-dale gorda, quedamos así, paso a la tarde y hablamos. Chau, beso, mi amor… te amo, te amo (sic)
Tengo un compañero de trabajo muy culto y medido que cuando habla por teléfono con su mujer y se despide de ella, repite mecánicamente esta frase que, dicha así, tan seguido y fácil, ya me suena a póster de los ochenta. Claro que es lindo que te amen y te lo digan sin metáforas ni elipsis, con las letras bien grandotas escritas en la arena de una playa al atardecer. Pero el uso cotidiano del “te amo” termina desvirtuando el sentimiento. Pierde fuerza, lo vuelve intrascendente. Le quita dimensión. Por eso, a veces prefiero la elipsis a la obviedad.
Le Love, un blog dedicado al amor
Leyendo una entrevista al sociólogo Zygmunt Bauman, quien acuñó el concepto que describe la liquidez de la vida contemporánea – tomando por líquido lo que no perdura, lo que fluye demasiado rápido y se escurre de las manos – dí con una de las confesiones más redondas que puede hacerle un hombre a una mujer: “lo único sólido en mi vida es Janine, mi esposa desde hace más de 60 años”, dijo Bauman. Si eso no es amor…