamente fue abolida hace 150 años por el presidente Abraham Lincoln, aunque todavía los afroamericanos permanecen en una situación de palpable desigualdad social en relación a la media del país habitan.
El mal del “animal gregario”
Los datos son útiles, pero nunca suficientes (por la sencilla razón de que –al igual que el lenguaje- se agotan en sí mismos). Para pensar al origen del racismo me viene a la mente la famosa alegoría de los puercoespines que trazó Arthur Schopenhauer para referirse al “ser gregario” que habita en los hombres.
Este filósofo alemán pensó en una comunidad de puercoespines que en un día de extremo frío se apiñaban en su madriguera para darse calor los unos a los otros. Cuanto más se acercaban más se lastimaban con sus púas los unos a los otros, entonces volvían a separarse pero, el frío los obligaba a estrecharse nuevamente y se volvían a pinchar.
Repitieron estos movimientos hasta encontrar la posición en que ninguno sentía frío y tampoco se lastimaban: la más soportable. Schopenhauer usó esta parábola para pensar las relaciones afectivas.
Más tarde, Sigmund Freud encontró allí –en su libro Psicología de las masas y análisis del yo– una resignificación sociológica para reflexionar sobre el racismo y la xenofobia: si bien existe aversión entre pares, “la aversión se hace más difícil de dominar cuanto mayores son las diferencias” y se debe convivir en un mismo espacio y pelear por el control de recursos.
El psicoanalista francés Jacques Lacan dio a la problemática del racismo un matiz más conceptual al caracterizarlo en el plano simbólico, luego de realizar una profunda relectura de Freud.
Lacan encuentra en el racismo el odio al concepto más amplio de goce del otro: un “no soportar” que se traduce a la acción. Eso es la intolerancia: lo que podría también leerse como un intento desmedido de unificar todas las formas de goce y producción. Allí se funda el racismo: cuando ese odio se añade a la proximidad física al sujeto que es depositario de esos sentimientos de aversión.
En síntesis, el racismo se plantea como un problema de frontera de un grupo que segrega a otro por sus características. Por eso, este discurso discriminativo hace siempre énfasis en la separación del “nosotros” del “ellos”.
El sistema de producción esclavista en los Estados Unidos de los siglos XVIII y XIX se fundó sobre esta última premisa: la subjetividad de los esclavos (traídos desde África) era anulada por sus amos (la población de origen europeo y terrateniente del sur).
A grandes rasgos, luego de la prohibición jurídica de la esclavitud esta relación de desigualdad fue transfigurándose a lo largo del tiempo hasta sus formas actuales. La brecha de desigualdad que muestran las estadísticas sociales es mucho más profunda que una diferencia numérica.
Enlaces sugeridos
• Standards for the Classification of Federal Data on Race and Ethnicity
• Buenas prácticas en la comunicación pública para referirse a afrodescendientes