¿Qué nos hace pensar que los tripulantes del crucero no podían tener sexo en su lugar de trabajo, habiendo tanto rincón disponible en esa afrodisíaca oficina que se mece en el agua, como una cuna? No creo que una noche de lujuria haya provocado el fatal accidente, tal vez sí puede haberlo sido la mezcla de sustancias “incompatibles” con la responsabilidad de conducir semejante tritón.
te espero debajo del escritorio…whywelikeporn vialavitaebela
Según una encuesta realizada por el sitio de búsquedas de empleo glassdor.com, el 37% de las personas ha tenido relaciones románticas (digámoslo así, para ser polaits), en su lugar de trabajo. A los consultados también les preguntaron si habían intimado en el ámbito de la oficina, y resultó que el 22% de los estadounidenses admitió haberlo hecho en el mismísimo despacho del jefe, una aventura bastante arriesgada, creo yo. El 18% prefirió usar la sala de reuniones, arriesgado, también. En este caso debe funcionar en la sala de máquinas, apichonados en la popa o en el camarote del capitán…
como fuere, seguramente el ámbito es más inspirador que un escritorio lleno de papeles, pocillos sucios y chicles pegados bajo la mesa, pero casi tengo la certeza de que los romances de oficina se dan por aburrimiento, por hastío. Que con tal de amenizar la jornada de 8 a 18, hasta el más feo o autoritario compañero/a se vuelve irresistible en las fantasías. Ni las luces de tubo alcanzan para convencerte que no tiene ningún encanto.
Aunque es cierto, conozco a muchas parejas que trascienden, la mayoría tiene fecha de vencimiento pasado el primer encuentro furtivo en el telo de enfrente, máxime si alguno de los dos está casado y no tiene nada que prometer. A mí mezclar me parece un arma de doble filo, sobre todo si uno se lleva un chasco y está condenado a encontrarse todos los días en los pasillos con el sujeto que te vió sin ropas y en “pose informal”. En muchos casos, eso acaba en el CV.
Conocí hace muchos años a una chica muy bonita que arruinó su carrera después de un turbulento episodio con el director de la empresa, con el que solía encerrarse bajo llave. Como en las películas, un día llegó la mujer y se sentó a esperar en la puerta del despacho. La secretaria no la quiso detener, y así fue como esa chica hasta el día de hoy carga en su prontuario laboral con el escándalo aquel, que le costó el puesto.
En fin. Por lo menos en la oficina no hay vidas que lamentar.