Leonor Silvestri (Buenos Aires, 1976) es una activista de género, anarquista, performer, ensayista, filósofa y especialista en Literatura Antigua. Integra Ludditas Sexxxuales (así, con triple X), una “máquina de guerra contra el aparato de captura heteronormal”. Administra dos blogs (uno de ellos, “Diario de la poeta mala”, fue censurado por Google a causa de denuncias y ahora se lo encuentra aquí). El otro, con textos filosóficos y programas de acción política, es Ética amatoria del deseo libertario. Tradujo a Safo y a Cátulo, los dos grandes poetas de la tradición latina, y ha publicado introducciones críticas a la obra de ambos y Ética amatoria del deseo libertario y las afectaciones libres y alegres, en 2012. Ya tiene lista la edición de Foucault para encapuchadas, también por el sello Milena Caserola.
Su propio modo de presentación, aunque se inicie con un rodeo por vía de la negación, la define mejor que un registro de actividades: “No existe una definición sin una suerte de retrospectiva autobiográfica que me enmarca no tanto en lo que he hecho sino también en lo que he dejado de hacer, muchas veces, y afortunadamente, casi como una enfermedad o condición del cuerpo, por lo que no puedo: no ser madre, no casarme, no tener empleo, no tener un prestigio académico, no haber realizado ciertas lecturas, no tener vida familiar, no hacer nada para tener una, no ser hétero, etc”.
Y continúa: “Cuando me preguntan a qué me dedico diría que a la escritura, el pensamiento y la acción contra el sistema heterocapitalista, pero que también gozo de una vida muy sencilla y simple rodeada de afectaciones que no se parecen tanto a quien voy siendo yo ahora mismo, sino a las maneras en las que podemos sostenernos en la vida mutuamente. Como decía Arthur Cravan, creo, citando a su tío Oscar Wilde, he vivido varias vidas en una, y quien ha vivido varias vidas, también ha muerto varias muertes. En uno de esos devenires mutantes me encuentro ahora, mientras escribo estas líneas, pletórica de agradecimiento, de que pese a los padecimientos inflingidos en el cuerpo dada mi nueva condición algo dentro de mí mutará, me llenará de inquietudes y nuevos vigores que no conocía”.
El periodista Daniel Gigena mantuvo una conversación con Silvestri mientras se hallaba internada, lo que explica los “padecimientos inflingidos en el cuerpo” de los que habla. Desde Boquitas Pintadas le deseamos una recuperación pronta y le agradecemos por responder nuestras preguntas sobre su actividad y pensamiento.
Leonor Silvestri; Foto: www.tiempodebalas.cl
-¿Cómo evaluás las cuestiones de género y de las llamadas minorías, luego de promulgadas leyes que se presentan como menos conservadoras que el tejido social en la Argentina?
-¡Qué cuestión compleja! El filósofo Gilles Deleuze tiene una frase hermosa en una de sus clases sobre Spinoza, donde recomienda no perder ni un segundo criticando lo que odiamos o nos afecta tristemente, y en cambio aconseja que nos encaminemos a iniciativas de discurso (él no lo dice así tal cual) alegres, que tengan que ver con el incremento de nuestras potencias. Por otro lado, sería muy poco feliz obturar ante iniciativas que tienden a supuestas mejoras de la calidad de vida de cuerpos en situación de opresión, discriminación o segregación. Aunque una crea que esas iniciativas en realidad no mejoran nada sino, muy por el contrario, entorpecen. ¿Qué voz podría decir que se opone a que dos personas biopolíticamente asignadas al mismo sexo tengan amparo legal, protección, seguro médico, salud reconocida estatalmente, etc., sin quedar ipso facto en una alianza maltrecha con lo más rancio de las derechas? ¿No son al mismo tiempo las personas en condiciones de privilegio más ostensibles (heterosexuales de las clases medias y las pieles blancas) las que se oponen a que después alguien quiera por vía legal modificar su identidad, sus genitales?
Dicho lo cual, creo que la cuestión nunca es, ni en estos casos ni en ningún otro, estar a favor o en contra; sino encontrar maneras de fugar, de tender fugas micropolíticas por fuera de las cartografías de algo que hemos de denominar “HeteroImperio”, es decir, el capitalismo en su fase más descarnadamente heteronomativa, con una producción psico-somático-subjetiva-deseante de anhelos de cosas tan bienintencionadas (y por ende tan peligrosas por ser manipulables y explotables) como la igualdad.
Mi temor personal ante los deseos de representación, buena conciencia y las políticas clásicas son sus afectos en términos por un lado de aparato de captura y reterritorialización hacia modos de vidas que solidifiquen y reafirmen este mundo heterosexualizante y aniquilante de todas las potencias de lo existente (no sólo de lo que aquí se está llamando “minorías sexuales”, cuestión que por ahora no abordo pero con lo cual no sé si concuerdo); y por el otro, como esos aparatos bloquean flujos de devenir, formas-de-vida, potencias radicales insondables que podrían generar nuevas maneras de habitar el aquí y ahora por fuera de los deleznables deseos heterosexuales que van haciendo de este mundo un vaciadero de desechos. ¿Qué otros agenciamientos, formas de desear y afectarse, experimentaciones, proximidades y lejanías especialmente no humanas se niegan, se invisibilizan, se ocultan, y finalmente desaparecen cada vez que pensamos que la única existencia social es la de una sociedad estatal con derechos a trabajo, vivienda, salud, familia y propiedad para todos y todas?
En línea con las lecturas que pensadoras como Beatriz Preciado han hecho de los conceptos de sociedades disciplinares y de control tanto de Foucault como de Deleuze, vibro la idea de que la gestión molecular de los deseos opera fármaco-pornográfricamente al nivel de los afectos, y que un buen antídoto ante una limosna tan grande como la microproducción de deseo de una subjetividad “blanca, hétero, cuidada y de bien, pasiva y pacífica, temerosa y obediente” es dejarse caer, decir que no, rechazar ciertos deseos.
Leonor Silvestri; Foto: www.elciudadano.cl/
Creo que una labor fundamental es la de socavar desde los cimientos estos deseos que vivimos como tan propios pero que son tan solo una gestión global Imperial Masiva del Hétero Capitalismo, resistiendo, como nos enseñaban nuestras queridas feministas radicales de principio de los años 70, rechazando, cerrando fábricas, realizando -tal como dice el grupo insurreccionalista francés Tiqqun- la Huelga Humana, sin terminar por completo aisladas o estableciendo ridículas líneas de muerte, creando plataformas móviles donde nos cuidemos las unas a las otras con el mismo ahínco con el que algunas escalan posiciones en las góndolas de los supermercados de las famas.
– ¿Cuáles son los aspectos del patriarcado que todavía perduran en la sociedad argentina y cuáles serían los modos de perforar o desmontar ese discurso dominante?
-Tengo graves problemas para entender este concepto de patriarcado, aunque a veces lo uso porque sino no se puede hablar con cierto feminismo de la buena-conciencia-victimista. ¿Qué sería el patriarcado? ¿Un grupo de señores malos con conductas misóginas hacia un grupo natural de cuerpos ováricos y vaginados llamados “mujer”? La noción misma de patriarcado me es antipática porque hace la vista gorda a dos cuestiones que para mí son fundamentales: la heterosexualidad como régimen político y la idea del Hombre (anthropos, que ya sabemos, pese a que quiere decir “hombre” quiere decir “varón”) propia del Progreso y del Capitalismo, es decir, el humanismo.
En mi lectura, que no es otra que la de las cuatro soberanías sometidas que Foucault expresa en Microfísica del poder, el problema es el Humanismo, y el humanismo es hombre, y hombre tampoco es un dato transparente ahistórico sino una construcción política somato-deseante histórica y contingente, que en esta fase de la gestión Imperial es siempre heteronormal. Asimismo, la noción de patriarcado permite la libre circulación de la buena conciencia pasiva y pacifista de la mujer blanca hétero que no cuestionara todos sus privilegios. Al margen de que tengo animadversión a la victimización de aquel artefacto político creado solidariamente por y para la heterosexualidad como régimen político llamada “mujer”, creo que son muy peligrosas estas lecturas que permiten que ingrese acríticamente, ahistóricamente, sin cuestionamientos, la biología sin política.
Varón/Mujer son constructos, artefactos sociales propios de una manera de organizar el mundo metafísicamente por pares bionómicos, antitéticos y polares que son una de las más aberrantes herencias del platonismo y sus secuaces, sus interpretaciones y lecturas que reafirman y solidifican la naturaleza. Más allá de lo teórico, es menester recordar que el poder es una relación social, y que usualmente se cede, lo cual no querría venir a decir que los cuerpos en situación de opresión son cómplices o lecturas voluntaristas del tipo “querer es poder”; sino que alienta y estimula mediante prácticas cómo construirse otros cuerpos, otras subjetividades, otras formas-de-vida colectivas que permitan enfrentar los embates de aquello que aquí se está diciendo “patriarcado de la sociedad argentina”, con estrategias micropolíticas y a todo nivel: desde grupos de defensa y ataque, autogestión de la salud, nuevas formas de placer y de sexoafectación, abortos autogestionados, formas de vida comunitaria, amistad como existencia política y agenciamiento con todo aquel contradispositivo que nos permita no sólo defendernos sino arrollar crítica y materialmente, que viene a ser lo mismo, los avasallamientos propios de la heterosexualidad como régimen político.
– ¿Qué actividad desarrollás en tus talleres y cómo resuenan las lecturas que ofrecés hacia dentro de los grupos que participan (queers, lesbianas, gays, travestis)?
– Como forma de subsistencia y ante mi alegre incapacidad para desarrollar trabajos dentro de marcos institucionales convencionales de esos que hacen creer que hay algo como formalidad, dependencia y seguridad, yo trabajo al estilo de un sofista de la Antigüedad, es decir, una persona que enseña el arte (la técnica) de leer y escribir cualquier material mediante la elaboración artesanal y de manera todo lo afectiva que se pueda la docencia con aquellas personas que quieran acercarse a aprender: brindo talleres y clínicas de pensamiento y reflexión sobre filosofías denostadas o abordadas ya sea sólo en los campos más académicos y específicos o de maneras más cerca de la doxa que de la episteme -como si la divulgación, como cualquier arte, no tuviera unas técnicas, y fuera algo menor que hacen quienes no pueden acceder a los puntos de la beca en la academia.
Es decir, me dedico a enseñar filosofía de género y feminismos queer; con un cruce con mis grandes pasiones como las filosofías post-estructuralistas francesas, las cuales siento es menester comenzar cada vez más en profundidad a amalgamar con los feminismos radicales y post-identitarios (o llamados queer para vender golosinas en la góndola de las buenas conciencias y los supermercados rainbow, como se hace ahora con esa palabrita).
Y finalmente mi trabajo de extracción de base que siempre ha tenido que ver con la cultura de la Antigüedad Grecolatina y su desmitificación como conocimiento rancio, de viejo Opus Dei -cuando sería bueno recordar que Roland Barthes era especialista en tragedia ateniense, por ejemplo- y en nada fundamental para la actualidad. Siento que en los clásicos de la Antigüedad mediterránea, además de una de las mayores fuentes de placer jamás dadas, se encuentran materiales fundamentales para vivir nuestras vidas hoy, claves para entender las trampas de la legitimidad, nuevos modos para gambetear los mitos actuales de nuestras grandes divinidades (Ciencia, Progreso, Bien).
Leonor Silvestri; foto: revistaldds.blogspot.com
– ¿Qué crítica o señalamiento harías a los grupos LGTTB argentinos, si tenés alguna, y qué relación tenés con ellos?
– Me encuentro en una situación donde, más allá de que me río mucho e ironizo mucho, no perdería un segundo de mi acotada existencia criticando y en cambio, realizando iniciativas de discurso. Obviamente esas iniciativas sonarán como críticas, incluso hasta como morales, especialmente entre aquellas corporalidades flojas, pero no son ad nominem, sino modos de conmover e indicar “eh, ves aquí hay otra manera de vivirlo, es decir, de pensarlo”.
Dicho lo cual, jamás dejaría que una persona heterosexual, blanca, privilegiada, critique delante de mi no tanto a los grupos LGTB y sus políticas, que ya a esta altura no sé ni quiénes son ni qué hacen, sino a las individualualidades que día a día le ponen el cuerpo a la heterosexualidad como régimen político y que al hacerlo mueren, como Pepa Gaitán. Tengo muchos reparos a la hora de producir cualquier crítica a las acciones de los grupos LGTB que luego puedan ser susceptibles de sufrir una reterritorialización heterosexualizante por parte de personas que jamás van a temer que alguien las asesine en las calles o las mande a una clínica de rehabilitación de sexualidad.
Aceptaré las críticas de varones blancos cuando ya nadie tenga que salir nunca del closet, ni nadie tenga miedo de contarle a sus progenitores qué y quiénes les gustan sin miedo de ser expulsados de sus grupos de parentesco, porque el parentesco edípico, occidental y heterosexual ya no tenga ninguna relevancia. Nuestros discursos deben estar aclados de tal modo para que no pueden ser nunca utilizados por el régimen heterosexual en ninguna instancia, y debemos salir con ahinco y sin temor al cruce de cualquier que ose mofarse de nosotras, las que no somos hetersexuales.
A fin de cuentas, LGTB es el riñón donde yo parto, quizás no sea ya el corazón que palpite en mí, pero no me olvido que podré ser cualquier cosa menos heterosexual, y lo agradezco vivamente, porque no se me ocurre nada más atroz que serlo, nada mas pasmoso y vergonzante que participar de su régimen con la boca callada.
– ¿De qué manera tu escritura poética forma parte de tu tarea como activista o agitadora cultural?
– Quizás aquí deberíamos decir que la escritura poética forma parte de una propuesta política que supone colocar el cuerpo en la trinchera. He tenido, y de algún modo más o menos solapada aún tengo, una identidad como poeta, de la cual me río un tanto, y otro poco me desentiendo, porque de todas las hogueras de las vanidades sudakas que me ha tocado conocer, el poetaje me parece el más mediocre, servil, abúlico y pobretón, incluso por detrás de los academicistas paperísticos y becarios y que los artistas plásticos, ¡¡¡y eso es ya decir mucho!!!
Sin embargo, no puedo pensar la cuestión de la escritura desvinculada de una estética de la existencia, por un lado, y por el otro de unas maneras de conmover mediante la palabra al objeto capturado hasta traerlo a la presencia, sacarlo del aislamiento, volverlo presencia mágica. Pero la palabra es tan solo un arma, a veces, pese a que es mi gran medio, me parece sobrevalorada para ejercer formas de afectación y contagio más alegres que tal vez pasen por modos no susceptibles de ser comprendidos verbalmente. No me considero agitadora cultural; de hecho la cultura me parece basura, los restos que los hombres blancos dejan.
En el bosque no hay cultura, hay formas de afectación, hay que traer el bosque y devenir bosque -lejos de las asquerosas propuestas tipo Avatar- incluso a la vena que recibe la transfusión. Y en cuanto al activismo, ya no comprendo bien qué es. Hace muchos años tuve la fortuna de conocer y vincularme con una persona inusual y preclara que decía “ya no soy activista, soy un francotirador”. Me siento más cercana a las palabras de quien en aquel entonces se llamaba Joaquín Ibarburu. El arte de la existencia como modo de vida contra el heterocapitalismo, si bien tiene sus momentos de repliegue porque toda guerrera enferma, es constante, permanente, y cotidiano. Simplemente, a veces acontece que una tiene que entregar algún curriculum vitae y algo una coloca en donde dice “profesión”, a riesgo de no poder ya más ganarse el pan.
– Además de tus talleres sobre magia y mito en la Antigüedad greco-latina y sobre identidades femeninas y tragedia griega, que das en el espacio Puerta Abierta Teatro, en San Cristóbal, ¿qué estás preparando en este momento?
– Nos encontramos con Matías Reck, de la editorial Milena Caserola, divulgando la tercera edición de nuestro primer libro prueba piloto, de creación colectivan llamado Ética amatoria del deseo libertario y las afectaciones libres y alegres, que se puede descargar gratis de Internet. Es un intento de piratear y cartografíar coordenadas antiheterosexuales por fuera del amor romántico y de actualizar los estrechos marcos del amor libre libertario. También estamos a días de la publicación por parte de la plataforma en constante devenir Manada de Lobxs como grupo de creación textual colectivo el libro Foucault para encapuchadas, otro proyecto de ensayos post-trans-queer-feministas antihéteros desde sudakalandia, que es la extensión a formato texto de seis programas de televisión que se hicieron en el canal recuperado Antena Negra y que puede ser vistos en YouTube bajo el nombre de Foucault para encapuchadxs.
Finalmente, nos encontramos en la etapa primigenia de crear un mayor libro de ensayo filosófico llamado Clases de feminismos, donde queremos recoger todas mis notas de clases y ensayos sobre estos temas en una suerte de orgía con lo más hermoso que el pensamiento de Baruch Spinoza tenga para adornar una ética existencial feminista, con fecha aproximada de publicación para 2015. También por Milena Caserola y en la colección Impensados.
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