De las fechas más insólitas del calendario global, celebramos hoy 6 de julio el “Día del Beso Robado”. Se supone que durante las siguientes 24 horas las personas tenemos un vía libre para besar a cualquier persona, por asalto, y recibir besos de la misma forma. Podríamos robarlo a lo Doisneau, o ese desapasionado que se dan los feligreses en la misa, también están el clásico amistoso y el de lengua, aunque éste tiene otro alcance.
El término procede del latin basium, dice mi Enciclopedia del Sexo, e implica el acto de tocar u oprimir labios contra labios u otras superficies sensibles. En una encuesta realizada entre parejas heterosexuales el 84% de los consultados coincidió en que el beso lingual es la técnica erótica más común del juego sexual, y el ejercicio principal del petting o sexo sin penetración. Pero respecto del amor es el único termómetro capaz de medir la gravedad del asunto, e incluso hasta puede predecir si una relación prosperará, así es que miren si será importante besarse bien.
Cuando éramos adolescentes nos besábamos sin pudor en la parada del colectivo, en el banco de una plaza y en las matinés. Nadie se escandalizaba porque estábamos en pleno hervor hormonal. Sin embargo es muy raro ver a dos adultos besarse apasionados en la calle. En la China de entre los siglos XIII y XIX nadie lo hacía en público porque se consideraba parte del acto sexual, es decir, algo que solo podía practicarse en la intimidad. Los árabes tampoco besan a las mujeres delante de terceros pues lo consideran una provocación, en Japón nunca exhiben el afecto erótico ante otros (salvo mediante el arte) y, oh curiosidad, los ingleses tan poco dados a expresar sentimientos, son quienes han instituido esta fecha que celebramos. En cambio, nunca olvido un otoño en un puente sobre el Sena. Mirando pasar la gente noté a una pareja joven sentada en un banco vecino. Ella sacó un champagne del bolso y él como un mago encontró dos copas en los bolsillos de su chaqueta. Antes de brindar sellaron el after hour con un beso de película, mientras el catamarán se hundía en la bruma del río. Ay París, París. Los besos deben haberse inventado ahí…
Bacteria viene, bacteria va mymodermet
Bien. Aunque en ese intercambio de fluidos se quintuplique la población de microbios y bacterias de tu boca, la ciencia sostiene que hay que besarse porque el acto estimula la liberación del oxitocina en el flujo sanguíneo, al tiempo que abre una compuerta para que la adrenalina inunde acelerando el ritmo cardíaco, la tensión arterial y el nivel de glucosa en la sangre.
Entre otras particularidades de este divino ejercicio, según los sitios que apuntan todo sobre los récords humanos, en 1990 en EEUU un hombre besó a 8001 personas durante ocho horas, mientras que el beso más largo lo consiguió una pareja de americanos con un tiempo de 30 horas. Los científicos del Instituto Kinsey dicen que las mujeres pueden excitarse y alcanzar el orgasmo durante un beso sin haber tenido contacto genital alguno, y hay otras que mientras practican la felación alcanzan idéntico éxtasis gracias a la cantidad de terminaciones nerviosas de las membranas mucosas de los labios.
Otra: existe una ciencia que estudia las características fisiológicas y psicológicas de un beso, la filematología. La inventó un antropólogo llamado Vaughn Bryant, de la Universidad de Texas (EE UU), convencido de que es una práctica milenaria y la evolución de otro saludo propio de nuestros antepasados cavernícolas, que consistía en aproximar la nariz para oler y detectar la salud y el estatus social de la persona. Ese hábito fue bajando hasta practicarse con los labios, “y era mucho mejor”, afirma Bryant, para quien el beso es un gesto aprendido y no innato.
Beso en la mejilla para todos mis lectores!