Hubo un tiempo en que decir piropos era una galantería digna de agradecimiento, pero la espontaneidad de aquellos poetas porteños ha caído en la volteada del siglo XXI. En breve hasta el más refinado deberá cuidar cada palabra que pronuncie porque, sacadas de contexto o mal interpretadas por la destinataria, serán consideradas como acoso callejero. Así de simple: el piropo, en todas sus variantes, estará definitivamente prohibido en Buenos Aires.
Es una pena que pase algo así. Muchas veces ese comentario sutil aunque un poco cursi era capaz de levantarte el ánimo y hasta sacarte una sonrisa cuando en realidad solo querías llorar. Pero, es cierto, quedan pocos piroperos profesionales, señores diestros en el arte del “haiku” romántico. Ahora pasa como con las plazas públicas. Parece que ya no somos capaces de cuidarlas, no sabemos comportarnos educadamente en sociedad, por eso están enrejadas. Nos hemos convertidos en vándalos, incluso con las palabras.
En unos meses entrará en vigencia una Ley sancionada recientemente por la Legislatura porteña con el fin de “prevenir y sancionar el acoso sexual, verbal o físico, producido en espacios públicos o de acceso público, que hostiguen, maltraten o intimiden y que afecten en general la dignidad, la libertad, el libre tránsito y el derecho a la integridad física o moral de personas, basados en su condición de género, identidad y/o orientación sexual”, dice en su primer artículo la flamante normativa. El Código Contravencional prevé multas de 200 a 1000 pesos o dos días de trabajo social a quien acose sexualmente a otro en lugares públicos o privados de acceso público, “siempre que el hecho no constituya delito”, caso en el que será juzgado por un Tribunal de Justicia.
Mauricio in fraganti …Foto Luciano Thieberger EFE
Según las cifras del primer Índice Nacional de Violencia Machista, el 87% de las mujeres argentinas ha sido víctima de distintos actos de acoso callejero, especialmente las más jóvenes que, por el simple hecho de serlo, padecen ofensas sexuales, roces en los medios de transporte y otras tantas situaciones humillantes. Si recuerdo las frases lascivas que decían en mi patria chica cuando éramos apenas unas colegialas monjilmente uniformadas, entonces la Ley debería tener alcance nacional, aunque dudo que 1000 pesos puedan frenar la lengua mordaz de los miles de desubicados que además consideran que le hacen un favor a tu autoestima. Mucho menos creo que logre cambiar la opinión de quienes consideran que la victima es la culpable. Quisiera saber si el delito incluye a los hombres que hablan mirándote a los pechos y no a los ojos, algo que es moneda corriente en todos los estamentos sociales (ver foto).
Cuestión es que la Ley acabará con gentilezas y guarradas por igual, y correrá para ambos géneros, de modo que si nunca nos animamos a decirle algo a un señor en la calle, ahora mucho menos.