El hijo de Atahualpa Yupanqui, Roberto Chavero, guitarreando minutos antes de la inauguración
Terminó el Salón del Libro de París. Fin después de cuatro días intensos. Los editores franceses y argentinos se encontraron para cerrar acuerdos, los escritores invitados fueron entrevistados por medios franceses, dedicaron libros y participaron en conferencias, los funcionarios inauguraron exposiciones y actividades. Acá van fotos y ciertas “perlitas” (a veces, simplemente piedritas) que quedaron fuera de la cobertura.
-Los horarios. No importa que sea la gran cita literaria de París ni que sólo dure cuatro días. Los parisienses seguirán reivindicando sus derechos adquiridos: el comedor que instalaron no funcionaba en servicio continuado, como uno imaginaría en una feria en donde la actividad es tan intensa que se come cuando se puede, y no en el horario normal de las 12h-15h. Lo mismo en la sala de prensa, que además de no tener suficientes sillas y mesas cercanas a las tomas de corrientes (para cargar compus y todo tipo de material digital), tenía un encargado que anunciaba a las 19h40 que la sala cerraría en cinco minutos. “¡Pero si cierran a las 20h!”, gritábamos todos. “A esa hora ya tiene que estar todo apagado señores”, respondía el encargado. Declaración de guerra para los periodistas argentinos, que en pleno envío de notas se desesperan.
-Las charlas. Los franceses las organizan muy bien. Designan a un moderador que se encarga de moderar, como lo indica su función. Coordina la charla, la lleva por donde él quiere, pregunta y repregunta, confronta. A veces, si hay tiempo, le da también la palabra al público hacia el final para más preguntas. Eso no siempre sucedió en el stand argentino. Salvo las excepciones literarias, como la charla sobre literatura emergente, la de las novelas que son llevadas a la pantalla grande, o el homenaje a Cortázar, las más políticas o institucionales se convertían en exposiciones individuales que dependían de cómo cada participante había interpretado el título del debate.
-El stand argentino. Hubo consenso: a todos les parecía lindo. Como dice el director de la editorial Siglo XXI, Carlos Díaz, “el mejor que haya hecho la Argentina en el último tiempo. Era funcional, bonito, llamativo y tenía todo lo que tenía que tener: lugar para vender libros, otro para exhibir y para reuniones profesionales, espacio para mesas redondas, con el mural de Rep sobre la vida de Cortázar como el punto más alto”.
-Los excluidos. Algunos escritores criticaron “el centralismo francés”: salvo en el pabellón argentino, el resto de las charlas argentinas organizadas en los stands del Centro Nacional del Libro y del Instituto Francés, a metros del pabellón, era en francés. Y los participantes, muchas veces, eran aquellos que hablaban el idioma. Si bien había traductores, algunos se sintieron excluidos. El escritor Miguel Vitagliano, que participó de una charla muy interesante sobre literatura emergente, propuso que la próxima vez se manejen también con subtítulos como en el teatro.
-Los patriotas. Muchos argentinos que viven en París desde hace años se acercaron a mirar qué pasaba en el Salón y a escuchar algunas de las mesas redondas, sobre todo aquellas relacionadas con la política organizadas en el pabellón argentino.
-El cóctel. Un día antes de la inauguración del Salón, todos fueron invitados a la exposición “Tierra de luz, cultura y solidaridad franco-argentina” organizada por la Argentina en el ministerio de Cultura francés. Los archivos prestados por el Instituto Nacional Audiovisual francés (INA) mostraban a Astor Piazzola tocando en el metro Saint-Michel o a Copi entrevistado en 1965. Entre los invitados, algunas escenas: 1)la directora de Asuntos Culturales de la Cancillería, Magdalena Faillace, entusiasmada por haberse encontrado con Ernesto Laclau; 2)el embajador francés en la Argentina discutiendo sobre la cobertura mediática de “las listas polémicas” con el escritor Damián Tabarovsky; 3)Julio Le Parc saludando a Estela de Carlotto con un “estás muy bien” y mandándola a ver su obra expuesta, y 4)el Secretario de Cultura de La Nación, Jorge Coscia, preguntándole a Miguel Angel Estrella “¿la conocés a la ministra?”, en referencia a su par francesa, Aurélie Filippetti.
La preparación del Salón, minutos antes de la inauguración
La presidenta haciendo caritas, rodeada por la ministra de Cultura y el jefe de gobierno franceses
Amélie Nothomb, conocida x sus sombreros, dedicando libros, una tradición de este Salón
Mucha convocatoria en las charlas relacionadas con la Argentina. En esta, Martín Kohan
Luego del homenaje a Quino, todos querían una foto
Quino, adorado por los franceses que lo aplaudieron de pie. Emotivo
Mafalda, en el stand argentino. Sus historietas fue una de las mejores ventas de este pabellón