Iba mirando para arriba, contando los brotes de primavera en los árboles, cuando de repente paré frente a una vidriera y me enamoré, a primera vista, locamente – así es el amor- de unos zapatos de taco alto color carne, que no son precisamente de tango pero sí sirven para la vida, léase, la estropeada vía pública.
ay….. quiero máass!!! WMagazine Mert Alas &Marcus Pigot via ponyexpress
Mi debilidá por este complemento del vestuario data de la infancia, quizá, de cuando mi madre me compró las guillerminas de Grimoldi que yo usaba con soquetes de puntillas, o tal vez desde que la tía Beba me regaló los primeros tacos de mi vida, unos suecos de madera que no me saqué durante todo un verano.
Son mi fetiche, un objeto de arte para usar que te tortura o te alivia, te apetisa o te estiliza, te hace sexy o jamona, como dice mi progenitora. Felizmente no tengo coche, y no lo tendré jamás, pues ahora sería una de las tantas perjudicadas por la absurda iniciativa del diputado Aldo Mensi, que quiere multar a quienes conduzcan en chancletas, pantuflas, tacos, botas y ojotas.
En fin, volviendo a la vidriera, cuando me calcé el zapato…. ay, qué placer (hasta que pregunté el precio: 1500 pesos). Confieso que comprar no es mi diversión primera, pero si hay gangas y me sobran unos billetes, no me para nadie. Algo de cierto debe haber en eso de que salir a reventar la tarjeta de crédito provoca en el cerebro una respuesta similar a la excitación sexual.
algunas de mis “criaturitas” preferidas
Parece que un equipo de investigadores de la Universidad de Westminster, Inglaterra, monitoreó las respuestas emocionales y los movimientos oculares de 50 voluntarios mientras éstos miraban productos a los que se les añadía una promoción, un 2 por uno. Los estudiosos notaron que los voluntarios obtuvieron “los mismos resultados en su algoritmo de medición que cuando miraban pornografía” (no aclara si los conejitos de indias eran de ambos sexos). El estudio fue financiado por un Instituto de Marketing Promocional, y busca indagar en la mente de los consumidores (nosotros) y promover productos que generen deseos de posesión casi sexuales.
Otro estudio de la Universidad de MIT sostiene que el dinero produce la misma sensación en el cerebro que el sexo y las drogas, y que tener plata en el bolsillo puede ayudar a aliviar dolores físicos, lo que me parece una reverenda estupidez. Lo que hacen las compras es hacerte olvidar por un segundo, enajenarte, o hacerte la ilusión de que después de todo no sos ningún patito feo, sino un ser digno de amor, como los demás seres de este planeta.
De ninguna manera reemplaza al placer del amor, o el sexo con ganas. Cuando pasó el momento de éxtasis, el sentimiento de posesión se diluye, porque es efímero, tan efímero…. como el orgasmo.
hummm, quizá no sea tan absurdo