La Munich de la Costanera Sur

Durante la segunda mitad del siglo XX , las Munich o cervecerías alemanas tuvieron sus momentos de gloria en Buenos Aires. En Belgrano, en Constitución, en Plaza Italia, y en el centro de la ciudad. Tentaban con su  cerveza fría bien tirada, sus fiambres, sus ensaladas de papa, el chucrut, y la clásica repostería alemana.

La decoración de madera, los ciervos, y el clásico reloj cucú. Generaban un especial clima del lugar. En 1927 se construyó en el  tiempo record de cuatro meses, y 8 días el pintoresco edificio de la  Munich, de la Costanera Sur.

Ubicado en la Avenida 9 de Julio (actual avenida de los italianos). Obra del arquitecto húngaro Andrés Kalnay, quien se inspiró en las originales cervecerías de Munich para proyectar uno de los edificios mas bellos y originales de Buenos Aires que fue inaugurado el 21 de diciembre de 1927.

Contaba con un sótano, planta baja, y una terraza con glorieta.La belleza de sus glorietas, sus pérgolas, los vitrales, y la decoración de típico estilo bávaro, atrajeron por décadas a quienes buscaban descansar y pasar un buen momento en sus terrazas frente al río. La Munich de la Costanera empezó a languidecer, cerrando sus puertas a mediado de los años setenta.

En 1979,  la Municipalidad cedió a la Empresa Nacional de Telecomunicaciones la antigua sucursal Balneario de la Munich, por un plazo de 20 años y con el objetivo de instalar allí un futuro Museo de las Telecomunicaciones.

En 1992, con la privatización de los servicios telefónicos, el Museo de Telecomunicaciones quedó en manos de la compañía de origen francés Telecom,  quien se hizo cargo de la administración del establecimiento hasta 2002, cuando el Gobierno de la Ciudad revocó la concesión realizada en 1979 y recuperó la antigua cervecería. Desde ese momento, el edificio funciona como Centro de Museos de Buenos Aires.

 

Fotos Crédito archivo Octubre de 1977

Gerardo Tata Martino: Un símbolo del buen fútbol


Es un símbolo, al nivel de JJ López en River o del Mago Trobbiani en Boca. Forma parte de una historia. Está más allá de las circunstancias. De haber ganado un campeonato, de un penal bien pateado o de un gol de emboquillada. Cuando la gente dice Newell’s, surge al instante la imagen de Gerardo Martino, el Tata Martino.

Fueron más de quince años desplegando toda su calidad y destreza en una cancha de fútbol. Deleitando a los públicos más diversos. Siempre o casi siempre vistiendo la camiseta de Newell’s Old Boys de Rosario. Disputó más de 500 partidos en primera división. Un récord que pocos ostentan en la Argentina.

Llegó al club cuando apenas tenía 12 años. Debutó en la primera en julio de 1980 frente a River Plate. Jugó en el equipo rosarino hasta 1995. Se consagró campeón en 3 oportunidades; 1988, 1991 y 1992.

También integró un plantel del seleccionado Juvenil sub 20 y disputó algunos partidos con la selección mayor de la Argentina.

Sus últimos partidos los jugó en el club Barcelona de Ecuador durante la temporada de 1996.

 

Si hay algo que lo define, es su buen gusto y el exquisito trato de la pelota y para él, palabras textuales: “Jugar bien no es tirar un caño, amasar la pelota, hacer un taquito. Eso sirve, pero como complemento. Ocupar bien la cancha, defender con criterio, y saber cuándo es el momento de atacar, ese es practicar buen fútbol.” (Entrevista de La Nación el 30 de octubre de 1995)

Desde aquí le deseamos mucha suerte en su nuevo emprendimiento, como DT del Barza. Seguro que le va a ir muy bien.

 

 

Filete porteño, pinceladas de color y pasión

 

 

Si hablamos de los comienzos del filete porteño nos imaginamos otra Buenos Aires, de adoquines, faroles, madreselvas y  tangos, donde en sus calles circulaban carros de lecheros, y panaderos tirados por caballos.Aparecen los filetes enmarcados  por un número de líneas curvas, que se abrían y cerraban formando originales dibujos.

El filete fue traído por los inmigrantes italianos al país, su antecedente más antiguo lo podemos encontrar en lo carritos sicilianos. Miguel Venturo fue  uno de los primeros que pintó carros en la Argentina. El  junto a otros compatriotas fueron llevando el conocimiento  de generación en generación, el cual fue pasando posteriormente a camiones y colectivos.Este arte se desarrolló sin la intervención de escuela ni de libros. Fue transmitiéndose de padres a hijos, o de maestros a aprendices.

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Una regata muy especial

En la ciudad de Hamilton, capital de las islas Bermudas, un grupo de ciudadanos se rebeló contra las “buenas costumbres”. En esa época el que no era marino o no estaba asociado a algún Club de Yachting no existía. Al menos hasta que aparecieron estos señores y rompieron con todos los esquemas.

La premisa era salir a navegar con cualquier objeto que no fuera una embarcación tradicional y a partir de sus primeras experiencias fundaron la institución de los No Marinos, que corrían las No Regatas.

Tanto fue el éxito alcanzado que en la última competencia (1965) participaron más de 100 embarcaciones. Un colectivo tripulado por treinta personas que remaban con escobas, un cochecito de bebé y una guitarra eléctrica con sus tripulantes disfrazados con pelucas imitando a Los Beatles, son algunas de las que más se destacaron.

Podés leer los detalles de tan insólita regata en esta nota que se publicó en la edición del diario La Nación del sábado 19 de junio de 1965:

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Tiempos de Ostende

En esta nota publicada en La Nación del 6 de febrero de 1970 se brindan detalles de los lugares donde se podía pernoctar en el balneario de Ostende, distante 342 km de Buenos Aires, sin sufrir contratiempos impensados.

Artículo publicado por LA NACION el 6 de febrero de 1970

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Los Gatos en LA NACION

Corría el año 67, y los pibes de primer año del secundario, turno tarde, del Colegio Mariano Acosta nos ocupábamos sólo de tres cosas: las chicas, el fútbol y (a veces en primer término) lo que llamábamos por entonces, música Beat.

Para nosotros, música Beat era todo sonido más o menos armónico (y muy ruidoso, por supuesto) salido de cuatro (o a veces cinco) melenudos que tenían flequillos espesos, botitas, saquitos idénticos y algo “cortinas” y guitarras eléctricas, y que repetían dos o tres pasitos del saludo copiado literalmente de los amados Beatles.

Se trataba, claro, de melenudos versión local, porque en aquellos años de la era pre-videoclip, salvo dos o tres imágenes de Los Beatles desgañitándose como locos en el Shea Stadium (o de algún viejo noticiero que mostraba una gira de los Stones), todo lo que podíamos ver en TV en el legendario programa “La escala musical”, era a conjuntos locales que jugaban (a veces bastante dignamente) a parecerse a los Beatles.

Por supuesto, que esa música Beat debía ser cantada en inglés, aunque los cantantes lo hablaran como Tarzan y vinieran de González Catán o de Montevideo (si había suerte, como en el caso de los geniales Shakers, auténticos Beatles del Río de la Plata). Cualquier otra cosa nos parecía una herejía. Casi como escuchar un tango cantando en alemán.

Pero una tarde que nos rateabamos en un bar de la calle Urquiza, a pocas cuadras del Colegio (no éramos muy imaginativos, me parece), se apareció un amigo entrañable de siempre, el “ruso” Eduardo Berezán, el “quinto Beatle” como le decíamos, personaje talentoso y pintón que tenía en su casa una batería como la de Ringo (que tocaba bastante bien, además) y cuyo domicilio en la calle Rosario se había convertido en la Meca de peregrinaje de aspirantes a pelilargos cuando consiguiera, meses antes de la edición local, una copia del album “Rubber Soul” de los Beatles, nada menos.

Como decíamos, con semejantes antecedentes Beatlemaníacos, nos resultó sorpresivo que Berezán nos hiciera el ardoroso elogio de un nuevo grupo argentino de música Beat que cantaba, auténtica rareza, en castellano. Se trataba, por supuesto, de Los Gatos, que estaban por lograr un gran éxito con su hit “La Balsa”.

Con la suficiencia característica de un adolescente de cualquier época, le retrucamos que eso era imposible, que Los Gatos no podían ser tan buenos. Más aún, que era una mersada cantar rock en castellano.

De todas maneras, el querido amigo Berezán (hoy un veterano y talentoso periodista que ha perdido algo de su clásica melena, eso sí), nos contagió una enfermedad que nos dura hasta hoy y que básicamente consiste en amar al rock en cualquier idioma en que se cante, incluso el nuestro.

Recordando aquellos tiempos de juventud y descubrimiento, comparto con los amigos de El Archivoscopio esta nota del huecograbado de La Nación del 11 de febrero de 1968 que rescataba los primeros tiempos de la legendaria banda de Litto Nebbia, para la que por entonces, anticipaba el diario, “su actuación en “Sábados Circulares” marcará un acento de este movimiento joven “beat”.

Como bonus, ahí va también un video de Los Gatos en su cara más psicodélica: “Cuando llegue el año 2000”.

Por desgracia, llegó, pero seguramente no era lo que Nebbia y Los Gatos se imaginaban allá por 1968, cuando grabaron ese tema y filmaron el corto que lo acompañaba.

El Pasaje de la Piedad

El pasaje de La Piedad, ubicado en la calle Bartolomé Mitre (hasta 1901 calle de la Piedad), entre Paraná y Montevideo, en el barrio porteño de San Nicolás, es el único de su especie con forma de herradura. Está casi frente a la Iglesia Nuestra Señora de la Piedad.

 

Fue inaugurado allá por el año 1888.   Antonio  Gramajo, quien luego fuera intendente de la ciudad de Buenos Aires, lo mandó a construir por un pedido de su esposa quien quería vivir cerca de la citada iglesia.

 

Tiene una rica historia, debido a su arquitectura y a los personajes que lo habitaron.

 

Les dejo un par de notas que publicara La Nación hace algunos años, en donde encontrarán detalles y curiosidades de tan simpática calle.

 

Esto publicó La Nación el 28 de julio de 1984

 

Esta nota fue publicada en una edición de La Nación del año 1994

 

Esther Williams una estrella del agua

La actriz y nadadora Esther Williams, campeona de natación juvenil y una de las grandes estrellas de la taquilla en los años 1940 y 1950, falleció este jueves a los 91 años.

Nadadora profesional, llegó al  cine para convertirse en una gran estrella de los ballets acuáticos cinematográficos de las décadas de 1940 y 1950.

Conocida como la ‘sirena de América’ y una de las grandes estrellas de la Metro Goldwyn Mayer durante su era dorada, fue seleccionada a los 16 años para competir en los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1940, que finalmente fueron suspendidos por el estallido de la II Guerra Mundial.

La Metro Goldwyn Mayer se fijó en ella y la convirtió en una de sus grandes figuras y de los ballets acuáticos cinematográficos de las décadas de 1940 y 1950. Protagonista de clásicos como ‘Ziegfeld Follies’ (1945), ‘La hija de Neptuno’ (1949) o ‘Take Me Out to the Ball Game’ (1949), debutó en el cine en 1942 pero la fama le llegó dos años más tarde con ‘Escuela de sirenas’ (1944).

Conquistó al público con su actuación en títulos como ‘La primera sirena’ (1952) o ‘Dangerous When Wet’ (1953).

Participó en películas como ‘Sombras de la noche’ (1956), ‘Momento inesperado’ o ‘El gran espectáculo’.

Hoy desde el Archivoscopio la recordamos.

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Adivinanza: Un teatro más que centenario

En esta oportunidad les dejo una fotografía de la sala de un teatro que tiene 126 años de antigüedad. Esta imagen fue publicada en el Suplemento La Plata de La Nación el 19 de noviembre de 1990, luego de algunos años de su reapertura.

 

 ¿Te animás a decirnos cual es el Teatro en cuestión?

 

Ayudita: No está en la ciudad de Buenos Aires. Si en la provincia de Buenos Aires.

Motos la libertad sobre dos ruedas

Presidentes de Walkyria Buenos Aires y Rosario

Las primeras motos llegaron a la Argentina hacia 1910, lo hicieron por equivocación al puerto de Buenos Aires. Eran 10 motocicletas adquiridas por la firma Peugeot , que se apresuró en realizar el anuncio, con lo cual muchas personas no tardaron demasiado en querer adquirirlas. Estamos hablando de épocas en las que la nafta y la bencina se vendían en las farmacias.Pero dejemos por un momento el pasado y regresemos a la actualidad.

Entre 1923 y 1926 fueron fabricadas 3100 motos Por BMW en Munich

Muchas veces por prejuicio solemos quedarnos con la figura recia y dura de los motociclistas con sus camperas de cuero y sus tachas. Ellos fueron casi siempre mirados como aquellos seres rebeldes, renegados, etcétera.

Sin embargo esto hace ya años tomó un vuelco, y no sólo los unió su amor y pasión por las motos, sino que muchos de ellos comenzaron a gestar un cambio de confianza. Y en lugar de juntarse por placer solamente lo hicieron por causas solidarias.

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