El frío polar me ha sacado un flotador que asoma gelatinosamente por encima de mi falda nueva. Ya perdí la cuenta de las calorías que llevo ingeridas en estos días gélidos de invierno porteño: alfajores, chocolinas, ravioles, pan, tostados de jamón y queso…. Para quemar toda esa ingesta debería correr hasta Chascomús, o bien practicar sexo de aquí a septiembre, una media hora todos los días, según las prescripciones del médico francés Pierre Durand, autor de un libro que es furor en las tierras de Obelix, Adelgaza haciendo el amor.
El tipo dice que las 400 calorías que tiene un helado, por ejemplo, se pueden eliminar en una sesión de sexo “clásico”, entiendo, sin mucha acrobacia.
yo “morfo” sin piedad, y después “quemo”… via bigfun
Durand nos propone a los gorditos seguir un menú que combina 50 posturas eróticas y recetas saludables, algo así como un suflé de espinacas, una compota de manzana… y diez minutos haciendo la carretilla, qué tal, eh??. “Está demostrado que una sesión de sexo conlleva el desgaste de unas 560 calorías, igual que pedalear en bicicleta durante media hora, pero mucho más placentero, ya que disipa el dolor de cabeza, relaja la tensión, previene la formación de placa dental porque los besos neutralizan el ácido de la boca y nos inmuniza contra la tristeza” dice el hombre.
Qué maravilla, hasta la placa bacteriana se cura en la cama. Parece que si uno sigue las indicaciones al pie de la letra, unos 50 revolcones podrían servir para bajar entre 3 y 10 kilos, además de endurecer los músculos de todo el cuerpo. La alegría que provoca el sexo (no siempre, convengamos que también puede provocar frustración) estimula las endorfinas, las hormonas de la felicidad, que aumentan la sensación de bienestar y suben la autoestima.
Hasta ahí todo muy bonito, pero por suerte se inventó la bicicleta fija, digo, porque en estos tiempos hay mucho soltero/a ….(y también mucha gente “mal atendida”). He dicho.