Una vez más, una ciudadana argentina no pudo pasar los controles migratorios en Barajas… y, una vez más, me llamaron de (otro nuevo) par de radios porteñas para que ampliara sobre el tema. Y, aunque pude responder con moderada eficacia a ambos requisitos, el consecuente pedido de mi opinión personal por parte de los conductores en Buenos Aires me dejó pensando tanto en mis propias palabras más de lo que me hubiera gustado. -¿Creés que sería justa una ley recíproca de admisión de inmigrantes?- me preguntaron. -Bueno, si la ley no es recíproca, no es justa… y si no es justa, no tiene demasiado de ley. Hasta ahí, todo muy lindo y en principio de acuerdo con mis propias convicciones. Incluso, me sentí un político en campaña… pero con bastante menos dinero y más de culpa y escrúpulos, y sin bebés para besar ante las cámaras en -al menos- dos metros a la redonda.
Sin embargo, lo que luego sentí que debí haber dicho poco hace de aquella frase mía algo parecido a una solución. Sin dudas, si las restricciones para entrar a España se han endurecido, que la Argentina también muestre sus colmillos es un acto reflejo y lógico, pero la única manera de disminuir la tensión y evitar nuevos casos no pasa por otro lado que el de habituarse a las nuevas reglas. Porque si al cancerbero no le gusta más el queso y pide jamón crudo… ¿vamos a seguir viajando con la horma de Camembert bajo el brazo…?
Por eso, lo razonable en estos momentos es difundir con insistencia el derecho y la obligación de ser informado antes, durante y después de la compra de los pasajes. Y en esta cadena entra, en primer lugar, el pasajero… pero le sigue inmediatamente y sin solución de continuidad la línea aérea y/o la agencia de viajes que vende ese pasaje. A mí no me consta que ninguna de estas dos bocas de expendio se desvivan por explicar los requisitos para ingresar a España o Europa o, al menos, no con la misma energía que emplean para ametrallarnos con e-mails, tweets y publicidades sobre los precios de sus promociones que, en los últimos dos años, han poblado de turistas y atrevidos (y de los dos tipos de viajeros argentinos al mismo tiempo) la península ibérica y otros territorios europeos.
Es más, para evitar este tipo de sinsabores que son ilógicos para nosotros pero totalmente dentro de lo comprensible para los principios de una policía de migraciones que -y esto deberían saberlo todos los que viajan- no tolera los titubeos ni las respuestas ambiguas o sospechosas (estilo: “me voy a quedar por tres meses” cuando la estadía máxima es de ese período y sólo gente con muy buenos ingresos puede demostrar cómo afrontarla) a los pasajes deberían venderlos con el mismo cuidado empleado para recetar un medicamento. Antes de venderlo, tendrían que preguntarle al pasajero: ¿Usted sabe que tiene que demostrar ingresos por más de 65 euros por día de estadía? ¿Es consciente de que tiene que tener a mano una carta de invitación de un residente español sellada por una comisaría española y enviada por correo postal al domicilio argentino del viajero? ¿Está al tanto de que tiene que tener el pasaje de vuelta también a mano, y que la fecha de regreso -si no tiene una visa y viaja como turista- tiene que ser dentro de los tres meses a partir de la fecha de arribo a España? ¿Sabe que tiene decir dónde piensa alojarse y cuál es el propósito exacto de su viaje, sin limitarse a decir “por turismo” como si eso lo explicara todo? Yo estoy convencido que, tras haber resuelto estas cuatro preguntas antes de viajar, no tendríamos más casos de argentinos rechazados… y, sobre todo, tampoco nuevos casos de xenofobia tan inútil como evitable. No es tan difícil: sólo es cuestión de informarse, más allá de que la información es uno de los bienes que peor y menos justa distribución tienen. Porque yo sé desde los 10 años de edad cómo se evita un embarazo -un tema sobre el que es un cliché decir que hay “desinformación”- pero no supe nunca, hasta que me tocó vivir en Europa y recibir familiares y amigos, cuáles son los requisitos mínimos para que Barajas, Heathrow o el Charles de Gaulle no se transformen en un flipper fatal para nosotros.
Pero no me pataleen, muchachos: después de leer estas líneas, ya no se pueden hacer los distraídos.
Y si quieren que también les cuente lo del embarazo, no duden escribirme a Asack@lanacion.com.ar o agregarme en su Twitter como @AdriSack .
Hasta el próximo post, siempre.