Si creíamos que estábamos lejos de llegar a tener sexo con robots, vayan sabiendo que las distancias se están acortando a la velocidad del tiempo. En breve nomás estaremos en la cama peleando por el control remoto con un hombre o una mujer de hojalata, y digo peleando, acto que conlleva cierta destreza intelectual, pues el gran paso que acaba de dar un reputado científico catalán demuestra que nuestros próximos compañeros sexuales estarán listos darnos cariño, además de placer.
Samanta fue presentada en sociedad semanas atrás, casi en sintonía con la apertura en Barcelona de un insólito prostíbulo atendido por muñecas. La diferencia con los ejemplares de su tipo se la debemos al experto en nanotecnología Sergi Santos, un joven científico de 38 años que lleva largo tiempo investigando el producto a fin de mejorar la experiencia erótica de los onanistas, pues por muy hiperrealistas que sean, los juguetes siguen siendo principalmente para el goce en solitario de cierta población masculina. Cuestión es que este monstruito de ojos verdes, pelo largo y medidas inasequibles para la mayoría de las mujeres de verdad (90-55-90) está fabricada con TPE puro (elastómero termoplástico) y la novedad es que tiene por neuronas un microprocesador que funciona mediante un “algoritmo potentísimo” desarrollado por Santos. Con este adminiculo se supone que además de ser suave y flexible para comodidad del usuario, el chiche hasta podría llegar al orgasmo, “siempre que su acompañante sea capaz de estimularla” dice el creativo, consultado por los medios. Pues ya ven, señores, como las chicas de carne y hueso, el juguete también exige cierta “dedicación”…
Samantha no parece muy contenta
Santos dejó todo para dedicarle energías a su promisorio emprendimiento, un shop online de muñecas de compañía capaces de competir con las mujercitas de Real Doll, la empresa con sede en Sillicon Valley que hasta ahora ha logrado la mejor imitación del mercado. Como sea, el misterio sigue siendo la mente humana. Vengo a descubrir que dentro del gran repertorio de locuras y preferencias alejadas de las relaciones sentimentales “clásicas” se encuentra esta filia denominada agalmatofilia o pigmalionismo, y que describe la atracción sexual por seres inanimados como estatuas, muñecas y maniquíes desnudos.
Pigmalionismo, por Pigmalión, según la mitología griega, un rey soltero y aburrido que buscando a la mujer perfecta empezó a esculpirse una estatua en piedra. Mientras más trabajaba en la figura, más deseo y amor sentía por ella, al punto de besarla y abrazarla como a una chica real. Tan loco estaba que pidió a Venus que la hiciera vivir para poder casarse con ella, y la diosa le hizo el favor. No quedan dudas del divino de la ciencia, que cualquier momento logrará que las vacas vuelen…