Lo vi entrar con sus zapatitos color crema, jean gastado, el cuerpo compacto y la cabeza calva, recién salida de la peluquería, y me dije: éste tipo no es de acá. Aunque algunos extranjeros intentan mimetizarse, en la milonga se distingue a la legua quién es foráneo y quién no. Según el país de procedencia (Europa, Asia o Estados Unidos) el turista tendrá siempre un aire distinto, mundano, más o menos cool, lo que hará imposible confundirlo con la fauna tanguera local.
El hombre en cuestión llegó con su bolsita y acompañado de un tipo parecido a él, pero más bajo. Los ubicaron en la mesa de al lado, e inevitablemente los escuché hablar. Eran españoles.
-Volvieron los gallegos, al fin, pero, uf, éstos le dan al puré de ajo, acotó mi vecina de mesa, y yo tragando un sorbito de té recordé a los bailarines pestilentes con los que me crucé en este derrotero accidentado y cruel.
mejunje de abrazos Foto Graciela Calabrese La Nación
No lo digo con maldad: hay extranjeros que comen fuerte y que cuando bailan exudan lo que comen. Lo hablaba minutos antes con mi amigo Ricardo, que venía de bailar con una japonesa divina pero con “aliento a pecera”, según dijo (será por las algas del sushi, supongo). Pero éste no era ninguno de esos casos: el español era inquietante, muy… La milonga destila sexo, ya lo dije yo aquí.