Me hice (me hago) tantas veces esta pregunta: ¿el amor es algo que sucede, o es algo que se decide? La conclusión cae casi siempre derribada por alguna experiencia personal… y entonces quedo como al principio, perdida en un laberinto de palabras casi tan efímeras como la experiencia anterior. Sucede, sí. Yo creo en la serendipia (cuando uno busca una cosa e inesperadamente halla otra), pero los sentimientos también puede aflorar de manera menos hormonal, por ejemplo, de la voluntad de querer conocer a alguien.
Adelantándome a “San Valentin” les comparto una nota publicada por una psicoanalista en el diario The New York Times. Mandy Len Catron decidió exprimentar la teoría que desarrolló hace más de 20 años el psicólogo Arthur Aron, que con un formulario de 36 preguntas claves logró que dos extraños se enamoraran en su laboratorio. Aron cree que el amor es un hechizo… que se construye. Basta responder primero a las preguntas y luego mirarse a los ojos por 4 minutos para que el sentimiento despierte, así, “mágicamente”…..¿mágicamente? Este artículo se publicó en el diario el 9 de enero, y en apenas una semana sumó 5.2 millones de lectores y fue compartido 365.000 veces en Facebook y más de 14.000 en Twitter (acá linkeo las 36 preguntas, por si quieren intentarlo).
El récord de lectores sugiere que, evidentemente, el amor sigue siendo ese laberinto en el que todos necesitamos perdernos…. Suerte!
ojalá seas mi amor y yo deje de navegar sitios, buscándolo… jascha sandles
Hace más de 20 años, el psicólogo Arthur Aron consiguió que dos extraños se enamoraran en su laboratorio. El verano pasado apliqué esta técnica a mi vida, y por eso acabé de pie en un puente a medianoche, mirando a un hombre a los ojos durante exactamente cuatro minutos.
Dejad que me explique. Unas horas antes este hombre me dijo: “Sospecho que, dadas unas cuantas cosas en común, podríamos enamorarnos de cualquiera. Si es así, ¿cómo elegimos a alguien?” Era un conocido de la universidad con el que me cruzaba de vez en cuando en el rocódromo y que me había llevado a pensar “¿y si?”. Había echado un vistazo a su día a día en Instagram. Pero esta era la primera vez que nos habíamos visto a solas. “En realidad, hay psicólogos que han intentado hacer que la gente se enamore”, dije, recordando el estudio del doctor Aron. “Es fascinante. Siempre he querido probarlo”.
Supe por primera vez del estudio cuando estaba en mitad de una ruptura. Cada vez que pensaba en irme, mi corazón anulaba la decisión de mi cerebro. Me sentía atrapada. Así que como una buena académica, me volqué en la ciencia con la esperanza de que hubiera una forma más inteligente de amar.
Le expliqué el estudio a mi conocido de la universidad. Un hombre y una mujer heterosexuales entran el laboratorio desde puertas diferentes. Se sientan cara a cara y contestan a una serie de preguntas cada vez más personales. Después se miran a los ojos durante cuatro minutos. El detalle más cautivador: seis meses después, dos de los participantes estaban casados. Invitaron a todo el laboratorio a la ceremonia.
“Probémoslo”, dijo. Dejadme admitir que nuestro experimento no se ajusta al estudio. Primero, estábamos en un bar, no en un laboratorio. Segundo, no éramos extraños. No sólo eso, sino que ahora me doy cuenta de que una persona ni sugiere ni está de acuerdo en probar un experimento diseñado para crear un amor romántico si esa persona no está abierta a que suceda.
Busqué las preguntas del doctor Aron en Google; son 36. Pasamos las dos horas siguientes pasándonos el iPhone en la mesa, haciendo las preguntas de forma alternativa. Comenzaron de forma inocua: “¿Te gustaría ser famoso? ¿De qué forma?”. Y “¿cuándo fue la última vez que cantaste a solas? ¿Y para alguien?”
Pero rápidamente se volvieron más inquisitivas. En respuesta a la provocadora “nombra tres cosas que tú y tú compañero tengáis aparentemente en común”, me miró y dijo: “Creo que los dos estamos interesados el uno en el otro”.