Querido lector de “El Archivoscopio” me convocaron en este blog para contar mi historia a vos que de una y otra forma me viste pasar por ahí. En otros casos, me manejaste. En otros momentos me insultaron, por no estar a la altura de los modernos y lujosos autos convencionales. Y a los que hoy ven resucitada mi querida figura por las calles de Buenos Aires y sus adyacencias.
Bloger toma asiento, cébate un mate y lee mi relato desde mi humilde imagen de coche “rana”.
Yo nací para trabajar, no como el Rolls Royce que nació para el lujo, yo soy más humilde y compinche de mi propietario. Mi nacionalidad es francesa y mi padre es el ingeniero Pierre Jules Boulanger, el diseñador de mi porte (carrocería) fue el italiano Flaminio Bertoni, y mi suspensión (más que asustar al que me conduce impresiona al que me está mirando) es del ingeniero Alphonse Forceau.
Yo creo que vengo a ser el abuelo de las 4×4 actuales, ya que fui fabricado para ayudar a la gente de campo. En mi interior debían entrar dos personas sentadas con el sombrero puesto, de ahí el techo alto y curvo; una bolsa de papas de 50 kg o un barril chico en mi baúl y consumir poco combustible ¡en fin! ser un auto económico, liviano y con fuerza suficiente para andar por todos los terrenos.