En algún punto todos somos un poco raritos. Quien más, quién menos, alguna extravagancia guardamos en el cajón más oscuro de nuestra intimidad, signo de que somos humanísimos, claro, más de lo que queremos aparentar. Leyendo un sitio que me divierte bastante encontré una noticia curiosa que les comparto, pese a que los asuntos necrológicos no me gustan, y supongo que a ustedes tampoco.
Parece que en el cementerio Père Lachaise de París hay una tumba “erótica” devenida, desde hace años, en una de las más “turísticas” de las sepulturas francesas. Se trata de la “morada final” de un joven periodista llamado Victor Noir, que murió de un balazo hace más de un siglo, justo un día antes de su casamiento. El chico había querido “mediar en un conflicto surgido entre su redactor jefe y un lprimo de Napoleón III” cuentan los redactores del blog Amazing, y así le fué.
il n´est pas mort…Ohlalá!
La sepultura en cuestión podría pasar inadvertida si no fuera por la estatua que la corona. Parece que para honrar la memoria del pobre Noir sus allegados mandaron a hacer una escultura a escala fundida en bronce y en la que el artista Amédée-Jules Dalou puso mucho esmero, ya que intentó reproducir al detalle la imagen del finado en el momento exacto de su muerte. El tipo había quedado tendido boca arriba… y con una visible y repentina erección bajo el pantalón. A poco de haber sido colocada la obra de arte sobre la tumba “se extendió el mito de que frotar, besar o rozarse con la bragueta de la estatua asegura la fertilidad de la mujer que lo haga”.
Midió, qué perversas… ¡habiendo tantos sex shops a la vuelta de la esquina!. Según muestra la foto, el bronce de la toda figura luce gastado por el tiempo, menos la zona de la entrepierna, que sigue brillante y lustradita como el primer día…¿o será fotochop?