Después de dos aviones, una larga cola de migraciones en Dallas y una perruna revisada de valijas (casi me quitan un lápiz labial solo porque parece un mini misil) llegué a Nueva York, a casa de mi amigo Tulio, a quién no veía desde hacía casi 7 años….cómo puede uno dejar pasar tanto tiempo antes de volver a ver a los seres más queridos, nos reprochamos, secando gruesos lagrimones.
En fin que estas esperadas vacaciones lejos de casa transcurren ahora entre lluvia finita, preciosos tulipanes coloreando los canteros del Rockefeller Center, y horas y horas de charla a la hora del desayuno. Y claro, mucho vagabundeo por las calles de esta ciudad que, como siempre, esplota de gente entrando y saliendo de edificios, tiendas, restaurantes y bocas de subte que a esta altura del año no escupen vapor, pese al inesperado frío invernal. Obvio, lo primero que hice fue pedirle a mi amigo que me llevara a visitar el famoso Museo del Sexo, en 5 Av y la 27,
y hasta ahí fuimos.
No creo que sea el único espacio en su tipo en el mundo, pero es el primero que conozco y que reúne, o intenta reunir, todo lo relacionado con el sexo y la industria del sexo en los últimos dos siglos, lo que no es poco tratándose de un tema tan pudendo para esta sociedad para la que la crisis financiera se coló hasta en las sábanas, al decir de un estudio publicado en un diario local.
Es un edificio simple de tres pisos y una tienda con gran vidriera ubicada en la planta baja. En realidad la colección es pobre, pero en conjunto termina resultando interesante. Se puede ver la historia del preservativo y el proceso de su fabricación (creo yo, lo más valioso de la muestra), la evolución del cine porno (se proyectan en grandes pantalals varios videos caseros filmados por algunas celebridades, entre ellas la infatigable Paris Hilton, que se despacha con una fellatio), las primeras publicaciones temáticas y una sala que recorre la historia de los juguetes sexuales, donde destacan precámbricos aparatos para el sadomasoquismo y el bondage, y los consoladores fabricados a finales del siglo XIX para el autoplacer (uno me recordó al viejo secador de pelo de mi madre).
No pude hacer un video pues en el lugar no lo permiten, pero acá les dejo algunas de las imágenes que tomé para ustedes especialmente. En el próximo post prometo subir más fotos y contarles sobre lo poco que se practica el sexo en NY (según confirman mis amigos locales).