Si alguna autoridad sanitaria lee este post, me gustarÃa aportar una idea que considero útil e inteligente, y que viene a cuento de algo que escuché en una sobremesa de domingo hace tiempo ya: a muchos padres ahora se les ha dado por participar activamente del debut sexual de sus hijos.
El hijo de la prima de mi amiga Inés tiene 16 años (ahora quizás 17) y habÃa empezado a noviar con una compañerita de colegio.  Al cabo de unos meses, viendo como cada sábado ardÃa el sofá en el que los menores se enroscaban frente al televisor encendido, los padres decidieron que antes de terminar en un albergue transitorio y pasar por alguna experiencia traumática, lo mejor era ayudarlos a ingresar en la vida sexual por el camino menos bizarro posible. La noche señalada encerraron la mascota en el garage y liberaron la casa, previa organización de una cena romántica, sin alcohol pero con velas, música suave, pétalos de rosas y pancarta de bienvenida sobre la cama matrimonial, más la obligada cajita de Tulipán apoyada sobre el despertador de la mesa de luz. Al dÃa siguiente hubo almuerzo familiar con brindis y palabras emotivas del abuelo, que beodo de alcohol y sueño se puso a recordar los detalles de su primera vez.
Yo habÃa escuchado una historia semejante, y lo único que se me ocurre decir es que no debe ser fácil ser padre de adolescentes con tantas pestes dando vueltas por el planeta. Pero antes de inmiscuirse tan directamente en la intimidad ajena ( pues es ajena, aun tratándose de los propios hijos) el gobierno británico decidió tomar cartas en el asunto y poner en circulación las Ccard o Condom Card, una especie de tarjeta de crédito que permitirá a la gente de entre 13 y 20 años conseguir cajas de preservativos gratuitas en estadios de fútbol, bares, tiendas y otros espacios de esparcimiento juvenil. A cambio, los chicos sólo deberán asistir a una charla de educación sexual que el Estado dictará en centros de salud habilitados. La intención de la campaña, más que prevenir enfermedades, apunta a bajar la tasa de embarazos adolescentes, ya que en el Reino Unido son las más altas de Europa. Alarmadas, las autoridades sanitarias ya han intentado atajar el problema con varios proyectos del tipo, pero sin demasiado éxito.
De resultar efectivas las charlas, entre otros beneficios, la tarjeta le evitará a los menores el bochorno de hacer cola en la farmacia con la cajita de profilácticos en la mano. Y lo mejor, les permitirá decidir por sà mismos cúando, dónde y cómo.