Sí, amigos… para los que viven en España y no me “pillaron” antes en mi debut como tertuliano en el canal de noticias de la TVE y para los que viven en la Argentina y ni se dieron cuenta de que ya no estaba más por ahí, les cuento que estoy de vuelta en Madrid, tras unas semanitas de vacaciones en mi Buenos Aires querido (¿o querida…?).
Y, como en cada regreso, con el recuerdo fresco de mi país en mis retinas y en mis bolsillos, no puedo dejar de hacer mis argentinas comparaciones. Porque, luego de haber estado esquivando a los manteros y a sus polémicas por la calle Florida, me encuentro, 10.000 kilómetros al norte y 35 grados centígrados por debajo, con sus compañeros de rubro en plena Puerta del Sol.
Yo ya los había visto muchas veces en otras partes de Madrid y de España (especialmente en la costa valenciana o en la gaditana) pero nunca ahí mismo, en el corazón del que fuera, hasta hace unos pocos meses el enclave de los “indignados”.
Estos vendedores comparten con aquellos que vi en otros parajes peninsulares algo que los distingue de sus congéneres porteños: le tienen pánico a la autoridad. O, mejor dicho, algo así como un pánico escénico, pero en el sentido de “escenificado”. Esto lo digo porque, cada vez que advierten la presencia de la policía, levantan de sus cuatro cuerditas la manta con la mercadería y huyen en grupo a resguardo de la mirada policial. Para los que nunca vieron este procedimiento, les muestro una de las fotos que saqué de este simulacro de huída:
Pero el agente perseguidor en cuestión, generalmente motorizado, solo se limita a hacer acto de presencia: ni corre, ni los corre, ni busca interrogarlos ni detenerlos. Solo se pasea un rato por la zona… y su retirada coincide siempre con el regreso de los manteros a sus puestos.
No obstante, y más allá de todo paralelismo que podamos trazar entre este circo ibérico y el nuestro (con manifestaciones incluidas), yo en realidad quería destacar otra cosa. Y esto es que, al mirar la calidad de algunos productos de imitación y de contrabando que ilegalmente venden los manteros españoles, no puedo dejar de entristecerme al comprobar que, en algunos casos, hasta igualan o superan la calidad de muchos productos -sobre todo, textiles- que hoy por hoy se consiguen en los shoppings de Buenos Aires. Digamos que es común escuchar que una chomba de una marca conocida, en la Argentina, es “más cara que en Europa”… lo cual es absolutamente cierto. Pero… ¿yo soy el único que veo que, por ese precio descarado, se suele pagar, además, por prendas de una factura malísima, de costuras vergonzosas y de un material que ni de casualidad se corresponde con el “100% algodón” de sus etiquetas?
Vamos, vamos, cuéntenme. Hablen ahora o quéjense para siempre…