Quisiera que el tiempo se detuviera entre las 6 y 7 de la tarde en otoño, y de 7 a 8 en verano. Woody Allen piensa lo mismo que yo: es el horario del día en el que todos nos vemos bellos, favorecidos por la luz de un sol que cae débil, envolviéndolo todo con esa aura dorada, tan sentadora. Cualquier individuo se vuelve un ser digno de amor a esas horas pictóricas. Por eso mismo detesto las dicroicas de los probadores, los foquitos blancos de bajo consumo y el tubo tipo quirófano. En fin. Si el sexo no se da en esas horas mágicas, la mejor luz artificial sigue siendo la de los telos. Por retro que sea la decoración ahí dentro la iluminación está estudiaba para que uno se vea apetecible, sin sombras que te dupliquen la figura ni la deformen, sobre todo si te toca estar arriba….
Sin embargo las timideces e inseguridades propias de hombres y mujeres han alentado aquello tener sexo con el velador apagado, cosa absurda porque la vista es un ingrediente vital, antes y durante. Sin embargo, igual que Greenpece que sugiere velas en lugar de lamparitas, un curioso comercial lanzado por el gobierno alemán insta a los habitantes ahorrar energía eléctrica también a la hora de la intimidad, según leo en El País de España. “El mundo te dará las gracias”, dice el eslogan de la campaña publicitaria en la que una niña descubre a sus papás empolvados en el living. El consejo es razonable: si vamos a salvar el planeta que sea en todo momento, pero fomentar el sexo en la oscuridad es estimular la baja autoestima, y de ese flagelo también hay que salvar al planeta.
La idea de andar a ciegas sin poder apreciar las formas de la persona elegida es una costumbre del tiempo de las abuelas, y vaya a saber si las abuelas lo practicaban así. Aunque hay algunas encuestas contemporáneas que demuestran que no estamos tan evolucionados en ese sentido. Sin ir más lejos, la firma de juguetes eróticos Adam & Eve le preguntó a 1000 clientes de EEUU cómo lo preferían: solo el 10% dijo que le gustaba hacerlo con las luces prendidas. Un 41% lo prefería a oscuras, y un 48% dijo variar la intensidad a medida que subía la temperatura (cómo sería eso, con una sola mano?).
asumida, y a plena luz del día Foto Gza Sport Illustrated
El diario inglés The Telegraph hizo otra encuesta en 2010, según cuenta la nota, pero el sondeo se limitó a las mujeres: el 61% prefería las luces apagadas, un 48% permanecían semivestidas durante la relación sexual, y dentro de ese grupo, el 54% lo hacía porque se sentian más seguros. Pero resulta que los hombres también están acomplejados, sea por la dimensión de la barriga y las tetillas caídas, entre otros rasgos del tiempo que pasa, igual de cruel para todos. Una cadena de delivery dietético, Diet Chef, consultó entre sus clientes y las conclusiones revelaron serios problemas de autoestima en este sector, ya que una cuarta parte de los encuestados (1077 varones) admitió que no están cómodos con su figura. El 45% creía tener sobrepeso y un 16% se calificaba obeso; mientras el vientre era la parte que menos le gustaba a un 64% de ellos.
En fin, gastar luz o no es lo de menos a estas alturas del siglo tan visual, cuando la imagen parece ser lo único importante. Y ¿quién no desea verse impoluto, con la piel tensa y tersa? Todos, pero lo cierto es que nadie lo consigue, a menos que te hagan fotoshop. Nos quedan algunas estrategias antes de caer en las tinieblas: por ejemplo, quedarse con una parte del vestuario puesto, hacerlo entre las 7 y las 8 si es al aire libre (en verano), usar (ambos) un antifaz de encaje que permita ver algo de carne, poner el pañuelo o una prenda sobre el velador para bajar la luminosidad (ojo, que no se prenda fuego), dejar la ventana abierta cuando hay luna y elegir definitivamente una lamparita adecuada.
Recomiendo ampliamente las de bajo consumo color durazno, y si todavía siguen sintiéndose incómodos, ¡un buen espumante, y listo!