Y yo que me asombro ante las porquerías que últimamente decoran los parques porteños. En nombre del arte hoy cualquiera retuerce una chapa, le pega tornillos, papelitos, plásticos y maderas juntadas, lo proclama sustentable y le pone título, peor: hasta consigue que las autoridades con su sensibilidad de manual la pongan por ahí, arruinando el paisaje y la córnea de los vecinos. En fin, peor están en Francia. En los simétricos jardines de Versalles el artista indio-británico Anish Kapoor acaba de instalar una vagina gigante. El objeto en cuestión mide 10 metros de alto, 60 de largo y pesa miles de toneladas en acero (quièn habrá sido la musa!)
No es la primera vez que Kapoor presenta en sociedad una obra de dudosa calidad y gran tamaño, pero como es un artista “relevante”, provocador, esta vez le han permitido exponer el órgano hasta el 1 de noviembre próximo, para escándalo de la derecha francesa. Yo no sé de qué se asustan, bien libertinos fueron los guillotinados Luises que habitaron ese fastuoso palacio donde ahora luce esta singular pieza de arte contemporáneo. Sin embargo, olvidando su pasado (y el más reciente, recuérdese los enredos de alcoba de los últimos dos presidentes), los políticos conservadores consideran la instalación como un ultraje a la historia del país, sobre todo desde que Kapoor confesó en una entrevista que quiso representar “la vagina de la reina tomando el poder.”
La intimidad de la reina Gentileza El Mundo
Según el diario El Mundo el alcalde de Versalles publicó en un tuit que Kapoor había exagerado el mensaje y, ante la polémica en puerta, el artista salió a aclarar que en realidad es “una obra con múltiples interpretaciones posibles”. Claro, así de subjetivo suele ser todo. “Evidentemente trata de nuestros cuerpos y contiene cierto nivel de sexualidad. Pero no se reduce a eso”, destacaba. La escultura fue bautizada ‘Dirty Corner’ (Esquina sucia u obscena) pero entre los vecinos se conoce como ‘La Vagina de la Reina’. Una provocación de idénticas proporciones tuvo lugar el año pasado cuando otro artista puso en la Place Vendôme un enorme consolador inflable de color verde y 24 metros de altura. La obra fue saboteada y a la mañana siguiente apareció desinflada. Otra que una metáfora sobre los poderes del rey…