Manejando por Segovia

Por fortuna, pude rescatar un disco rígido que el año pasado se me había averiado…

Y, también por fortuna, logré extraer varias imágenes de mi viaje del año pasado por Segovia, con las que acabo de armar el videíto que podrán ver un par de líneas más abajo.

Todavía me impresiona lo difícil que es conducir por esas calles tan angostitas, donde la gente saluda al pasar (a riesgo de no ser atropelladas por un automóvil tamaño familiar…). Pero todo vale para que el premio final sea la dichosa vista del bimilenario acueducto:

 

 

Paseo de la Castellana, ¿estás?

Sí, sí… la “9 de Julio” madrileña me sorprendió el fin de semana pasado en uno de sus pasajes más emblemáticos.

Al pasar en auto a la altura de Plaza de Castilla por la noche, noté algo extraño: el complejo formado en ese lugar por las famosas torres Kio y el obelisco electromecánico de Calatrava había sido devorado por la oscuridad más inquietante. En lugar del agradable paisaje iluminado de esos íconos de Madrid, había una desoladora “boca de lobo”, cuyo razón de existir logré intuir… y, por desgracia, también acertar. Según nos lo cuenta el diario ABC, el “obelisco”, cuyo mantenimiento insume unos 150.000 euros anuales, fue desconectado para ahorrar energía y otros gastos adicionales. Y aunque ese artículo no diga nada, los característicos carteles de las Kio también fueron “desenchufados” lo que termina de darle un aspecto sombrío a la zona que, honestamente, no sé en cuánto puede beneficiar a la Madrid turística, ciudadana y precandidata a organizar los Juegos Olímpicos de 2020.

En fin, los dejo por hoy con un videíto tomado con el “teléfono sopapero” desde el parabrisas del coche, donde, después de un breve paneo diurno hecho a pie, los invito a tratar de encontrar a las torres y al mal llamado Obelisco de 93 metros y ninguna flor:

 

 

Una industria agujereada

Me permito una última reflexión sobre mi reciente visita por nuestro país.

Yo, en mi anterior post, no tenías ganas de tener razón sobre la disminución de la calidad de la ropa que se compra en la Argentina, a precios europeos (o superiores). Hasta que una blusa comprada a principios de enero por mi mujer en el local que una conocida diseñadora tiene en Palermo respondió así al primer lavado… ¡a mano!:

 

E insisto: no fue comprada en la feria de La Salada, ni en la Avenida Avellaneda (de la que fui vecino por casi 30 años), ni en un puesto callejero. No. Costó alrededor de 200 pesos -cree recordar ella- y corrió peor suerte que muchas de mis chombas de “marca” que terminaron con el cuello plagado de pelotitas y los ojales bailando hulla-hulla al segundo o tercer lavado.

¿Cómo es posible que acá en España -por no hablar del resto de Europa- por ese mismo precio, lo habitual sea que esas prendas resulten durables… digamos, como lo eran las prendas argentinas antes de la hecatombe financiera de 2001?

Vamos a decirlo: en aquellos años de vacas famélicas, era hasta comprensible que le agregaran material sintético a las telas -o que se compraran telas más ordinarias, ya fueran locales o extranjeras- para abaratar costos, porque si no, se hacía extremadamente difícil conseguir un mercado. Pero no se entiende como después, con la relativa mejora de las condiciones de la economía, y el ascenso meteórico de los precios -en dólares, euros o cualquier divisa comparable- las telas y el nivel de confección siga siendo igual, o peor, que en aquellos  años secos. ¿Se justifica, o se entiende esto en un país que es productor de algodón (y que incluso tiene a su preciado capullo en el escudo de una de sus provincias)?

A mí, al menos, no me termina de cerrar… y tampoco entiendo lo que no entienden muchos españoles que visitan la Argentina: “¿Cómo puede ser que la gente compre la ropa en cuotas?”, me han preguntado, más de una vez.

Pero yo, además, me pregunto: el hecho de que me lleguen a preguntar esto… ¿es culpa del chancho?

De ser así, ojalá a este triste momento le llegue pronto su San Martín, y recuperemos, aunque sea de a poco, la calidad y el amor por lo que se hace…

Manteros con calidad de shopping (porteño)

 

Sí, amigos… para los que viven en España y no me “pillaron” antes en mi debut como tertuliano en el canal de noticias de la TVE y para los que viven en la Argentina y ni se dieron cuenta de que ya no estaba más por ahí, les cuento que estoy de vuelta en Madrid, tras unas semanitas de vacaciones en mi Buenos Aires querido (¿o querida…?).

Y, como en cada regreso, con el recuerdo fresco de mi país en mis retinas y en mis bolsillos, no puedo dejar de hacer mis argentinas comparaciones. Porque, luego de haber estado esquivando a los manteros y a sus polémicas por la calle Florida, me encuentro, 10.000 kilómetros al norte y 35 grados centígrados por debajo, con sus compañeros de rubro en plena Puerta del Sol.

Yo ya los había visto muchas veces en otras partes de Madrid y de España (especialmente en la costa valenciana o en la gaditana) pero nunca ahí mismo, en el corazón del que fuera, hasta hace unos pocos meses el enclave de los “indignados”.

Estos vendedores comparten con aquellos que vi en otros parajes peninsulares algo que los distingue de sus congéneres porteños: le tienen pánico a la autoridad. O, mejor dicho, algo así como un pánico escénico, pero en el sentido de “escenificado”. Esto lo digo porque, cada vez que advierten la presencia de la policía, levantan de sus cuatro cuerditas la manta con la mercadería y huyen en grupo a resguardo de la mirada policial. Para los que nunca vieron este procedimiento, les muestro una de las fotos que saqué de este simulacro de huída:

Pero el agente perseguidor en cuestión, generalmente motorizado, solo se limita a hacer acto de presencia: ni corre, ni los corre, ni busca interrogarlos ni detenerlos. Solo se pasea un rato por la zona… y su retirada coincide siempre con el regreso de los manteros a sus puestos.

No obstante, y más allá de todo paralelismo que podamos trazar entre este circo ibérico y el nuestro (con manifestaciones incluidas), yo en realidad quería destacar otra cosa. Y esto es que, al mirar la calidad de algunos productos de imitación y de contrabando que ilegalmente venden los manteros españoles, no puedo dejar de entristecerme al comprobar que, en algunos casos, hasta igualan o superan la calidad de muchos productos -sobre todo, textiles- que hoy por hoy se consiguen en los shoppings de Buenos Aires. Digamos que es común escuchar que una chomba de una marca conocida, en la Argentina, es “más cara que en Europa”… lo cual es absolutamente cierto. Pero… ¿yo soy el único que veo que, por ese precio descarado, se suele pagar, además, por prendas de una factura malísima, de costuras vergonzosas y de un material que ni de casualidad se corresponde  con el “100% algodón” de sus etiquetas?

Vamos, vamos, cuéntenme. Hablen ahora o quéjense para siempre…

 

 

Fiestas madrileñas a media luz

 

 

¡Al fin pude estrenar el soporte con sopapita para grabar videos con el teléfono desde el parabrisas del auto!

Como podrán ver en la pequeña producción de arriba, el primer video lo hice por las calles de esta Madrid iluminada para la Navidad. Esta bellísima costumbre de adornar las calles con motivos propios de esta época del año, tuvo, sin embargo, sus bemoles en esta edición, ya que este año se volvieron a usar las mismas  luces callejeras del año anterior que, a su vez, ya habían sido recicladas de las fiestas de 2009. El motivo es el que ya pueden imaginar, y que tanto tiene que ver con la España de los últimos 3 años: austeridad, recortes y reducción de déficit a todo precio. Y, por otro lado, también un poco de miedo a las críticas, ya que en años anteriores habían sido criticados algunos diseños de luces por parecer demasiado estrafalarios.

Por eso, también, y más allá del ahorro energético, hay también muchos menos adornos luminosos este año, lo que confiere un aspecto entre más tranquilo y medio tristón a algunos pasajes de Gran Vía. Eso sí: da gusto ver totalmente restaurado el Palacio de Comunicaciones (ese edificio imponente con torrecitas que se ve en las postales tras la fuente de Cibeles), cuya fantástica iluminación compensa, en parte, la ausencia no muy añorada de luces con formas de platos voladores y aparatosas sortijas que pendían hace un año sobre Alcalá.

 

Che… ¿y los indignados?

 

 

Últimamente, en la gran mayoría de las conversaciones que he mantenido con argentinos a la distancia, suele colarse una pregunta de mediano rigor -y calibre- entre las infaltables sobre el invernal otoño madrileño y la crisis. “¿Che… y los indignados?”

En mi caso, por estos días siempre me valgo de tres imágenes surgidas de mi propia experiencia para confeccionar una respuesta que puede ser más o menos variable, pero con la que trato de estar a la altura de esa curiosidad de estribo de charla contenida en la pregunta.

La primera “foto” mental, que es también la digital que saqué y coloqué para encabezar este post, es la del 15-M. Ese día soleado de mayo me encontraba en el Círculo de Bellas Artes, desde cuya terraza pude ver cómo un creciente hormiguero humano lograba cortar Alcalá e inundar Cibeles. Una vez abajo y de cerca, me cansé de contar banderas de la Segunda República, consignas anti-bancos, anti-bipartidismo, anti-Iglesia y anti-religión, y mucha gente que, a la vez, miraba curiosa a los “anti-sistema” -como les llamaban hasta aquel momento- y que, para los helicópteros policiales y los organizadores, no hacían más que engrosar en forma involuntaria el número de asistentes a la manifestación.

La segunda imagen es más textual, y corresponde a la de la andanada de comentarios negativos que recibí en este blog y en algunas de mis notas, donde se me acusó de “no haber visto venir” un “fenómeno histórico” que estaba llamado a cambiar la política y el destino de España, o de “esto que llaman España”.

Y la tercera tiene que ver con las dos anteriores, más allá de que, de alguna manera, completa su sentido. Seis meses después, la noche de las elecciones del 20-N, en la Puerta del Sol avisté a un grupito de 40 indignados ateridos que aguardaban su turno para hablar por un micrófono conectado a un parlante de baja potencia. Pero también esperaban el fin de una jornada eleccionaria en la que el 73,35% de los votantes españoles le dio su confianza al “PP$OE”, como habían bautizado a la suma de los dos partidos mayoritarios aquellos pioneros del ya lejano 15-M.

En definitiva, estos tres pantallazos de experiencia personal me llevan a decir sobre los indignados: “y… ahí andan”. Mucho más no me extiendo… total, ahora que los sindicatos van a sentirse libres para protestar, ya difícilmente vuelvan a preguntarme sobre el mismo tema…

 

Y ustedes, ¿qué responden?

 

Y dale con el fascismo…

 

Ayer, cuando leía los comentarios de los lectores sobre la cobertura que hicimos de las elecciones con la gran Luisa Corradini, y también en otros medios, no pude dejar de acordarme de imágenes como la de la foto que precede a estas líneas.

Esa imagen fue capturada por mi cámara el año pasado, en ocasión de una marcha realizada por la casi desaparecida agrupación Falange Española, que, dicho sea de paso, el domingo sacó solo 1400 votos en toda España. Pero, a juzgar por las impresiones de algunos lectores argentinos de un tiempo a esta parte, seguramente no pocos imaginarán que ese señor con la bandera que lleva el yugo y las flechas se había acercado a la sede central del PP -que se ve al fondo- para festejar el triunfo de Rajoy. Pero les digo que no fue así: cuando los 250 manifestantes que tenía esa marcha pasaron entonces por ese lugar, estos fascistas de ley les gritaron a los empleados del partido de la gaviota que eran “inútiles”, “burócratas” e, incluso cantos pre 15-M como “sois la misma mierda que el PSOE”.

Sin embargo… ¿qué es lo que veo en algunas de las opiniones que me hacen llegar desde la Argentina? Y… sí, cosas que acá no escucho, como que con el triunfo del PP ha regresado el fascismo, que ayer la democracia ha perdido una oportunidad en España, que la “derecha” va a arrasar con lo poco que dejó la “izquierda” en pie… En fin: no dejo de notar que las tristes heridas que dejó la Guerra Civil Española y la posterior dictadura franquista han cicatrizado más -y mejor- en España que en la Argentina.

Yo, en lo personal, y tras tres años y medio de vivir en España, no puedo consentir con ese diagnóstico. Sí, en cambio, temo por la falta total y absoluta de carisma del nuevo presidente, y como mucho puedo aportar el beneficio de la duda sobre su idoneidad como piloto de tormenta para este momento tan dramático que vive este país. Sé que ese aspecto no es lo único importante en un político, aunque no puedo dejar de decir que su ausencia en estas circunstancias especiales me preocupas. Pero la acusación de “fascista”, chicos, se la dejaría a Hugo Chávez, para que se la diga en la cara a Rajoy en alguna cumbre internacional y nos volvamos a reír un rato. Eso sí, si yo fuera el señor de la barba, pediría como condición para asistir la presencia de don Juan Carlos “por qué no te callas” de Borbón…

 

 

 

Madrid, paraíso de los tacaños

 

Cuando me mudé a Madrid, viniendo desde Londres, no podía resistirme a calcular la propina que tenía que dejar tras comer en un restaurante. Hasta que, en una ocasión, un mozo de un bar de barrio me dijo: “no, no, hombre… que eso es de guiris, y tú eres argentino”. Y, aún insistiéndole, no me la aceptó, para mi asombro y para mi placer, porque siempre consideré a la propina un “error” del mercado, y un símbolo de la explotación donde el cliente tiene que hacerse cargo de lo que no quiere pagarles a sus empleados el dueño de un establecimiento.

Pero el otro día, en un alto de la cobertura de la campaña electoral, me llevé una sorpresa: en la cafetería donde paré, no solo sigue en pie esta costumbre, sino que incluso se da un paso más allá. Como pueden ver en la foto, en el ticket no figura aquella desagradable leyenda de “Service not included” que tantas veces leí en el llamado Primer Mundo, sino que directamente se prohíbe pagarla.

Ahora, me pregunto yo: ¿por qué en Buenos Aires, con tantos bares y restaurantes fundados en su momento por españoles, no tenemos esta costumbre? Por lo menos, yo nunca la vi… pero si saben de alguno, avíseme. Es raro eso de ser tacaño y poder sentirse justiciero al mismo tiempo…

 

¿Rajoy o Rubalcaba? Una duda argentina…

Ya que los argentinos estamos aún con las urnas candentes y el criterio afilado tras el cívico ejercicio del domingo, me encantaría aprovechar este espacio para averiguar qué opiniones les merecen los dos máximos candidatos a heredar el sillón del Palacio de la Moncloa (que, dicho sea de paso, no sé si tiene tal sillón destinado al presidente… pero Rivadavia también puede globalizarse. Si lo hacen Halloween, San Valentín y Justin Bieber, ¿por qué no tan ilustre mueble?).

No importa que no tengan ciudadanía española, ni voten, ni nunca hayan transpirado como pingüinos para sacarse una foto junto a la estatua del Oso y el Madroño en verano. Solo quisiera saber cuáles son su percepciones sobre Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy , faltando ya tan poquito para las elecciones presidenciales del 20 de noviembre.

¿Cuál de los dos les cae mejor, teniendo en cuenta el presente y el futuro de España, y nuestra relación con la Madre Patria?

Yo, hasta ahora, en este blog y en mi página de Facebook he notado una fuerte inclinación por uno de los candidatos, pero no voy a decir cuál. Por el momento, solo les haré a continuación una descripción, en cuatro líneas (literalmente) de las impresiones que me dieron ambos en el momento de las entrevistas con Rubalcaba y Rajoy que publicó el diario .

 

RUBALCABA: Un hombre cansado al que no deja de notársele segundo tras segundo el tremendo peso que le pusieron sus correligionarios sobre los hombros, al darle la candidatura del oficialismo en el peor momento de la historia del PSOE. Pero aún bajo presión logra hacer lucir igual su faceta del “profe piola” del secundario que nos hablaba de fútbol antes de empezar la clase, aunque no nos acordemos nada de lo que nos enseñó.

RAJOY: Un técnico estricto que debe saberse de memoria la Constitución española, el Quijote, El Sí de las Niñas y la lista de precios completa de La Mallorquina. Consigue mostrarse más confiable que carismático, aunque Agulla bien podría ahorrarle unos euros al PP si le vende con descuento el slogan “Dicen que soy aburrido” que ya usó De la Rúa. De hecho, en la foto yo estaba tratando de sacarle una sonrisa tras la entrevista. Pero…

Ustedes me dirán (y medirán) sus pensamientos al respecto…

Os espero

 

 

¿Son los "indignados" un invento del gobierno español?

La pregunta del título sobrevoló las charlas de bar y de oficina en Madrid (por no hablar de los canales de televisión afines a la derecha vernácula) en las primeras semanas que siguieron al 15-M, luego de que los “indignados” acampados en Sol concentraran sus críticas en el “sistema” y no en el gobierno, y en la reforma política más que en la exigencia de puestos laborales.  Y yo, en su momento, atrapé y guardé aquel interrogante porque, como toda teoría de la conspiración, me resultó fascinante.

Pero esta semana decidí abrir el tupper, y descongelé la pregunta ante don Alfredo Pérez Rubalcaba, el actual candidato presidencial socialista que, cuando estalló el 15-M, era aún ministro del Interior, vicepresidente y “hombre fuerte” del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Después de pensarlo un rato, y pasar por un período de mirthalegranditis (por eso de “Lo digo o no lo digo”) unté el interrogante freezado con una dosis de torpe vaselina humorística y se lo acerqué.

Y la respuesta del sorprendido -aunque irónico- Rubalcaba, que por cuestiones de espacio no entró en la entrevista que hoy publica La Nación en su edición impresa, es la que pueden oír a continuación:

Ahora, yo tengo una pregunta para ustedes: ¿creen que don Rubalcaba se fue por la tangente en su respuesta, o solo me parece a mí?

PD: La foto que ilustra el audio es gentileza del PSOE, en cuya sede madrileña hice la entrevista. Cumplieron muy bien su tarea de cuidar la imagen de Rubalcaba, pero no la mía: ¡y eso que le pregunté a la fotógrafa si estaba peinado! Lo bueno es que, con ese perfil, me van a llamar de Hollywood para hacer la remake de “El Informe Pelícano” (digo, por la papada…)