Tengo un gato muy infantil que cuando me ausento unos días se toma el trabajo de destrozarme la casa, así que lunes por la noche, mientras ordenaba el caos que dejó Sandro (la mascota) pesqué de casualidad unos pasajes de la telenovela “Botineras”, ¿la vieron alguna vez?…
Confieso que quedé dura ante una escena de asfixofilia y sadomaso entre el chileno Gonzalo Valenzuela y la voluptuosa Florencia Peña. Tan bien lograda lució la excitación que les provocaba el filo del cuchillo y el cinturón al cuello que me dio escalofrío pensar en la cantidad de gente que muere practicando este juego erótico de alto riesgo.
Frederic Gable via codicebinario
Me acordé enseguida de Norita Dalmasso, ¿se acuerdan? la mujer que apareció desnuda y muerta en un country en Río Cuarto, Córdoba. Los peritos habían notado marcas en su cogote blanco, lo que les permitió inferir que la finada habría arriesgado el pellejo tratando de obtener un orgasmo inolvidable……
A propósito de esto les cuento que en abril saldrá mi primer libro (siii, Sexo a Diario se transformó en un libro) y que investigando como una burra acerca de la cultura del sexo y el erotismo contemporáneos, di con muchas prácticas viejas y otras nuevas, algunas rebautizadas con términos anglosajones, que describen cuan estrafalario ha sido siempre el ser humano en la intimidad.
En los Estados Unidos, según datos del FBI reportados en 1999, cerca de 1000 personas mueren al año intentando la asfixia erótica, que es una práctica de estrangulación gradual y controlada cuya finalidad es aumentar la sensación del orgasmo. “Puede darse que un miembro de la pareja estrangule al otro, metiéndole la cabeza en una bolsa, con una capucha o atándole el cuello con un cinturón. Esta práctica produce una pérdida parcial de conciencia, lo que provoca el placer sexual, pero esto mismo es lo que pone a la persona en riesgo: si el oxígeno no llega al cerebro y la personase se desmaya, puede morir si no calcula bien el tiempo. ”
En fin que esa tensión se vió en Botineras: él le sacaba el corpiño con el filo de un cuchillo mientras tiraba del cinturón que ceñía el cuello de ella, que resultó doblemente belicosa. Cuando le tocó empuñar el arma blanca, le acarició el torso con la hoja hasta hundir suavemente la punta a la altura del corazón. Y en uns egundo brotó un hilo de sangre.
Fue tan elevada la escena que tuve que echar a Sandrito. Ya les dije, es un gato infantil.