Daniel cuenta que a su novia la conoció en la milonga y que apenas la sacó a bailar, en la pausa del primer tango de la tanda – esos segundos que se hacen de chicle y que algunos llenamos con frases idiotas, del tipo ¿viste cuánta gente vino hoy? o ¿vos, de dónde sos?– ella, calladita y sin decir ni mú, estiró la mano y empezó a acariciarle el pelo. Nunca antes se habían visto. A él, lógicamente, se le prendió fuego el cuerpo…¿acoso sexual o simplemente una seductora compulsiva?
– ustedes son tremedas, justificó la “víctima”…. (como si yo no lo supiera)
disculpá, mientras preparabas el café me puse cómoda Kate Bellm via pain tranché
En algo coincido: efectivamente, se está perdiendo el arte del levante, la sutileza. No digo que ya no queden románticos de manual dispuestos a “trabajar” para ganarse la cena, pero habiendo caído muchos hombres y mujeres en el extremo de la histeria, el abc del cortejo parece estar siendo superado por la precocidad contemporánea, esta urgencia por tenerlo todo, y tenerlo YA.