Las princesas no se arrodillan, pero seguramente se las ingenian para disfrutar de los placeres de la carne como cualquier ser pedestre. Aunque tal vez ese día a la pobre Catherine se le “cayó” el anillo justito a los pies del marido, y no tuvo más remedio que agacharse buscarlo. Como quiera que haya sido, y si la foto no es obra del fotochop, luce muy sugestiva la reacción de William acariciando la cabeza de su querida esposa, en un claro gesto de… agradecimiento.
¿Y la menor? pobrecita, ¿que hace ahí?