Llegó la hora de pagar impuestos

A todos los hogares en París (y en Francia) les llegó en estas semanas la declaración de impuestos. Es un formulario en donde cada uno declara lo que ganó durante el año anterior (en este caso, el 2010) y que con frecuencia viene pre-llenado ya que las empresas se ocuparon de informar previamente lo que cada empleado ganó en el año laboral precedente. En la Argentina sería el equivalente al Impuesto a las Ganancias. Y es el tema de conversación de los parisinos en estos días, aunque con discreción: los franceses no andan gritando por todos lados cuánto ganan ni cuánto pagan.

El impuesto aquí es progresivo y depende básicamente de dos variantes: los ingresos (los que más ganan, más pagan) y la situación familiar (cuantos más hijos, mayores deducciones). En otras palabras: el “soltero codiciado” pagará más que el “padre de familia”.

1. Ingresos. El cálculo en Francia consiste, de manera super simplificada, en sumar todas las ganacias sujetas al impuesto (sueldos, pensiones y beneficios entre otros) … y paradójicamente rogar que el monto no exceda ese límite en el que se empieza a pagar más.

Los que ganaron hasta 5963 euros en todo el año 2010 (unos 500 euros al mes) no pagarán impuestos. A partir de allí, y redondeando: 5,5% de impuestos para los que ganaron entre casi 6.000 y casi 12.000 euracos, 14% para ingresos de entre casi 12.000 y más de 26.000, 30% entre 26.000 y 70.000, y 41% de impuestos para los que ganaron 70.000 euros o más en el año 2010.

2. Situación familiar. Es LA manera de lograr exoneraciones: los casados/divorciados/separados/viudos, con hijos o personas a su cargo, benefician de reducciones respecto a los solteros sin hijos. Un ejemplo rápido: una pareja con tres hijos, y con una base imponible de 100.000 euros, pagará unos 8.700 euros de impuestos anuales. La misma pareja en la misma situación, pero sin hijos, pagará 19.000. Ni hablar de Julien: soltero, sin hijos y con un super sueldo.

Según la información oficial, este año Francia planea recolectar unos 52 mil millones de euros en impuestos. Es el segundo ingreso más importante para el Estado después del Impuesto al Valor Agregado, que aquí llaman TVA (130 mil millones de euros). Y lo reinvierte en educación e investigación (87 mil millones), colectividades territoriales (58 mm), deuda (45 mm) y defensa (37 mm), entre las asignaciones más importantes. Pero pese a recaudar casi 272 mil millones de euros, Francia seguirá teniendo un déficit de 91 mil millones de euros.

Todo viene muy bien explicado en cuadernos y papeles que acompañan el formulario. Incluso así, si uno se equivoca y paga de más, el Estado francés devuelve ese monto enviando un cheque por correo a ese hogar.

Vivir como en la época de los reyes

La chocolatería "A la mère de famille" fue fundada en 1761.

La chocolatería "A la mère de famille" fue fundada en 1761.

El concepto de “Maison fondée en …” (en español: “casa fundada en ..”) es bastante mágico. Cuando en París las marcas ponen en relevancia la fecha en la que fueron fundadas, muy fácilmente se llega al 1860 o, en algunos casos, se penetra incluso en el 1700 (o menos). Son distancias temporales que llaman la atención, sobre todo cuando uno está acostumbrado al 1920 o 1930 que se lee en Buenos Aires.

Y son distancias temporales que seducen: permiten viajar mentalmente por el tiempo hacia épocas monárquicas o post napoleónicas y transmiten el cuidado minucioso de los franceses por la historia y por la tradición, por el negocio familiar y por el “savoir faire” artesanal. El término maison es de por sí inspirador.

Son marcas accesibles para quienes priorizan la calidad por sobre el precio. Son pequeños lujos que mejoran la calidad de vida. Aquí, algunas de estas casas.

Ladurée. Creado en 1862, es el lugar donde comprar “macarons” (esos dulces típicos franceses del siglo XVIII, en forma de mini alfajores, hechos de clara de huevo, almendra molida, azúcar glas y azúcar). La primera tienda se instala cerca de la Madeleine. Al principio es boulangerie. Con los años se convierte en patisserie y en uno de los primeros salones de té de París. Recomendables los macarons de pistacho, los de rosa y los de limón.

Mariage Frères. La casa es creada en 1854 por tres hermanos, pero la familia Mariage existe desde el siglo XVII y estuvo siempre ligada al comercio a distancia. Dicen que su carta de tés es la más extensa del mundo. Además de sus cinco casas de téMariage de cerca en París (y cuatro en Japón), los tés de Mariage Frères son servidos en los mejores hoteles, como el Ritz de París o el Claridge de Londres.

Dalloyau. Creadores de patisseries y de chocolates, la maison existe desde 1682 y sigue siendo una empresa familiar. En sus inicios se ocupaban de las fiestas y de las comidas de Louis XIV. Una herencia gastronómica de más de 300 años.

Mason Pearson. Cepillos de pelo creados en 1885. Son de Londres pero se venden también en París, aunque sólo en algunas farmacias (aquellas de la rive Gauche, en los barrios del 6ème y 7ème arrondissement por ejemplo). Entran en este concepto de “maison fondée”.

Marvis. Es una marca de dentífrico italiana, que también se vende en las farmacias más chics de París. Fue creada hace sólo 50 años, pero es la más antigua marca blanqueadora de dientes. Al principio estaba dirigida a los fumadores. Hoy existen otros gustos pero la presentación sigue siendo de lujo.

Mason Pearson

La boutique de Mariage Frères en el Bon Marché

La boutique de Mariage Frères en el Bon Marché

Modales parisinos, en baja

La línea 2 del subte (la azul)

La línea 2 del subte (la azul)

Coco llega a la parada del colectivo. Levanta la mirada hacia ese relojito que marca los minutos que faltan para que llegue su autobús, y sonríe: 10 minutos. Justo detrás aparece un chico que también se fija en el tiempo de espera. A diferencia de Coco, esos 10 minutos de espera le provocan la típica expresión facial de descontento: los cachetes se inflan levemente y exhala un “puf”. El chico vio en ese reloj una pérdida de tiempo en su vida. Coco vio la organización minuciosa de los transportes en el primer mundo (y pensó: “éste nunca se tomó el..”).

De las miles de situaciones planeadas y poco espontáneas de París, el sistema de transportes públicos es la más fascinante. No se pierde tiempo: no sólo porque la frecuencia de paso del bus o del metro es informada por todos lados, sino porque uno puede incluso saber desde su casa (entrando a la página de RATP) a que hora pasará el colectivo (y organizarse a partir de esos datos).

La red de transportes es la misma en toda la región de Ile-de-France (París y alrededores). Uno tiene un pase (el Navigo) que cuesta 60 euros al mes para las zonas 1 y 2 (son las usualmente recorridas salvo para quienes viven o trabajan fuera de París) y que permite tomar alguna de las 14 líneas de metro, los RER y las más de 350 líneas de colectivos.

Con más de tres mil millones de pasajeros que viajan cada año en estos transportes, mantener los modales es importante. Pero pareciera que la RATP se dio cuenta que algunos los han perdido (es cierto que son muy pocos los que ceden los asientos a quienes lo necesitan, y los viajes -al menos en bus- suelen ser tan silenciosos que todos paran la oreja cuando dos personas hablan). Las cinco situaciones más problemáticas son: no ceder los asientos especiales, querer bajarse en cualquier lado, el ruido, la falta de cortesía y subir más cochecitos que la cantidad autorizada (dos).

Así es que el grupo decidió lanzar una campaña de “cortesía urbana” para mejorar esos modales (en francés, las siguientes composiciones riman): “Si cada uno hace sus propias reglas, todo se desordena”, “Si todos aprovechan de una conversación personal, ya no tiene nada más de personal” (en alusión a los gritones), “Todos queremos estar sentados, pero algunos además lo necesitan”, “Cuando todos se bajan donde quieren, nadie avanza” y “Jean-Luc (en alusión al conductor) tiene un nombre, no vale la pena tratarlo de cualquiera”.

Al fin y al cabo, son más de tres mil millones de pasajeros que ven esos carteles. Y en París nadie pierde el tiempo.

bus

Si todos aprovechan de una conversación personal, ya no tiene nada más de personal

Si cada uno hace sus propias reglas, todo se desordena

Si cada uno hace sus propias reglas, todo se desordena

Las prohibiciones parisinas

En este letrero de Montmartre se lee "Césped en reposo"

En este letrero de Montmartre se lee "Césped en reposo". Una manera cordial de prohibir las sentadas sobre el pasto

Son seis amigos. Hizo calor durante el día, la noche está agradable y deciden instalarse en una “terrasse” (la traducción exacta, en español, es “terraza”, pero con este término los parisinos se refieren a las mesas instaladas afuera de los restaurantes o de los bares, sobre las veredas). Los seis amigos se apretujan alrededor de dos mesas redondas, de no más de 70 centímetros de diámetro cada una. Ya saben que cuando lleguen los platos la logística se complicará todavía más. Pero no importa, es una linda noche.

Llegan otros dos amigos. Son ocho en total. Empiezan todos juntos a reconfigurar la instalación. “Todos juntos” es una forma de decir: en estas situaciones siempre hay dos que se quedan callados, pero el resto participa con ideas. Ideas libres. El plan es concertado: es evidente que lo más simple es agregar una mesa y cambiar la disposición para que los ocho amigos se reinstalen, más cómodamente, alrededor de tres mini mesas, y no dos. Pero llega LA LEY (en forma de persona). “Está prohibido“, dice el mozo, sin proponer una alternativa. El mozo no dijo “no se puede”, ni tampoco “es un poco difícil”. El mozo directamente dice: “está pro-hi-bi-do”.

Parecería que la “prohibición” de la que habla viene de algún tipo de autoridad importante. Entonces la pregunta de uno del grupo (obviamente un argentino), para entender si la NORMA es elástica: “Prohibido… ¿legalmente..?” La respuesta será negativa. Es simplemente una regla del dueño del lugar, que no quiere cambiar la disposición de las mesas. Ni siquiera si ese cambio le provee dos comensales de más.

Hay muchas prohibiciones en París. Prohibiciones que sin ninguna duda permiten mantener un cierto orden en una ciudad tan transitada como ésta. Prohibiciones equitativas, además, porque no parecen aceptar excepciones. El caso de los taxistas, que de ninguna manera aceptarán a cinco pasajeros (la historia del taxista enojado). O el caso de los parques: en algunos, el pasto todavía no está listo para ser pisado y unos agentes de seguridad controlan que nadie se instale.

Pero lo llamativo es cómo estas restricciones operan en la cabeza de los parisinos: están acostumbrados a vivir con ellas, sin pedir ni ofrecer cambios. Así, no se convierten en esos personajes muchas veces irritantes que pretenden que todo se modifique por ellos, pero tampoco insistirán, por ejemplo, en comprar una coca si el puesto está cerrando (a diferencia del argentino, que se obstinará con que se la vendan y, como acá no es no, terminan a los gritos). Los parisinos sabrán, sin necesidad de discutirlo, que si son más de cuatro deberán tomar dos taxis (el argentino insiste tanto que el taxista se termina yendo, vacío). Y, si son muy osados, los parisinos quizá se tiren discretamente sobre un pasto prohibido en abril, cuando empieza el buen tiempo y el calor, desesperados después de seis meses de invierno. Pero se irán inmediatamente al ver llegar a un agente de seguridad (el argentino espera que el agente haya sacado a todos y que se le acerque personalmente a pedirle que se retire).

Los ocho amigos se instalan finalmente alrededor de dos mesas. La “alternativa” del mozo es colocar dos de las sillas en la punta de la mesa. Esa punta que linda con unos arbustos bajos. Acrobacias con las ramas, con los platos cuando llegan, y con no tirarle el humo al de al lado (realmente al lado). Pero no importa, es una linda noche. Y la experiencia inaugura, una vez más, una charla amor-odio sobre París.

En los jardines de Luxemburgo

En los jardines de Luxemburgo

Amigo francés, se busca

Luxembourg

Jardin du Luxembourg

Escena 1. La posibilidad primermundista: la compañía telefónica da la posibilidad de elegir tres números de celulares franceses a los cuales se podrá llamar en forma ilimitada.

Escena 2. El entusiasmo: Uno ingresa los teléfonos de esos amigos con los que habla frecuentemente.

Escena 3. La cruel evidencia: uno se da cuenta de que no encontró más de dos amigos (de esos con los que se conversa largamente). Y que, de los encontrados, ninguno es francés.

¿Cómo se llama la obra? La dificultad de hacerse amigos franceses (y la imposibilidad de que sean como los amiccis argentinos).

La mamá de Coco le sugiere constantemente que debe hacerse amigos franceses. Dice que es una manera de integrarse a la sociedad y de aprovechar más la experiencia de vivir en París. Y Coco lo intenta. Se impuso como principio el de no hacerse amiga de argentinos sólo por el hecho de que son argentinos. No quiere pasar su tiempo hablando en español ni perderse en ese agujero de la argentinidad parisina.

Durante su año y medio de estudios, por ejemplo, se hizo dos buenos amigos franceses. Uno se fue por trabajo a otra ciudad. Cuando viene de visita, es la oportunidad de volver a verse. Y se dan esos clásicos momentos que ofrecen los “amigos” franceses: un encuentro de una hora y media, a la hora del aperitivo, pactado unos días antes, y después cada uno a su casa.

Pero cuando uno viene con la dinámica porteña, esos intercambios muchas veces no son suficientes. A la dificultad de construir lazos afectivos sólidos con estos nuevos amigos, se suma la demanda que uno tiene por haberse acostumbrado a vivir inmerso en la cultura del “amigo de fierro”. Uno pretende que el nuevo amigo francés llame cuando olfatea que el otro está mal, que intercambie sus miserias (y no sólo sus glorias), que pase un domingo entero en casa, que se quede charlando una buena media hora (al menos) al teléfono. Uno pretende.. y se queda esperando. ¿Es imposible o es cuestión de tiempo?

Por suerte para Coco, algunos de sus amigos están en pareja con franceses, lo que le permite sentir que entra de a poco en un mundo afectivo semi francés. Cumple así también el mandato de la madre, mientras espera, con ansias y menos pretensiones, que su tercer número de llamadas ilimitadas sea un día el de un amigo francés.

Dónde hospedarse en París

HOteles low budget

Quedaron atrás esos años de estudiante en los que uno se alojaba en los hostels, pero el espíritu explorador está latente: muchos siguen buscando esos hoteles “buenos, bonitos y baratos” donde alojarse en París. En esta ciudad, los hoteles para un presupuesto medio son generalmente bastante más lindos por fuera que por dentro. Y es frecuente que la habitación sea mini.

Ante la demanda, aquí van algunas sugerencias de hoteles por menos de 120 euros el cuarto. La prioridad para esta selección fue el precio y no la estética del lugar.

Henri IV (25, Place Dauphine, en el 1). Está en Ile de la Cité (la isla que está al lado de Ile Saint-Louis). La ubicación es super porque está en el medio de París. Hay cuartos dobles a partir de 70 euros (y con desayuno incluido). Se reserva por teléfono y no por mail.

Hotel de Nevers (83, rue du Bac, en el 7). Dicen que el 7 es de los barrios más caros de París. En el medio, y muy bien ubicado, está este hotel familiar, dos estrellas, de sólo 11 habitaciones. Atmósfera “Rive Gauche”: boulevard Saint-Germain, Bon Marché, Brasserie Lipp, Café de Flore y Les Deux Magots. Cuartos por 100/120 euros.

Eldorado Hotel (18, rue des Dames, en el 17). Las 33 habitaciones están repartidas en dos edificios. Es a dos minutos de Place de Clichy. No es un barrio que los turistas frecuentan habitualmente, pero la rue des Batignolles (a la vuelta del hotel) está de moda. Y el hotel está al lado de Montmartre. Los cuartos dobles, entre 58 y 85 euros.

Hotel Américain (72, rue Charlot, en el 3). Es un dos estrellas correcto con cuartos dobles a partir de 80 euros. La ubicación es todo: en el medio de Le Marais, y a cinco minutos de République.

Garden Saint-Martin (35, rue Yves Toudic, en el 10). Está super bien ubicado: entre las calles Lancry y Beaurepaire, con varios restaurantes y cafés, y a una cuadra del canal Saint-Martin (muy de moda y lindo para pasear). Apareció de casualidad durante un paseo. Dos estrellas, 32 cuartos y 95 euros la habitación doble.

Ibis Hotel (hay muchos). Es una cadena que pertenece al grupo de hotelería francés Accord. Los cuartos son estándar y los hoteles son dos estrellas. No tiene nada de mágico pero es una alternativa para quienes no atribuyen mucha importancia al alojamiento. En particular, recomendables por la ubicación los Ibis de rue Breguet y de rue Trousseau (cerca de Bastille).

Una buena alternativa es el alquiler de departamentos parisinos, sobre todo para estadías de más de “sólo unos días”. Los mejores intercambios se dan entre conocidos y no superan la etapa del “son amigos de un conocido de un amigo del trabajo de x, vienen por diez días, ¿te interesa alquilarles tu casa?”. Para algo más organizado, una lectora sugirió Airbnb, un website que reúne ofertas de deptos en alquiler para estadías cortas en varias ciudades del mundo, entre ellas París.

Vida “bio-cool”: dónde comer y comprar

Bento

El post anterior fue sobre las preferencias de consumo bío de los parisinos (y de los franceses en general). En este post, como prometido, algunas direcciones para comer o comprar productos orgánicos. Los mejores lugares son, en general, bastante cool porque trasladan este concepto de lo artesanal y de lo sano a la estética del lugar.

Se agregan a la lista algunos otros lugares que, si bien no garantizan la utilización de productos bio, preconizan esta filosofía que se instala de a poco en París: dueños que no son franceses (sobre todo británicos, estaodunidenses y japoneses), comida artesanal, concepto orgánico, estética detalladamente cuidada y clientela canchera.

Nanashi 2Bob´s Juice Bar (15, rue Lucien Sampaix, en el 10e). El dueño es un neoyorquino, Marc Grossman, instalado en París y que también tiene Bob´s Kitchen (incluido en un post anterior). El concepto es el mismo: mini lugar, una o dos mesas largas de madera que se comparten entre los comensales, menú escrito en una larga pizarra e interacción bastante casera entre los que allí trabajan y los clientes. Mundo sonrisa (aclaración: para nada onda hippie), y con las frutas y verduras que utilizan ese día en cajones de verdulería alrededor del mostrador del fondo. Sopa, ensalada de quinoa, smoothies y futomakis. Si uno llega justo antes de que cierren, preparan algo con lo que les queda (una actitud bastante simpática para París). Los postres son muy american style (muffins y brownies, por ejemplo). El francés que atiende en Kitchen es bastante buen mozo. Vale la pena.

Le Pain Quotidien (hay muchos). El concepto ya fue exportado a decenas de países, pero sigue siendo bueno y sólo utiliza productos orgánicos. La idea original es de un cocinero belga, Alain Coumont.

Soya (20, rue de la Pierre Levée, en el 11e). Cerca del Canal Saint-Martin, es un pequeño refugio: mesas de madera, pizarras, flores, ventanales.

La Table Bio (11, rue Delambre, en el 14e). Es cocina tradicional francesa pero bio. Los platos se preparan delante de uno, y el ambiente es bastante familiar. Además del restaurante, tienen una boutique con productos orgánicos.

Los mercados. El Marché de Raspail (sobre el Boulevard Raspail, en el 6e) es totalmente bio los domingos a la mañana. Lo mismo en el de Batignolles (sobre el Boulevard des Batignolles, en el 17e), los sábados hasta las 14h/15h.

Merce and The Muse (1 bis, rue Charles-François Dupuis, en el 3e). Ambiente Soho neoyorquino pero en el Marais: azulejos blancos, mesa baja de madera estilo sueco, heladera Smeg, cafetera canchera, libros en la biblioteca, algunas sillas desparramadas y un sillón cómodo para sentirse como en casa. Todo es hecho en el lugar. Ideal para instalarse a tomar el té o para hacer un take away (preparan unas cajitas de cartón muy simpáticas). Recomendable el muffin de banana y un mini cheesecake que viene en vasito.

Nanashi (31, rue du Paradis, en el 10e). Hace unos dias abrió un segundo espacio en 57, rue Charlot, 75003. Es una propuesta de la ex de Rose Bakery, Kaori Endo. Un espacio alargado y gigante para los tamaños parisinos, con mesas de madera y sillas design de plástico, aunque no todas iguales. Al mediodía ofrecen “bentos”, esas bandejas divididas -típicas de la gastronomía japonesa- con algo de proteína (pescado o hamburguesa de tofu teriyaki, por ejemplo), arroz (o algún otro cereal) y verduras. Además de ensaladas, mini pizzas deliciosas y cakes de té verde. Para quedarse un rato después de comer, un domingo al mediodía, leyendo un libro o charlando.


Kaori

Nanashi

Tartes

Cultura bio: natural en vez de light

Bio

En los bares y restaurantes de París no se encuentra fácilmente una “Sprite zéro”. Ni tampoco ninguna otra bebida light, aparte de la Coca light. Misma situación en los supermercados, en donde como máximo venden Schweppes o%, Orangina Light (un jugo de naranja francés muy típico sin burbujas que también es vendido en lata) y, desde hace algunos meses, unas aguas saborizadas francesas (Taillefine, de Danone) sin azúcar. Tampoco hay muchas especificidades dentro del universo light parisino: es difícil encontrar, por ejemplo, un yoghurt que sea 0% y con gusto a fruta (aromatizado) pero sin pedazos de frutas adentro. Para esa variedad hay que irse hasta los supermercados más grandes, de esos que están más afuera de París y que se convierten en un programa familiar en auto.

En vez de “light”, los parisinos consumen “bío”. Mientras que las gondolas porteñas están atiborradas de productos “0%” o “sin azúcar” (lo que revela también las preferencias de los consumidores), en París prefieren preconizar la ingesta de frutas, verduras, lácteos, aceites, pastas, pescados, panes y mermeladas, y hasta cremas y cosméticos, con la certificación AB, símbolo oficial que distingue aquellos productos elaborados a partir de una agricultura biológica: no contienen organismos genéticamente modificados (OGM) y no utilizan productos químicos de síntesis ni tratamientos ionizantes.

Mercado bio de Raspail

Mercado bio de Raspail

Al principio sólo se encontraban en mercados especiales, donde los comerciantes son muchas veces también los propios productores. Una dinámica más artesanal, y contaminada en los últimos tiempos por los supermercados que, al ver el negocio, adoptaron esta nueva tendencia. La diferencia: las grandes cadenas venden marcas que ofrecen un mismo producto con y sin la etiqueta bio, mientras que los mercados especializados favorecen las iniciativas puramente ecológicas.

Una filosofía para la cual las bolsas de plástico son el enemigo, y en donde las frutas y verduras tienen mejor color, mejor gusto y un tamaño más “normal”. Y, contrariamente a la creencia, no siempre los productos son más caros. Algunos -algo más extremistas- optan por asociarse directamente con un campesino: les pagan por adelantado y reciben, cada semana, una canasta con la producción de su tierra. Son las llamadas AMAP (asociaciones por el mantenimiento de la agricultura francesa).

Paradójicamente, Francia (país agrícola por excelencia) es el primer consumidor europeo de pesticidas y el tercero a nivel mundial. Sólo el 2% de sus tierras está destinado a la agricultura biológica.

En el próximo post, algunas direcciones para aplicar esta actitud orgánica cuando vengan de paseo..

Yaourt

El departamento de una parisina (Rive Gauche), en fotos

mesa de luz

El parisino es reservado, pero también es curioso: acostumbrado a tanta discreción, una puerta entreabierta o una ventana sin cortinas es la oportunidad para espiar cómo vive el otro.

¿Y cómo vive una parisina? ¿Esa que uno imagina casi de otra época, rodeada de libros, de maquillajes Chanel y de vestidos Courrèges, en un departamento con piso de madera que cruje?

Con esta idea, Galeries Lafayette, esa inmensa boutique de 70.000 m2 sobre el Boulevard Haussmann (con 25 millones de visitantes por año -o sea unos 100.000 por día-, sus propietarios son la 15va fortuna de Francia: merece un post aparte), recreó en su espacio de arte del primer piso el departamento de una parisina “imaginaria”.tocador

Para esta exposición llamaron a una pareja franco-argentina: la estilista de moda Sofía Achával y el periodista/escritor Thibault de Montaigu (su madre, Françoise Gallimard, es la nieta del fundador de la editorial Gallimard -en 1911-, de las más importantes en Francia). Los tándems moda-literatura seducen en una ciudad como París.

Acompañados por varios artistas (arquitecta, escritores, fotógrafos y músicos), juntos imaginaron la vida de una parisina: “Más que un arquetipo social, este símbolo de elegancia e ícono de belleza es una ficción sobre la cual proyectamos nuestros deseos”, explica de Montaigu. Para cada ambiente se inspiraron en escenas de distintas películas.

Aquí, las fotos (amateur!) de la expo, para que cada uno invente su propia historia..

Angulo gde

mueble cuarto

Dressing inspirado en el de Joan Crawford en "Mommy Dearest"

Dressing inspirado en el de Joan Crawford en "Mommy Dearest"

Salón como el del film "Gritos y Susurros" de Ingmar Bergman

Salón como el del film "Gritos y Susurros" de Ingmar Bergman

bureau

El bureau negro, inspirado en el de la casa de Serge Gainsbourg en rue Verneuil

El bureau negro, inspirado en el de la casa de Serge Gainsbourg en rue Verneuil

La parisina avisa a sus vecinos cuando hace una fiesta (y pide disculpas por las molestias de esa noche)

La parisina avisa a sus vecinos cuando hace una fiesta (y pide disculpas por las molestias de esa noche)

Mensajitos en modo "post-it" en la cocina

Mensajitos en modo "post-it" en la cocina

tocador

Chanel

Sofía Achával y Thibault de Montaigu

Sofía Achával y Thibault de Montaigu

Seis ejemplos del lujo en París

HOtel de Sers

París también es lujo. Tanto, que a veces tienen que inventar nuevas categorías.

Hasta enero de 2009 no existían en Francia los hoteles “5 estrellas”. Este país, sencillamente, nunca había creado esa categoría (cada país establece sus propios criterios para clasificar a los hoteles de una a cinco estrellas). Así, los hoteles de más alto nivel caían dentro del concepto “4 estrellas”.

La nueva escala permitió que más de 120 hoteles en toda Francia (y unos 20 en París) recibieran una estrella más. Pero redefinió, además, el concepto del lujo, ya que algunos quedaron fuera de esta clasificación: no por ser menos, sino porque en París existe algo más después de los hoteles 5 estrellas..

Bienvenidos al mundo de los “Palace”. Una denominación que, al no haber sido todavía oficializada, permite que cada uno sueñe con lo que significa: establecimientos con historia, ubicados en una zona exclusiva, habitaciones de más de 40m2, servicios ilimitados y hoteles que albergan un restaurante distinguido con, al menos, una estrella Michelin. Pero, según los hoteleros, una regla de oro debe ser respetada: para ser un “palace”, el hotel debe garantizar al menos dos empleados por cuarto. Lo que los convierte en pequeños universos de entre 300 y 450 empleados.

En París existen seis hoteles que son históricamente considerados como Palace.

Plaza Athénée: es frecuentado por estrellas internacionales y su ubicación sobre la rue Montaigne atrae a muchosGeorge V protagonistas del mundo de la moda. Invierte 15 millones de euros por año. Tiene un spa de Dior de 500 m2 que emplea a 16 personas y que está siempre lleno (inaugurado hace dos años y medio, luego de ocho meses de trabajo y cuatro millones de euros de inversión). En el bar uno puede tranquilamente toparse con Jude Law tomando un trago. El subsuelo reúne talleres artesanales (costureros, zapateros, ..) y varios servicios (electricista, plomero, tintorería).

George V (Four Seasons): es el más grande, con 240 cuartos, y está sobre la avenida con el mismo nombre, a pasos de la Maison de Louis Vuitton. Es considerado uno de los hoteles más lujosos del mundo. Fue comprado por el príncipe Al-Waleed de Arabia Saudita en 1996 por 310 millones de euros. La suite nupcial fue reconvertida en departamento de 250 m2 (y con jardín). Su restaurante, “Le Cinq”, fue distinguido con dos estrellas Michelin.

Le Bristol: clásico-chic, es uno de los palaces más discretos y, por su ubicación (esquina del Faubourg Saint-Honoré y de la avenida Matignon), muy frecuentado por jefes de Estado. Los baños son enteramente de mármol. Su jardín de 1200 m2 es el más grande de todos. Desde la pileta, vista panorámica a los techos de París y al Sagrado Corazón. El restaurante tiene tres estrellas Michelin.

Le Meurice: instalado sobre la rue de Rivoli, frente a los jardines de las Tullerías, atrajo durante mucho tiempo a la alta sociedad. Salvador Dali ocupó una de sus suites, un mes al año, por más de treinta años. En 2007 el diseñador Philippe Starck renovó el jardín de invierno y lo convirtió en un salón-cantina.

Ritz: tiene un costado “nuevo rico” porque está situado en la plaza Vendôme y rodeado por joyerías. Inaugurado hace más de 110 años, alojó personalidades como Marcel Proust, Ernest Hemingway (uno de los tres bares lleva su nombre y es conocido por sus tragos), Charlie Chaplin y Coco Chanel, que vivió allí más de treinta años. En 1979 fue comprado por Mohammed Al-Fayed (padre de Dodi, el que murió con Lady Di en un accidente de autos en París en el 97). La pileta es la más grande de París.

Le Crillon: está sobre la plaza de la Concorde, y al lado del Eliseo (la Casa Rosada francesa). Muy frecuentado por políticos. Es uno de los más antiguos. En noviembre pasado fue cedido a un miembro de la familia real de Arabia Saudita por 250 millones de euros. Dos de sus salones fueron clasificados “monumento histórico”. Aquí se realiza el tradicional “Baile de las debutantes” (la entrada en el mundo de las jóvenes de la alta sociedad).

Forman parte de un círculo cerrado que intenta captar a esos muy ricos que desembarcan en la ciudad. Aunque ahora se ven alertados por la llegada de cuatro proyectos asiáticos: el Royal Monceau (reabrió luego de una remodelación de Philippe Starck) y le Peninsula (debería inaugurar en 2012, cerca del Arco de Triunfo, en un edificio comprado al Estado francés por 460 millones de euros), ambos financiados por Qatari Diar, el fondo soberano de Qatar; el Shangri-La (la cadena de Hong-Kong se instala por primera vez en Europa), y el Mandarin Oriental (debería inaugurar en unos meses), un grupo también de Hong-Kong.

En un próximo post, opciones de hoteles dónde hospedarse. De esos en donde el mayor lujo son las heladeritas (con productos que uno mira pero que casi ni se anima a consumir).

Hotel de Sers 2