La foto es de Christoph Mendt
Aeropuerto internacional Charles de Gaulle (CDG), lunes, 20h30, terminal 2E. Como todos los días, en algunas horas despega un vuelo de Air France hacia Buenos Aires. El CDG está al noreste de París. Está más alejado que Orly (al sur) y es más grande que Orly. Y allí, en ese ambiente todavía muy francés, de silencio y de tranquilidad, se escuchan las primeras voces en español..
Bienvenidos al mundo de la argentinidad al palo. Un mundo de ansiedad feroz, de deseos ilimitados y de espíritus por momentos poco comunitarios (al menos en comparación con los franceses). Un mundo ilustrado en cuatro escenas.
1. El check-in: a diferencia del francés, el argentino prefiere el contacto humano
A partir de las 30 horas antes del vuelo, uno puede registrarse online, desde su casa, e incluso elegir su asiento. Air France promueve esta modalidad para evitar las largas filas y la espera. Uno puede llegar al aeropuerto más tarde, y la etapa de “dejar las valijas” es más ágil.
Pero los mostradores especialmente preparados para ello, para quienes ya hicieron el “check-in” online, están casi vacíos. No es por ignorancia. El argentino posiblemente conozca esta alternativa, pero prefiere el “cara a cara”. Sobre todo si tiene exceso de equipaje. Prefiere el contacto humano, y el visual, al momento de elegir su asiento.
La foto es de Daquella Manera.
2. El Duty Free Shop: la “última comprita”
El hombre tiene una remera de Independiente. Las mujeres podrían confundirlo con River (son los mismos colores), pero las siglas dicen “C.A.I.”, Club Atlético Independiente. Tiene un sweater atado a la cintura, y está pagando unas últimas compras en uno de los “Duty Free Shop” del aeropuerto. A los gritos, mientras la cajera espera para cobrarle: “Comprátelo, te digo… yo te lo pago. Yo lo tengo, es bueno”. Le está hablando a un amigo, también de unos cincuenta años, que está agachado mirando el perfume “Le Male” de Jean Paul Gaultier (ese que viene en una lata). “Y bueno…dale, dale”, le responde resignado el amigo. Y allí, siempre delante de la cajera y en voz alta, “arreglan” cuentas del viaje, calculan quién le debe a quién, mientras el de Independiente está pagando en efectivo e intenta sacarse todas las monedas de encima. Con la ayuda de señas, y pronunciado en español, agrega en dirección a la cajera: “En dos bolsas separadas, eh?”
3. El embarque: el objetivo es ser el primero
Anuncian por micrófono que comenzarán a embarcar a los pasajeros. Unos minutos antes, ya, muchos intentaban ubicarse en filas imaginarias para acomodarse lo mejor posible frente al llamado. El anuncio finalmente llega, y los pasajeros forman fila de forma algo torpe: todos quieren ser primeros.
Dos mujeres controlan los “boarding pass”, y una de ellas se demora un poco más. Se le trabó algo, lo está solucionando, pero necesita dos minutos. El francés que está detrás se queja con gestos faciales, pero espera. El argentino que estaba justo por pasar cuando ello sucedió se impacienta. Y vacila: quiere cambiar de fila, pero no quiere que se active la “ley de Murphy”, pero ve que los de al lado pasan rápido y que el se queda varado. Discute con su mujer y para cuando decide intervenir verbalmente con un “¿Qué pasa?” casi agresivo hacia la azafata, el control se vuelve a poner en marcha.
La foto es de Martin BIshop.
4. Guardar el equipaje: ya metí el mío, me quedo tranquilo
El argentino quiere guardar rápido ese equipaje de mano que, si bien dentro de los límites autorizados, es de gran tamaño. Si llega a faltar espacio, que sea el problema del otro. Él ya estará para ese entonces bien cómodo en su asiento. En el momento de la logística, el francés dejará pasar por detrás suyo al resto de los pasajeros mientras él hace acrobacias. Pero el argentino, tan compenetrado que está con esa ocupación, se olvidará que el resto de los pasajeros pueden seguir circulando si él sólo se corriera unos centímetros. Y así, cada gran bulto en camino al compartimento es sinónimo de espera y de bloqueos para los que vienen detrás.
Cuatro escenas de la argentinidad al palo. Un mundo que puede irritar al argentino que viaja a Europa por unas semanas y que, sin ganas de volver, se encuentra con ese panorama ya desde el aeropuerto. Pero un mundo que hace sonreír, luego de haber aturdido un poco, al que vive en París.
…y a la mañana siguiente, ya en suelo argentino:
– el “hincha” de Indepediente, ese del free shop, pasará sospechosamente por los mostradores de la Aduana reservados exclusivamente para “diplomáticos”;
– el ansioso que quería cambiarse de fila deberá, obligado, esperar una “última comprita” de su mujer en el Duty Free de Ezeiza;
– el que bloqueó el pasillo mientras guardaba sus tres equipajes de mano, e hizo así esperar al resto de los pasajeros, será de los últimos en reencontrarse con sus valijas despachadas.
La foto es de Leandro´s World Tour