Siempre resulta curioso ver como un hombre común se convierte en una celebridad, y como una vez muerto su mito lo trasciende y lo devuelve al imaginario colectivo transformado en una especie de “proto-hombre”, en este caso, un amante vigoroso, o mejor dicho un fornicador compulsivo e improbable.
Algunas biografías (lógicamente, no autorizadas, pues el sujeto obitó) se han ocupado de inflar la masculinidad de John Fiztgerald Kennedy atribuyéndole una vida sexual casi de ciencia ficción, y que ahora está bajo tela de juicio: una cosa es ser un buen amante y otra muy distinta ser un sexópata…¿o me equivoco?
En su libro (de pronta aparición) Un adultero americano, el médico y escritor Jed Mercurio sostiene que pese a sufrir de flojedad de vientre y otros males crónicos, el ex presidente de los Estados Unidos no podía pasar tres días sin tener sexo y que era adicto a los “rapiditos”.