Un beso erótico, clave para festejar San Valentín

Si algo pudiera recomendarle a quienes piensan festejar esta noche el Día de los Enamorados, y quieren que sea una noche especial, diría que antes de gastar plata en una cena o un ramo de flores (que este calor marchitará en segundos), busquen un lindo lugar alejado del mundo y dediquen un momento a darse un beso erótico. No ese beso cariñoso pero acostumbrado, sino el que se dieron al principio. Ese que pone piel de gallina, acelera el pulso cardíaco y desata chuchos de frío y ondas expansivas capaces de llegar a esos rincones pudendos donde se fragua el deseo. Es misterioso y perfecto el mecanismo del sexo. Un toquecito, un roce mínimo basta para desencadenar una tormenta fisiológica, dato valiosísimo a la hora de saber si estamos enganchados o no con alguien, porque el cuerpo nos avisa. Y si avisa, significa que al fin perdimos la cabeza y nos entregamos al instinto, es decir, no especulamos. Sentimos.

A pesar de ser un órgano pequeño los labios tienen miles y miles de terminaciones nerviosas o receptores con poderosa capacidad para transmitir información al cerebro en pocos segundos. Por eso dice la ciencia, y la experiencia empírica (valga la redundancia), de que el beso es determinante a la hora de validar nuestras relaciones, fundamentalmente cuando están por empezar. Cualquiera puede besarte muy bien y dominar la técnica, pero nuestro cerebro acusa recibo. “En los labios se nota con mucha precisión la temperatura corporal de la otra persona, el tono muscular y hasta el estado de su sistema inmunitario a través de los anticuerpos y otras proteínas de este sistema. Además, durante el beso, especialmente con lengua, hay un importante intercambio de saliva que hace que el hombre pase testosterona a la mujer y actúe como una especie de afrodisíaco que activa la receptividad sexual de la mujer. Cuando toda la información llega al cerebro, este valora si le gusta o no, si lo rechaza o lo acepta”, explica David Bueno i Torrens, biólogo y genetista de la Universidad de Barcelona en una linda nota publicada en diario La Vanguardia.

a ver, veamos que hay acá…..Pinterest

Durante ese intercambio de saliva entran en alerta cuatro neurotransmisores básicos, a saber: la dopamina (sensación de bienestar); la serotonina (trasmite excitación y optimismo, a veces también ira y agresión en este caso lo que ocurre es un rechazo a la pareja, dice Bueno); la epinefrina (aumenta la frecuencia cardiaca, el tono muscular y la transpiración, sentimos calor y vuela el corazón); y la oxitocina, que genera apego y confianza. “Lo que percibimos de todas estas reacciones químicas depende del tipo de neurotransmisor, del porcentaje o equilibrio entre ellos y de las neuronas sobre las que actúan”, señala Bueno. Es decir, dependiendo de cuál de ellos domine sentiremos unos efectos u otros, por ello el cóctel es clave para evaluar la “química” con el otro, confirma otro estudio de la Universidad de Oxford.

A los hombres, agrega Bueno I Torrens, un buen beso de lengua puede subirles los niveles del óxido nítrico que relaja los vasos activando el flujo sanguíneo facilitando así la erección, y la feniletilamina, “una anfetamina potente y rápida que estimula el sentimiento de placer, por eso el primer beso de los adolescentes suele ser más intenso y apasionado” explica en la misma nota Jesús de la Gándara, psiquiatra y autor del libro El planeta de los besos. Aunque destaca que no solo ocurre en los adolescentes, según Gándara, también puede darse en adultos, “la clave reside en encontrar a la persona que despierte ese neurotransmisor”.

He ahí el problema. No hay tesoros a la vuelta de la esquina, por eso el que lo encontró, que lo cuide!

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El sexo puede curar el miedo a volar

Yo tenía pánico de subir a un avión y volar, presurizada, adentro de eso que alguna vez García Márquez calificó como un “sepulcro con alas”. Le perdí el miedo cuando, después de cruzar el océano aterrada y dormitando de ratos, con hilito baba chorreando hasta el hombro, y el cuello duro gracias al Rivotril que me había dado mi amiga Paula y que me dejó alelada, bajé en París. Ahí entendí que aunque no es natural del ser humano andar por el aire, bien vale la absurda ilusión si luego vas a bajar en tremendo paraíso.

Ahora subo entregada, como cuando entrás al quirófano. El médico y el piloto son las únicas personas en las que uno deposita su vida, quiera o no. A lo que voy en rigor es a que se ha probado hace poco que el sexo cura el miedo a volar, y lo asegura Tom Bunn, un terapeuta que además fue piloto en aerolíneas comerciales y en la fuerza aérea de Estados Unidos. Luego de la experiencia empírica (valga el oxímoron, y eso de que probó el remedio es cosecha mía) registró entre sus pacientes varios casos en los que, después de una noche de sexo intenso, al dia siguente olvidaron la ansiedad del viaje.

embarcando....via sunshinecafe

Bunn declaró en un artículo del Daily Mail, que un estudio reciente acerca del estrés crónico y post traumático podría apoyar la teoría de que las relaciones sexuales ayudan a bajar el síntoma antes de subir al avión, y destaca el caso de un paciente suyó que luchó por controlar el temor durante siete años, hasta que en un viaje de negocios antes de salir para el aeropuerto tuvo una noche completa de sexo, sin dormir. En esa ocasión voló sin ningún problema. Y como no, debe haber quedado planchado! Según algunos descubrimientos del Instituto de Tecnología de Massachusetts, una turbulencia intensa de ésas en las que uno empieza mentalmente a despedirse de todos, basta para que uno desarrolle más miedo a volar.

El sexo, que todo lo cura, eleva los niveles de oxitocina, una hormona que actúa como neurotransmisor y que bombea la amigdala, una parte pequeña del cerebro que gobierna el miedo. Uno debería entonces programar mejor la previa de cada viaje, después de armar la valija y asegurarse los documentos y la reserva del vuelo, procurarse una cita bien ajetreada, el ansiolítico más natural de todos….ahora que lo pienso, ¿hará el mismo efecto tener sexo pero arriba del avión?

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