“En Tucumán la escuela era mata putos”

Alejandro es un tucumano de 42 años. “Nací el 19 de mayo del 71”, dice como para dimensionar lo diferente que era por entonces la percepción de la sociedad respecto de las personas homosexuales. Cuenta que si de por sí ser gay era algo de lo que mejor no hablar en la Argentina, mucho más difícil era la vida en el norte. “En Tucumán la escuela era mata putos”, dice. “La Facu, también”. Alejandro es ingeniero agrónomo, estudió en la Escuela de Agricultura de la Universidad Nacional de Tucumán (UTN).

Por lo que él cuenta, allí sigue siendo muy complicado asumirse gay. Escribió a Boquitas pintadas para compartir una carta que le escribió a un salteño con el que vivió una historia de amor clandestina. Este hombre, de 50 años, aún no se anima a salir del clóset. Luego de vivir un encuentro amoroso, Alejandro le escribe y cuenta que para él tampoco fue fácil vivir su homosexualidad. “Mi familia es la típica familia con abolengo, súper tradicionalista, católica y muy reconocida en la sociedad”, dice, y por eso se excusa de dar a conocer su apellido. Cuenta que tiene familiares sacerdotes y uno es Obispo. “No fue fácil crecer en ese entorno”, agrega, como si hiciera falta excusarse.

Alejandro hace memoria para intentar ubicar el momento en que supo que lo atraían los varones. Cree que la mejor respuesta es “Siempre, siempre lo supe. No sé la edad exacta, pero desde que tengo memoria de sentir deseo ya se relaciona con la homosexualidad”. Esta certeza que hoy tiene, está lejos de significar que “la tuvo clara desde el principio”.

Alejandro, de Tucumán

Recuerda que la escuela secundaria era lo que típicamente se llamaba “mata putos”.  Por entonces, el amor fue más fuerte y se enamoró por primera vez de un compañero de la secundaria. “Fuimos amigos hasta los 17 y empezamos una relación de pareja que duró hasta nuestros 28 años”, cuenta. No lo podía saber nadie, claro.

Desde aquel tiempo empezó a pensar que, como todo en la vida, crecer como gay le iba a significar una práctica, un ejercicio y que tendría que esforzarse para que su familia comprendiera, alguna vez. “Supe que no quería ser un extraño allí en mi familia. Así fue que me propuse que evolucionáramos todos y con mucho sacrificio lo logré”, dice hoy, más de 20 años después. “Lo tengo blanqueado, es decir, salí del clóset y de esto hace varios años”.

Aclara que la carta que envía a Boquitas pintadas no tiene nada que ver con su novio de su adolescencia. “El chico de la carta es mucho más reciente, se llama Salvador, nos conocimos por chat por medio de una página de contacto gay. Aquí es muy usada debido a que no se puede andar mostrándose mucho”, aclara. Cuenta que él es un arquitecto de Salta, 8 años más grande que él que, sin embargo, aún no pudo asumir su homosexualidad públicamente.

“Parece increíble pero él, con 50 años, no tiene blanqueado que le gustan los hombres. Y su caso es uno entre muchos aquí en estas provincias”, dice. “Yo tuve la suerte de viajar mucho y eso me abrió la cabeza y me ayudó a ir acomodando las cosas, pero es una excepción”.

Alejandro reflexiona: “Comprendí que no debo esperarlo todo de regalo y debo desarrollar y perfeccionar mis facultades intelectuales y morales, tener el conocimiento suficiente para entender que el que nada sacrifica no tiene derecho a nada. Eso fue lo único que siempre tuve claro. Pasé por muchas etapas, desde negar mi homosexualidad a ocultarla, pasé de todo, pero al final supe que si actuaba con respeto nadie podría decirme nada”.

Esta experiencia de vida también me ayudó, de chico, a que no comprender algunas cosas no da derecho a negar, censurar, ni criticar, discriminar lo que no se entiende. “Yo sufrí la discriminación y creo que nadie tiene por qué soportar eso”, concluye.

Alejandro, en sus últimas vacaciones

Comparto con ustedes esta carta que Alejandro le escribió a alguien que conoció y con quien vivió dos días de amor. De regreso puso estas palabras en un mail que luego envió a Boquitas pintadas. 

La carta de Alejandro:

Son las 5.00 y hace ya tres día que duermo poco, estoy esperando demasiado ansioso a que llegue el día que finalmente sabré si esto va a continuar.

¿Sabés?, no sé cómo es generalmente la gente; sí sé hoy cómo soy yo, y aprendí a conocerme con el tiempo. Por eso me creo obligaciones para tener derechos. Sé que el que nada arriesga, nada obtiene; aprendí que dando me siento muy bien. Obvio no me gusta sufrir, eso te pone en una situación de debilidad, que no quiero o por lo menos no me gusta pasar.

No sé cómo estás acostumbrado vos, cómo sos realmente; no nos conocemos. Yo busco encontrar a alguien que sea capaz de vivir a mi lado, que quiera comprometerse, busco eso que normalmente se dice mi par.

No sé si vos estás acostumbrado a hacer esto que hicimos; yo no, fue muy movilizante para mi. Me tocaste algo dentro que me llevó a ir a verte a tu lugar. Vi un tipo sensible, hermoso por dentro y también por fuera; vi a alguien de quien podría enamorarme. Pensé que ir a verte significaba para mi mucho para ganar y poco que perder. Por eso no dudé en tomarme el micro e ir. Y no me equivoqué.

Hoy no tengo miedo al compromiso, a empezar algo a entregarme al otro; soy un tipo solitario y no quiero serlo. Te quiero de protagonista de mi vida. Para mí lo que pasó, estar esa noche a tu lado, oler tu cuerpo, tocar tu espalda, tu piel, me estremeció; fue mágico verte y sentirte tan cerca; me enloqueció.

Estas palabras son para decirte que me sentí muy cómodo a tu lado, me sentí un par esas pocas horas. Siento que me despertaste algo que tenía muy guardado, una gran pasión, de sentir que se me abría una luz y que podía encontrar a esa persona que quiero a mi lado para amar.

Tal vez esto te asuste, no lo sé. Espero que produzcan todo lo contrario, que sirvan para ayudarte a cruzar esa barrera del miedo, de la desilusión. Quiero ayudarte y quiero que me ayudes, la entrega se mide por quien tengas a tu lado, y yo te quiero a mi lado. Ya te empecé a amar.

Alejandro

 

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Ahora las mujeres lesbianas también tendrán su día

Las mujeres lesbianas también tendrán su día de conmemoración. El día antes del instaurado como de la mujer, el 7 de marzo, será el día de la visibilidad lésbica, en homenaje a Natalia “Pepa” Gaitán, fusilada por la espalda el 7 de marzo del 2010 por Daniel Torres, quien se oponía a la relación que Natalia mantenía con su hijastra.

Al momento del veredicto, el crimen de odio por orientación sexual no fue considerado a la hora de determinar la pena, como pidió el fiscal, de manera que el veredicto invisibilizó a Natalia como lesbiana y a toda la comunidad lésbica.

Hoy a Legislatura porteña aprobó esta iniciativa presentada por la diputada María Rachid, e impulsada por el espacio de articulación de mujeres lesbianas y bisexuales La Fulana, ATTTA (Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina) y la Federación Argentina LGBT.

Dijo esta diputada y activista por los derechos de lesbianas, gays y trans: “Esta fecha se estableció con el objetivo de reflexionar sobre el hecho de que las lesbianas han estado y están presentes en toda la vida social, cultural, económica y política de Argentina. Y con ello, pasar a la acción: la inclusión de la realidad lésbica en medios de comunicación, en las políticas públicas, en el ámbito educativo, en la atención de la salud con la creación de protocolos de atención específicos, en programas de atención de adultas mayores, y en la prevención de la violencia, la discriminación y los crímenes de odio”.

Gentileza La Fulana

En diálogo con Boquitas pintadas, la activista Claudia Castro, vice presidenta de la Federación y una de las referentes máximas de La Fulana, consideró que la visibilidad lésbica es central para eliminar prejuicios. “Mientras no haya visibilidad integral seguirá el estigma, la discriminación”, dijo. “Existe incluso la discriminación dentro del mismo movimiento. Hace quince años que participo de encuentros LGBT y allí la mayoría son gays y trans y las lesbianas estamos como siempre rasgando algo, pidiendo un lugarcito”.

 

“Existe discriminación dentro del mismo movimiento LGBT” (Claudia Castro)

 

Esta activista, la primera que en 2007 pidió junto a su pareja de entonces María Rachid turno para casarse, agregó: “Si una es lesbiana cuesta doblemente pedir la palabra, estar en lugares de poder, de decisión. Lo mismo que pasa con las mujeres en el afuera, en general, pasa peor por ser lesbiana”. Castro habló de experiencias de compañeras lesbianas que se sienten obligadas a hacer el doble o el triple de esfuerzo laboral para no ser cuestionadas. La presión es por mujer y por lesbiana.

Claudia Castro, junto a otra activista LGBT, embanderan el despacho de la diputada María Rachid

Reconocimiento a las personas trans

Además del día de la visibilidad lésbica, hoy se instauró en la Legislatura que cada 18 de marzo sea el Día de la Promoción de los Derechos de las Personas Trans en la Ciudad de Buenos Aires, en conmemoración del fallecimiento de Claudia Pía Baudracco, destacada activista de derechos humanos en general, y de los derechos de la comunidad trans en particular. Se estableció que el Poder Ejecutivo debe realizar en la semana del 18 de marzo de cada año actividades y campañas de difusión que promuevan la plena integración y el pleno goce de derechos de las personas trans.

Sobre esta conquista, Rachid consideró: “Los padecimientos de las personas trans son múltiples ya que se las discrimina en todos los ámbitos. Las estadísticas exponen que las personas trans que han alcanzado la edad de cuarenta años, pueden ser consideradas verdaderas sobrevivientes, aunque sin dudas, esa edad las encuentra -en el mayor de los casos-, excluidas de todo ingreso, beneficio social, previsional o jubilatorio, toda vez que las hostiles condiciones sociales y culturales en que se han desarrollado las han empujado a llevar su vida fuera del sistema socioeconómico formal y empleo registrado o no registrado”.

Y finalizó: “Entendemos que la declaración de un día específico sobre la Promoción de los Derechos de las Personas Trans será un paso más en la concientización de la sociedad, tan necesaria para garantizar una vida digna y plena a este colectivo”.

 

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“El amor entre mujeres conmueve desde lo ético y lo estético”

La obra narra la historia de amor entre Martina (La Poeta) y Andrea (La actriz) en diferentes momentos de sus vidas. La pasión por el teatro las juntó en los patios del Conservatorio cuando eran adolescentes. Luego sus caminos se bifurcaron y hoy se vuelven a encontrar. Pasaron años sin saber una de la otra. Sin embargo, se miran a los ojos, y es como si se derribara el tiempo. El amor, en el caso de ellas, no muere sino que se transforma.

Patricio Abadi, director de La Poeta y su novia actriz, conversa con Boquitas pintadas sobre esta obra de teatro que tiene “un afán irrenunciable para entender el amor”. Según dice, una de las formas de entenderlo es “habitarlo, escribirlo, escenificarlo”.

La obra narra, como dice su autor y director, una historia de amor entre mujeres: “El amor entre mujeres es muy lindo. Conmueve. Desde todo punto de vista. Ético y estético. Una madre con su hija. Dos amigas. Dos hermanas. Dos compañeritas de jardín. Dos ciegas. El amor entre mujeres es tan natural como cualquier vínculo humano”.

La actriz y la poeta

– ¿Por qué decidiste escribir y trabajar este tema?

– El tema del amor es atemporal e infinito. Transitado desde la antigüedad hasta la postmodernidad con diferentes tratamientos  o enfoques sigue siendo un factor de resonancia en el humano, de identificación,  hay un afán irrenunciable para entender el amor. Una de las formas de entenderlo es habitarlo,  otra, bien podría serescribirlo, escenificarlo, utilizar los mecanismos de la ficción para poder conocer más acerca de su funcionamiento.

– ¿La historia transcurre en esta época?

– La obra atraviesa una franja temporal que va desde los  años 80, que es cuando las protagonistas se conocen, en su adolescencia; el momento más punk de la pareja, hasta  llegar al presente donde la maduración del amor arriba no sin dificultad, porque las chicas crecieron  y la obra muestra como se reconstruye el amor según el paso del tiempo. Cuando ese amor debe trascender la nostalgia y los mecanismos ya obsoletos de la relación, es entonces cuando la pareja, si aún siente el amor, debe edificar nuevamente esa catedral de a dos.

Patricio Abadi (32 años) es el joven autor y director de la obra; posa en la puerta de Onírico

– ¿Hay una intención explícita de plantear el amor entre mujeres? ¿Por qué?

– El amor entre mujeres es muy lindo. Conmueve. Desde todo punto de vista. Ético y estético. Una madre con su hija. Dos amigas. Dos hermanas. Dos compañeritas de jardín. Dos ciegas. El amor entre mujeres es tan natural como cualquier vínculo humano. Por eso, en el caso de la obra, el hecho de que se trate de un amor que involucra el erotismo, el amor pasional, no me parece algo excéntrico: es una forma más de representar el amor entre mujeres. Wilde decía: “El amor que no puede decir su nombre”. Eso era otra época.  Este amor se pronuncia, se desarrolla,  se disfruta aún presentando sus conflictivas como toda relación de pareja existente, más allá del género.

– ¿Cómo funciona esto en la obra?

– En la obra, la circulación emocional, intelectual, profunda, superficial y erótica acontece. Porque el amor es cursi, es pudoroso, es impúdico, es arrojado. Es de mil de maneras y otras mil más que no conozco. El amor es un estado de ánimo. Sagrado. No lineal, ni permanente. Pero es sagrado cuando se hace presente. Pappo dice: “Nada como ir juntos a la par”. Y eso tan sencillo es sagrado.

– ¿Qué te dice el público después de ver la obra?

-El público reacciona de una manera muy emotiva frente al espectáculo. Luego de estrenar la obra y con las respuestas del público llegamos a la conclusión  de que estamos haciendo una comedia romántica entre mujeres. Una comedia romántica poética, donde el género comedia romántica toma otros senderos que los estandarizados y se mete en sectores poéticos a través de la escritura  (la dramaturgia – el texto), a través de lo pictórico de los cuadros escénicos. El rol de la iluminación es sumamente enriquecedor. Trabajamos con un iluminador muy sensible, Ricardo Sica, que fue metiéndose en los colores de la obra, pintando una acuarela de cada momento. Y en Onírico, el teatro que inauguramos en Palermo, donde se presenta esta obra hay una exuberante vegetación que nos provee un fondo natural, hipnótico, ideal para el marco visual de La Poeta y su novia Actriz.

La poeta y su novia actriz

– ¿Y el trabajo actoral?

– Es insoslayable hacer mención al tratamiento de la actuación profundamente comprometida de Umbra Colombo y Laura López Moyano, dos actrices tan complementarias como excepcionales. En la platea vemos gente descostillarse de risa, llorar de la emoción frente a momentos dramáticos, vemos gente que llora y que se ríe al mismo tiempo, vemos gente besándose, parejas que se miran en la obra como frente a un espejo y se ríen por identificación. El público está vivo. Pero lo que viene predominando y nos llena de satisfacción desde nuestro humilde lugar de  generadores de estímulos, es que la gente sale del teatro reconfortada, con una sonrisa, modificada, como de un viaje. Se los ve felizmente cansados.  Y es lindo que el teatro haga pensar, reflexionar, pero que también conmueva y divierta sin caer en  lugares comunes por exigencias externas a la naturaleza poética que la obra precisa. Que te valga la pena sumergirte durante una hora en el submarino de la ficción.

 

Podés ver La Poeta y su novia actriz los viernes a las 21, en Onírico, Espacio de arte (Fitz Roy 1846, Palermo)

 

 

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Se olvidó de los curas, dejó el rubgy y se exilió con su novio en EE.UU.

Miguel Mihura tiene 45 años, es de la Ciudad de Buenos Aires. Se educó en un colegio religioso de Buenos Aires y su pasión siempre fue jugar al rugby. Desde los 15 años supo que le atraían los varones. Recién a los 34 puedo empezar a decirlo.

“Al tener muchos amigos del rugby y haber pasado por una escuela de curas me fue muy difícil aceptarlo. En el colegio, pensar en una mujer era pecado; querer a un hombre era, directamente, el infierno más temido”, dice en diálogo con Boquitas pintadas. “Además, la época: 30 años atrás eran otras las situaciones para nosotros. Ahora hasta puede parecer fashion ser gay”.

Luego de leer algunas de las historias publicadas en el blog, Miguel decidió contar la suya. “Quizás sirva a otras personas a darse cuenta que uno no elige esto, que es normal morirse de miedo, angustiarse, pasarla mal pero que se puede alivianar la cosa si uno por sobre todo se acepta y acepta su realidad”, dice.

Este es su relato de vida. Los invito a leerla. Luego, comentamos.

 La historia de Miguel

Por Miguel Mihura

Miguel Mihura, cien por ciento deportista

Me llamo Miguel, la primera vez que me di cuenta de que me pasaba algo diferente con respecto a los hombres fue a los 15 años. Había visto en la tele un programa llamado “Compromiso” en el que actuaba Darín. El flaco no sabía si quería estar con su novia o con un flaco. Corría el año 1983.

Era más que obvio que prefería al flaco, la cosa que yo al otro día fui y le conté súper angustiado a mi vieja que creía que me gustaban los hombres. Ella llamó a mi papá y él, que nunca se hizo mucho cargo de nada (sorry viejo), lo llamó a mi tío cirujano (quizá para que me extirpe el cerebro). Entonces mi tío vino a hablar conmigo y me dijo que yo tenía el físico de un chico de once…sí, además de todo el tipo de desarrollo tardío de cuatro años, y que esto de la homosexualidad eran sólo fantasías y que “se me iba a pasar”.

Así pasé mi adolescencia de crisis en crisis angustiado hasta la manija por momentos, en una palabra a los tumbos. Todos mis sueños eran con hombres, en muchos de ellos terminaba “mojado” y con una angustia horrible. Debo aclarar que fui a un colegio de curas y jugué al rugby 24 años así que imagínense la carga adicional y el pánico.

Compañeras de Miguel le hicieron un cartel por su debut en la primera del club Cuba

A los veinte, un día yendo para la Facu mi cabeza dijo “basta” y tuve un ataque de ansiedad que nunca había sentido, no me podía controlar. Mi vieja me derivó a una psiquiatra y esta mujer no sabía qué hacer y me derivó a un grupo llamado “hospital de día”. Ahí me entrevistó el jefe de psiquiatría y le dije que creía que estaba así porque era gay pero no me lo podía aceptar. Me dieron siete pastillas distintas y me indujeron a una depresión absoluta.

Durante un año y medio estuve en esa especie de “loquero”, de 8 a 15. Allí nunca hablé con nadie, no tenía ganas, estaba totalmente ido, drogado.

Al año y medio mi madre le dijo al jefe de psiquiatría que me iba a sacar de ahí y él le dijo que si lo hacía me iba a suicidar. De más está decirles que estoy vivito y coleando.  En fin, me costó como un año más volver a “insertarme” en la sociedad. Desde entonces me dije a mí mismo que del tema gay no hablaba más.

Ya tenía 23 años y todavía no había besado a ningún ser vivo, así que empecé a salir con mujeres y volví a jugar al rugby. Llegué incluso a la primera en el club Cuba. Durante 10 años más mi vida siguió entre buenos momentos, miedos, secretos, angustia, etc.

Miguel (1° a la izquierda, arriba), minutos antes de empezar un partido de Rugby

Tuve varias novias y además conocí un montón de prostíbulos tratando de sacarme de la cabeza el pensamiento “taladro” de: “Sos gay, sos gay”. Además, me decía a mí para convencerme: “Si estoy con minas, cómo voy a ser gay”.

Finalmente, y luego de dos años de terapia, mi psicóloga me dijo un día: “Miguel, hacé lo que sea con cuidado fuera de tu casa porque sino te vas a enloquecer”.

Fue escuchar esas palabras y luego de 19 años de torturarme fui al boliche gay y nunca más me sentí culpable. Cuando a mis 34 años salí del clóset fue como un chico al que lo dejan salir a jugar. Me sentía feliz.

Tiempo después, me enamoré de un chico y, para poder vivir en libertad mi homosexualidad, decidí irme a EEUU. Para mucha gente, me iba a estudiar. Antes de irme se lo conté a mi hermana y le pedí que ella se lo contara a mi vieja y a mi otra hermana. Me quedó mi hermano, porque no se animaba. Al final un día él me llamó llorando cuando se enteró; me dijo: “Lloro por todo lo que tuviste que pasar ese tiempo y yo sin poder ayudarte”.

A mi papá se lo dije mucho después. Como ellos están separados no se enteró. Cuando se lo dije se quedó mudo al teléfono. “Otro día hablaremos”, dijo y me cortó. Fue la única vez en la vida que lo noté afectado por algo, estaba como llorando. En una charla posterior me dijo que se sentía muy culpable. “Fui un padre tan ausente”, me dijo. Le respondí que sí, que había sido el número uno en ausencia, pero que no era por eso que me gustaban los varones. Que no se echara culpas.

Hoy toda la familia me acepta y me quiere como soy. Vivo acá, en la Argentina. No hay nada de lo que huir.

Nadie elige ser gay. Si, no vivir una mentira.

Saludos, Miguel

Miguel, de viaje, en una postal de la libertad

 

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Películas gays que ayudan a construir la identidad sexual

Este es un post de Martín Dutelli, un colaborador de Boquitas pintadas, que ayuda a pensar la relevancia de ciertas películas en construcción de la identidad sexual. Dice Martín: “La realidad que refleja el cine de temática gay puede ser hablada, puede verbalizarse, y a partir de ahí es desde donde se construye la salud. Cuando se sabe y se comprende lo que pasa, y el valor de los protagonistas acompaña, el vacío se transforma en contención, ya que esas imágenes son cómplices de lo que uno siente y desea”.

Un repaso íntimo de películas como Fama, El beso de la mujer araña, Maurice, Mi vida en rosa en este texto inspirado en el amor.

 Otro modo (cinematográfico)  

Por Martín Dutelli

Martín Dutelli, un amante del buen cine

Cuando era adolescente, casi sin darme cuenta, estuve construyendo mi identidad sexual.

Como dijo un compañero en el grupo de reflexión para varones gay al cual asisto en Puerta Abierta hace varios años y que coordina el Lic. Alejandro Viedma: “A mí el cine me educó, me habilitó”. Las películas nos educan y es ciertamente así, como los libros también nos abren el panorama.

Recuerdo que uno de los primeros libros que leí “con orientación homosexual” fue La brasa en la mano, de Oscar Hermes Villordo. Me lo tragué en silencio, sin decir palabra, a escondidas. Guardaba el libro debajo de mi colchón, esperando que no fuese encontrado.

Ahora haciendo un flash back, rememoro que cuando era casi un púber descubrí en la película Fama el personaje gay, como un pobre chico que la sociedad apuntaba con el dedo acusador, y me sentí identificado. Yo me fui convocado al silencio: la marcha iba por dentro, cada vez que había alguna pauta, alguna imagen que tuviera que ver con lo que todavía estaba dentro del clóset, se me prendía una alarma roja en la cabeza, haciendo ruidos desaforados.

-Trailer oficial de Fama-

 

Recuerdo también en mi temprana adolescencia cuando fui a ver la película El beso de la mujer araña con mi madre, con “imágenes escandalosas”, puro deleite para el ojo gay. Escenas en las que Raúl Julia y William Hurt tienen una especie de coito, empezando por un beso apasionado entre dos varones. Uno de ellos gay y el otro heterosexual, pero que sucumbió a los brazos del sexo en una oscura cárcel, permitiéndose el afecto del otro ser.

-Trailer de El beso de la mujer araña-

 

La procesión seguía por dentro. Pronto ví películas como Maurice (miles de veces); era un placer observar cómo dos hombres se tocaban, se besaban y acariciaban. Iban descubriendo su sexualidad y, a través del tiempo, fueron formando cada uno una manera de amar diferente. No obstante, siempre lo mismo: afloraba en mí una pulsión de ir a ver Maurice y al unísono seguía mintiendo en mi casa, que iba a ver otra película.

En este momento me pregunto: ¿Cómo nos fueron marcando las épocas? Creo que el cine se convierte en un espejo de lo que está sucediendo en la sociedad, es decir, el cine refleja, como un espejo, lo que la sociedad va viviendo, elaborando; es como si la sociedad entera fuera al consultorio de un psicólogo y le dijera: “Nos pasa esto, esto y esto, ¿qué podemos hacer?”.

Y el mismo analista, que también es parte de la misma cultura, nos contestara que frente a eso, sólo podemos transitarlo, elaborarlo, actuarlo, salir de la jaula de las locas, afrontar la ley del deseo, tener sexo como el sexo de los ángeles, amar extrañamente, saber todo sobre mi madre, ser gente como uno, intentar la mejor manera de caminar, conocer otro amor y más, mucho más… Luego abrir los ojos, y ver que todo esto no es más que otro modo. Pero que también  tenemos permiso para vivirlo. Hacerlo carne, concretar.

Cambios en la sociedad

En algún momento, antes, después o durante, aparecieron (a mediados de los 80) las películas argentinas Adiós Roberto y Otra historia de amor. La primera trataba el tema con un poco de culpa del lado del protagonista. En aquellos años vemos cómo la sociedad fue cambiando, porque en la segunda, los protagonistas se permiten el encuentro.

Y ni hablar de los espectaculares avances de los últimos años, concretados en la igualdad de derechos, principalmente con la ley de Matrimonio Igualitario y la ley de Identidad de género. Estos avances recientes me conectan con que semanas atrás ví Mi vida en rosa. La película es franco-belga-británica, del año 1997. Nos plantea la vida de un niño, Ludovic, que se siente niña y en cada ocasión que puede, se viste de mujer.

-Trailer de Mi vida en rosa-

 Con vestidos de su hermana. Él o ella, entabla una relación con el hijo del jefe de su padre. Que es también compañerito de colegio, Jerôme. Ludovic le asegura todo el tiempo a su familia que Jerôme y ella se van a casar. Lo que pasó después fue que los descubrieron jugando al casamiento y ahí empezó la guerra entre familias. La poca tolerancia a lo diferente. Empezamos a ver cómo maltrataban a ese/a niño/niña que sólo quería ser ella.

Tanto su familia como el resto de la sociedad, sobre todo en el colegio, le armaron escándalos, echándole la culpa a la niña simplemente por querer ser ella. Es una hermosa película que trata la discriminación, la homo o transfobia, la ignorancia, pero también en algún momento se entabla la aceptación, porque mientras se anide el amor, se podrá triunfar en lo que se ES y ya no sólo soñar con lo que unx podría ser.

“Y así  seguimos andando

curtidos de soledad,

y en nosotros nuestros muertos

pa’ que naide quede atrás”

– Extracto de Los hermanos, de Atahualpa Yupanqui –

 

Considero que somos la esperanza de nuestros antepasados, y las películas son como el documento digno de lealtad frente a lo que acontece.

En cuanto a la identidad sexual, es de destacarse que esta realidad que refleja el cine LGBT puede ser hablada, puede verbalizarse, y a partir de ahí es desde donde se construye la salud. Cuando se sabe y se comprende lo que pasa, y el valor de los protagonistas acompaña, el vacío se transforma en contención, ya que esas imágenes son cómplices de lo que uno siente y desea.

Concluyo, siguiendo estos lineamientos, que hoy ya es momento de abrir la puerta, para que quede la Puerta Abierta y podamos salir del clóset, con o sin celuloide.

Pero enteros.

-Los hermanos, Atahualpa Yupanqui-

(*) Escribí el presente artículo y lo hice con mucho amor para Alejando Viedma. Me inspiré desde de que nos comentara que en este mes de junio viajaba a Israel a dar un par de charlas e iba a disertar en la Primera Conferencia Internacional LGBT del Festival de Cine de Tel Aviv.

 

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“Cuando le pregunté a mamá qué era ‘tortillera’ me dijo ‘cochina”

Para cerrar la serie de notas sobre sexualidad en la adolescencia, y después de reflexionar sobre “el derrumbe del ideal de padre e hijo“, “la bisexualidad y la homosexualidad en la adolescencia” y también sobre “los riesgos del hostigamiento escolar a causa de la orientación sexual de un joven”, dos psicólogas especializadas en el tema aportan sus miradas; se apoyan en relatos de jóvenes varones y mujeres que ponen en evidencia sus padeceres a causa de su orientación sexual.

El primer caso que menciona la Lic. Graciela Balestra, es el de Silvia, una chica que empezó a sufrir los prejuicios que giran en torno a ser lesbiana aún sin saber siquiera lo que era gustar de alguien. “Tenía 10 años cuando volviendo del colegio al cruzar el parque unos chicos me gritaron ¡tortillera!. No sabía lo que significaba esa palabra, pero sonaba a insulto. Llegué a mi casa y le pregunté a mamá, que me contestó: “No seas cochina”.

Balestra, coordinadora de la ONG Puerta Abierta, presenta éste y otro caso para reflexionar: “La adolescencia suele ser de por sí una etapa difícil. Aún más para quienes guardan un secreto a costa de su vida. Lo que escuchamos con frecuencia de mujeres lesbianas en el consultorio es que desde muy jóvenes se daban cuenta de que lo que sentían no encuadraba dentro de la norma y a menudo sufrían enamoramientos fortísimos hacia amigas, profesoras, compañeras, que nunca se enteraban de que eran objeto de tamaño sentimiento”.

Precisa que lo que exactamente sufrían es el término, porque ese amor no les generaba alegría, al contrario, era vivido con culpa, en silencio, a escondidas, “haciendo fuerza para que no se note, porque la mínima sospecha podía ser objeto de la más cruel burla de todos y del rechazo de la persona amada”.

La psicóloga termina de relatar la historia de Silvia, esta chica de 10 años. Luego de recibir esa respuesta de su madre, que le dijo “No seas cochina”, ¿De dónde sacás esas cosas?”, ella entendió que la palabra era “muy fea”. Ella lo expresó así: “Entendí que era algo muy feo lo que veían esos chicos en mí. Y ese día empecé a sentir vergüenza de algo que hasta ese momento me hacía feliz y que era lo único que encontré distinto en mí de las otras chicas: verme masculina”.

Besos en DF, México; Foto: Ignacio Lehmann; proyecto 100 World Kisses

La Lic. Stella Maris Gioiosa, que trabaja a diario en su consultorio con chicos y jóvenes, aporta dos situaciones clínicas que ayudan a pensar en la posibilidad de la homo y la bisexualidad en la adolescencia. A los pacientes, dos varones, uno de 18 y otro de 43 años, los menciona como A y B. Comenta Gioiosa que en ambos casos es para resaltar que manifestaron sus temores acerca de la aceptación familiar y de amigos. “En ambos casos constituyó un alivio poder vivir su sexualidad y otros aspectos de su vida plenamente cuando la homosexualidad dejó de ser un secreto”.

Le resulta interesante remarcar cómo la preocupación por la sexualidad deja inhibidos otros aspectos del desarrollo necesarios para ellos, como estudiar, trabajar y divertirse.

“Se trata de dos varones, uno de 18 años, al que llamaré A y otro de 43, al que llamaré B. El caso de A se plantea como muy interesante ya que tuvo encuentros (besos) con mujeres y se le presentaba el mandato de tener que probar tener relaciones con ellas, cuando en realidad su verdadero deseo y atracción se orientó a chicos de su edad, incluso constituyendo una pareja con rasgos de permanencia y formalidad que se mantuvo por varios meses”.

“La idea de mandato aparece después de trabajar el tema y no de inmediato. Más bien constituye una construcción. Aclaro que atendí por primera vez a A en edad escolar por preocupaciones de maestra y padres respecto de no poder responder a consignas de agruparse los nenes con los nenes y las nenas con las nenas, para juegos o actividades en la escuela. Se quedaba en el medio, sin saber en qué grupo ubicarse. Ahora también recuerda su gusto en la infancia con un hombre al que vio por TV, lo cual comenta a uno de sus progenitores, recibiendo una respuesta de sorpresa “desagradable”, lo que lo llevó a corregir sus dichos”.

“El caso de B lo retomo en tanto los recuerdos que aparecieron de su adolescencia en colegio religioso otorgaron un tinte oscuro y angustioso a la orientación sexual que ya percibía en relación a los varones, también sintiéndose anormal y diferente. En este caso, también hubo un noviazgo pero con una chica, el cual terminó al poder asumir su verdadero interés sexual. ¿Se trató de un intento de formar parte de la heteronormalidad?”

Foto: Ignacio Lehmann; proyecto 100 World Kisses

Para concluir, Balestra presenta el caso de Laura, la chica que a los 14 años se enamoró de su mejor amiga, a quien nunca se animó a confesarle su amor por miedo a perderla. Ocurrió un distanciamiento forzado e inexplicable. Laura sufrió mucho, pero no pudo hablar de esto con nadie durante 20 años.

“A los 14 tuve mi primer amor. Me enamoré de mi mejor amiga. Era un amor tan fuerte que dolía. Pensaba en ella día y noche, me llenaba el alma verla, le regalaba chocolatines y la ayudaba en todo lo que podía. Soñaba que éramos novias y  que la besaba. Ella me quería mucho, éramos muy amigas, pero nunca le dije lo que en realidad sentía. Tenía miedo de asustarla y perderla. Un día la madre le encontró una carta que yo le había escrito”.

“Evidentemente mi carta desbordaba de amor y se dio cuenta. Hubo una reunión familiar entre mis padres y los de ella a la que no nos dejaron asistir. A partir de allí nos separaron, nunca más la pude volver a ver. Inexplicable el dolor que sentí ante una injusticia que no podía comprender. ¡Si yo jamás le haría daño!”

“Me llevó más de un año de depresión, pasé de ser una alumna brillante a repetir el curso y hasta tuve deseos de morir. Y lo peor es que jamás hablé de esto con nadie, hasta 20 años después, que empecé terapia con la lic. Graciela Balestra. Antes había hecho otras terapias pero no me animaba a contarlo porque no sentía que esos terapeutas me pudieran entender”.

“Hoy puedo vivir siendo lesbiana libremente. Asisto a los grupos de reflexión de mujeres de Puerta Abierta y por fin logré sentirme normal. Pero perdí veinte años de mi vida sintiéndome enferma, intentando adecuarme a lo que los demás pretendían de mí. Y ahora veo que no soy la única. ¿Quién nos va a indemnizar por tanto sufrimiento inútil?”.

 

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¿Viejos, putos, tristes y solos?

Roberto envió esta historia como una especie de homenaje a un hombre que fue su primer amor, hace 35 años. Esa porción de tiempo no es un dato menor: él menciona el contexto para recordar que en aquella época lo gay era lo prohibido, lo innombrable, lo inmoral.

Roberto rememora un momento que no puede borrar de su memoria: cuando su prima le preguntó quién era Carlos, ese chico que estaba siempre con él, lo presentó como un amigo, no pudo decir que era su pareja. “Eran tiempos en los que tenía incorporados varios mandatos sociales negativos, en donde a los homosexuales nos pronosticaban terminar nuestra vida siendo viejos, putos, tristes y solos”, dice ahora. Carlos se enojó en ese momento. Luego la historia tuvo sus vueltas.

En este relato hay dolor, amor, placares, humor, política. Te invito a conocerla.

Avenida Santa Fe, emblemática para el levante en otros tiempos

 

Homenaje a una historia de amor que sucedió hace 35 años

Por Roberto

Asisto al Grupo de reflexión de Puerta Abierta desde hace seis años. Es un espacio que me da la oportunidad de pensar y compartir sobre situaciones de nuestra vida. Nuestro coordinador, el Lic. Alejandro Viedma, nos incentiva -entre varias otras cosas positivas y saludables – a escribir sobre estas vivencias. Si pienso que aproximadamente hay 52 miércoles por año, menos 2 miércoles de vacaciones que se toma el moderador, calculando que tendré 3 faltas por año, serían 272 miércoles de mi vida que vengo contando y escuchando muchas cosas. A veces me pregunto: ¿qué me quedará para contar?

Pero siempre surge algo…

Luego de varios años, me reencuentro con mi primera pareja a la que yo siempre cuento que es mi primer amor. Con él no tuve más remedio que salir del clóset, honestamente yo pensaba que con estar a su lado no tenía opción, yo tenía en ese entonces 19 años, no tenía amigos porque había venido de Uruguay y él tenía 30 años. No tenía forma de justificar ante los ojos de mi familia cómo lo había conocido, ya que además en ese entonces trabajaba en la empresa familiar, no estudiaba y toda mi vida social giraba en torno a la familia.

Sin embargo, nunca dudé en integrarlo a mi vida, por lo cual lo presenté sin ningún problema de mi parte: era la persona que amaba y no encontraba ningún motivo para excluirlo. A pesar de eso, me acuerdo de algo que no me enorgullece. Una vez mi prima me preguntó por nuestra situación y yo le dije: “El sí es gay, yo no”, cuestión que a mi pareja le molestó mucho por un lado el outing (lo deschavé) que le había propinado y por otro lado el que yo hubiese negado lo mío y por ende nuestra relación. Eran tiempos en los cuales tenía incorporados varios mandatos sociales negativos, en donde a los homosexuales nos pronosticaban terminar nuestra vida siendo: “Viejos, putos, tristes y solos”.

Para octubre pasado lo llamé por su cumpleaños, le mandé un mensaje a él a Carlos, y, como estaba de viaje, a su regreso me llamó a casa. Para mí fue una alegría tremenda.

Hoy nosotros ya tenemos nuestros largos años y él no cambió para nada en su forma de ser, sigue yendo a bailar los sábados como lo ha hecho toda su vida, de hecho me lo encontré hace dos meses en Contramano.

Vincent Aubin y Bruno Boileau, la primera pareja del mismo sexo que se casó en Francia; Foto: AFP. (Aclaración: Reemplacé la anterior foto que ilustraba el post a pedido de la pareja que aparecía besándose; se sintieron demasiado expuestos)

En la charla telefónica de aquella vez me contó sobre su vida, su madre, etc. Continuó tratándome de la misma manera de siempre, es decir, me cagó a pedos como si siguiéramos siendo una pareja y ahí arrancamos a conversar sobre nosotros en aquellos días de nuestra juventud.

Carlos siempre se destacó por su memoria. Me empezó a decir cosas nuestras que yo tenía (digamos) olvidadas; por ahí me expresa que yo soy su gran amor, que fui el primer hombre que él amó (¿hombre?, yo tenía 19 años), y en eso me dice: “Nosotros nos conocimos el 28 de marzo de 1978 en avenida Santa Fe y Rodríguez Peña a las 21.45”. Y yo le acoté: “Sí, en la puerta de un negocio que tenía productos importados que era el único en Buenos Aires que traía perfumes, remeras Lacoste”. Y le seguí diciendo: “Yo venía caminando detrás tuyo y vos movías el culo como ninguno” (en esos años la avenida Santa Fe era como Bunker, una pasarela pública en donde se levantaba y conocía mucha gente), a lo que él me dijo: “Ahhh, mirá vos… ¿Vos te acordás cómo venías vestido?”. “No, ni en pedo”. “Tenías un jardinero de jean sin nada debajo, zuecos de madera y movías el culo más que nadie de avenida Santa Fe”.

Me terminó de decir eso y mi propia imagen se me representó automáticamente.

Cuando corté, me puse a pensar y me pregunté: ¿Realmente lo necesité a él para salir del placard con mi familia?

A esta altura parece que me basté solito, era un putito hecho y derecho…O mejor: hecho y zurdo.

 

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Adolescencia gay: el derrumbe del ideal de padre e hijo

En algunos post anteriores reflexionábamos sobre la bisexualidad y la homosexualidad en la adolescencia, también sobre los riesgos del hostigamiento escolar a causa de la orientación sexual de un joven. Esta vez, el Lic en Psicología Diego Samara ayuda a pensar sobre las desilusiones tanto de padres hacia sus hijos, como de estos últimos a sus mayores cuando los adolescentes se asumen gays.

Dice Samara que se vuelve necesario “duelar el ideal de hijo que se tiene como padre, lo que uno quiere que el hijo sea acorde a ciertos parámetros sociales”. Pero, por otro lado, al hijo también se le viene abajo el padre como ideal, como ese héroe imaginario que todo lo podía, según sus ojos de niño. Cuando un joven por fin reconoce que le gusta alguien del mismo sexo y logra contárselo a sus padres, si se siente incomprendido o juzgado o rechazado, sin dudas, la imagen ideal de aquella persona que podía contenerlo siempre, se cae.

Es interesante recordar que, luego de esa etapa que a veces implica cierto distanciamiento, todas las personas que dieron su testimonio a lo largo de más de dos años en Boquitas pintadas reconocieron que luego el vínculo con sus padres se recompuso. Nunca hay arrepentimiento por salir del ropero, los relatos testimonian todo lo contrario.

Para retomar a Samara: incluso esa desilusión mutua de padres e hijos es positiva. “Yo diría desilusión necesaria para dar cuenta de que los hijos no son objeto de pertenencia”, explica el especialista.

Beso en el umbral de una casa en Buenos Aires; Foto: Facebook Ignacio Lehmann; 100 World Kisses

“Es una desilusión necesaria”  

Por el Lic Psicología Diego Samara

La adolescencia es una etapa de ambivalencia emocional, emociones tanto de bienestar como dolor, además inquietud y curiosidad, en especial, sobre la sexualidad. Los adolescentes desean conocer, experimentar. Algunos tienen la posibilidad de manifestar libremente su orientación sexual según sus sensaciones, aunque sea con dificultades; otros no tienen esa chance y considero que si hay prejuicios, tabúes que vienen de la cultura social, depende de la historia familiar de cada uno, de si pueden cuestionar o no esas creencias más allá de la cultura en que se encuentren, que es muy diversa.

Comparto una viñeta del caso de un adolescente que llamaré  Andrés, de 17 años. Este chico manifestaba tener experiencias sexuales efímeras con algunas chicas; al año siguiente conoció a Claudio, con quien ahora está en pareja desde hace tres años. Ambos conocen a los padres de su respectivo novio, “mis suegros”, como dice él.

En este caso, no se podría pensar en una bisexualidad, sino en un cambio rotundo de objeto. Andrés necesitó un tiempo para que manifestara su orientación, que ya estaba latente.

A él no le fue fácil, no fue de un día para el otro manifestarse como gay. Recuerdo que hacía referencia sobre el rechazo de parte de su padre cuando se lo dijo. Sin embargo, en el transcurso de la terapia pudimos ver que en su caso no se trataba de la no aceptación, sino de la desilusión de su padre. Yo diría desilusión necesaria para dar cuenta que los hijos no son objeto de pertenencia.

De esta manera, implica por un lado duelar el ideal de hijo que se tiene como padre, es decir, lo que uno quiere que el hijo sea acorde a ciertos parámetros sociales  (en este caso específico, que su hijo sea heterosexual). Por otra parte, desde el lado del hijo cae ese padre como ideal, el héroe imaginario que corresponde a la etapa de la infancia (ese padre que defiende, que sostiene y apoya a ese hijo y su deseo).

Hoy el padre, su hijo y el novio de él tienen una relación excelente.

Para concluir, considero a la adolescencia como una etapa intermedia, de transición de la niñez hacia la adultez, que implica en parte cierta ambigüedad con cambios esporádicos de un objeto a otro; en general, eso ocurre sólo en una etapa temprana de la adolescencia, en otro tiempo posterior se vuelven más estables (los jóvenes y sus preferencias).

Me parece importante respetar los tiempos subjetivos de los jóvenes, escucharlos es una manera de generarles confianza, recién ahí, corriéndose del lugar de la vigilancia es que podrán hablar francamente con sus hijos y podrán ayudarlos, por ejemplo, a cuidarse en el sexo. Esto es un gran tema, más que del género que tengan sus compañeros amorosos.

 

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Después de enviudar, Nani se enamoró de una mujer

Su apellido invita a quererla. Nani Hamame tiene 41 años y estuvo casada durante 14 con un hombre al que reconoce haber amado. Con él tuvieron dos hijos. Después de que ella enviudó, luego de un tiempo de tristeza y duelo, volvió a enamorarse: esta vez, de una mujer. Desde entonces, se reconoce lesbiana, disfruta del amor hacia otras mujeres.

“Muchas veces me han preguntado cuándo me di cuenta de que me gustaban las mujeres, y nunca encontré la respuesta”, empieza diciendo a Boquitas pintadas en este relato en el que narra su vida amorosa. También habla de su gran preocupación: cómo lo iban a tomar sus hijos. Se sorprendió una noche al conversar con sus chicos, que por entonces tenían siete y nueve años, diciéndole: “Mamá, si M. está enamorada de vos y vos de ella, ¿por qué no son novias y están juntas para siempre?” (Santi). Y Tomás siguió: “Sí ma, no importa si estás enamorada de un hombre o de una mujer, lo que importa es que no te haga llorar y nada más”.

Este es el relato de Nani.

Nani, junto a sus dos hijos: Tomás y Santiago

“Siempre sentí que algo me faltaba”

Por Nani Hamame

Creo que me enamoré primero de un hombre porque las cosas se dieron así. Conocí a quien fue el padre de mis hijos (hace 23 años) y viví con él una historia hermosa de amor, con todo como “debía ser”: noviazgo, casamiento por civil y por iglesia, y unos hermosos años de convivencia que nos dieron como fruto a mis dos preciosos hijos, Tomás y Santiago.

Si bien puedo decir con total certeza que fui muy feliz, y que nada de lo que hice en esos años fue por obligación o sin quererlo, tengo que ser honesta y decir que siempre sentí que algo más había en mí, que algo faltaba… Y cuando alguna vez surgía la idea solamente de una mujer en mi vida, sólo como una fantasía, no lo vivía ni con culpa ni con miedo, simplemente sentía que si alguna vez pasaba iba a estar todo bien.

“Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido” (dice mi querido Joaquín Sabina) y un día me sorprendió con la muerte del hombre que hacía 14 años estaba a mi lado. Fueron años difíciles, tristes y de volver a empezar en todo sentido.

Y cuando llegó el momento en el que volví a sentirme mujer, conocí a algunas personas, hasta que apareció ella, M. (a quien no voy a nombrar porque ya no forma parte de mi vida, aunque fue muy importante, y en definitiva un pilar fundamental en esta historia).

Nani Hamame, con el mate de la diversidad; foto: facebook

Ahí entendí y corroboré que era como siempre había pensado, no dudé un instante en que me había vuelto a enamorar y que, el hecho de que fuera una mujer, no era un problema para mí, sólo me presionaba y sentía miedos por la cuestión social, por la mirada del otrx que, en definitiva, aunque no queramos, es lo que nos construye.

Pensaba, ¿cómo yo, madre de dos hijos, docente de escuelas secundarias, iba a estar en pareja con una mujer? Pero no dudaba de lo que sentía y no quería perderme ese amor por miedo a nada, aunque por momentos sintiera que iba a ser imposible de sostener. E insisto con esto de que no me negaba a lo que sentía, sino que lo que me asustaba era la mirada ajena, lo que dirían los demás.

Así fue que comenzamos una relación con M., conoció a mis hijos, que la amaron como yo desde el primer día y establecieron con ella un vínculo maravilloso. Pero mis miedos seguían: qué dirían ellos, cómo explicarles, qué decirles.

Terapia con la “psicóloca”

Empecé terapia justamente intentando buscar ayuda para resolver ese tema, y mientras yo le hablaba a mi terapeuta sobre eso, ella quería convencerme de que en realidad yo estaba con una mujer por “venganza a los hombres de mi vida que me habían abandonado” (mi papá y mi marido que habían fallecido). Esas sesiones de terapia, aunque en su momento fueron muy muy angustiantes para mí, a la distancia las recuerdo con mucha gracia, porque de repente me descubría explicándole yo a la psicóloga que yo no tenía dudas de mi amor ni de lo que quería para mi vida, sino que lo que le pedía era herramientas para hablar con mis hijos y por fin vivir plenamente en libertad.

Hasta que una noche, como muchas en las que nos acostábamos los tres juntos antes de dormir para charlar (tenían 7 y 9 años) Santi me dijo: “Mamá, si M. está enamorada de vos, y vos de ella, ¿por qué no son novias y están juntas para siempre?”, y Tomás siguió: “Sí ma, no importa si estás enamorada de un hombre o de una mujer, lo que importa es que no te haga llorar y nada más”.

Nani con su hijo Tomás; foto: facebook

Morí de amor, meses pagando una terapia donde yo trataba de explicarle a la “psicóloca” que, para mí, el amor no era una cuestión de género ni de sexo, que simplemente me había enamorado primero de un hombre y después de una mujer y que estaba segura de que podría haber sido al revés. Mis hijos, en cambio, con su inocencia y su corazón y cabezas abiertos y sin prejuicio, en sólo dos frases resolvieron todos mis cuestionamientos.

Al día siguiente, hablé con M., le conté, y decidimos hablar con ellos y decirles que todas las dudas que tuvieran y todo lo que necesitaran preguntarnos podían hacerlo con la mayor confianza, que íbamos a responderles todo lo que fuera necesario para que se sintieran tranquilos. ¡A partir de ahí ya nada más importó! Mi familia supo de mi nueva relación, ellos sí pusieron el grito en el cielo, con frases como: “A mis nietos no los vas a rodear de esa clase de gente”, “sos una perversa y mis sobrinos no pueden vivir en ese ambiente”, “yo no pienso ir a tu casa si está ella” y unas cuantas más.

Pero una vez más quienes tomaron de alguna manera las riendas del asunto fueron Tomi y Santi, diciéndole a la abuela que si no le gustaba participar de una mesa familiar con M, podía irse a mirar TV a la habitación, o diciéndole al tío: “Vos tenés que entender que M es la novia de mamá, y ella tiene que entender que vos sos el hermano de mamá, así que no se peleen ni discutan, si no querés venir a casa, no vengas más”.

Luego vinieron tiempos más de calma, las familias entendieron, a veces con más esfuerzo, otras veces, más relajados.

Nani, en una marcha de visibilización en Buenos Aires

De mis amigxs, puedo decir que casi todxs siguieron viendo a la misma Nani de siempre, solo que más feliz por vivir plena y sin miedos, y algunxs que se alejaron supongo que no habrán podido manejar sus propios prejuicios, tampoco lxs juzgo.

Y en mi trabajo, seguí siendo la misma profe de siempre, como debe ser. Una vez una alumna de un curso de secundaria de adultos me preguntó: “Profe, ¿es verdad que usted tiene novia?”, “sí” le respondí. “Y, ¿por qué no lo cuenta?”, “porque no cambia en nada que te cuente o no, soy la misma profe de matemática de siempre y si vivo con una mujer, con un hombre o sola, no soy ni mejor ni peor profe; ahora, si me preguntás, no tengo problema en responderte”. Y me dijo: “¡Qué grossa!, tiene razón; lo que pasa es que acá se habla de usted”, a lo que respondí: “Justamente, como soy la misma profe que hace años trabaja en esta escuela, lo que digan no es importante, siempre que no hablen mal de mí como profesional”. Así terminó la conversación.

Retomando,  como en cualquier historia de amor, cabe la posibilidad de terminar y eso sucedió.

Tomás y Santi, por decisión del papá, iban a una escuela católica desde el jardín de Infantes. Decidimos cambiar, porque me parecía que ya no tenía nada que ver con nuestras creencias y necesitábamos ser coherentes con nuestra idea de familia y con el hecho de vivir el amor en libertad y sin prejuicios. Y ellos también lo entendían así.  Así que todas las decisiones las tomamos entre los tres.

Si bien están entrando en la adolescencia ya y tenemos los conflictos lógicos de madre e hijos de estos tiempos, creo que algo bueno hemos logrado aprender juntxs: el respeto, la idea de diversidad, de que las personas son buenas o malas por cuestiones que no tienen que ver con quién duermen o viven o de quién se enamoran.

Ahora tengo una nueva pareja, Vivi, un hermoso amor con quien vivo muchos días de mi vida. Ella  también es mamá, y tanto su hija como los míos, aceptan y entienden naturalmente el amor que nos tenemos. Compartimos todo lo que podemos, y sobre todo hablamos de todo lo que es necesario hablar.

Nani y Viviana, su actual pareja; foto: facebook

El desconocimiento y la ignorancia sobre algunos temas son las armas que hacen que nos llenemos de temores y no sepamos cómo resolver o cómo reaccionar.

Entonces intento cada día que ninguno de los dos se quede con dudas sobre nada. Es un trabajo diario, luchar contra los prejuicios que todavía existen, pero si vamos seguros por la vida, convencidxs de que no puede haber nada malo si hay amor, la mirada del afuera desaparece, ya no importa nada.

 

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Washington Cucurto y que Vivan los putos

El escritor Washington Cucurto, fundador de la editorial Eloísa Cartonera, lanza Vivan los putos, una antología que promete reunir los cuentos más trash y borders contemporáneos. Lo hace a través de Eloísa Cartonera, un proyecto social que surgió hace más de diez años, que publica libros de autores latinoamericanos editados en cartón y que emplea, así, a cartoneros de la ciudad.

En una conversación con Boquitas pintadas, Cucurto, autor de libros como La máquina de hacer paraguayitos, Cosa de Negros, entre muchos otros, creador y director de esta editorial que trabaja por la inclusión social desde el arte, cuenta por qué esta vez decidieron publicar ficción sobre diversidad sexual. “Siempre me gustó la literatura gay-queer porque bordea los bordes, porque está cerca del abismo y en los márgenes, porque nunca termina de ser aceptada ese tipo de literatura”, dice.

Cucurto, en pleno armado de libros; foto: Matías Aimar

– ¿Cómo surgió la idea de hacer Vivan los putos?

– Bueno, la idea surgió cuando estaba armando la antología, que ya está terminada y a la venta “Nuevos borders”, donde hay cuentos de Fernanda Laguna, Fabián Casas, Cecilia Pavone. El de Gabriela Bejerman es muy sexy y quería poner uno de Facundo R. Soto, que finalmente metimos “Abrazos gratis”, pero tenía otro que era muy punk, muy trash, pero no iba para este libro porque iba a estar al alcance de los chicos. Era muy porno-trash. Lo de Gaby Bejerman quedó, si bien también es muy punk, también es muy frágil y por momentos infantil. De todas formas, a mí siempre me gustó la literatura gay-queer porque bordea los bordes, porque está cerca del abismo y en los márgenes, porque nunca termina de ser aceptada ese tipo de literatura. Con Eloísa Cartonera publicamos a Reinaldo Arenas, Dani Umpi, Néstor Perlongher, Lamborghini, Copi (hasta que lo tuvimos que sacar del catálogo por una cuestión de derechos). Ahora vamos a sacar, además de esta antología de cuentos porno-trash, que se llama Vivan los putos, una colección de libros gays, porque de alguna manera siempre lo vinimos haciendo, nada más que ahora decantó sola, sólo tuvimos que ponerle el nombre y seguir produciendo libros.

trabajando

Editores de Eloísa Cartonera arman los próximos libros; foto: Matías Aimar

– ¿Por qué te parece importante abordar estos temas desde la ficción?

– Se abordan desde la ficción pero todos tienen una base real – autobiográfica muy fuerte. Por ejemplo, lo de Effy es la crónica de la performance que ella hizo cuando le dijeron que, por más de que se operara, nunca iba a ser mujer. Entonces ella dijo, ah así, yo también puedo indisponerme y ahí salió con toda esa cosa de sacarse sangre y metérsela ahí abajo y en público ofrecérsela a la gente. Son genialidades. Rarezas. Cosas que la alta literatura hoy deja afuera, pero que en unos años va a tener incorporado. Siento que estamos abriendo caminos desde la sinceridad y la no pretensión, la espontaneidad y el sentido del humor, cosa que dejan afuera muchos escritores que se creen escritores con mayúsculas. Después de todo ¿para qué estamos acá si no es para ser felices y gozar, no?

Cucurto

Cucurto en Eloísa Cartonera; ocho de la noche y aún trabajando a pleno; foto: Matías Aimar

– ¿Por qué hacer esta edición por Eloísa Cartonera?

– Esta antología la sacamos por Eloísa porque, desde el día cero nuestra propuesta es divulgar la literatura, que los textos circulen. Por eso vendemos tres libros a 20$. Una pichincha. Porque no nos interesa sobrevalorar los libros ni que sean inaccesibles; por el contrario queremos que el libro sea un objeto de encuentro, para gente que no puede entrar a la librerías por una cuestión social; en ese caso les llevamos nosotros el libro a sus manos. El libro también va a salir en versión digital, en e.book, a través de la flamante editorial “De parado”, del gran poeta Mariano Blatt. Porque la idea es llegar a la mayor cantidad de gente posible. Ofrecer un momento de placer en la lectura y también abrir un poco las cabezas apelmazadas. En ese sentido la alianza con Blatt nos va a ayudar mucho a difundir este género casi inexistente, todavía; pero que pronto va a ser el alimento que muchos hambrientos esperan. Me divertí mucho trabajando con Facundo (R. Soto) en la selección de textos.

Soto

El escritor Facundo Soto colaboró en la selección de cuentos y, ahora, en el armado de la antología Vivan los putos; Foto: Matías Aimar

– ¿Cómo fue esa selección?

– Llegaron muchos y muy buenos, aunque también, todavía, hay mucho prejuicio. Hay escritores que no son jugados, pero bueno, esperamos que se suelten algún día y gocen de la libertad que tienen y no ven, o que sigan apareciendo escritores colorinches, borders, dispuestos a gozar y rasgar la tierra con su zapateo. Con Facu queremos hacer una lectura pública, en la Avenida Corrientes, en el puesto de diarios que ahora tenemos con Eloísa, en Paraná y Corrientes, de la mano en que circulan los autos. Antes, la intelectualidad porteña se juntaba en La Paz, La Giralda, etc. Ahora ya no queda intelectualidad viva, vital; los que movemos la sangre en el cuerpo y la agitamos nos juntamos en la calle, en el cordón de la avenida. Están todos invitados… A des-bordar. ¡Eso! Que salgan todos los locos del Borda y vengan a leer con nosotros. Esa es nuestra propuesta. Me gusta que la literatura sea un bazar de opciones, que la gente pueda elegir y que no se acote solamente a propuestas para especializados. Cualquier puede leer y sentirse reflejado en lo que lee o encontrar una realidad que no conocía…

Eloísa Cartonera

El frente de Aloísa Cartonera; foto: Matías Aimar

– ¿Para cuándo está previsto lanzarla?

– Ahora, cuando aparezca otro libro más que está por ir a imprenta, sale “Vivan los putos”. Hay un cuento de Martín Villagarcía, que incursionó en el porno con “La gira” en el sello de Blatt. Hay uno de Gaby Bejerman, que parece muy infantil y es re sexy-punk, Peter Pank, que ya hay un editor interesado en publicar un libro entero de él, cuando  leyó el texto que estamos incluyendo en la antología, Pablo Perez, infaltable con su aporte a la diversidad desde su lugar de construcción hacia textos sado-masoquistas, un original texto de Diego Trerotola y muchos, muchos textos borders, trash, punk, porno. Es la primera antología que se fija en los residuos, en lo que otras editoriales descartarían solo por el título. Nos interesa eso. A fines de junio: Vivan los putos, en todas las librerías colorinches del país y de Latinoamérica, porque viajamos a las ferias de otros países; y por supuesto en nuestro flamante puesto cartonero de Av. Corrientes y Paraná. Para todos los tikis y las tikis. Salud. Vivan los putos.

sol albañil

Cucurto y Soto, un gran equipo de trabajo a cargo de Vivan los putos

 

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