Portada del informe de desigualdad de @oxfamintermon
Al igual que la esclavitud y el apartheid, la pobreza no es un fenómeno natural. La causan los seres humanos y puede ser superada y erradicada gracias a la actuación de esos mismos seres humanos. Acabar con la pobreza no es un gesto de caridad; es un acto de justicia. Es proteger un derecho humano fundamental, el derecho a la dignidad y a una vida decente. Mientras siga habiendo pobreza, no habrá verdadera libertad. Nelson Mandela.
El otro día me citó mi buena amiga Isabel Ramis (@yayel) para contarme una idea que le ronda la cabeza. Durante un viaje a Sudáfrica este verano, tras leer una frase de Mandela escrita en un muro, ha decidido que va a dedicar parte de su talento como experta en comunicación para concienciar a la gente de que acabar con la pobreza es posible. Quería saber mi opinión.
Sin duda acabar con la pobreza es posible en términos absolutos. La pregunta es ¿a qué estamos dispuesto a renunciar para que los demás dejen de ser pobres? La pobreza es un estigma de otros. Como explica magistralmente Martin Caparrós en su libro “El Hambre”, hay millones de hambrientos en el mundo pero nosotros no conocemos a ninguno, porque se encuentran todos concentrados en sitios alejados. Lo interesante de la pobreza en este mundo globalizado es que nos beneficia a todos a distancia. Una distancia suficientemente grande para que gocemos de sus ventajas sin sentir un ápice de responsabilidad.
Me explicaba mi amiga que en realidad ella no quería que todos fuéramos iguales, no se trata de que todo el mundo tenga lo mismo, se trata de que no haya pobreza extrema. “Se trata de asegurar que los que menos tienen por lo menos tengan suficiente para comer y acceso a la educación”. Ya, pero, eso destruirá el desequilibro que nos nutre de ropa barata, aparatos electrónicos baratos, comida barata, en definitiva consumo barato, e incluso, de consumo a secas. La gente que trabaja en las maquilas no lo hace porque les guste. Trabajan hacinadas miles de hambrientas con el único de fin de sobrevivir un día más y así nosotros podemos tener una camiseta fabricada en El Salvador que cuesta 10 euros, o mucho menos. El hambre de un mundo es la energía que nutre al otro.
Mi amiga estaba convencida que es todo una cuestión de información. “La gente no sabe que se puede acabar con la pobreza, cuando se lo contemos reaccionarán”. La verdad es que las personas en general somos buena gente. No deseamos mal a los demás. Pero estamos inmersos en un sistema perverso que no nos deja mucho margen para pensar. Vamos corriendo como el conejo de Alicia en el País de las maravillas. Para sobrevivir en este contexto construimos barreras emocionales que nos protegen del entorno. Aun así, cuando algún estimulo externo nos toca reaccionamos y ponemos nuestro grano de arena para el cambio. Compramos de un modo ético, comercio justo o ecológico, colaboramos con alguna organización, somos solidarios. Los mercados aceptan esos pequeños destellos de humanidad que emergen mercantilizándolos rápidamente. Lo eco y lo fair son tendencia. Algo en que pensar. Pero de todos modos, como dice Martin Caparrós, los pequeños tenemos una pequeña responsabilidad en lo que pasa, comparado con la gran responsabilidad que tienen los que producen las camisetas en El Salvador. Aunque seguramente los que se lucran gracias a la miseria de los demás no son conscientes del todo de su responsabilidad, como no lo somos los que compramos las camisetas. Pero eso, como a nosotros, no les exime de ella.
Pero entonces, “¿no podemos hacer nada para acabar con la pobreza?”. La verdad es que si pensara que no podemos hacer nada no estaría aquí escribiendo este artículo. Yo creo que sí podemos hacer, creo que debemos hacer y creo que concretamente ahora vivimos un momento excepcional de cambio inminente que realmente puede abrir las puertas de un nuevo modelo económico-social. Existe todo un movimiento que está impulsando el cambio y gracias al nuevo paradigma de la revolución digital puede llegar a ser global. Cada uno tenemos que encontrar la forma de participar activamente en este cambio empezando en todos los casos por aceptar que el modelo en el que vivimos no es bueno, aunque estemos cómodos en él. De hecho, no es un modelo que aporte la felicidad, sino más bien lo contrario.
“¿Has hablado de un movimiento global?”, me espetó mi amiga. Sí, un movimiento global. Prueba de ello es que “El capital” de Picketty es un best seller mundial…
¿A qué podrías renunciar de tu día a día para que otros puedan tener más y así llegar a tener una sociedad más justa?