Interstellar: Odisea en la superficie de la humanidad

Hoy en Cinescalas escribe: Eduardo Blake

*Atención: se revelan algunos detalles del argumento

Hablar sobre quién es Christopher Nolan a esta altura resulta innecesario. Reconocido por sus trabajos anteriores en películas como Memento, Inception y la trilogía de Batman: The Dark Knight, en esta ocasión Nolan prefiere alejarse de sus escenarios habituales y sumergirse en las profundidades del espacio exterior, queriendo, tal vez (solo lo sabrá él), crear su equivalente a la clásica 2001: Odisea del espacio de Stanley Kubrick. Interstellar en sí presenta una historia interesante. Escrita por su hermano, Jonathan Nolan, el proyecto estaba originalmente pensado para Steven Spielberg, pero no prosperaría y terminaría siendo en manos de Nolan, quien reescribió gran parte de la trama para que se ajustara a sus sensibilidades (como dato curioso, un borrador del guión original circula en Internet, para quien quiera leerlo). La trama lidia con los últimos días de la humanidad en un planeta Tierra que se ha vuelto cada vez más inhóspito, casi como si rechazara la presencia de la raza humana. Cooper, interpretado por Matthew McConaughey, es un antiguo (y fallido) astronauta, ahora resignado a ser un granjero, pues eso es lo que la humanidad necesita. Resignado y frustrado, Cooper ve diariamente la fútil lucha por la humanidad por sobrevivir adaptando sus modos de vida a un mundo donde la tecnología y la innovación van desapareciendo.

Más allá de que reconozco que tiene una premisa inicial interesante, me costó mucho encontrar motivación para escribir sobre esta película. Creo que mi primera reacción fue decir: “No la odié… pero no la amé”. Si hay algo terrible en el mundo de la ficción es que una historia simplemente te despierte un sencillo “meh”, como si diera igual verla o no verla, experimentarla o no. Lo que odiamos, lo que nos disgusta, también nos define. Uno de los principales problemas que presenta Interstellar, y que llegado un punto es sintomático del cine de Nolan, es que sus personajes tienen momentos humanos, pero no son realmente humanos y no reaccionan como tales. Hay un aire de artificialidad que rodea a la película y a sus personajes, que reaccionan frente a distintas situaciones de una manera determinada, no porque les sea natural, sino porque así lo indica la progresión de la trama. Quisiera ejemplificarlo con la relación entre Cooper y su hija Murph (interpretada en su infancia por Mackenzie Foy y posteriormente por Jessica Chastain, que brinda una buena actuación). Esta relación, que es clave para el desarrollo de la trama, presenta momentos hermosos, pero que parecen ser atribuibles más al esfuerzo que pusieron los actores que a la dirección en sí misma. Llego a esta conclusión porque resulta casi imposible seguir una progresión emocional coherente entre las distintas viñetas que vemos de la vida de Murph, desde la relación con su padre en la infancia, los años en los que creció sin él, su adolescencia, su nueva vocación, la relación con su hermano, etc. Hay lógica en la progresión de su vida, pero una lógica fría, desconectada de las emociones que su personaje debería mostrar para conectar esos puntos de manera natural.

Es en una de las últimas escenas de la película donde termina de derrumbarse esta construcción artificial carente de emoción genuina. Si la relación de amor entre padre hija es casi el conductor central de la trama, es aquello que guía toda la historia, y es lo que permitirá lograr la salvación de toda la humanidad (algo que se ve expresado en el monólogo de Anne Hathaway sobre el amor como una fuerza que no hemos logrado comprender del todo, monólogo que por otro lado está espantosamente realizado, que nos deja perplejos mientras los otros personajes simplemente la miran sin decir nada, ni siquiera un “estás totalmente chiflada”), esa escena final no puede resultar de esa manera.

Imaginemos ponernos nosotros un segundo en el lugar de Murph, cuyo padre estuvo perdido en el tiempo y en el espacio por décadas. Cuando milagrosamente regresa, tras años de espera, en vez de querer hablar con él todo lo posible, y él hablar con ella, ambos personajes solo tienen una breve, casi superficial conversación, antes de volverse a separar. Por más que Murph esté por morir, y no quiera que su padre la vea llegar a esa instancia, es casi inconcebible el desarrollo de esa escena. Los seres humanos no somos así de racionales, simplemente no lo somos. Si después de décadas de no ver a mi padre reapareciera vivo… y repito, reapareciera vivo, no lo mandaría lejos. Si, ningún padre debería ver morir a su hijo, es una máxima lógica y entendible, pero no es realmente aplicable a esta relación, bordeando la incoherencia y la locura fría. Es una narrativa donde predomina la lógica de la trama por sobre la emoción. Si fuéramos Cooper, ¿no le preguntaríamos a Murph por su hermano? ¿Qué le pasó? ¿Qué sucedió con su nieto, al que no conoció salvo a través de una grabación? ¿No quisiera conocer a sus bisnietos, a toda la familia que está viva gracias al sacrificio que hizo? En la lógica de la película, no, simplemente hablaría cinco minutos con su hija y se iría.

Los personajes de Nolan no reaccionan como seres humanos, y es problemático. Hay ilusión de humanidad, son como los robots que aparecen en la película, que están programados para parecer humanos y reaccionar como tales frente a ciertos estímulos, pero que no lo son. No hay consistencia emocional en sus seres. En el momento indicado, se activa en ellos un switch de encendido de emociones, para luego apagarse el mismo hasta que la trama vuelva a requerir una demostración de emoción. De qué otra manera podemos explicar que, al parecer, al descubrirse la existencia de vida alienígena, dicho cambio monumental en nuestra percepción del universo no tenga casi impacto en la trama. Se habla de los Ellos, y simplemente se los menciona. El casi nulo grado de desarrollo del concepto de que “hay algo o alguien que nos está vigilando, que está cuidando por nosotros, que abrió un agujero espacio temporal para poder salvarnos” es poco natural. Estos mismos “ellos” crean también una anomalía de gravedad en la casa de Cooper para que, a su entender, él sea el piloto de la misión que salvará a la humanidad, un mandato casi divino que despertaría en cualquier persona algo religioso por la forma en la que se produce .Pero los personajes simplemente lo mencionan, no reaccionan a semejante evento con la naturalidad y el asombro que deberían tener.

La cinematografía de Interstellar tiene momentos hermosos, aunque a veces muy prolongados que terminan significando lo dificultoso, peligroso y frustrante de la exploración espacial. Es en la exploración de estos planetas donde vuelve a verse la ausencia de la emoción, al visitar estos humanos nuevos mundos, como si se tratara de algo casi cotidiano, con la ausencia casi total del asombro . Sé que a varios de los que estaban en la sala les pareció larga y aburrida pero no fue mi caso. Personalmente no me aburrió, pero se me hizo predecible, en particular viendo los conceptos poco desarrollados durante la película que hacían anticipar un cierre casi mágico. La paradoja de “ellos somos nosotros” es un recurso habitual en la ciencia ficción, en particular cuando la trama gira en torno al tiempo y al espacio. Yo pensé que Cooper terminaría, al atravesar el hoyo negro, desplazado temporalmente, sin poder interactuar directamente e iba a ser el fantasma, sospecha alimentada por la mención de Murph que el fantasma se sentía familiar, y por el mensaje de “STAY”, que sospeche que él mismo se trataba de decir, cuando veía desde el final de su odisea el principio de la misma. Interstellar es posible de ser objeto de números debates, pues tiene algunas cosas muy interesantes, pero son historias que no terminan a nada. Hay personajes que están por estar, como por ejemplo Topher Grace como el novio doctor de Murph.

Asimismo, todo el conflicto entre ella y su hermano – personaje interpretado por Casey Affleck – participa casi tangencialmente aún presentando temáticas interesantes, pero no termina de ser incluido. El hermano de Murph se niega a abandonar la casa familiar y dejar su forma de vida, aunque su esposa e hijo se enfermen. Su rol simboliza el rechazo a lo expresado por el personaje de Michael Caine, sobre que la humanidad no está hecha para morir en la tierra. El hermano representa el espíritu de aferrarse al pasado, al como “las cosas eran”, aunque signifique su muerte y la de su familia, lo que obliga a Murph a incendiar todo para forzar su partida. Se entiende lo que quiso decir Nolan con su personaje, pero hay algo faltante que simplemente hace que no funcione. Otro personaje interesante, pero que presenta cierta desconexión con el desarrollo de la trama, es el encarnado por Matt Damon. Uno de los primeros exploradores de lo que hay del otro lado del agujero negro, simboliza supuestamente “lo mejor de la humanidad”, pero termina mostrando lo peor de la misma. Sumergido en un delirio impulsado por un instinto de supervivencia por sobre todas las cosas, Damon en un momento de la película entra en modo de exposición pura y comienza a plantear un contraste de filosofías, centrándose en su supervivencia personal mientras anticipa el final de la trama al hablar nuevamente del amor entre padres e hijos, en otro monólogo que produce ecos con el de Hathaway. En un comentario al margen, quisiera decir que algunas de las secuencias en este acto con Damon parecen casi de otra película, una dosis de acción donde antes no parecía necesaria ni relevante.

Interstellar es una película que trata de hablar del espíritu humano, pero de una manera bastante fría. La historia sobre los primeros humanos que atraviesan el tiempo y el espacio no puede tener esa cualidsad, tiene que maravillarnos. Funciona, queda demostrado empíricamente si se quiere, el gran tema que plantea su director, pero el aspecto emocional, lo que viene a justificar por detrás toda esta reflexión, simplemente no funciona, y resulta muy apagada. La película pide del espectador más de lo que ella está dispuesta a darle. No hay una conexión emocional en este viaje que, más allá del aspecto de ciencia ficción, debería serlo para demostrar qué es la humanidad y por qué vale la pena ser salvada, a medida que se descubre un universo que desafía sus creencias y conocimientos. Es en este aspecto donde la película simplemente falla.

Quisiera concluir diciendo algo que influyó en mi crítica y que quizás no sea muy justo con Nolan. Dos días después de ver Interestellar, vi Boyhood, y todo lo que no me cerraba sobre la primera de repente comenzó a tener sentido, pudiendo expresar sobre el film de Richard Linklater lo que antes no podía. Boyhood es una historia mínima, casi una no-historia, no es una trama sino que es simplemente una serie de momentos de una vida entre muchas otras que expresan con claridad la naturaleza de la humanidad, las experiencias de vida y en particular las relaciones entre padres e hijos. Cuando lo comparo con el núcleo emocional y el gran tema que quería tratar Nolan, me sorprendió que es exactamente esa relación entre padres e hijos, ese amor capaz de atravesar las distancias y tiempos eternos el que encuentro en Boyhood y no en Interstellar.

Por Eduardo Blake

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[TRAILER] Algunas imágenes de Interstellar de Christopher Nolan:

Trailer - Interstellar from quadroporquadro on Vimeo.

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[ESPECIAL] Una mirada a los efectos visuales de la película:

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¡BUEN LUNES PARA TODA LA MUCHACHADA! En esta nueva semana del blog, tres consignas: 1. ¿Vieron Interstellar? ¿Qué les pareció? 2. Por otro lado, me gustaría saber qué opinión tienen de Christopher Nolan y cómo rankearían sus películas; 3. Edu pregunta si recuerdan otros films de ciencia ficción que aluden a la naturaleza humana y sus vínculos; como siempre, leo sus comentarios y nos reencontramos mañana; ¡que tengan un excelente comienzo de semana! [OFF TOPIC]: Ya están las entradas a la venta para NO ESTÁS SOLO EN ESTO en Mar del Plata y las pueden adquirir por acá 😉

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—> La última vez escribió Jesica Taranto sobre… SU PELÍCULA DE TERROR FAVORITA

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¡1.000 posts! (y un boleto a Ciudad Feliz)

Hace unos días revisité una biblioteca del lugar donde vivo, San Antonio de Areco, y la encontré igual que hace poco menos de dos décadas y, al mismo tiempo, bastante diferente. Es decir, el escenario me resultaba mucho más chico de lo que yo recordaba, claro síntoma de que cuando uno crece los espacios se alteran de acuerdo a la dimensión que les damos con nuestra memoria. Me puse a mirar los estantes y encontré uno donde estaba exhibida una colección de películas VHS, las mismas que yo sacaba para llevar al colegio. Me pareció curioso que dicho lugar no se haya readaptado, pero reencontrarme con esa colección implicó reencontrarme con la adolescente de quince años. Es decir, valió la pena. Seguí mirando el espacio y finalmente la vi, escondida como si me estuviera esperando, a la novela de Ray Loriga Tokio ya no nos quiere. Y volví a buscar esa frase de la que nunca estoy dispuesta a desprenderme: “El amor es realmente una tormenta de la imaginación”. Una vez, en este mismo espacio, la cité en relación a un vínculo estrictamente romántico, pero hoy pienso que tiene que ver con todo. El corazón sobre todo. El concebir una idea justamente conlleva el poner a girar el pensamiento como si no tuviéramos techo, porque el dar esos giros, el estar en movimiento, el hacer circular la energía, ya es un mérito en sí mismo. Especialmente cuando es mucho más fácil quedarse quieto. Yo no tengo dudas en este día, y mil notas después de aquella primera, que fueron ustedes quienes desataron esa tormenta en mí. No hubiese escrito tanto si no hubiese tenido un impulso. No hubiese editado un libro si no lo hubiesen sugerido. No hubiese filmado una película si ustedes no hubiesen contribuido a que se configure una historia. La historia que empezó en un lugar de soledad y que se fue ramificando y ramificando. Dos cinéfilas de una misma ciudad que no se conocían y que ahora van a ver películas juntas. Dos personas que transitaban caminos individuales y que se enamoraron acá, porque ella citó la frase de la película de cabecera de él, quien a su vez tenía un cuadro de esa película en su casa. Dos individuos que no tenían dónde hablar de arte hasta que se encontraron en el blog a la noche, fiel a su naturaleza noctámbula, para explayarse sin restricciones. Y hay tanto más. Hay tantas ecuaciones. Tanto que no alcanzó una película para reflejarlo. Tanto que no alcanza lo que yo pueda decir hoy para abarcar lo que me genera haber concebido este lugar. Por eso, cuando miraba esos VHS pensaba que jamás, en mi adolescencia o hasta hace un año, hubiese imaginado que un grupo de personas me iba a hacer un regalo tan inconmensurable como el de filmar una película. Y mucho menos pensaba que esa película iba a poder proyectarse en un festival internacional. Pero acá estamos. Es irrefutable lo que dice Loriga: es el amor el que provoca esas tormentas de la imaginación, el que mantiene la llama viva, el que nos agarra de súbito.

No pienso que sea casual que los 1.000 posts de Cinescalas coincidan con esta noticia – sí, la película que ustedes financiaron en enero ahora es parte de la sección Panorama Argentino del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata -, porque acá siempre hay algo para compartir. Porque acá siempre están pasando cosas. No sé si alguna vez lo dije, quizás me autocensuré por miedo a la cursilería, pero yo siento que me estuve preparando inconscientemente para Cinescalas toda mi vida. Desde que linkeaba en un Fotolog, desde que tenía la necesidad de compartir distintas experiencias personales a través de una película. Hoy, un 12 de noviembre de 2014, no puedo contarles que formé una familia propia, por ejemplo. Todavía hay cosas que no me llegaron y que a veces pienso que no van a llegar. De todas maneras, cuando me puse a escuchar una y otra vez “Sing For The Moment” de Eminem, su letra (su visceral, descarnada y pasional letra), me cayó la ficha: “Everybody just feels like they can relate, I guess words are a motherfucker, they can be great (…) That’s why we seize the moment try to freeze it and own it, squeeze it and hold it, ’cause we consider these minutes golden, and maybe they’ll admit it when we’re gone, just let our spirits live on, through our lyrics that you hear in our songs”. Para mí es indescriptible lo que él sí supo describir: no hay sensación más poderosa que afectar a alguien con las palabras. Lo sentí hace unos días con el post de Boyhood, cuando una determinada frase que costó tanto sacar afuera terminó conmoviendo a alguien que estaba necesitando leer precisamente eso y no otra cosa (y en el momento adecuado). Eso resume a la perfección la historia de Cinescalas, eso que Caro remarca en su testimonio del documental. A este lugar llegaron las personas que tenían que llegar. Para darme un propósito. Sí, ustedes me dieron un propósito, así de abrumador como suena. Gracias a ustedes el 24 y 25 de noviembre voy a estar en una sala de cine, solo que esta vez viendo mi propia historia y todas las que se desprendieron de ella. Entonces no es extraño que esa biblioteca de Areco se haya sentido más chica. Ustedes ampliaron mi vida, mi trabajo, mi sensibilidad. Ustedes son, sin dudas, esa familia propia. ¿De dónde voy a sacar más palabras para ejemplificar eso? ¿De dónde voy a sacar más palabras para que lo que hoy siento se transmita, se vuelva más tangible? Quizás hoy no pueda. Quizás hoy las palabras sobren. Quizás hoy la foto superior deba hablar por mí. 

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¡BUEN MIÉRCOLES PARA TODOS! Hoy, como en cada cumplepost, los invito a ponerse cursis 😛  y a responder una sola consigna: de estos 1.000 posts, ¿cuáles son sus favoritos? – Gracias por todo lo que trajeron a mi vida, realmente siento que ya no me alcanzan las palabras; ¡que tengan un gran día y espero a muchos verlos en Mar del Plata! (qué increíble, ¿no?); ¡hasta el lunes, muchachada! PD. Mañana les dejo el flyer con los días y horarios de proyección así se organizan; pero en este link pueden ver la grilla y acá mismo el catálogo del festival

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La playlist de la semana: The Boyhood Effect

Muchachada, les quería contar que la semana que viene el blog se va a actualizar un solo día: el martes a la noche. ¿Por qué? Porque son los 1.000 (!) posts y porque esos 1.000 posts vienen con una sorpresa. Les prometo que la espera valdrá la pena. Hasta ese día, entonces 😉 Un saludo grande para todos.

INFANCIA CINESCALERA