Como cualquier persona sensible, siempre estoy lista para dar consejos a los demás aunque ninguno de ellos apliquen a mi propia vida, tal como dice el refrán acerca de que en casa de herrero cuchillo de palo. Hoy a ese arte de escuchar y planear estrategias para mejorar vidas ajenas le dicen coaching, disciplina a la que pensamos apuntarnos con mi mejor amigo para “profesionalizar” nuestra vocación de ayudar a otros a buscarse a si mismos. Es más, voy a convertirme en dating coach, área en la que ya creo tener un amplio expertís.
Es increíble comprobar como las aplicaciones y los portales han “viralizado” la histeria, al punto de que para muchas personas sea casi imposible conseguir una cita real, y peor, salir airoso de ella. Con “airoso” me refiero a obtener lo que buscabas, sea sexo, novio o pasar un buen rato en compañía. Tan desamparados hemos quedado ante la profusión de tecnologías y oportunidades que ahora han surgido guías o asesores capaces de ayudarnos a conseguir un encuentro de cualquier tipo, pero un encuentro al fin. El modelo más redondo de este nuevo metier se observa en los Estados Unidos, donde hasta funciona una escuela, la Smart Dating Academy. “Llegamos al epicentro de lo que te pasa. Quizá tienes malas fórmulas familiares y eres un MAL (sic) seleccionador (y siempre te citas con gente narcisista o no disponible), tienes sexo demasiado pronto. Quizá te falta confianza, quizá tu perfil online es genérico, quizá la gente dice que no eres fácil de abordar. Descubriremos qué te detiene” prometen desde la Web. Además del asesor, el servicio de la academia incluye fotógrafo, un escritor de perfiles y mensajes y hasta un estilista para mejorarte el look, pues ¿a cuántas personas descartamos en las redes solo por una mala foto o una palabra mal escrita?…
los fideos no se aspiran Pinterest
Según María Garay, una de las primeras dating coach que hoy asesora a un importante portal de citas con más de 5 millones de usuarios en todo el mundo, el 40% de los solteros busca activamente pareja y el otro 60% tiene un montón de tiquismiquis que le impiden concretar.
Y es atendible. Salir con extraños, y tratar de agradarles y que te agraden, es un ejercicio extenuante para cualquier ser humano normal, sobre todo cuando pasaste los 40 y superaste varias relaciones. Aunque es cierto, según se desprende del sondeo realizado entre los usuarios del portal, que las principales razones por las que fracasan los encuentros son las propias neurosis, digamos, nuestro Seinfield interior. La encuesta sugiere que las primeras citas naufragan por causas dignas de diván. La primera: los modales en la mesa. Siempre digo que dime como comes y te diré quién eres, por eso alivia saber que no soy la única que huye cuando el candidato saca el escarbadientes o hace fufis (ese molesto soplidito que hacen para sacar restos de comida entre los dientes).
El 54 % de los consultados dijo sentirse molesto cuando el otro hace ruido mientras come, el 44% cree que es de pésimo gusto elegir la cena sin preguntar primero al acompañante, y tercero, a todos causa mala impresión cuando alguien se concentra en la comida y no en la conversación (yo agregaría lo decepcionante que es que pregunten si querés compartir el plato).
Otra cosa que no soportamos es la impuntualidad (el 90% cree que es insuperable), y las faltas de ortografía en el chat previo al encuentro (para un 55%) o los mensajes con palabras abreviadas (para el 45% de los encuestados).
Conclusión: hay que aflojar o ir al psicoanalista….