El cómic erótico, o el arte de la obscenidad

Recuerdo que en las vacaciones de verano mis primos solían ratonearse al calor de la siesta leyendo revistas de cómics erótico que escondían bajo la cama. Yo prefería la Mafalda a las “chanchadas ésas”, hasta que hace unos años simpaticé con Clara, una prostituta algo naïve, dueña de unas curvas como autopistas de circunvalación, que sale a revolear la carterita por las calles oscuras de Buenos Aires. El personaje de Trillo me inspira ternura, y aunque es putísima, es una “nena de pecho” comparada con las heroínas de aquellas historietas.

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