El teatro por la diversidad de Puerta Abierta, declarado de Interés cultural por la Legislatura porteña

En septiembre del año pasado anunciábamos que Buenos Aires tenía su teatro por la diversidad. En una iniciativa inédita para esta capital, la Asociación Civil Puerta Abierta abría el primer espacio escénico orientado a la celebración de la diversidad sexual. A partir de un proyecto presentado por la legisladora María Rachid, esto fue reconocido por la legislatura porteña, que declarará este viernes 27 a ese teatro como de interés para la promoción de los derechos humanos, social y cultural de Ciudad de Buenos Aires.

El trabajo de esta organización que empieza a tener sus reconocimientos formales se inició hace ya casi quince años. Fundada en 1999, la agrupación trabaja activamente por los derechos de la comunidad LGBT. Allí se reciben diariamente a personas de todas las edades que asisten a diversas actividades, como por ejemplo psicoterapia especializada en diversidad sexual, grupos de reflexión para lesbianas y gays, clases de yoga y talleres culturales de todo tipo. Miles de personas ya pasaron por la institución.

“Cachita” Arévalo, Graciela Balestra, Alejandro Viedma, Silvina Tealdi, Laura y Norma Castillo, integrantes históricos de Puerta Abierta

Sus objetivos siempre fueron luchar contra la discriminación, concientizar a la sociedad de los derechos humanos de todas las personas y derribar prejuicios sobre la diversidad sexual; brindar un espacio donde poder encontrarse con pares para charlar, reflexionar, donde las personas homosexuales pudieran ver que no estaban solas, que no eran enfermas ni únicas en el mundo.

Tablas diversas

En septiembre de 2013 se inauguró en el barrio porteño de San Cristóbal, donde se encuentra la sede de esta ONG, “Puerta Abierta teatro”, el primero en su tipo en la Argentina dedicado a mostrar autores/as y abordar temáticas en relación a la diversidad sexo-afectiva. Señalan sus creadoras, la psicóloga Graciela Balestra y su compañera Silvina Tealdi, que “este espacio, que permite visibilizar a la comunidad LGBT, reivindicar sus derechos y luchar en contra de la discriminación y el odio hacia la diversidad, está pensado como una instancia de integración social, en donde puedan participar todos/as sin distinciones de identidades y/o orientaciones sexuales, ni de ningún otro tipo, utilizando el arte como pretexto para la eliminación de prejuicios y estereotipos, que básicamente se asientan sobre el desconocimiento y la ignorancia”.

Silvina y Graciela, fundadoras de Puerta Abierta y gestoras del teatro diverso

En los fundamentos de la Legislatura para declararlo de interés cultural, se señala: “Años atrás, Puerta Abierta ya supo ser vanguardia y generó una revolución mediática cuando en 2009 fundó el primer Centro de Jubilados/as y Pensionados/as lésbico-gay de la región. Este espacio fue concebido como lugar de encuentro entre pares en donde los/as adultos/as mayores de la comunidad LGBT pudieran tejer vínculos afectivos y conformar una red de mutuo apoyo que posibilitara desarrollar sentido de pertenencia y en donde pudieran expresarse libremente sin miedo a ser discriminados, juzgados o violentados por ser quiénes son y no otros/as”.

Según ellas cuentan, el mundo teatral no les era ajeno. La actuación ya funcionaba como método catártico en los grupos y en los talleres de reflexión, ya que se valían de dramatizaciones y puestas en escenas, que luego eran debatidas de manera grupal, como forma de abordar algunos temas y problemáticas concretas relacionadas a ser y encarnar cuerpos, deseos y sexualidades contrahegemónicas en una sociedad altamente heteronormativa.

Al ver cómo la actuación facilitaba el acceso a tabúes y prejuicios, explorando en la acción las cuestiones no verbalizadas y permitiendo una comprensión más profunda de las emociones y de las consecuencias de estas, decidieron pensar en la posibilidad de un teatro propio.

El deseo devino acción. Cuatro años después de la apertura del Centro de Jubilados/as y Pensionados/as para la diversidad se inauguró el espacio teatral. Lo que comenzó como un experimento lúdico en el ámbito grupal de una organización social, se convirtió en una casa antigua acondicionada como sala teatral con capacidad para 50 personas, que aporta a la lucha en contra de la discriminación, la violencia, constituyendo un espacio en donde celebrar la existencia de la diversidad y dar batalla a la invisibilización social de un colectivo históricamente vulnerado.

Alejandro Viedma, coordinador del grupo de varones gays, habla en la inauguración del teatro; María Rachid, en primera fila

Entiende la legislatura: “Iniciativas como estas contribuyen desde el arte a construir una ciudad más justa e igualitaria, visibilizando la existencia y reivindicando los derechos de las personas LGBT a nivel social y cultural, como ya lo vienen haciendo a nivel jurídico la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género, entre otras iniciativas tendientes a promover y garantizar la igualdad”.

La Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires establece en su artículo 11: “Todas las personas tienen idéntica dignidad y son iguales ante la ley. Se reconoce y garantiza el derecho a ser diferente, no admitiéndose discriminaciones que tiendan a la segregación por razones o con pretexto de raza, etnia, género, orientación sexual, edad, religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres físicos, condición psicofísica, social, económica o cualquier circunstancia que implique distinción, exclusión, restricción o menoscabo”.

Asimismo señala que “la Ciudad promueve la remoción de los obstáculos de cualquier orden que, limitando de hecho la igualdad y la libertad, impidan el pleno desarrollo de la persona y la efectiva participación en la vida política, económica o social de la comunidad”.

Así se fundamenta esta necesidad de levantarle el pulgar a esta institución que tanto hizo y hace por el “pleno desarrollo de la persona” y el respeto de cada uno en sus individualidades.

 

Bonus track para conocer más de Puerta Abierta: Graciela Balestra (directora de la institución), Silvina Tealdi (co-coordinadora del grupo de mujeres), Norma Castillo (presidenta del centro de jubilados) y Alejandro Viedma (coordinador del grupo de reflexión de varones gays), hablan sobre el área terapéutica y los espacios de reflexión para lesbianas y gays, entre varias cuestiones, en este video realizado por Multiple choice:

 

 

 

Este viernes 27 de junio a las 18 (puntual), la Legislatura declarará de Interés para la Promoción de los Derechos Humanos, Social y Cultural de CABA a “Puerta Abierta Teatro”. Están todos/as invitados/as para festejar con la organización Puerta Abierta, que este año cumple quince años de vida. La cita es en la Legislatura Porteña (Perú 160), Salón Montevideo. La entrada es libre y gratuita.

 

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“Cuando me corté el pelo cortito volví a nacer”, dice Maxi, un varón trans

Maxi es un varón trans. Cuenta que hace un tiempo leyó que se iba a fijar un día de “reconocimiento a la lesbiana”. Recuerda que ahí se afirmaba que en los grupos LGBT las lesbianas son pocas. “Quisiera comentarles que en los grupos en que estuve en Tucumán pude ver que bien o mal lesbianas hay, pero me encontré más que discriminado como “trans” (me considero travestista, soy mujer biológicamente, no tengo intención de operarme y ser varón desde lo biológico, pero no me siento tampoco mujer). Me trasvisto porque quiero ser transgénero: ni hombre ni mujer”.

El agrega: “En el grupo donde estaba empezaron a comentar acerca de la falta de gente trans y de lo bueno que habría sido tener la opinión de unA (y subrayo la A porque se refieren siempre a las chicas transexuales) transgénero para poder debatir temas de esa problemática, como el de la exclusión laboral. Yo estaba ahí, sentado frente a toda esa gente que hablaba como si yo fuese invisible. Me sentí muy herido y tuve miedo de hablar, miedo de que me digan “vos no sos trans, sos tomboy, sos sólo una lesbiana masculina”. Es lo que me suele decir la gente. Y no me parece que sea justo que por no querer operarme me discriminen, me exijan ser mujer”.

“Hasta hay gente que cuando le pido que me llame Maxi (mi nombre de varón) se niega y sigue llamándome Nohely (mi nombre legal) y aunque no me molesta que de vez en cuando me traten como mujer (como dije, no pretendo ser hombre), me parece ofensivo que si le pido no tratarme como tal lo hagan igual. Además, aunque fuese operado y tuviese el cuerpo de un hombre, siempre se refieren a LAS transexuales, nosotros estamos en las sombras y nuestra voz no vale”.

Chicos trans activistas de ATTTA

Su historia

Para empezar a contar la historia de mi transformación debería empezar a los 5 años. Recuerdo cuando era una niña, veía la tele y siempre me quedaba fascinada por los cuerpos femeninos. A veces creo que nací así… Pero a pesar de que por mis adentros era obvio que me gustaban las chicas yo sólo sabía de la existencia de los gays, hombre y hombre, pero no sabía ni siquiera de la existencia de la palabra lesbiana. Hasta recuerdo que había un hombre travestista en la tele (en la tele italiana, porque yo vivía en Suiza en ese entonces), pero yo hasta mucho más tarde no supe que también había mujeres que se travestían de hombre. En mi inocencia solo sabía que yo era “distinta” y que no tenía que dejarlo saber a nadie.

A  los 10 años empiezo a descubrir que existe el sexo entre mujeres (aún no sabía que existía el amor entre mujeres) y empiezo a pensar que tal vez me gustaban tanto los chicos como las chicas. Esto fue hasta los 11, cuando tuve mi primer beso (pico) con un chico y me di cuenta de que no sentía absolutamente nada (pero aún no caía en la cuenta de que los chicos no me gustaban). Para esa misma época empiezo a darme cuenta de que me gusta la ropa de hombre, pero de la misma forma en que en mi infancia desconocía la existencia de las lesbianas, a esa edad desconocía la existencia de la transexualidad masculina, así que no veía nada raro en que me guste vestirme como un chico. Lo relacionaba más con el hecho de que casi todos mis amigos eran varones y yo quería verme y actuar como ellos para sentirme aceptada (cosa que, por cierto, funcionó: me sentí mucho más aceptada actuando como chico que como chica).

A los 13 años mis padres deciden que nos mudemos a la Argentina (hasta ese entonces mi vida trascurría en Suiza). Con el tiempo, saliendo de “el estirón” de la adolescencia, empiezo a ganar peso y mi ropa de chico ya no me anda. Tengo entonces que volver a vestirme como mujer, pero siempre me sentí incomoda, porque además sentía que me veía muy fea con esa ropa.

A los 16 años me enamoro perdidamente de una chica de mi curso y mi cabeza cae finalmente en la cuenta de que me gustan las mujeres. Además empiezo a vivir en un ambiente donde la palabra “lesbiana” se escucha más y eso tal vez me ayudó a aceptar ese hecho. En cuanto puedo admitirme a mi misma que soy homosexual decido contarlo a todos mis conocidos. Nunca tuve miedo a la discriminación, lo único que pensé fue que quien no me aceptara como yo era no valía la pena como amigo. Tuve suerte, creo, ya que al contrario de otros casos fui aceptada por todos, incluida mi familia. Los únicos con los que tuve algunos percances fueron las autoridades de mi escuela, a los cuales no les parecía que diga en público que me gustaban las chicas ya que a muchos padres podría no parecerles bien que hubiera un homosexual en el mismo lugar donde estaban sus hijos (como si fuese un virus contagioso).

Alejandro Iglesias, conocido por su paso en Gran Hermano, fue uno de los fundadores de ATTTA varones

Pasa el tiempo, yo ya asumida como lesbiana sigo vistiéndome como mujer. Entro al ambiente, empiezo a ir a discotecas “gays” conozco más gente como yo, etcétera. A los 17 empiezo a sentirme nostálgica, extraño a mi país, y por eso decido volver a ser la de antes y vestirme otra vez como chico. Ahí ya empiezo a sentir la discriminación de parte de algunos chicos gays, que me critican por no vestirme acorde a mi género. Me pareció muy raro porque pensé que iba a haber más aceptación entre los mismo LGBT. De todas formas, no me dejo llevar por lo que dice la gente, ya que, excepto por dos o tres chicos, la mayoría me acepta tal como soy.

Pasan 2 años más en los cuales simplemente me considero una lesbiana masculina (aunque con pelo largo, me llegaba más debajo de los hombros, a media espalda digamos) y como otras chicas masculinas se ponían nombres de hombre, empiezo a hacerme llamar Maxi, pero sólo por mi hermanito, que siempre fue el que más me apoyó en todo esto. Recuerdo que estaba constantemente preocupada porque no sabía cómo hacer que los demás me traten como chico, porque ya todos me conocían como mujer y eso me angustiaba un poco. Creo que fue en esa época en que empecé a sentirme incómodo con mi género biológico, pero no pensaba en cambiar mi cuerpo, sólo me vestía de chico y deseaba que me trataran como tal.

En ese mismo año, en agosto creo, o fines de julio, empiezan a haber cambios drásticos en mi familia. Sentía que todo alrededor mío cambiaba y decidí que necesitaba cambiar yo también para poder llevar adelante todo esos problemas. Y para “darle forma” al cambio interno decido cortarme el pelo. Había estado bastante tiempo pensando en hacerlo, pero nunca me había animado. Siempre había usado pelo largo, y siempre suelto, y me resultaba difícil verme de otra forma. Con el apoyo de mi hermanito vamos juntos a una peluquería, elijo un corte de varón y le pido a la peluquera hacerme ese corte. Si tuviese que elegir el momento más significativo en mi vida, sería ese, mientras los mechones caían al suelo, fue como ver por primera vez mi verdadero yo, ver por primera vez a Maxi y dejar atrás a Nohely (mi nombre de mujer). En ese momento volví a nacer, en todo sentido. Me volví una persona diferente y recuerdo que ese día me saqué la primera foto donde miro a la cámara y sonrío sintiéndome lindo (me vienen lágrimas a los ojos al escribir esto, fue muy emotivo para mí).

Todo el mundo aceptó mi nuevo look, aunque la mayor parte no me reconoció hasta que le dije quien era.  Y aquí fue que mi vida se volvió complicada… Fue hermoso poder ser yo, poder ser Maxi, me sentí increíblemente bien por dentro, pero nunca imaginé lo poco aceptados que eran los varones trans. Ahora que lucía más como hombre, pensé que me iban a empezar a tratar más como tal si se los pedía, pero no fue así. He pedido a mucha gente que me llame Maxi, y la reacción fue ignorame completamente y seguir llamándome Nohely. A pesar de todo  pude conseguir pareja y ella siempre me apoyó en todo. Me ayudó comprándome más ropa de hombre y una faja para que pueda ocultar mi pecho. Pero aún así la sociedad nunca me aceptó.

El primer gran problema con el que recuerdo haberme encontrado fueron los baños públicos. Ya que legalmente soy mujer, debo entrar al de mujeres, pero no faltaba la persona que me decía: “Mirá que este no es el baño de hombres”. Y yo con un hilo de voz debía decir: “Soy mujer”.  En ese entonces recuerdo que ya se había aprobado la ley de identidad de género, pero lamentablemente esa ley no me ayuda a mí, ni a la gente como yo. La sociedad puede que acepte un poco más a las personas transexuales, además ellos ahora pueden elegir su género, pero la gente como yo no. Yo no quiero alterar mi cuerpo, no me siento cómodo pensando en tomar hormonas o sometiéndome a cirugías. Ojo, no pienso que está mal, me siento feliz de saber que hay gente trans que puede lograr ser lo que quiere ser, pero yo no quiero eso para mí. Y eso es lo que me lleva a ser tan discriminado. La gente se niega a considerarme travestista o trans. “Vos no sos mujer, no estás operada”, “no, lo que vos sos se llama tomboy”, “sos sólo una lesbiana masculina”, “deberías operarte”, “¿por qué no tomás hormonas?”.

Esas son cosas que debo escuchar todas las veces que hablo de mi situación. Y uno pensaría que son opiniones de gente heterosexual, pero se equivocan: en el mismo ambiente LGBT  me siento discriminado. Lamentablemente el mundo parece que aún no está preparado para aquellos/as que nos salimos de las normas binarias de género.

Maxi

 

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Los Geek diversos también tienen su espacio no virtual para conocerse

¿Sabés cómo conquistó Han Solo a Luke? ¿Sabés cuánto tardaron She-ra y Cheetara en mudarse juntas? ¿Sabés como hace Robin para estar siempre de buen humor? Así dicen los divertidos flyers de “Grupos Geek LGBTIQ que el escritor Facundo R. Soto coordina los viernes en el Centro Cultural Matienzo.

¿Qué se hace ahí adentro? ¿Cómo surgió la idea? Son dos piezas clave que Facundo va a contar para Boquitas pintadas.

Facundo Soto propone un lugar de encuentro no virtual

 “Un espacio de despeje”

Por Facundo R. Soto

“Hace un tiempo vengo escuchando que muchos chicos quieren conocer a otros (chicos), mantener un noviazgo, armar una relación, y se les complica… Me pareció raro, habiendo tantas herramientas informáticas, redes sociales, sitios de encuentros… Lo que me graficó un chico era que al refugiarse en lo virtual la gente perdía cierto compromiso y se arriesgaban a decir cosas que frente a frente no harían. Esto se fue haciendo un hábito, y cada vez es mayor la dificultad para relacionarse. No está mal tener sexo, es básico, pero a veces se lo prioriza, y las personas, como el tema de Virus, pasan a ser “amor descartable”, por la increíble oferta que hay en los sitios de encuentros. Otro chico me decía que le escribió a otro porque le gustó su perfil, decía “busco alguien para empezar una relación, los que buscan sexo exprés, por favor abstenerse”. Pero, apenas le respondió le pidió que le desbloqueara las fotos, porque quería saber el tamaño de su verga.

Un poco así, frente a la necesidad de gente que quiere conocer gente nació la idea de armar un espacio lúdico, con el poder de las conversaciones, los juegos proyectivos y el coaching. ¿Para qué? Para destrabar, desbloquear los impedimentos que hacen que uno no avance hacia su meta y objetivos; claro que primero hay que hacer un trabajo sobre lo que queremos y deseamos, porque solemos decir una cosa y hacer otra.

El espacio está bueno porque se trabaja con confianza y respeto para poder desplegar cualquier inquietud que, quizás, sólo alguien de la comunidad LGBTTIQ pueda comprender. Hay mucha gente tímida, que va a los boliches y no conoce a nadie. Bueno, ésta es una forma de socializar, trabajar sus miedos, deseos, proyectos, lo que sea… Hay muy buena onda. Abre posibilidades. Crea expectativa. Posibilita que uno vea su tema desde otros puntos de vista… Ojo, no es un Cupido, donde la gente va de levante, es un espacio de “despeje”, donde entre todos trabajamos para sacar las piedras del camino y avanzar hacia donde uno quiere o desea… El espacio grupal es muy rico e interesante. En un punto, todos se identifican con todos, y esto hace que la problemática que uno lleva, pierda la solemnidad y el corte de tragedia que a veces lleva. Porque muchas cosas que a uno le pasan, al otro, de alguna manera también le pasan”.

 

Grupo orientado a Geek LGTBIQ

Viernes 19 a 21 en Club Cultural Matienzo

Consultas e inscripciones: literatura@ccmatienzo.com.ar

 

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El baño de los colegios, ¿lugar ideal para el bullying homofóbico?

Los baños, para muchos gays, son lugares que les remiten a placer o a los tiempos de resistencia al placer sexual cuando ser homosexual era reprimido en la Argentina. Esta es una historia distinta a aquellas. Para Luca, que hoy tiene 38 años y es un ex integrante del grupo de reflexión para varones gay que coordina el lic. Alejandro Viedma en la organización Puerta Abierta, el baño es sinónimo de padecimiento. Hoy comparte su historia: cuenta que cuando era adolescente no quería ir al baño de su colegio en los recreos por miedo a que “se notara” su homosexualidad y que esa fuera razón para que lo agredieran. Así llegó a pasar todo su colegio secundario sin ir nunca al baño en un recreo.

No es la primera vez que tocamos este tema. Les dejo un link con la historia que hace ya un par de años compartió Juane. “No podía entrar al baño de colegio porque me gritaban puto”. De este modo, podríamos preguntarnos: ¿El baño de los colegios es el lugar ideal para el bullying homofóbico?

“Durante todo el secundario evité ir al baño en el recreo”

Por Luca

Archivo LA NACION

Éste bien podría ser un cuento triste porque habla de violencia o de lo que hoy se conoce como bullying o acoso escolar, pero prefiero reconocer que lo que les contaré está basado en mi historia verídica, una novela real de impotencia, miedos, dolor y algo de vergüenza, o tanta que ni siquiera pude animarme a compartirla en el grupo de pares de Alejandro, tal vez porque necesité un tiempo más de elaboración y hoy me siento preparado para sacarla a la luz aunque no exponga mi verdadero nombre. Además, creo que seguramente otros se verán reflejados en lo que viví.

Durante todo el secundario evité ir al baño en el recreo, así que me aguantaba de hacer pis todo lo que podía o, si tenía alguna urgencia, le pedía al profesor de turno que me dejara ir en el horario de la clase.

Pensándolo ahora, el baño era (¿o sigue siendo?) hace veintipico de años para los varones adolescentes, el lugar en donde aflora el sexo: se lo muestra, se comparan los miembros en los mingitorios, se habla más abiertamente sobre todo acerca de los debuts sexuales o de las ganas de “comerse a tal minita”, se transgreden límites como el fumar, entre otras cosas, y se exacerba la masculinidad. A la vez es un lugar complicado para los gays o los sospechados de serlo, como también lo es el vestuario de los clubes o donde te hayan asignado para ir a hacer Educación Física, bah,  a jugar al fútbol, o al menos esa era la única opción para los varones que hemos transcurrido el Industrial a principios de los ‘90. Son lugares en donde más vulnerados, desprotegidos y desnudos están, literalmente, o hemos estado los homosexuales.

Recuerdo que algunos compañeros se bañaban luego de hacer gimnasia porque no volvían a su casa antes de entrar nuevamente al cole cuando teníamos doble turno. Así como los demás eso lo toman como algo natural sé que muchos gays ponen alguna excusa para que no llegue ese momento. Lejos de ratonearme con esas situaciones, a mí me ponían muy incómodo, me esforzaba en que no se notara mi homosexualidad o que no me gasten o agredan por alguna miradita que se me escapase.

Los baños, ¿lugar ideal para el acoso escolar?; Foto: Archivo

¿Por qué trataba de evitar situaciones de desnudez propia o ajena en vestuarios o baños? ¿Por pudor? ¿Por no identificarme o no encajar con los rituales comunes de los machos? ¿Para que no tengan un motivo para cuestionar mi virilidad? ¿Para no tener que aguantar los chistes homofóbicos y fáciles como por ejemplo “vos tenés ganas de que se te caiga el jabón”?

Así como los baños son terreno fértil para escribir anónimamente lo que no se dice de frente y se deja constancia de eso en forma de graffitis o dibujos obscenos, también los lugares en donde se hace Educación Física son menos vigilados que las aulas o los patios de los establecimientos escolares, será porque en esa materia lo físico, el cuerpo, los cuerpos están en juego: para jugar a la pelota o para que los machos te caguen a patadas, jugándote y juzgándote, para que te hagas macho. Allí el panóptico no es tan eficaz y entonces el hostigamiento escolar se presenta más cruelmente, sádicamente diría.

A veces no hay golpes pero me parece que el daño psicológico no es menor por los bardeos, por los comentarios denigratorios que te dejan heridas psíquicas, más que nada porque son como el pájaro carpintero que te quema el cerebro o como la gota de agua que si cae arriba de una roca por años, termina agujereándola, quebrándola. Son persistentemente molestos y atentan contra tu autoestima.

Hablando de imágenes o frases que sin firma transmitían agresión, y quizá refiriéndome a una violencia más invisible para todos, un día fui al baño antes de entrar al aula y ví en una pared algo que me hizo mucho daño. Dos compañeros míos y sus cómplices habían pegado fotos pornos de tipos con sus penes erectos con una dedicatoria para mí que decía “Rodríguez se la come”. En aquel momento despegué esas imágenes, las hice un bollo y borré lo escrito, lejos de comunicar lo sucedido en la dirección o sala de preceptores. No quería mandarlos al frente y menos aún verme más expuesto, me daba bastante vergüenza que las autoridades escolares supiesen lo que mis compañeros pensaban de mí.

En verdad pasé mis peores años en mi adolescencia, hubo varios episodios explícitos de bullying pero eso, si me animo, será para otro capítulo… Lo que sigue teniendo resonancia en mí es no poder comprender cómo se puede sentir placer en lastimar, dañar o hacer doler a un compañero, a alguien que es señalado como distinto, a quien se lo cataloga como diferente, tal vez por ser desestabilizador del orden “heterosexista”.

 

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“El amor es como una fuerza revolucionaria”

“A mí me gusta definir al amor como una fuerza revolucionaria como no hay otra en la humanidad”, dice a Boquitas pintadas Gato Martínez Canto. “El amor es lo que mueve al mundo”, arriesga su compañera Eloísa Tarruella, ambos creadores y directores del documental El Objeto de mi amor, que se estrena hoy en el cine Gaumont.

Esta película que va en búsqueda de historias de amor diversas se vive como “una odisea, una aventura, un remolino” de esos que nos despierta el amor. Y también es un recorrido poético. Comenta Eloísa: “El personaje que interpreto yo, la de una guionista que se encuentra escribiendo una película sobre el amor, es el nexo entre las historias de amor reales y las míticas/literarias que aparecen en el film (Romeo y Julieta, La Maga y Oliveira de Cortázar, Eloísa y Abelardo dos amantes en el 1100 en París). Mi personaje tiene una historia de amor inconclusa, esto interpela al espectador, lo pone como aliado y los lleva de la mano a conocer las distintas historias de amor”.

Trailer película "El Objeto de mi Amor" from Gato Martínez Cantó on Vimeo.

– ¿Por qué hacer un documental sobre el amor?

– Eloísa: El amor es lo que mueve al mundo, es un sentimiento universal que nos toca a todxs.

– Gato: Es una temática muy explorada desde la ficción pero poco desde el género documental. Nos pareció un desafío indagar en el amor con historias reales.

-Eloísa: En AMORAR, una pieza teatral que dirigí hace unos años, indagué en los objetos simbólicos y esto también fue un disparador importante para la película.

– ¿Qué buscaban? ¿Qué hallazgos tuvieron?

– Gato: Como directores, buscamos generar un cruce, un diálogo entre el documental y la ficción para abordar esta temática. También decidimos darle una fuerte presencia a lo musical (compuesta por Florencia Albarracín y Juan Matías Tarruella de “Todas las calles el día”). La música fusiona, da climas, poesía.

– Eloísa: El personaje que interpreto yo, la de una guionista que se encuentra escribiendo una película sobre el amor, es el nexo entre las historias de amor reales y las míticas/literarias que aparecen en el film (Romeo y Julieta, La Maga y Oliveira de Cortázar, Eloísa y Abelardo dos amantes en el 1100 en París). Mi personaje tiene una historia de amor inconclusa, esto interpela al espectador, lo pone como aliado y los lleva de la mano a conocer las distintas historias de amor.

– Gato: También al indagar en las historias reales, nos dimos cuenta que había muchas cosas en común con algunas ficciones: eran como odiseas, aventuras… ese remolino que nos trae el amor.

Eloísa en Europa, durante el rodaje del documental

– ¿Por qué decidieron enfocarse en el balcón de Romeo y Julieta?

– Eloísa: Investigando descubrimos que el balcón es un ícono, un símbolo del amor, que resiste el paso del tiempo.

– Gato: Shakespeare armó esta ficción antológica y luego se creó “La Casa de Julieta” donde se encuentra el balcón. Las personas que lo visitan se agolpan para estar allí. Eso construye un imaginario sobre el amor.

– Eloísa: En El objeto de mi amor el balcón funciona como disparador para mi personaje que se pregunta por el sentido de las cosas: ¿todos tenemos un objeto con historia o los objetos son cosas inanimadas que ocupan un espacio?

– ¿Cuál es el juego entre las palabras objeto y amor?

– Gato: Hay una “objetivación” del amor en estos tiempos. Preguntarse por “El objeto de mi amor”, jugando con la significación del sentido, justificación o finalidad (como si el amor lo tuviese que tener), nos hace reflexionar sobre el sentido que le damos a las cosas. El sentido que le damos al amor es muy propio, construido y en construcción. Y si trasladamos simbólicamente esa construcción al objeto del “amor”, brinda un anclaje y ayuda a pensar en una definición personal. Por ejemplo, a mi me gusta definir al amor, como una fuerza revolucionaria como no hay otra en la humanidad.

Silvina y Andrea, una de las parejas que integran el documental

– ¿Qué historia de las que conocieron los impactó más? ¿Por qué?

– Eloísa: Todas las historias tienen aspectos que nos impactaron. No podríamos destacar una sola. De Laura Lazzarino y Juan Pablo Villarino (dos escritores y viajeros nómadas), nos sorprendió la manera de conocerse y enamorarse a distancia a través del libro que escribió Juan Pablo. Que fue lo que los unió. En el caso de Silvina Maddaleno y Andrea Majul, son dos madres coraje de trillizos. Su batalla por el reconocimiento de sus derechos y el de sus hijxs, nos despierta admiración. Ariadna y Georges (ella argentina y él libanés) es una historia de amor que nos hizo recordar a una odisea, una aventura marcada por conflictos políticos/sociales…nos impactó.

– ¿Por qué incluyeron una pareja de mujeres? ¿Qué descubrieron de especial en ellas?

– Gato: Pienso que la película apunta a la diversidad, entonces por qué no contar una historia de amor entre dos mujeres. Por fortuna, los tiempos cambiaron y hoy en día las personas del mismo sexo pueden tener los mismos derechos que todxs. Esto no sucedía cuando Andrea y Silvina se conocieron (hace 20 años que están juntas). La película también da cuenta de este cambio social.

-Eloísa: Andrea y Silvina son dos madrazas que crían a tres niñxs pequeños y además trabajan muchísimo. Durante las entrevistas que tuvimos con ellas cuando se miraban había un brillo en sus ojos… a pesar del tiempo, las exigencias diarias… ese brillo.  Pienso que eso es el amor.

 

El objeto de mi amor se estrena este jueves a las 19.30 en el Gaumont

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“La idea es politizar la homosexualidad”, propone Alejandro Modarelli

Flores sobre el orín, “capullos que nacen sobre la roña de un baño público de estación ferroviaria”, dice a Boquitas pintadas el escritor Alejandro Modarelli, autor de esta obra de teatro que se estrena el próximo 17 de mayo. Habla de cómo surgió esta obra que es “el Eros porteño de las minorías sexuales y los disidentes sexuales, bajo las botas militares, que confunde en su peregrinar entre urinarios y carnavales secretos, lágrimas y placer”. Y reflexiona: “La idea que compartimos era repolitizar la homosexualidad, devolverle ese aura de revuelta secreta que la hacía en un momento tan poderosa, mucho antes de que se volviera objeto tolerado, nicho de mercado, y artículo modernísimo dentro del Código Civil”.

En esta conversación con Modarelli, también autor de Fiestas, baños y exilios y de Rosa Prepucio, él habla de esta resistencia a un orden dado, del momento en que emergió a la luz pública la aparición del SIDA, las consecuentes razias y encarcelamientos, el contramundial que se vivió en los mingitorios mientras la Junta Militar celebraba el último gol contra Holanda y Argentina, entre otras cuestiones.

Alejandro Modarelli, autor de Flores sobre el orín

– ¿Cómo surgió la obra?

– Jesús Gómez, un director de teatro venezolano que vive en Buenos Aires desde hace más de diez años, se interesó en buscar una opción a las obras de teatro con temática gay en cartelera, que son varias, y en general funcionan en registro Queer as folk. Algunas hechas con mejor suerte y con más inteligencia que otras. Pero la mayoría con esa misma impronta de pequeño drama burgués, donde los vínculos tienen un aire clonado de pista de discoteca, o se refuerzan miméticamente en la rutina del gimnasio. El mari-clon. Es decir, quería salirse de lo que consideraba un clisé estético de los nuevos tiempos, y del auge costumbrista de la promoción de la identidad gay. Pero también alejarse de otros autores posmodernos que reniegan de las clasificaciones, en el deseo de que la identidad se diluya -mariposeando siempre- en el flujo indiferenciado del deseo.

Como en la obra Cock, donde el protagonista reclama para sí la posibilidad de desear y enamorarse también de una chica. Pero ya ahí ingresamos en cuestiones teóricas, y sería complicado explayarme en esta entrevista. Lo post-gay tampoco era nuestro tema, ni nos interesaba. En una palabra, la idea que compartimos era repolitizar la homosexualidad, devolverle ese aura de revuelta secreta que la hacía en un momento tan poderosa, mucho antes de que se volviera objeto tolerado, nicho de mercado, y artículo modernísimo dentro del Código Civil.

– ¿Por qué se llama Flores sobre el orín?

– A primera vista, cualquiera podría asociar el término flores a la mariconería colibrí. Flores, maricuelas, mariposones. Orín, ya sabemos, lo que el cuerpo elimina. Pero cuando pienso en estas flores lo hago un poco al modo de Jean Genet, lo hago de modo de tornarlas  inseparables de la palabra orín. Flores sobre el orín, como vida de locas que se gesta sobre el detritus, capullos que nacen sobre la roña de un baño público de estación ferroviaria, un ciclo de/regenerativo. Gestación, gestión para el goce y resistencia contra el orden militar, porque se trata de un contexto histórico donde los encuentros sexuales, o las fiestas travestidas de los homosexuales, estaban todavía inscriptos en el código de contravenciones. Lo estuvieron hasta mucho después de la dictadura. Es decir, para el poder represivo éramos contraventores dionisíacos, con aroma a deshecho. Pero con la particularidad  de que hasta 1983, hasta que cae la dictadura,  podíamos terminar presos en la cárcel de Devoto.

– ¿Qué me podés comentar del contexto en el que se desarrolla la historia, la época de la dictadura militar?

– Te conté que la idea era repolitizar la homosexualidad en tanto resistencia a un orden dado, y una posibilidad era ponerla a jugar de nuevo en la escena del antiguo orden represivo, del que fue después saliendo (relativamente, de acuerdo a la ubicación geográfica) a través de la visibilidad, la obtención de los derechos civiles, la entrada triunfal a la ciudad democrática. Paradoja esta, porque si hay algo que hizo emerger a la luz pública la cultura gay fue la aparición del SIDA en los ochenta. Una vez desmoronado el misterio, a fuerza de tanta exhibición, y por lo tanto desactivada la presunta amenaza, la pregunta era como devolverle el interés, la pasión, a la cuestión gay. Jesús Gómez me propuso pensar una obra en la que se recuperase la memoria de las luchas políticas y la experiencia comunitaria de la clandestinidad, y que restituyera de alguna manera la importancia disruptiva que tuvo, si no sigue teniendo (tema de debate) la homosexualidad.

Alejandro Modarelli, autor de Flores sobre el orín

Yo ya había trabajado estas cuestiones en otros libros en torno de los cambios históricos en la sociabilidad gay. Así que pensé que sería interesante retrotraer el texto a la época de la dictadura argentina, en ese momento en que en América Latina seguía en funciones el modelo jerárquico marica-chongo, al estilo del Beso de la Mujer Araña, pero donde al mismo tiempo el gay norteamericano igualitarista (vos me cogés, yo te cojo), onda Village People, iba tratando de hacerse un lugar, un poco a los empujones, en unos países latinos con sexualidades más bien populares. Nacía entonces la disco mayoritariamente heterosexual, recordemos New York City, pero al cabo sobrevivía el sexo clandestino de los gays en los baños públicos. Y las consecuentes razias y encarcelamientos. En Flores…hay una historia que es central, la de un policía de la Brigada de Moralidad, Albano, que entabla una relación afectiva y comercial con la regenta de los baños públicos, la Lisette. Ese relato es de un amor infame, un vínculo de varones fuera de la ley, por cuanto Albano, casado con una típica mujer de clase media baja, embarazada,  fue expulsado de la fuerza por haber violado a un joven.

– Una frase de las que promociona la obra me resulta sugestiva: ¿Coincidís en que en la obra se palpa la resistencia del deseo bajo el terror? ¿Cómo se resiste?

– Se resiste afirmando el Eros sobre el orden de la muerte. Burlando su autoridad. De ahí que organizar una orgía secreta en la comisaría de la Casa Rosada, debajo del despacho de Videla fue, además de un hecho verídico, un acto de guerrilla urbana. Como lo fue también aprovecharse de la euforia mundialista para salir de caza de chongo ebrios de patrioterismo y con mucha cerveza en el torrente sanguíneo. Hay testimonios de que se armó un contramundial en los mingitorios mientras la Junta Miliitar celebraba el último gol contra Holanda y Argentina ganaba el campeonato. En la obra hay mucho cuerpo disponible para la parranda subversiva. Cuerpos que levantan la temperatura del público, respetables voyeristas. Una forma también, hay que decirlo, de retribuir con pan caliente el gesto amable de pagar la entrada y sentarse en la sala.

– ¿Te podés explayar en la frase: “La resistencia no es únicamente una negación: es proceso de creación: crear y recrear, transformar la situación, participar activamente en el proceso, eso es resistir”?

– Es una frase que los entrevistadores de Michel Foucault, en la revista Advocate, utilizan al comienzo de su artículo. No la pronuncia el filósofo, pero la inspira. Así como inspira la obra Flores sobre el orín. Resistir no es necesariamente desde las armas, y ni siquiera desde la militancia organizada, justo en una época donde el Frente de Liberación Homosexual (FLH) se había autodisuelto, después del golpe de Estado.  Uno de los personajes es nada menos que Héctor Anabitarte, uno de los fundadores del FLH, exsindicalista y excuadro del Partido Comunista, que interviene con sus monólogos desde un plano distinto, porque está exiliado en España. Y menciona a su antiguo compañero de activismo, Hugo,  “que no deja de yirar en los baños” aún bajo la vigilancia de las patrullas, y consigue robar así un orgasmo a la ciudad marchita. Hugo, entonces, transforma por un instante la catástrofe en una acción de arte callejero, nada menos que un pincelazo seminal en la cara de cemento de los verdugos.

Alejandro Modarelli, autor de Flores sobre el orín

– ¿Qué sentís con el hecho de verla representada? ¿Es completar un proceso?

Flores sobre el Orín es un trabajo gozoso colectivo, con los clásicos coitos interruptus que producen la tensión y los enojos transitorios. El mismo texto se fue consumando a medida que avanzaban los ensayos. Los nervios son un combustible riesgoso en el teatro, una especie de navaja que hiere aquello que el aplauso, de acontecer, sin embargo puede cicatrizar. Es mi debut como dramaturgo, supongo además que es una audacia también para muchos que dentro del elenco están formándose como actores, aunque hay algunos de ellos con una trayectoria en la escena bastante sólida. La coreógrafa y entrenadora Marcela Robbio es una profesional experimentada, y ni que decir el musicalizador Marcelo Katz.  En fin, por otra parte creo que es el emprendimiento teatral  más complejo de Jesús Gómez, pero él ya tendrá la oportunidad de corregirme si me equivoco.

– ¿Algún proyecto en el que estés trabajando?

– En este año espero publicar un segundo libro con el sello de la editorial Mansalva. Una compilación de crónicas, la mayoría publicadas en el suplemento SOY de Página 12. Y quién sabe no me anime a preñarme de nuevo con la dramaturgia. Otro hijo anómalo concebido en el burdel teatral; ya adelantaré el tema cuando esté cerca de nacer. Será, eso sí, bajo el signo de la abyección, porque solo así podré sentirlo parte de mi infame familia literaria.

 

Están invitados: desde este sábado 17 y todos los sábados a las 23 en el Teatro Payró, San Martín 766

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“Yo soy gay, pero él no”, dice Manuel

Lo primero que Manuel dice es que “sólo sucedió”. Lo segundo, un pedido: “Tal vez a alguno de ustedes, lectores que son pertenecientes a estos temas le ha pasado una situación como esta. Si es así, compartan su experiencia pues el afrontarla con uno mismo es difícil de digerir”. Lo tercero que escribe es: “Todo se basa entre dos hombres que viven juntos en una casa de estudiantes y que, como el título lo dice, uno (yo) es gay, pero el otro no”.

En este relato, Manuel, un joven de 22 años, aclara que es gay pero que si lo viesen a lo lejos pensarían que es un “hombre tradicional”. Cree que no se le nota su orientación sexual (no tiene formas afeminadas) y lo aclara porque quizá esta sea una de las razones por las cuales un amigo suyo, alguien con quien comparte su casa, se dejó llevar.

Cuenta su historia así:

Estudio una carrera profesional a punto de terminar (gracias a Dios) y he convivido con muchas personas que me llenaron de experiencia y, sin duda alguna, mencionaría a Jorge. Él es uno de mis compañeros de casa, tiene 18 años a punto de cumplir 19 (lo sé, ¿la edad me lo ha dicho todo?), llevamos medio año de conocernos, pero en ese medio año nos hemos conocido de una manera muy buena.  Interactuamos por primera vez y diría que con el paso del tiempo, por mi comportamiento y actitud él infirió mi orientación sexual.

A pesar de ésto siempre me había tratado igual hasta el momento: hacíamos cosas juntos, salir a comer de vez en cuando, ir a su habitación y acompañarlo mientras se hacía los deberes, una que otra vez embriagarnos por diversión y ver películas. Entre este lapso de tiempo no puedo negar que sentía cierta atracción física por Jorge, salía por fuera de mis gustos o prioridades, entre éstas, la edad.

Antes de indagar más en esto permítanme describir a Jorge. Vive a tres horas de distancia de aquí en un pueblo donde el ambiente no es muy urbano y las mentes abiertas no abundan, entre hombres es vaya… machista y claramente si se pasa por allí un chico como yo con mis preferencias al descubierto, lo mínimo recibiría sería un golpe y palabras ofensivas. El vino de igual manera que yo y otros jóvenes a estudiar una carrera universitaria y eso con esfuerzos porque a este chico no le atrae mucho el estudio; si por él fuera dejaría de estudiar y trabajaría, vaya que si se le ve, pero para la habilidad de diseño que Dios (independientemente de la religió en ustedes lectores) tiene un buen desempeño, veo potencial en Jorge, sólo que la flojera lo empapaba.

Cuando él llegó a la casa, entre muchas historias de familia y amigos, relució su novia. En varios momentos me había comentado sobre la mucho que la quería, las chicas que había tenido, lo que le atraía de las mujeres y lo que ha pasado entre ellas. Mi reacción ante esto era normal, como un amigo sincero, nunca he visto a Jorge con más de estos ojos, nunca lo planee en mi vida o como acompañante de vida, era un amigo muy lindo que me había aceptado por lo que soy, por ser quien soy y ser el segundo hombre que me hablaba y me buscaba para divertirse. Es entonces cuando lo sentí como un hermano, me preocupaba por él, le ayudaba en los deberes de vez en cuando. A veces él me decía que parecía su mamá.

En nuestro período de vida y en los días cotidianos Jorge y yo teníamos cierto contacto que para él se podría traducir normal. Con esto me refiero a que cuando me pidió uno que otro masaje en la espalda, quizá para él fue normal, pero para mí fue el inicio de una atracción fuerte. Después de esto era el típico roce de manos que duraba segundos en cierta parte del cuerpo o abrazos que le daba y que eran del todo normales.

Debo destacar para esta historia que hubo varios momentos en los que hubo cierto contacto un poco más de lo normal por parte mía hacia él pero que nunca se puso un alto. Esto me daba vueltas en la cabeza, pues Jorge me dejaba ciertas puertas abiertas para pensar en él de maneras distintas, pero que a mi criterio supuse que ninguna de ellas iba a suceder hasta la fecha.

Después del último Año Nuevo y Navidad y de estar en comunicación por mensajes, regresamos a un nuevo período escolar y los planes de divertirnos entre compañeros de casa fluían de manera normal.  Es entonces cuando el vaso comienza a empañarse y el escribir esto me resulta triste de recordar, pero por eso lo hice, para poder reflexionar, para ver esto de otra manera y poder comprender lo que sucedió. Sobre todo para acercarme a la típica pregunta: ¿Y si no hubiera? o ¿Por qué?

Un día Jorge me dijo que se sentía mal, al parecer una gripa tremenda le había atacado. Yo comenzaba a despertarme y como siempre hacía cada día, me gritaba para ver qué planes íbamos a hacer y si tenía algo que le aliviase el malestar. Bajó a mi habitación y se acostó en mi cama como de costumbre al lado mío. Entre mis cosas encontré algo que le aliviaría y la charla comenzó de manera cotidiana. Para esto yo comencé a tocarle la espalda pues dijo que tenía ganas de un masaje. En la posición fetal en que se encontraba y dándome su espalda hacia mí, comencé en abrazarlo de manera “normal”.

Mi mano se volvió un poco insolente y necia y realizó movimientos que “no debía”. Empezó a pasar a su espalda, a recorrer su estómago y de ahí a la “zona prohibida”. Durante todo este desenlace, Jorge me recontaba los hechos de sus novias y lo que había pasado, entre otras historias de temas diferentes, pero no se movía de la posición que tenía. Acostados, en posición fetal y su espalda dándome en la cara sin poder observar que reacción tenía, sin ver sus ojos y ver lo que su mente pensaba. Mi cara estaba en su espalda y mis labios sobre su piel. Ya habíamos cruzado la línea, todo era cuestión de tiempo.

De manera paulatina mi mano bajó y dejo en sus mentes lo que sucedió. Pero dejo en claro que yo hice todo el trabajo. No puedo permitirme revivir este recuerdo otra vez, y no por lo pasó, sino por el efecto que ésto tuvo. Después del acto sucedido, él se levantó de la cama y se retiró a bañarse. Nos fuimos a la escuela juntos y de allí no supe nada más hasta que regresé a casa.

Durante mi mañana no puedo decir que me sentí realizado o feliz por lo sucedido. Una presión derribaba mi pecho y un sentimiento entre melancolía, tristeza, culpa y otras cosas que me provocan un vomito verbal, no desaparecían.

Otra de mis compañeras de estudio, después de unos días contarle lo que sucedió, me describió a Jorge con una actitud de apagado esa tarde y cuando mi presencia volvía a esta casa, cierta actitud ya era diferente en él. Después de actuar como un “nada pasó” me dispuse a hablar con él y sus palabras fueron: “No te preocupes, solo pasó pero no quiero que se vuelva a repetir”.

Mi respuesta fue, sin reacción: ¿Cómo puedo hacer que no pasó nada cuando sí paso? Quiero saber cómo te sientes, si estás bien. Jorge respondió: “Me sentí mal conmigo mismo, sólo hay que hacer como que no pasó nada y seguir igual”.

Mi reacción fue seca, no sabía qué hacer y un sentimiento de culpa y arrepentimiento me abordaba. La relación había cambiado y así se iba a quedar. Lágrimas cayeron al suelo cuando se fue y en la calle, cuando me dispuse a irme de la casa, antes fui con él y lo abracé diciéndole: “Perdón por haberte hecho sentir mal”.

Él era la víctima, no yo, yo sé quién soy, sé qué me gusta y qué no y tengo claras mis preferencias, pero para él fue un shock lo que en su interior accedió a hacer conmigo. Pasaron dos días y entre consejos de amigos sobre lo sucedido supuse que la mejor solución era aclararlo.

Era claro que no él quería abordar el tema, que no lo mencionara, pero no obedecí tal señal. En resumen le dije que mi amistad seguía en pie, que si necesitaba yo estaría aquí, que no quería que las cosas fuesen distintas. Entre mis palabras Jorge se distraía con objetos para distraerse y con palabras de: “A sí, no te preocupes, pues ya “x” ya paso, hay que pasar de hoja”. Lo que supuse que sería una larga charla de razonamiento y reencuentro, solo duró cinco minutos y con un “todo normal”.

Me levanté, le di un abrazo y me retiré de su habitación con el ánimo por el suelo y con tuve mi desahogo, que cada tanto vuelve.

Espero que no los haya aburrido con mi historia. Tal vez haya más cosas interesantes que ésto, pero creo que quizá pueda ayudar a alguien que pase por una experiencia similar. Si ustedes tienen un consejo para mí no lo desecharía por nada. Jorge sigue aquí; hoy se fue a la escuela, antes me habría llamado para ver qué hacíamos en el día; hoy sólo se lavó los dientes y se fue.

La historia sigue su curso y si algo mueve mi rumbo se los haré saber. Gracias por su atención.

 

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Las mujeres que inspiraron a Puig: cuando el amor y la amistad se confunden

La obra se llama Impalpable y es una pieza inspirada en relatos y entrevistas de Manuel Puig. La obra trata sobre tres mujeres que, en un pueblo perdido de la Argentina en los años 50 y, tal como le ocurría al mismísimo Puig en su General Villegas, se refugian en la ficción, en el cine, para poder huir de la realidad.

Malena Schnitzer es Estela, una de estas mujeres. Ella trabaja en la pastelería de un pueblo y su amiga de toda la vida se va a probar suerte como actriz a la Capital. Estela se queda esperando allí, en el pueblo, a que su amiga la rescate. “Es interesante el vínculo entre ellas, cuando la amistad y el amor están un poco confundidos. Aunque claro que en esa época tal vez ni se permitían ellas mismas pensar en la posibilidad de un vínculo diferente”, comenta Malena en esta entrevista con Boquitas pintadas (un blog inspirado, lo digo una vez más para los que recién se suman, en la vida y la obra de Puig).

En la obra, así como ocurría entre los personajes del escritor, mucho es lo que fluye por debajo de lo que se dice; es pura riqueza aquello de lo que no se puede hablar.

Malena y Elisa, en escena. Foto: gentileza de Natalia Rubinstein

“Yo rechacé totalmente la realidad que me tocó vivir/Las comedias, los musicales: esto para mí pasó a ser la realidad/Lo otro, el pueblo, era como un western al que yo había entrado por error,/una película de la que no me podía salir./Solamente me sentía cómodo en el refugio de la penumbra del cine.” (Manuel Puig)

 

– ¿Qué se siente como actriz al encarnar a una de las mujeres que inspiraron a Puig?

– Las mujeres de Puig son complejas, llenas de capas, como collages. Y eso las vuelve muy teatrales porque rara vez ponen en evidencia lo que realmente sienten o piensan, y al mismo tiempo, sin quererlo, no pueden evitar que se les note, disimulan mal. ¡Está buenísima esa complejidad a la hora de actuar! Porque permite trabajar con muchos matices, muchas energías.

Por otra parte, pensar que las mujeres que inventamos podrían habitar el universo poético de Puig, que podrían compartir un té con alguno de sus personajes, es abrir una especie de diálogo entre ficciones, pero que implica también un cierto grado de verdad, para que el público crea en ellos.  Ese doble juego no fue tarea fácil. Armar la obra, crear estos personajes, nos tomó un proceso de dos años, e incluso hoy siguen creciendo y construyéndose, función a función.

Creo que lo más interesante ahí es esa construcción colectiva. Es decir, no sólo encarnar a este personaje sino haber creado el material y, con Sergio Calvo e Ignacio De Santis desde la dirección, con Elisa Bressán y Paula Manzone, Nicolás Bari y Matías Niebur en el escenario, dialogar con Manuel Puig a través de una nueva ficción.

– ¿Qué creés vos que expone y critica Puig de las mujeres de entonces?

– Creo que lo que más aparece en sus mujeres es la mirada del otro como parámetro. Cómo hacen o dejan de hacer frente a esa mirada. Y cómo sus deseos quedan siempre por debajo, en ebullición, intentado salir a flote pero tapados por el deber ser y las buenas costumbres. En sociedad se muestran sin imperfecciones, como madres, hijas, esposas, amigas ideales, con reglas muy rígidas y formas esperables de comportarse. Pero en la intimidad, por suerte, les pasan otro tipo de cosas, y se vuelven más oscuras, más incorrectas. Son mujeres que anhelan más libertad pero les cuesta arriesgarse, por temor a ser juzgadas y quedar desplazadas. Más allá del género, me parece que lo que Puig denuncia allí es una sociedad dividida entre fuertes y débiles, donde no hay mucho lugar para estos últimos.

– ¿Cómo influye el hecho de que transcurra en un pueblo?

– En los límites de un pueblo donde todos se conocen, los cambios más chiquitos quedan expuestos, esa mirada de la que hablábamos se vuelve más cercana. Los ojos del otro están a dos pasos y hay que tener mucho coraje para correrse de las estructuras. En las ciudades, en cambio, tenemos el manto de piedad que nos da el anonimato.

Puig cuenta en una de sus entrevistas que para él su vida en General Villegas era como un western en el que había entrado por error, una película de la que no podía salir. Y que por eso necesitaba refugiarse en la penumbra del cine, para crear una realidad diferente.

Paula Manzone, en la piel de una de las mujeres que inspiraron a Puig. Foto: gentileza de Natalia Rubinstein

Esta forma de ver el mundo fue una premisa para construir la obra. Lo que le pasaba a Manuel Puig es un poco lo que les pasa a Blanca, Liliana y Estela, las mujeres de Impalpable. La ficción es un escape para tolerar la realidad que les toca vivir en el pueblo. Las historias de las grandes pantallas les dan libertad, al menos hasta que puedan encontrarse con su propia verdad.

– ¿Sobrevuela en la obra el tema del amor entre personas del mismo sexo? ¿Cómo se lo aborda?

– En la obra está muy presente el amor entre dos amigas que tienen una relación muy cercana y deben separarse. Una de las dos decide ir a la Capital para triunfar como actriz, y la otra se queda ahí, en el pueblo, esperando que su amiga vuelva, o que la rescate.  Este vínculo entre los personajes de Blanca y Estela está en un borde, en un límite finito. Es un amor muy intenso, profundo, que las deja pendientes a la una de la otra; pero a la vez, son personajes que ni siquiera se permitirían pensar en otra forma más que la amistad para relacionarse.

Entonces trabajamos desde un lugar muy solapado el amor entre ellas, sobre todo porque el  universo puigiano nos propone algo menos explícito, que tal vez sea más difícil de elaborar pero tiene más teatralidad y resulta más interesante para llevar a escena.  La obra habla, también, de lo indefinido de las relaciones, no sólo en su forma sino también en el proceso, de esos momentos en donde cambian los deseos y entonces algo empieza a quebrarse, de a poco. También de cómo empiezan a construirse relaciones nuevas. Son vínculos que no entran en un esquema, cuesta definir. Lo “impalpable” también  se desprende un poco de eso.

 

La obra se reestrenó el miércoles 23 de abril pasado; va a las 21 en El extranjero Teatro, Valentín Gómez 3378. Apúrebse a verla que está sólo hasta el 28 de este mes

 

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“Todos tenemos el gen de la discriminación”

 “Mi misión en este tiempo no es ser mujer, es arrimarme

lo que más pueda” (Joseph)

 

Carina Sama, directora de Madam Baterflai, cuenta que el punto de partida para esta película fue el cuestionamiento a la femineidad: ¿Es una condición que nos da la genitalidad o puede ser una construcción? ¿Por qué no dejar SER al otro, si no nos hace daño? ¿Quién tiene una única verdad? ¿Por qué no abrirnos y aprender? Ocultar lo evidente nunca ha sido bueno.

“La estigmatización social que provocan ciertos medios llevando la condición del travestismo hacia el ridículo o la prostitución, hizo que me decidiera a investigar. Quería tener información de primera mano, quería saber si todos eran realmente así, no quedarme con lo que me contaban.  Así me fui informando de cuánta diversidad hay en el tema, de las diferencias profundas que hay entre el Travestismo y la Transexualidad y dentro de ella toda su gama”, dice, esta artista mendocina, en esta charla con Boquitas pintadas.

Cuenta cómo seleccionó a sus personajes en este camino hacia conocer la diversidad. “Elegí al azar cinco personas, por edades y temas que se podría tratar a partir de sus vidas: Joseph es la historia, atravesó ilesa la dictadura, es budista, es actriz y bailarina; Mariana es la inocencia y la familia; Marcela es la construcción de la mujer, las operaciones, la fragilidad de ser; Paloma es lo ilegal, lo prohibido; Carolina es la mariposa, la madame operada, pero es la única que es padre”.

Carina reconoce que sus personajes le hicieron fácil el trabajo, la búsqueda emprendida. “Todas decidieron abrirse hasta lo profundo, contando su historia con una sinceridad absoluta, desnudándose hasta la literalidad; a veces crueles y despiadadas y, otras, inocentes y divertidas, como todo su entorno más próximo: sus amores, su familia, sus amigos de los cuales me hicieron parte”.

Cartel del documental Madam Baterflai

Y agrega: “Para mí y para todo el equipo de filmación fue una experiencia muy enriquecedora, nos enseñó que todos, sin distinción, tenemos el gen de la discriminación por más que seamos los últimos en el escalón, y que hay que aceptarse a uno tal cual es, para luego aceptar al otro “Lo importante no es cómo sos, sino qué haces con lo que sos” dice Joseph. La película está llena de esas frases que enseñan, porque todas han tenido que luchar mucho, más que con la opinión ajena, con la propia que a veces es la peor. Supongo que en eso radica su sabiduría”.

La directora se refiere a un tema que, para algunos críticos en el medio generó polémica. “Hay un tema que se ha vuelto público desde hace unos meses, Paloma León volvió a prisión, algunos me dijeron que casi estaba haciendo apología del delito incluyéndola en el documental pero, para mí ESE es el tema del documental, el 90% del género vive de la prostitución, desde hace siglos se paga por protección, eso no es nada nuevo. Ella ingresó a los 19 años a una cárcel de varones por hacer algo que dice no haber cometido, ese tiempo en esa institución puede convertir a la mejor persona en la más feroz, sobre todo si sale en libertad sin tener alternativas laborales”, dice. “La idea es que no haya más Palomas, la idea es que la prostitución sea una elección, no el único medio de supervivencia. Que existan Médicos, Maestros, Abogados, Psicólogos, Verduleros, Secretarías. La vida sexual de las personas es privada: todos pretendemos el respeto a la intimidad, por qué no dárselo?”.

Para terminar, Carina propone: “Hay que fortalecer a la familia para que no cedan  ante el ojo escrutador que condena todo lo diferente, para que contengan, para que comprendan que  un hijo o una hija es para siempre y que hay que capitalizar a la diversidad, que eso nos hará más felices”.

 

Madam Baterflai se estrenó el 2 de mayo pasado en el cine Gaumont a las 20; sigue en cartel: ¡no dejes de verla!

 

Bonus track: Lo que dicen las protagonistas 

Carolina, Joseph, Mariana, Paloma

 

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Leonor Silvestri, una “máquina de guerra contra el aparato heteronormal”

Leonor Silvestri (Buenos Aires, 1976) es una activista de género, anarquista, performer, ensayista, filósofa y especialista en Literatura Antigua. Integra Ludditas Sexxxuales (así, con triple X), una “máquina de guerra contra el aparato de captura heteronormal”. Administra dos blogs (uno de ellos, “Diario de la poeta mala”, fue censurado por Google a causa de denuncias y ahora se lo encuentra aquí). El otro, con textos filosóficos y programas de acción política, es Ética amatoria del deseo libertario. Tradujo a Safo y a Cátulo, los dos grandes poetas de la tradición latina, y ha publicado introducciones críticas a la obra de ambos y Ética amatoria del deseo libertario y las afectaciones libres y alegres, en 2012. Ya tiene lista la edición de Foucault para encapuchadas, también por el sello Milena Caserola.

Su propio modo de presentación, aunque se inicie con un rodeo por vía de la negación, la define mejor que un registro de actividades: “No existe una definición sin una suerte de retrospectiva autobiográfica que me enmarca no tanto en lo que he hecho sino también en lo que he dejado de hacer, muchas veces, y afortunadamente, casi como una enfermedad o condición del cuerpo, por lo que no puedo: no ser madre, no casarme, no tener empleo, no tener un prestigio académico, no haber realizado ciertas lecturas, no tener vida familiar, no hacer nada para tener una, no ser hétero, etc”.

Y continúa: “Cuando me preguntan a qué me dedico diría que a la escritura, el pensamiento y la acción contra el sistema heterocapitalista, pero que también gozo de una vida muy sencilla y simple rodeada de afectaciones que no se parecen tanto a quien voy siendo yo ahora mismo, sino a las maneras en las que podemos sostenernos en la vida mutuamente. Como decía Arthur Cravan, creo, citando a su tío Oscar Wilde, he vivido varias vidas en una, y quien ha vivido varias vidas, también ha muerto varias muertes. En uno de esos devenires mutantes me encuentro ahora, mientras escribo estas líneas, pletórica de agradecimiento, de que pese a los padecimientos inflingidos en el cuerpo dada mi nueva condición algo dentro de mí mutará, me llenará de inquietudes y nuevos vigores que no conocía”.

El periodista Daniel Gigena mantuvo una conversación con Silvestri mientras se hallaba internada, lo que explica los “padecimientos inflingidos en el cuerpo” de los que habla. Desde Boquitas Pintadas le deseamos una recuperación pronta y le agradecemos por responder nuestras preguntas sobre su actividad y pensamiento.

Leonor Silvestri; Foto: www.tiempodebalas.cl

-¿Cómo evaluás las cuestiones de género y de las llamadas minorías, luego de promulgadas leyes que se presentan como menos conservadoras que el tejido social en la Argentina?

-¡Qué cuestión compleja! El filósofo Gilles Deleuze tiene una frase hermosa en una de sus clases sobre Spinoza, donde recomienda no perder ni un segundo criticando lo que odiamos o nos afecta tristemente, y en cambio aconseja que nos encaminemos a iniciativas de discurso (él no lo dice así tal cual) alegres, que tengan que ver con el incremento de nuestras potencias. Por otro lado, sería muy poco feliz obturar ante iniciativas que tienden a supuestas mejoras de la calidad de vida de cuerpos en situación de opresión, discriminación o segregación. Aunque una crea que esas iniciativas en realidad no mejoran nada sino, muy por el contrario, entorpecen. ¿Qué voz podría decir que se opone a que dos personas biopolíticamente asignadas al mismo sexo tengan amparo legal, protección, seguro médico, salud reconocida estatalmente, etc., sin quedar ipso facto en una alianza maltrecha con lo más rancio de las derechas? ¿No son al mismo tiempo las personas  en condiciones de privilegio más ostensibles (heterosexuales de las clases medias y las pieles blancas) las que se oponen a que después alguien quiera por vía legal modificar su identidad, sus genitales?

Dicho lo cual, creo que la cuestión nunca es, ni en estos casos ni en ningún otro, estar a favor o en contra; sino encontrar maneras de fugar, de tender fugas micropolíticas por fuera de las cartografías de algo que hemos de denominar “HeteroImperio”, es decir, el capitalismo en su fase más descarnadamente heteronomativa, con una producción psico-somático-subjetiva-deseante de anhelos de cosas tan bienintencionadas (y por ende tan peligrosas por ser manipulables y explotables) como la igualdad.

Mi temor personal ante los deseos de representación, buena conciencia y las políticas clásicas son sus afectos en términos por un lado de aparato de captura y reterritorialización hacia modos de vidas que solidifiquen y reafirmen este mundo heterosexualizante y aniquilante de todas las potencias de lo existente (no sólo de lo que aquí se está llamando “minorías sexuales”, cuestión que por ahora no abordo pero con lo cual no sé si concuerdo); y por el otro, como esos aparatos bloquean flujos de devenir, formas-de-vida, potencias radicales insondables que podrían generar nuevas maneras de habitar el aquí y ahora por fuera de los deleznables deseos heterosexuales que van haciendo de este mundo un vaciadero de desechos. ¿Qué otros agenciamientos, formas de desear y afectarse, experimentaciones,  proximidades y lejanías especialmente no humanas se niegan, se invisibilizan, se ocultan, y finalmente desaparecen cada vez que pensamos que la única existencia social es la de una sociedad estatal con derechos a trabajo, vivienda, salud, familia y propiedad para todos y todas?

En línea con las lecturas que pensadoras como Beatriz Preciado han hecho de los conceptos de sociedades disciplinares y de control tanto de Foucault como de Deleuze, vibro la idea de que la gestión molecular de los deseos opera fármaco-pornográfricamente al nivel de los afectos, y que un buen antídoto ante una limosna tan grande como la microproducción de deseo de una subjetividad “blanca, hétero, cuidada y de bien, pasiva y pacífica, temerosa y obediente” es dejarse caer, decir que no, rechazar ciertos deseos.

Leonor Silvestri; Foto: www.elciudadano.cl/

Creo que una labor fundamental es la de socavar desde los cimientos estos deseos que vivimos como tan propios pero que son tan solo una gestión global Imperial Masiva del Hétero Capitalismo, resistiendo, como nos enseñaban nuestras queridas feministas radicales de principio de los años 70, rechazando, cerrando fábricas, realizando -tal como dice el grupo insurreccionalista francés Tiqqun- la Huelga Humana, sin terminar por completo aisladas o estableciendo ridículas líneas de muerte, creando plataformas móviles donde nos cuidemos las unas a las otras con el mismo ahínco con el que algunas escalan posiciones en las góndolas de los supermercados de las famas.

 

– ¿Cuáles son los aspectos del patriarcado que todavía perduran en la sociedad argentina y cuáles serían los modos de perforar o desmontar ese discurso dominante?

-Tengo graves problemas para entender este concepto de patriarcado, aunque a veces lo uso porque sino no se puede hablar con cierto feminismo de la buena-conciencia-victimista. ¿Qué sería el patriarcado? ¿Un grupo de señores malos con conductas misóginas hacia un grupo natural de cuerpos ováricos y vaginados llamados “mujer”? La noción misma de patriarcado me es antipática porque hace la vista gorda a dos cuestiones que para mí son fundamentales: la heterosexualidad como régimen político y la idea del Hombre (anthropos, que ya sabemos, pese a que quiere decir “hombre” quiere decir “varón”) propia del Progreso y del Capitalismo, es decir, el humanismo.

En mi lectura, que no es otra que la de las cuatro soberanías sometidas que Foucault expresa en Microfísica del poder, el problema es el Humanismo, y el humanismo es hombre, y hombre tampoco es un dato transparente ahistórico sino una construcción política somato-deseante histórica y contingente, que en esta fase de la gestión  Imperial es siempre heteronormal. Asimismo, la noción de patriarcado permite la libre circulación de la buena conciencia pasiva y pacifista de la mujer blanca hétero que no cuestionara todos sus privilegios. Al margen de que tengo animadversión a la victimización de aquel artefacto político creado solidariamente por y para la heterosexualidad como régimen político llamada “mujer”, creo que son muy peligrosas estas lecturas que permiten que ingrese acríticamente, ahistóricamente, sin cuestionamientos, la biología sin política.

Varón/Mujer son constructos, artefactos sociales propios de una manera de organizar el mundo metafísicamente por pares bionómicos, antitéticos y polares que son una de las más aberrantes herencias del platonismo y sus secuaces, sus interpretaciones y lecturas que reafirman y solidifican la naturaleza. Más allá de lo teórico, es menester recordar que el poder es una relación social, y que usualmente se cede, lo cual no querría venir a decir que los cuerpos en situación de opresión son cómplices o lecturas voluntaristas del tipo “querer es poder”; sino que alienta y estimula mediante prácticas cómo construirse otros cuerpos, otras subjetividades, otras formas-de-vida colectivas que permitan enfrentar los embates de aquello que aquí se está diciendo “patriarcado de la sociedad argentina”, con estrategias micropolíticas y a todo nivel: desde grupos de defensa y ataque, autogestión de la salud, nuevas formas de placer y de sexoafectación, abortos autogestionados, formas de vida comunitaria, amistad como existencia política y agenciamiento con todo aquel contradispositivo que nos permita no sólo defendernos sino arrollar crítica y materialmente, que viene a ser lo mismo, los avasallamientos propios de la heterosexualidad como régimen político.

– ¿Qué actividad desarrollás en tus talleres y cómo resuenan las lecturas que ofrecés hacia dentro de los grupos que participan (queers, lesbianas, gays, travestis)?

– Como forma de subsistencia y ante mi alegre incapacidad para desarrollar trabajos dentro de marcos institucionales convencionales de esos que hacen creer que hay algo como formalidad, dependencia y seguridad, yo trabajo al estilo de un sofista de la Antigüedad, es decir, una persona que enseña el arte (la técnica) de leer y escribir cualquier material mediante la elaboración artesanal y de manera todo lo afectiva que se pueda la docencia con aquellas personas que quieran acercarse a aprender: brindo talleres y clínicas de pensamiento y reflexión sobre filosofías denostadas o abordadas ya sea sólo en los campos más académicos y específicos o de maneras más cerca de la doxa que de la episteme -como si la divulgación, como cualquier arte, no tuviera unas técnicas, y fuera algo menor que hacen quienes no pueden acceder a los puntos de la beca en la academia.

Es decir, me dedico a enseñar filosofía de género y feminismos queer; con un cruce con mis grandes pasiones como las filosofías post-estructuralistas francesas, las cuales siento es menester comenzar cada vez más en profundidad a amalgamar con los feminismos radicales y post-identitarios (o llamados queer para vender golosinas en la góndola de las buenas conciencias y los supermercados rainbow, como se hace ahora con esa palabrita).

Y finalmente mi trabajo de extracción de base que siempre ha tenido que ver con la cultura de la Antigüedad Grecolatina y su desmitificación como conocimiento rancio, de viejo Opus Dei -cuando sería bueno recordar que Roland Barthes era especialista en tragedia ateniense, por ejemplo- y en nada fundamental para la actualidad. Siento que en los clásicos de la Antigüedad mediterránea, además de una de las mayores fuentes de placer jamás dadas, se encuentran materiales fundamentales para vivir nuestras vidas hoy, claves para entender las trampas de la legitimidad, nuevos modos para gambetear los mitos actuales de nuestras grandes divinidades (Ciencia, Progreso, Bien).

Leonor Silvestri; foto: revistaldds.blogspot.com

– ¿Qué crítica o señalamiento harías a los grupos LGTTB argentinos, si tenés alguna, y qué relación tenés con ellos?

– Me encuentro en una situación donde, más allá de que me río mucho e ironizo mucho, no perdería un segundo de mi acotada existencia criticando y en cambio, realizando iniciativas de discurso. Obviamente esas iniciativas sonarán como críticas, incluso hasta como morales, especialmente entre aquellas corporalidades flojas, pero no son ad nominem, sino modos de conmover e indicar “eh, ves aquí hay otra manera de vivirlo, es decir, de pensarlo”.

Dicho lo cual, jamás dejaría que una persona heterosexual, blanca, privilegiada, critique delante de mi no tanto a los grupos LGTB y sus políticas, que ya a esta altura no sé ni quiénes son ni qué hacen, sino a las individualualidades que día a día le ponen el cuerpo a la heterosexualidad como régimen político y que al hacerlo mueren, como Pepa Gaitán. Tengo muchos reparos a la hora de producir cualquier crítica a las acciones de los grupos LGTB que luego puedan ser  susceptibles de sufrir una reterritorialización heterosexualizante por parte de personas que jamás van a temer que alguien las asesine en las calles o las mande a una clínica de rehabilitación de sexualidad.

Aceptaré las críticas de varones blancos cuando ya nadie tenga que salir nunca del closet, ni nadie tenga miedo de contarle a sus progenitores qué y quiénes les gustan sin miedo de ser expulsados de sus grupos de parentesco, porque el parentesco edípico, occidental y heterosexual ya no tenga ninguna relevancia. Nuestros discursos deben estar aclados de tal modo para que no pueden ser nunca utilizados por el régimen heterosexual en ninguna instancia, y debemos salir con ahinco y sin temor al cruce de cualquier que ose mofarse de nosotras, las que no somos hetersexuales.

A fin de cuentas, LGTB es el riñón donde yo parto, quizás no sea ya el corazón que palpite en mí, pero no me olvido que podré ser cualquier cosa menos heterosexual, y lo agradezco vivamente, porque no se me ocurre nada más atroz que serlo, nada mas pasmoso y vergonzante que participar de su régimen con la boca callada.

– ¿De qué manera tu escritura poética forma parte de tu tarea como activista o agitadora cultural?

– Quizás aquí deberíamos decir que la escritura poética forma parte de una propuesta política que supone colocar el cuerpo en la trinchera. He tenido, y de algún modo más o menos solapada aún tengo, una identidad como poeta, de la cual me río un tanto, y otro poco me desentiendo, porque de todas las hogueras de las vanidades sudakas que me ha tocado conocer, el poetaje me parece el más mediocre, servil, abúlico y pobretón, incluso por detrás de los academicistas paperísticos y becarios y que los artistas plásticos, ¡¡¡y eso es ya decir mucho!!!

Sin embargo, no puedo pensar la cuestión de la escritura desvinculada de una estética de la existencia, por un lado, y por el otro de unas maneras de conmover mediante la palabra al objeto capturado hasta traerlo a la presencia, sacarlo del aislamiento, volverlo presencia mágica. Pero la palabra es tan solo un arma, a veces, pese a que es mi gran medio, me parece sobrevalorada para ejercer formas de afectación y contagio más alegres que tal vez pasen por modos no susceptibles de ser comprendidos verbalmente. No me considero agitadora cultural; de hecho la cultura me parece basura, los restos que los hombres blancos dejan.

En el bosque no hay cultura, hay formas de afectación, hay que traer el bosque y devenir bosque -lejos de las asquerosas propuestas tipo Avatar- incluso a la vena que recibe la transfusión. Y en cuanto al activismo, ya no comprendo bien qué es. Hace muchos años tuve la fortuna de conocer y vincularme con una persona inusual y preclara que decía “ya no soy activista, soy un francotirador”. Me siento más cercana a las palabras de quien en aquel entonces se llamaba Joaquín Ibarburu. El arte de la existencia como modo de vida contra el heterocapitalismo, si bien tiene sus momentos de repliegue porque toda guerrera enferma, es constante, permanente, y cotidiano. Simplemente, a veces acontece que una tiene que entregar algún curriculum vitae y algo una  coloca en donde dice “profesión”, a riesgo de no poder ya más ganarse el pan.

– Además de tus talleres sobre magia y mito en la Antigüedad greco-latina y sobre identidades femeninas y tragedia griega, que das en el espacio Puerta Abierta Teatro, en San Cristóbal, ¿qué estás preparando en este momento?

– Nos encontramos con Matías Reck, de la editorial Milena Caserola, divulgando la tercera edición de nuestro primer libro prueba piloto, de creación colectivan llamado Ética amatoria del deseo libertario y las afectaciones libres y alegres, que se puede descargar gratis de Internet. Es un intento de piratear y cartografíar coordenadas antiheterosexuales por fuera del amor romántico y de actualizar los estrechos marcos del amor libre libertario. También estamos a días de la publicación por parte de la plataforma en constante devenir Manada de Lobxs como grupo de creación textual colectivo el libro Foucault  para encapuchadas, otro proyecto de ensayos post-trans-queer-feministas antihéteros desde sudakalandia, que es la extensión a formato texto de seis programas de televisión que se hicieron en el canal recuperado Antena Negra y que puede ser vistos en YouTube bajo el nombre de Foucault para encapuchadxs.

Finalmente, nos encontramos en la etapa primigenia de crear un mayor libro de ensayo filosófico llamado Clases de feminismos, donde queremos recoger todas mis notas de clases y ensayos sobre estos temas en una suerte de orgía con lo más hermoso que el pensamiento de Baruch Spinoza tenga para adornar una ética existencial feminista, con fecha aproximada de publicación para 2015. También por Milena Caserola y en la colección Impensados.

 

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