“Hace 3 años les escribí sobre Sunny, mi pastora inglesa, que era mi sol y mi sombra. Sunny no está más, pero Mía, una revoltosa bearded collie de 18 meses, vino a estar conmigo.
Es la simpatía en persona, animal, persona , ella se acerca, se pone de rodillas y quiere jugar, pero claro es cachorrona y grandota. Algunos perros y dueños le temen especialmente al ser pequeñitos pero ella sabe medir su fuerza.
Pero ella es Mía, a pesar de que la hija del encargado del edificio insiste en que “no es tuya papi”, y aunque tiene cuanto juguete canino y humano existe, su amor son las botellas de gaseosa, con las que puede jugar sola o tirándosela para que la busque y es incansable.
Tenemos una librería donde trabajamos juntas y ella, cuando entra alguien y lo siente amistoso, se pasa del otro lado del mostrador a buscar un mimo, que sin dificultad casi todos le dan. O, si no, se para del lado vendedor apoyando sus patotas, como preguntando ¿Qué necesita?
Es mi dulce de leche canino, pero tiene su carácter, obedecer no es su fuerte, a pesar de que trato de convencerla que nuestra convivencia seria más fácil si no le saltara de alegría a la gente y se sentara a recibir los mimos que igual le dan, ya que es conocida por todos y apreciada aún por los no tan amantes perrunos.
Sunny no está más, pero Mía trata de llenar el vacío que dejó. Acá les mando una foto “atendiendo””, dice Helena Arrechea.